Dos novelas violentas

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Carlos María Domínguez

ADEMÁS DE UNA treintena de cuentos (muchos magistrales), artículos y conferencias, Flannery O`Connor escribió dos novelas que Lumen acaba de editar en un solo tomo, Sangre sabia y Los violentos lo arrebatan. La primera inauguró su camino en las letras y fue publicada en 1952. Varios críticos calificaron de locura el relato de la historia de Hazel Motes, un soldado que al regreso de la Segunda Guerra, luego de hallar su hogar destruido, se dirige a la ciudad de Taulkinham para "hacer cosas que nunca hizo". Frecuentará a una prostituta, perseguirá a un falso profeta y a su perversa hija, se comprará un auto destartalado, predicará en las calles una iglesia sin Cristo, mientras compite con impostores y desesperados. En una nota a su reedición de 1962, O`Connor afirma haber escrito una novela cómica con un tratamiento serio. Su humor es el sarcasmo duro, cruel, inteligente, sobre la soledad y el vacío existencial de personajes que vacilan entre la vulgaridad y la demencia.

Es una novela intensa, eléctrica, colmada de astucias narrativas y personajes complejos, varios siniestros y simpáticos, capaces de encarnar a un tiempo la pureza y el crimen. Una de las muchas perspectivas que abre la historia recuerda que los grandes ingenuos son gente peligrosa. En cierto modo evoca a Dostoievski, sólo que virado a una clave norteamericana, auténticamente sureña. Toda la novela puede leerse en el espíritu del blues, no sólo por la matriz mundana y religiosa de la historia. También y sobre todo por la composición sincopada de un relato que altera los énfasis, pulsa el ritmo sobre dos o tres obsesiones, desplaza los significados y hace oír lo que calla.

A poco de llegar a la ciudad de Taulkinham y antes de meterse a la cama de una gorda y vieja prostituta, Hazel Motes le dice: "Quiero que le quede clara una cosa, que no soy un maldito predicador".

La señora Watts lo miró fijamente con una sonrisita apenas perceptible. Después, le puso la otra mano debajo de la cara y, con aire maternal, le hizo cosquillas y le dijo:

-No hay problema, m`hijito. A mami no le importa que no seas predicador".

Podría haber dicho: A mami no le importa que seas predicador; o, en su defecto, a mami le da igual que seas o no seas predicador. Pero le dijo: a mami no le importa si estás peleado con tu deseo.

DOS LOCOS Y EL HORROR. Este acierto de la prostituta en la debilidad de Hazel (la síncopa es el acento en un tiempo débil) adelanta la sagacidad de los diálogos y concentra el tema de la novela. Hazel no soporta que la gente se crea redimida por la sangre de Cristo. No tolera la mentira y quiere combatirla, pero no sabe cómo. Es un verdadero loco que se junta a su pesar con otro loco, el ingenuo Enoch, y por caminos distintos ambos se precipitarán al horror.

Flannery O`Connor alcanzó en Sangre sabia un extraño logro: ceñir el patetismo cristiano en delicados silencios que alternan el humor y la agonía, la inocencia y la temeridad. Y lo hizo con una modernidad asombrosa, en el registro de la vulgaridad. Detrás de la angustia de Hazel y de los pícaros con los que se cruza en una ciudad de extravíos banales que parecen míticos, contra todas las apariencias hay una reflexión piadosa que hizo explícita en su nota a la edición de 1962. Sostiene allí que la integridad de un hombre no está dada por sus logros sino, precisamente, por lo que no consigue realizar. "Creo que normalmente es así, pues el libre albedrío no significa una voluntad, sino muchas voluntades contradictorias en un único individuo. La libertad no puede concebirse en términos sencillos. Es un misterio, de esos en los que a una novela, incluso a una novela cómica, sólo podemos pedirle que lo profundice".

La idea de que lo humano radica en la carencia y en lo que no puede hacer, junta la tragedia de Jesús con la estética de la novela. "La narrativa es en gran medida un arte de la encarnación", dice O`Connor, y el conflicto, el modo en que se manifiesta la gracia de Dios.

John Huston hizo una espléndida versión cinematográfica de Sangre sabia en 1979, que se puede ver en foros cinéfilos de Internet.

LOS VIOLENTOS. Los violentos lo arrebatan fue publicada en 1960 y su título está inspirado en el versículo de Mateo 11:12. "Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan". Cuenta la historia de Francis Marion Tarwater, un huérfano de catorce años criado por su tío abuelo en una apartada granja sureña. El viejo acaba de morir en la mesa del desayuno y el muchacho no consigue enterrarlo porque se emborracha con una damajuana de alcohol. El viejo había estado internado cuatro años en un hospital psiquiátrico, se sentía profeta y había educado al niño para que prolongara su misión, después de fracasar con su sobrino Rayber, que fue rescatado por sus padres y se convirtió en maestro. Rayber intentó recuperar a Tarwater de las garras del viejo, pero fue recibido a los tiros, una bala lo dejó sordo, y entonces vive en la ciudad con su pequeño hijo, que es retrasado mental. Después de incendiar el miserable rancho, Tarwater viaja a la ciudad en busca de Rayber para entablar un sórdido combate familiar.

De nuevo O`Connor encuentra en las texturas de la locura el soporte para expresar la culpa, la inocencia y los arrebatos místicos de unos personajes trabados en lucha para justificar sus vidas. Rayber libró un duro enfrentamiento con el viejo, obsedido en bautizar al niño idiota; intenta por todos los medios adaptar a Tarwater a la vida social, pero el muchacho padece angustias que deforman su percepción y lo sumergen en una llana hostilidad. Cada tanto conversa con el demonio, y tiene una aguda habilidad para captar las debilidades espirituales del maestro, que intenta sepultar sus propias tentaciones religiosas. Este trío de generaciones familiares, más el niño retrasado, libran violentos conflictos alrededor de toda clase de asuntos triviales. Sin embargo, y como anuncia el título, por momentos semejan ángeles revolviendo el cielo.

Es maravillosa la inteligencia con que O`Connor introduce al demonio en el relato y los contrastes del pensamiento especulativo con la ansiedad fáctica de los iluminados. Hay episodios tremendos, un crimen, una violación, incendios, y todo está resuelto de un modo maestro que hace oír la modernidad con tormentos bíblicos.

Ambas novelas pueden fatigar a lectores reacios a la agonía teológica, pero muestran qué tan profundo anida el sentimiento religioso en los Estados Unidos y con qué extraña potencia encontró un sitio en la mejor literatura.

NOVELAS, de Flannery O`Connor. Lumen, 2011. Buenos Aires, 429 págs. Distribuye Random House Mondadori.

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