Mercedes Estramil
NO DEBE DE SER FÁCIL soltar a la gallina de los huevos de oro. J.K. Rowling se resiste a abandonar el mágico colegio que le ha dado fama, dinero y prestigio y aunque cerró (hasta nuevo aviso) la saga de Harry Potter, el universo paralelo de Hogwarts sigue expandiéndose. En 2001 publicó Quidditch a través de los tiempos y Animales fantásticos y dónde encontrarlos, libros de aprendizaje de los niños magos.
Ahora son Los cuentos de Beedle el Bardo, ilustrados también por ella misma. Son y no son los típicos cuentos para niños. Los personajes son más bien adultos y las enseñanzas universales incluidas tienen que ver con el manejo de los problemas de la adultez para encontrarle el sentido a la vida. Vienen debidamente "traducidos" de las runas por la exquisita Hermione Granger, y anotados nada menos que por el sabio y nada modesto Albus Dumbledore, el mismísimo maestro protector de Harry. Las cinco historias de este libro son edificantes y formativas: declaran el triunfo del bien, la justicia, la solidaridad; premian el esfuerzo, la humildad, la actitud positiva; y señalan la relatividad de toda magia. Tienen un destinatario preferente en los niños de la fundación benéfica Children`s High Level Group fundada en 2005 por J. K. Rowling y la baronesa y eurodiputada Emma Nicholson, gesto que subraya social y extraliterariamente la importancia de que la gallina siga produciendo: se asegura que la primera semana de ventas recaudó más de seis millones de dólares que serían volcados en ayudar a la niñez desvalida de Europa. En un jugoso prólogo a la edición Rowling asegura que "todos" los royalties serán donados a esa asociación, en tanto una nota aclaratoria de la contratapa afirma que sólo lo será el 20 por ciento.
Al margen de ese detalle hay que decir que JK sabe cómo hacerlo, que el libro llega tanto a niños como a adultos, tanto a los consecuentes de la saga como a los neófitos, si bien los primeros podrán disfrutar los sobreentendidos y sutilezas de los "comentarios" de Dumbledore, hechos antes de su desaparición en el séptimo libro, Harry Potter y las reliquias de la muerte, donde se hace mención a estos cuentos.
Dos de ellos tienen un corte humorístico: un rey presumido se empeña en ser mago y es burlado por un charlatán y aleccionado por una viejita lavandera que en realidad es una bruja ("Babbitty Rabbitty y su cepa carcajeante"); un joven mago desoye los consejos paternos dejando de ayudar a los necesitados, pero la mala conciencia le impide vivir en paz ("El mago y el cazo saltarín"). Otro derrocha emotividad y enseña cómo el éxito en la vida es sobre todo una cuestión de actitud ("La fuente de la buena fortuna"). Los restantes son más oscuros, muestran cómo no hay magia capaz de controlar las pasiones humanas ("El corazón peludo del brujo") ni de revivir a los muertos ("La fábula de los tres hermanos").
Además de resultar imaginativa y entretenida casi siempre, Rowling se maneja bien en distintos niveles de lectura. Expone con decisión y picardía lo inverosímil, enmarca un universo legendario en un historicismo apócrifo pero persuasivo, y toca temas de actualidad. Cómo no leer en la lucha entre magos y muggles (gente corriente) -uno de los ejes conceptuales de todo Harry Potter- una metáfora del enfrentamiento xenófobo y del horror a la mezcla de las sociedades actuales. O cómo no leer en sus abnegadas e inteligentes pero perseguidas "brujas" ecos de una misoginia perdurable.
A modo de placer adicional están las notas de Dumbledore y las acotaciones que les hace la autora a pie de página, en un juego de espejos ficcionales. El lector podrá revivir la enemistad entre Dumbledore y la malvada estirpe de los Malfoy, reencontrarse con los animados retratos mágicos, con horrocruxes y capas invisibles como la que usa Harry. Y comprobar una vez más que Rowling sí sabe usar la varita mágica.
LOS CUENTOS DE BEEDLE EL BARDO, de J.K. Rowling. Editorial Salamandra, Barcelona, 2008. Traducción de Gemma Rovira Ortega. 118 págs.