Amor indocumentado frente a la ley y el compromiso

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CATERINA NOTARGIOVANNI | POR VERÓNICA MASSONNIER *

Mariana Ferreira (25) y Pablo Castro (28) se conocieron en el Liceo Miranda en 1999. Allí nació el vínculo que culminó con el fin de cursos. Tres años más tarde se reencontraron en un boliche y desde entonces no se separaron más. Después de dos años de noviazgo se mudaron juntos: "No daba para más. Estábamos grandes y cansados de ir con los bolsos para la casa de uno u otro", relata Mariana.

Si bien "siempre" se proyectaron juntos, el matrimonio no estaba en los planes de la pareja. "No era necesario, era sólo un papel y lo que queríamos era vivir juntos", dice. Pablo y Mariana planean casarse el año próximo, cuando cumplan tres años de convivencia: "El matrimonio no es lo central porque en realidad lo vemos como algo simbólico, como un detalle dentro de la fiesta. Es un paso más pero lo legal no nos importa".

La conductora de tevé Noelia Campo y el músico Nicolás Ibarburu llevan ocho años de convivencia y en tres meses serán padres por primera vez. Si bien el matrimonio nunca fue una prioridad para ellos, les entusiasma la idea de celebrar la unión con las personas que quieren. "La fantasía del matrimonio en mi caso es de Susanita total porque yo quería tener una fiesta de casamiento. Me gusta porque es algo lindo y no porque se trate de un compromiso social", explica Noelia.

La llegada de un bebé no cambia los planes de la pareja. "En el momento que se planteen situaciones que nos incomoden desde el punto de vista funcional (viajar con el niño, por ejemplo) nos casaríamos".

La artista plástica Cecilia Mattos (48) y el presidente del Banco Central, el economista Walter Cancela (59), integran un concubinato que ya lleva siete años. Cuando se conocieron Cecilia tenía dos divorcios a cuestas y Cancela estaba divorciado luego de 25 años de matrimonio. Posiblemente por eso nunca se habían planteado la posibilidad de formalizar. Hasta ahora.

"No tengo nada contra el vínculo legal, de lo contrario no me habría casado dos veces. Ahora estoy evaluando avanzar hacia allí porque casarse es también decir algo. No por los papeles, porque eso nos importa poco, sino más bien como forma de celebrar una linda relación", explica.

Cecilia considera que el casamiento no cambia el actual estado de las cosas pero trae implícito un decir algo ante la sociedad. Para ella es una ceremonia con un alto valor simbólico. "Obviamente es un papel que tiene una fuerza enorme, sino no se discutiría. Tenerle miedo al matrimonio es, en definitiva, darle importancia".

Todos ellos son parte de una tendencia social que se inició en la segunda mitad de la década de los 80 cuando los casamientos descendieron a la mitad, los divorcios se duplicaron y las uniones libres se convirtieron en una alternativa cada vez más frecuente. Entre 1985 y 2000, el número de matrimonios anuales pasó de 22.000 a 14.000, según consta en la investigación "El cambio familiar en Uruguay", de la antropóloga Wanda Cabella. Actualmente el 27,4% de las parejas constituidas de entre 15 y 49 años son concubinatos. Así lo indica la Encuesta de Hogares del Instituto de Estadística (INE).

Los protagonistas de estas historias valoran al contrato matrimonial como un "papel" de poca importancia. Incluso los que evalúan dar el sí, anteponen la fiesta a las obligaciones que trae consigo ese "papel".

¿Pero qué sucedería si mañana uno de los miembros de la pareja fallece o decide seguir su camino por cuenta propia dejando al otro en una frágil situación económica?

De haberse casado, hurgarán en los cajones buscando el papel sin importancia. De lo contrario, tendrán que ir a un juicio en el que deberán demostrar los años de cariño y trabajo compartido. Con la legislación vigente su suerte quedará en manos del juez que fallará a discreción.

realidad. En ese escenario, se puso a consideración del Parlamento un proyecto de ley que procura por un lado reconocer esa nueva realidad social, y por otro brindar un marco jurídico para que si algo sale mal, el futuro de las personas no quede en manos de las convicciones de un juez.

El proyecto, en su artículo primero, llama Unión Concubinaria a "la situación de hecho derivada de la convivencia de dos personas" no unidas por matrimonio, cualquiera sea su sexo, orientación u opción sexual, que mantienen una relación afectiva de índole sexual, de carácter exclusiva, singular, estable y permanente. Los postulantes deberán demostrar al menos cinco años de convivencia y una vez registrada en una oficina del Registro Civil adquirirán derechos y obligaciones similares al matrimonio.

"Esta ley tiene ideas de otros proyectos que recogieron la vulnerabilidad en las que muchas veces quedan las mujeres mayores que enviudan. Los legisladores recibimos miles de llamadas de viudas que, por ejemplo, después de haber convivido con alguien, trabajado en el comercio en pareja o tenido hijos, frente a la muerte del hombre, pierde derechos ya sea frente a los hijos de un matrimonio anterior o de la familia del fallecido", explica la senadora Margarita Percovich.

Ricardo Pérez Manrique, ministro del Tribunal de Apelaciones de Familia, indica que en la realidad las situaciones problemáticas se generan cuando fallece el concubino o se disuelve la pareja. Dice que en la práctica los juicios son complicados, llevan tiempo y rara vez se resuelven en una repartición de 50 y 50 para las partes. Para el magistrado, el proyecto de ley pretende darle al concubino una protección similar a la que tiene el cónyuge. La figura legal más utilizada en estos juicios es la del instituto llamado "enriquecimiento sin causa", mediante el cual la persona tiene que demostrar primero que es concubino. Segundo, que se empobreció; tercero, que la otra parte se enriqueció como producto de su trabajo, entre otras pruebas. "Eso lleva" -dice el juez Pérez Manrique- "a muchísimas dificultades e incertidumbres".

El proyecto establece que los concubinos están obligados a contribuir con los gastos del hogar e indica que en caso de disolución, "persiste la obligación de auxilios recíprocos durante un período siguiente" que no puede ser mayor al de la relación.

De todas formas todavía están previstas modificaciones en la Cámara de Representantes. Recién entonces volverá a la Comisión de Constitución y Código que la integrará en el orden del día para que lo considere el Senado. Percovich estima que en junio quedará aprobado el texto final.

cambios. ¿Este proyecto qué modificaría en las vidas de Noelia, Nicolás, Walter, Cecilia, Mariana o Pablo? "Prácticamente nada", responde la senadora. "Las personas que quieren formalizar por supuesto que tienen que casarse. Esta ley, si se aprueba, y contra todo lo que se ha dicho, fundamentalmente la Iglesia Católica, estará colaborando a que la gente diga: ah bueno, si voy a tener compromisos iguales a los del matrimonio, me voy a casar".

Monseñor Nicolás Cotugno, Arzobispo de Montevideo, criticó el proyecto por entender que es una "amenaza" para la "familia" porque reconoce "situaciones patológicas o de anormalidad", en referencia a las uniones homosexuales.

En ese sentido, Percovich considera que la novedad se puede registrar para las parejas homosexuales. "Les otorga la posibilidad de una suerte de casamiento que hoy no tienen debido a que el Código habla de hombre y mujer".

Juan (36) y Mario (33) viven juntos desde hace 10 años. El primero es traductor y el segundo diseñador gráfico. Seis años atrás se compraron la casa propia y para "protegerse" legalmente la pusieron a nombre de los dos. La perspectiva de formalizar su unión no les entusiasma. "No nos sirve mucho porque ya tenemos todo a nombre de ambos, pero es un gran paso adelante. De todas formas, a nivel simbólico, la Unión Concubinaria no es lo mismo que el matrimonio porque sigue habiendo categorías de ciudadanos. De salir en un futuro el matrimonio lo pensaríamos, pero así como viene no nos interesa", explicó Juan.

expectativa. Andrea (33) y Laura (28) comparten techo desde hace dos años y estarían dispuestas a pasar por el Registro Civil. "Nos encantaría, pero no hemos planificado nada por una cuestión de salud mental: tenemos miedo de que no se apruebe", confiesa Andrea.

Ambas consideran que el cambio legalizaría a su familia. "Si una de las dos se encuentra discapacitada para tomar decisiones: ¿Quién decide? ¿La familia de una de las dos? La persona que me conoce bien porque vive conmigo el día a día es Andrea pero posiblemente ante esa situación llamen a mi madre", señala Laura. "¿Y si hay que pedir licencia por enfermedad de un cónyuge?", se preguntan.

Andrea va un poco más allá y le reclama al Estado el trato igualitario incluido en la Constitución: "No tengo más ganas de sentirme ciudadana de tercera clase. Si el Estado, a través de todos sus poderes, me exige permanentemente un montón de obligaciones. ¿Por qué se niega cuando voy a pedirle un beneficio al que tengo derecho como ciudadana?".

"Uno de los objetivos del proyecto de ley es que existan más responsabilidad entre las personas que deciden convivir", indica la senadora Margarita Percovich.

Lo cierto es que de aprobarse, los concubinos deberán asumir que "juntarse" puede implicar tanto compromiso como casarse.

el papel del matrimonio y su peso simbólico en la sociedad: los concubinos reflexionan sobre su condición y el futuro

Noelia Campo (convive con el músico Nicolás Ibarburu desde hace 8 años): "En este tiempo pensamos miles de veces en casarnos. No lo hicimos por cuestión de tiempo y plata, y porque tampoco era una prioridad. La decisión no implica ni más ni menos compromiso sentimental con el otro. Algunas personas me han dicho, `pero te tenés que casar Noelia, porque es un compromiso ante la sociedad`. ¿Por qué? ¿Que 500 personas se enteren que te estás casando entonces estás más comprometida? A mi ese pensamiento me parece ridículo: nadie tiene que estar aprobando mis actos; eso es asunto mío y de la persona con la que estoy comprometida. Todavía no evaluamos la posibilidad de acogernos a la Ley de Unión Concubinaria o al matrimonio, pero ahora que vamos a tener un hijo quizás formalizaría porque hay muchas cosas que se te hacen más fácil. Si sale la ley y facilita de algunas manera las cosas capaz que postergo el casamiento y así tengo tiempo de prepararlo como quiero, con todos nuestros amigos y el vestido que tengo en mente desde los 14 años".

El 27,4% de las parejas entre 15 y 49 años, están constituidas en forma de concubinatos.

Cecilia Mattos (vive desde hace 7 años con Walter Cancela, presidente del BCU): "Hasta hace poco nunca me importó mucho el hecho de formalizar legalmente pero ahora, después de 10 años, como que me gustaría. No es por el tema de los papeles porque eso nos importa poco, pero me gustaría sí como celebración ante la sociedad de una relación muy linda. Formalizar no cambia las cosas, es más bien una celebración. O decir algo ante la sociedad, porque a mi pareja la celebro a diario. Mucha gente te dice, `tené cuidado, mirá que después te casás y terminás separada`. Pero pienso: al final me divorcié dos veces y justamente en una relación que es buena no me caso. Es como contradictorio. ¿No? Como mujer uno siempre fantasea con la fiesta de casamiento. Tal vez al hombre le pesa más la sensación de la pérdida de libertad, pero en definitiva cuando vivís con alguien diez años ya estás más que casado. Creo que la ley de Unión Concubinaria está muy bien como opción para aquellos que no quieren casarse pero desean reconocer relaciones de muchos años".

Laura (lleva dos años compartiendo su vida con Andrea): "Considero que lo ideal sería que todo el mundo se pudiera casar de igual manera. Mi aspiración es que haya igualdad porque yo tengo las mismas obligaciones y pago los mismo impuestos que el resto de las personas, que sí se pueden casar. Doy mi apoyo para que salga la nueva ley pero personalmente me da un poco de bronca por tener que transar y conformarme con menos. De todas formas no sé si me casaría con toda la formalidad que requiere el matrimonio. Me parece eso es algo como que ya no existe, pero entiendo que todos tenemos que tener los mismos derechos y aunque no sé si yo lo haría, quiero que una persona gay, si lo desea, pueda tener esa posibilidad. En nuestro caso, donde no hay problemas familiares complejos, la ley de Unión Concubinaria serviría para legalizar nuestra familia, porque nosotros creemos que eso es lo que hemos construido. La que sabe cómo soy porque vive el día a día es Andrea. Si me muero, la que sabe que quiero que me cremen es ella, pero a veces la que decide es la familia".

"No tengo más ganas de sentirme una ciudadana de tercera clase", dice Andrea.

Juan (pareja de Mario desde hace 12 años): "Personalmente no me importa nada la ley de concubinato. Legalizaría sólo como un gesto político, aunque tampoco sé si lo haría. Me parece que hemos avanzado y que nos estamos poniendo un poco al día en cuanto al atraso que tenemos con respecto a otra sociedades. Está bueno que salga porque esto genera un debate muy saludable, pero a nivel personal no me agrega nada. En lo simbólico quizás, pero creo que desde ese punto de vista la Unión Concubinaria no es tan valioso como el matrimonio en sí. En lo que refiere a la legitimación social no alcanza con el concubinato. Es un paso adelante pero todavía no es el matrimonio. Considero además que el lapso de cinco años es excesivo. En Colombia, donde en marzo se reconoció las uniones de homosexuales, piden dos años de convivencia. Lo ideal sería que cualquiera que quiera formalizar vaya y lo pida, sin que tenga que cumplir con esos requisitos. Porque cuando uno va a pedir hora para casarse nadie le pregunta cuántos años tiene de novio".

Sueño vigente y en difícil lucha

Crecen otras modalidades de relación y se crean opciones "a la medida". La gran pregunta es ¿a qué responden estas realidades crecientes? ¿Se trata de miedo al compromiso? ¿Es una búsqueda de espacios de mayor libertad? ¿O reivindicamos una forma más personal de elegir los estilos de vida?

Por un lado, los estudios muestran que cada vez más se acepta que los vínculos (afectivos pero también laborales o de amistad) pueden no ser para siempre. Y si bien muchos sienten que "sería ideal" que la pareja fuera "para siempre", por momentos lo ven como una expectativa idealizada y no tan realista.

Desde ese punto de vista ¿tiene sentido tomar decisiones que puedan implicar luego una mayor dificultad para salir? Por otro lado, el compromiso formal, que pasa por una definición o elección orientada al largo plazo, es temido por algunos como una forma de ser "atrapado" en una situación de no cambio e inhibido de experimentar lo nuevo.

Así, las formas de vínculo más laxas proporcionan una sensación de mayor espontaneidad. Al desarmar la expectativa de duración, todas las decisiones y las conductas pueden fluir con una mayor naturalidad y responder estrictamente a lo que se siente en ese momento preciso. Esto produce elecciones mucho más emocionales que racionales, y también en muchos casos más genuinas.

¿Significa esto que hemos dejado de valorar los vínculos profundos y comprometidos? En nuestra sociedad, claramente no es así. Los seres humanos continuamos buscando los ámbitos que nos permiten sentirnos queridos y aceptados, necesitando la pertenencia, temiendo la exclusión.

En esto respondemos a ciertos patrones básicos de conducta, que se han conservado durante siglos.

Por eso, el hecho de que las formas de relación evolucionen no significa que de algún modo no se anhele la duración, la estabilidad y la permanencia. Ambas perspectivas coexisten en el individuo de hoy.

Se advierte la necesidad de mantener o recuperar espacios de seguridad afectiva, de tener un "oasis" frente a las exigencias del mundo: el hogar.

A través del matrimonio tradicional o reinventando las relaciones, el sueño del amor incondicional continúa vigente y lucha.

*Verónica Massonnier es licenciada en Psicología; se dedica a la investigación de mercado y opinión pública.

"Mi intimidad la comparto con quien quiero, no con la fuerza del orden público", critican algunos.

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