Elvio E. Gandolfo
UN TIEMPO antes de morir, Poe designó a un encargado de su herencia literaria: Rufus Griswold. Al parecer la sonoridad villanesca del nombre no lo detuvo. Pero Griswold la cumplió al pie de la letra: lo cubrió de agresión en su necrológica sobre él, y luego editó una primera obra completa plagada de errores e incluso textos fraudulentos. Con esto demoró en algunas décadas justipreciarlo en su propio país.
Pero la figura de Edgar A. Poe (como él prefería firmar, para negar a su padrastro) sigue siendo conflictiva y espinosa. En su primer centenario, el inglés Bernard Shaw destacó que su obra literaria seguía fuera del "canon" de su país. En 1945, Philip Van Doren Stern, compilador de The Portable Poe, señalaba con justicia que Poe creó el terror moderno (sin fantasmas, pero con numerosos muertos-vivos), supo lo que era el "deseo de muerte" mucho antes que Freud, con tres relatos inventó los cimientos de las dos corrientes de literatura policial (la social y la de intriga), habló del doble cuando todavía no existía el término "personalidad dividida", y sobre todo lo obsesionó el "conflicto interno", eje de gran parte de la ficción del siglo XX. En el final de su extenso prólogo, sin embargo, Van Doren no puede resistir la tentación, y amontona epítetos; lo llama "charlatán, plagiario, mentiroso patológico, egomaníaco, niño quejoso, fanfarrón, y borracho irresponsable". Después vuelve a subrayar su estatura literaria.
En fecha tan tardía como 1960 las cosas no han mejorado mucho en Estados Unidos. En una edición de la colección de bolsillo Signet Classics, un tal R. P. Blackmur se asombra ante la grieta que separa la apreciación de Poe en su país y en Francia, donde no sólo se lo considera un gran autor sino además el fundador de la poesía moderna, a través de Baudelaire, Mallarmé y Paul Valéry. En su país natal, dice, Poe es para ser leído por niños y adolescentes. Con desdén inglés, pero en el fondo muy norteamericano, Eliot dedicó todo un ensayo a asombrarse del respeto ganado muy pronto en Europa. Para él Poe era "un hombre que jugueteó con el verso y con algunas formas de prosa sin llegar a hacer realmente un gran trabajo en ninguno de estos géneros". Los curiosos pueden encontrar los textos originales de los poetas franceses y de Eliot en Matemática tiniebla (recién editado en España, no existe un libro semejante en inglés o francés).
La posteridad fue adversa a la opinión de Eliot. No solo por la popularidad masiva de Poe, sino porque una lectura actual de sus relatos y poemas destaca hasta qué punto su uso del lenguaje y la estructura son removedores y sacuden percutiendo desde ángulos inesperados, que no pierden el vigor en la relectura. En lo que se refiere a sus reseñas y ensayos (que admiraba Edmund Wilson) es todo un amplio mundo a descubrir.
Ahora ha pasado el segundo centenario de su nacimiento (2009) y sus aristas siguen filosas e intactas.