VIRGINIA MARTÍNEZ
VASILI Grossman retrató con la precisión de un científico y el pulso de un escritor mayor la verdad despiadada de la guerra. Corresponsal del periódico Estrella Roja durante la Segunda Guerra Mundial y novelista, su obra cumbre, Vida y destino, que se publicó luego de su muerte, es considerada una de las más altas creaciones de la narrativa soviética del siglo XX.
El perfil biográfico de este ucraniano puede encontrarse en una selección de las figuras emblemáticas de ese siglo que realiza Tzvetan Todorov en Memoria del mal, tentación del bien. Según Todorov, Grossman es un caso raro y quizás único en la literatura soviética. Su trayectoria testimonia el accidentado viaje del escritor que sufre una conversión paulatina pero radical que lo desplaza de la ortodoxia a la disidencia y del oficialismo a la marginación.
En 2006, el historiador Antony Beevor, en colaboración con la investigadora y periodista Luba Vinogradova, publicó Un escritor en guerra, trabajo que recorre parte de esa peripecia periodística, política y personal. El libro se basa en las notas redactadas por Grossman durante los más de mil días vividos en el frente soviético entre 1941 y 1945 y que fueron la materia prima de sus artículos y novelas.
ESCRITOR EJEMPLAR. Nacido en Berdichev, en una familia judía, culta e integrada, Grossman se inscribió en la Universidad de Moscú para estudiar química. En 1928, aún estudiante, se casó con Anna Petrovna Matsuk, con quien tuvo una hija. Luego de recibirse fue a trabajar como ingeniero en una mina de Stalino, al este de Ucrania. Su primera novela, ¡Buena suerte! (1934), basada en la vida de los trabajadores de una mina de carbón, y el relato "En la ciudad de Berdichev", publicado el mismo año en Moscú, le valieron entusiastas elogios de Gorki, Bulgakov y Babel.
La creación artística en la Unión Soviética se regía por los principios del realismo socialista. El canon ordenaba obras modélicas y de alto contenido moral que reflejaran el temple del pueblo soviético. Los personajes literarios eran hombres y mujeres leales al Partido y a su líder. Habían logrado deslastrarse del individualismo burgués y, de acuerdo al mandato de clase, actuaban guiados por el interés colectivo. Las primeras obras de Grossman estuvieron a tono con la etiqueta del arte oficial. Estaba convencido de que sólo su país podría hacer frente a los males que amenazaban a la humanidad: el fascismo y el antisemitismo. En 1937, ya generalizadas las purgas y ejecuciones, se integró a la Unión de Escritores. Era un buen escritor soviético. Gozaba de consideración, respeto y de todos los privilegios que daba la condición de artista profesional.
En 1935, Olga Mijailovna Guber, su segunda esposa, fue detenida. Liusia, como la llamaba Grossman, había estado casada con el escritor ruso de origen alemán Boris Guber. Guber fue uno de los tantos liquidados por el estalinismo. Arrestado por la policía política, no abrió la boca en los interrogatorios. En 1937 lo fusilaron en la prisión. Grossman adoptó a los dos hijos del matrimonio para evitar que los enviaran a un campo de reeducación para huérfanos de "enemigos del pueblo". También logró salvar a Liusia del confinamiento y la muerte pero tuvo que firmar una declaración apoyando los juicios contra los acusados de traición "trotskista-fascista", entre los que estaba Guber.
CORRESPONSAL DE GUERRA. El 22 de junio de 1941 el ejército alemán invadió la Unión Soviética. Grossman se presentó en la redacción del Estrella Roja. El general David Ortenberg, director del periódico, relató el encuentro que tuvieron antes de que partiera al frente como corresponsal especial de guerra: "Su casaca estaba toda arrugada, las gafas le resbalaban por la nariz y la pistola le colgaba del cinturón sin ceñir como si se tratara de un hacha". Tenía 35 años, estaba excedido de peso, nunca había disparado un arma y era de una irritante torpeza manual.
El escritor Ilia Ehrenburg, amigo y colega del periódico, solía decir, burlándose de sí mismo y del blando Grossman: "Somos soldados sin entrenamiento". Tiempo después el novelista miope y distraído había perdido unos cuantos quilos, estaba en forma y ganaba todas las competencias de tiro. Se había convertido en un verdadero frontoviki, soldado de primera línea del ejército.
Estrella Roja, voz oficial del Ejército Rojo, tuvo un inmenso prestigio entre los soviéticos y fue la lectura principal de la población civil durante la guerra. Stalin vivía pendiente de lo que se publicaba en sus páginas, que revisaba y censuraba con lupa. En confianza, Ehrenburg bromeaba con Grossman diciéndole que el líder era su lector más consecuente. Pero, según Beevor, Stalin nunca apreció la prosa despojada del escritor y si revisaba cada edición era, entre otras cosas, para comprobar que su nombre nunca figuraba en las crónicas de Grossman.
EN EL CAMPO DE BATALLA. El primer cuaderno de notas está fechado el 5 de agosto de 1941, día en que partió al frente junto al periodista y soldado Troyanovksi y al fotógrafo Oleg Knorring: "Yo soy el mayor de los tres, pero comparado con ellos soy como un niño en cuestiones de guerra. Se divierten mucho contándome los próximos horrores".
Los horrores no tardaron en aparecer y le revelaron la escasa preparación y pobreza del ejército. Por todos lados encontraba soldados andrajosos y descalzos. Luego vino el bautismo de fuego: el bombardeo de la ciudad de Gomel. Los alemanes estaban a cincuenta quilómetros de distancia: "Una vaca, bombas aullantes, incendios, mujeres…El fuerte olor del perfume, desde una farmacia alcanzada en el bombardeo, cubrió por un momento el hedor de los incendios. La imagen de Gomel ardiendo en los ojos de una vaca herida. Los colores del humo. Los linotipistas tienen que componer el periódico a la luz de los edificios en llamas".
Allí encontró a un periodista principiante quien, a su juicio, escribía basura, fábulas heroicas pero mentirosas como aquella titulada "Ivan Pupkin mató a cinco alemanes con una cuchara". Por el contrario, Grossman comenzó a perfeccionar un escrupuloso método que fue su sello de autor: largas entrevistas en las que se abstenía de escribir para no intimidar al entrevistado. En la noche, cuando los colegas dormían, comenzaba a redactar las observaciones en un pequeño cuaderno cuadriculado. Según Ortenberg, "aquellas notas eran extraordinariamente concisas. Rasgos característicos de la vida durante la guerra aparecen concentrados en una escueta frase, como en papel fotográfico cuando se revela un carrete. En sus cuadernos de notas uno encuentra la pura verdad sin retocar".
El testimonio de Ortenberg refleja exactamente lo que el lector aprecia al recorrer esos relatos de una economía formidable pero de los que brotan las más oscuras imágenes de la guerra: "Me dijeron que después de que Minsk comenzara a arder, los ciegos de la residencia de inválidos caminaban a lo largo de la carretera en una larga fila, atados unos a otros con toallas".
Generoso en la descripción del paisaje humano, habla de la miseria de los campesinos y de la lucha animal por sobrevivir: "Mujeres, con frío, vestidas de arpillera. Se rebelan. No quieren abandonar este lugar e irse a la República alemana del Volga con sus hijos pequeños. Algunas tienen cinco o seis hijos. (…) ¡Oh, mujeres! Esos ojos de mujeres en peligro; vivos, excitados, coléricos, infantiles…".
Registró los actos de heroísmo del Ejército Rojo, pero su honestidad era incapaz de ignorar episodios vergonzosos de los soldados soviéticos, como la violación masiva de mujeres alemanas. También consignó los privilegios de algunos funcionarios del partido, quienes mientras los campesinos de Ucrania pasaban hambre y frío lo invitaban a tomar licores y disfrutar los cuerpos de "mujeres no muy viejas".
HOMBRES DE ACERO. En abril de 1942 pidió dos meses de licencia para escribir una novela que había comenzado a esbozar en el frente y que respondía a una idea central: "El carácter de acero del pueblo soviético, cuyo único destino puede ser la victoria, habiéndose templado en las llamas de las ciudades incendiadas, en los pueblos destruidos por los alemanes". Se retiró a Chistopol, adonde habían evacuado a los escritores, y allí escribió El pueblo inmortal, que Estrella Roja publicó por entregas. La novela fue un éxito. Después de leer el último capítulo, Ortenberg le preguntó si no podría resucitar al protagonista, personaje que había ganado la admiración de los lectores. "Tenemos que respetar la verdad despiadada de la guerra", respondió Grossman.
En julio, Stalin ordenó preparar la defensa de Stalingrado. Días después, cuando los alemanes ya habían tomado Rostov, emitió la orden número 227, conocida como "Ni un paso atrás": la ciudad quedó clausurada y quien la abandonara se arriesgaba a ser juzgado como traidor a la patria. En agosto comenzaron los bombardeos. Durante los tres primeros días murieron 40 mil civiles.
Grossman viajó a Stalingrado. Se apasionó particularmente por la épica de los francotiradores y conoció a los más célebres de ellos. Vasili Zaitsev, cuyo personaje interpreta Jude Law en la película Enemigo al acecho (2001) de Jean-Jacques Annaud, se vanagloriaba de haber matado a más de 200 alemanes. El otro era un joven de 20 años llamado Chejov: "Cuando recibí el fusil no podía ni pensar en matar a un ser humano: un alemán estuvo allí durante unos cuatro minutos, hablando, y le dejé ir. Cuando maté al primero, cayó inmediatamente. Otro corrió y se inclinó sobre el muerto y lo tumbé también. (…) ¡Aquel hombre sólo iba a conseguir algo de agua! Entonces recordé a nuestro pueblo y comencé a matarlos sin piedad. (…) Me he convertido en una bestia: mato, los odio como una cosa normal en mi vida. He matado a cuarenta hombres, tres en el pecho y los demás en la cabeza".
En vísperas de fin de año le ordenaron abandonar Stalingrado y dirigirse al sur. Lo sustituyó Konstantin Simonov, un poeta y novelista a quien no apreciaba. Aunque le reconocía arrojo y valentía en la acción, le reprochaba falta de coraje cívico. La orden privó a Grossman de cubrir la victoria final de la ciudad donde había pasado tres meses, más tiempo que cualquier otro corresponsal.
MASACRE EN BERDICHEV. Se unió al Primer Frente Ucraniano. Fue el primer contacto con un hecho del que tenía alguna información pero cuya magnitud ignoraba: la masacre de judíos. Los informes que habían llegado a sus manos apenas reflejaban la realidad. Sólo en Kiev, los alemanes asesinaron a 50 mil en el otoño de 1941. Escribió el artículo "Ucrania sin judíos": "No quedan judíos en Ucrania. (…) En ninguna de las ciudades, ni de los cientos de pueblos y miles de aldeas se verán los negros ojos llenos de lágrimas de una niña judía, ni la cara oscura de un bebé judío hambriento, ni se oirá la voz quejumbrosa de una anciana judía. Todo ha quedado en silencio. Todo un pueblo ha sido brutalmente exterminado".
Estrella Roja rechazó la nota. La política oficial decía que no había que dividir a los caídos. Todos los muertos del nazismo en suelo patrio eran ciudadanos soviéticos. No existían, pues, víctimas especiales ni perseguidos en particular. A fines de 1943, se integró con Ehrenburg al Comité Antifascista Judío, que comenzó a reunir material para publicar un Libro Negro, proyecto que no llegó a buen fin y que le traería problemas con las autoridades.
Cuando entró en Berdichev, su ciudad natal, confirmó lo que tanto había temido: su madre había sido asesinada. Tanto como su muerte lo conmovió saber que los ucranianos habían tenido participación activa en las ejecuciones y habían aprovechado, además, para quedarse con los bienes de los judíos. Sin embargo, fiel a su mandato de escribir la verdad, anotó que los pocos que pudieron escapar se salvaron por el apoyo de ucranianos y rusos solidarios.
El horrible fin de la madre, ejecutada junto a otros miles cerca del aeropuerto de la ciudad, lo atormentaría por el resto de sus días. La incluyó como personaje en Vida y Destino y cuando él mismo murió, en su archivo personal se encontraron dos fotografías y dos cartas. Una de las imágenes lo retrata en la infancia, colgado de su brazo; la otra, tomada por un oficial de las SS, muestra una zanja llena de cuerpos femeninos desnudos. Las cartas, escritas el mismo día del calendario, pero diez y veinte años después del asesinato, revelan la herida atroz y nunca cicatrizada del hijo: "He tratado docenas o quizá cientos de veces de imaginarme cómo moriste, cómo caminaste hasta encontrar tu muerte. He tratado de imaginar a la persona que te mató. Fue la última persona que te vio viva. Sé que estarías pensando en mí en aquel momento. (..) Mi amor por ti y esta terrible pena no se alterará hasta el día de mi muerte".
ASALTO FINAL. En julio de 1944 acompañó al ejército en el avance hacia la polaca ciudad de Lublin y fue uno de los primeros periodistas en entrar a los campos de concentración de Maidanek y Treblinka. Sobre este último hizo un minucioso y conmovedor informe, considerado uno de sus mejores artículos, y que luego fue utilizado como prueba por el Tribunal Internacional de Nuremberg. Finalmente entró con el Ejército Rojo en Berlín: "Querría gritar, llamar a todos nuestros hermanos, nuestros soldados que yacen bajo la tierra rusa, ucraniana, bielorrusa y polaca, que duermen para siempre en nuestros campos de batalla: `Camaradas, ¿pueden oírnos? ¡Lo hemos logrado!".
Berlín estaba en ruinas. Por todos lados ardían edificios, cuerpos aplastados por tanques tapizaban las calles y miles de prisioneros de guerra comenzaban a ser trasladados. Le sorprendió el comportamiento de la población civil, su disposición a obedecer al ejército vencedor y la nula resistencia que opusieron, tan diferente a la gesta de Stalingrado. También dejó constancia de los saqueos y abusos de los soldados soviéticos. El 2 de mayo de 1945 entró al despacho vacío de Hitler y no resistió la tentación de llevarse un trofeo: un sello de goma con la inscripción "El Führer está de acuerdo".
En junio volvió a Moscú extenuado física y síquicamente pero dispuesto a escribir para contarlo todo. Comenzaron los problemas. El Libro Negro, al que dedicó gran esfuerzo, fue prohibido con el argumento de que tenía graves errores políticos; se requisaron y destruyeron las pruebas de imprenta. El Comité Antifascista Judío fue disuelto: 13 de los 15 miembros de la organización fueron detenidos y ejecutados.
EL PROSCRIPTO. Todorov se interroga sobre las causas de la conversión de Grossman. En primer lugar ubica el "descubrimiento" de su identidad judía, nacida con los crímenes del nazismo y el antisemitismo estalinista. En segundo lugar está la censura sistemática que comenzó a sufrir su obra. La novela Por una causa justa, publicada por entregas y en versión maquillada para hacerla digerible al Partido, recibió críticas duras en el diario Pravda: Grossman había escrito sobre la heroica resistencia de Stalingrado sin nombrar una sola vez a Stalin. Se salvó del confinamiento porque aceptó escribir una carta retractándose de sus desviaciones.
En 1960 terminó la redacción de Vida y destino. Los editores enviaron el manuscrito a la KGB, que allanó su casa y requisó los borradores. El jefe de la Sección Cultural del Comité Central del Partido Comunista dictaminó que la novela no podría ser publicada en doscientos años. El resto de su obra fue retirado de las librerías.
Se dice que Andrei Sajarov conservó una copia de Vida y destino y logró enviarla a Suiza donde fue publicada en 1980. Para ese entonces hacía quince años que Grossman había muerto, olvidado y marginado por negarse, en palabras de Beevor, a escribir las mentiras de la victoria.
UN ESCRITOR EN GUERRA, Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945, de Antony Beevor y Luba Vinogradova. Crítica, Barcelona, 2006. Distribuye Planeta, 479 págs.