GABRIELA VAZ
"El maderamen de las casas crujía fuertemente, las lámparas se bamboleaban, los muebles se movían y los cuadros caían de las paredes. Se rompieron objetos de cristalería y se pudo ver porcelana saltando de los aparadores. Los habitantes han permanecido en vela parte de la noche, azorados a causa de un fortísimo temblor de tierra…".
No es el inicio de una novela ni la escena de una película. Tampoco es la crónica de un hecho ocurrido en algún lejano país oriental. Se trata de una noticia publicada en el diario La Tribuna Popular en 1888, que cuenta las consecuencias de un terremoto ocurrido en el Río de la Plata el 5 de junio de ese año.
Suena casi inverosímil, pero de hecho no fue el único caso. En los últimos 200 años, hay registro de al menos tres sismos más en territorio uruguayo. Y podrían repetirse en un futuro cercano.
Al menos así lo asegura el ingeniero agrimensor y master en Geofísica Alberto Benavídez Sosa, quien realizó numerosos estudios sobre la sismicidad en Uruguay y compiló datos sobre los cuatro movimientos de los que se tiene noticia. En 1848, 1888 y 1988 hubo terremotos en el Río de la Plata que afectaron varios kilómetros a la redonda, en tanto en 1990 sucedió el único hecho registrado en la parte continental del país.
SE MUEVE. Cada año, se producen alrededor de un millón de terremotos en todo el globo: algo más de 2.700 por día. Por supuesto, la enorme mayoría de ellos son tan débiles que pasan desapercibidos para el hombre y sólo se registran mediante instrumentos especialmente sensibles, como los sismógrafos.
Pero para sorpresa de los desentendidos, este movimiento continuo de la corteza terrestre no se acota a espacios geográficos determinados, sino que sucede en todas partes, incluido Uruguay. "No existen regiones asísmicas", señala el experto.
De hecho, el país integra desde 1973 el Centro Regional de Sismología para América Latina (Ceresis), del cual Benavídez Sosa fue presidente y también formó parte de su consejo directivo. Trabajando en una investigación promovida por ese organismo fue que el ingeniero y su equipo recolectaron datos de los sismos ocurridos en estas tierras, al menos en el período post-fundación.
"De los terremotos estudiados, los tres más fuertes fueron mar adentro, en el Río de la Plata. Hay una región, en la cuenca de Punta del Este, que está altamente fallada, por lo que puede haber movimiento de bloques tectónicos (es decir, de la corteza terrestre) y se producen las ondas que dan lugar al temblor".
Allí se originó el terremoto de 1988, que fue especialmente percibido en la zona costera, desde Montevideo hasta Rocha, pero cuyos principales efectos se sintieron en Maldonado y la península esteña. Crónicas de la época apuntan que se movieron luces colgantes y mobiliario liviano, oscilaron cuadros de paredes y se cayeron objetos de estanterías. El Observatorio Sismológico de la Universidad de Brasilia calificó al terremoto de magnitud 3,9 en la escala Richter.
Exactamente 100 años antes había tenido lugar el sismo más grande y cercano a la costa que recuerda el Río de la Plata; se presume que fue superior a 5 grados y provocó pánico generalizado en la región. Tal como cuenta Benavídez, "sorprendentemente" se originó entre Buenos Aires y Colonia. Un diario local de entonces, llamado La Lucha, relataba en sus páginas: "El vapor Saturno, que venía de la capital vecina, navegaba tranquilo por el centro del canal con más de 20 pies de agua cuando de pronto se detuvo como si tocara el fondo. El capitán hizo echar la sonda pero se encontró con que el barco, movido por una fuerza oculta, zarpaba por sí mismo de la varadura y seguía su camino". Un maremoto de estas características hoy podría ser catastrófico, dado el tráfico marítimo que existe en esa franja.
Vale aclarar que los sismos se califican de dos maneras: la escala Richter mide su magnitud -es decir, la cantidad de energía liberada en el punto donde se produce la falla-, en tanto la escala de Mercalli Modificada determina su intensidad, o sea, cómo afecta a la superficie y los puntos poblados próximos. Esto último depende de las distancias, del material que atraviesan las ondas y cómo viajan. "En algunos casos se ven atenuadas, y en otros aumentadas. Es lo que sucede en Ciudad de México, que está en una laguna rellenada, por lo que propende a la ampliación de las ondas sísmicas. A su vez, un sismo puede tener una alta magnitud pero baja intensidad si hay mucha distancia entre el foco y el punto poblado", dice el geofísico.
De acuerdo a las crónicas de la época, el terremoto de 1848 tuvo una intensidad de entre V y VI en la escala de Mercalli. Eso significa: grietas en revestimientos, balanceo de árboles y postes, y corrimiento de muebles pesados. Sin embargo, no se conoce su magnitud.
El de 1990, en cambio, fue de III en esa escala. En ese nivel se siente muy poco, es mejor percibido en pisos superiores de edificios altos, los automóviles parados se balancean ligeramente y algunos ni siquiera se dan cuenta que es un temblor.
Fue en la localidad duraznense de La Paloma y se trató del único sismo en territorio continental uruguayo. "Se trató de un movimiento muy pequeño y no se tiene muy clara su génesis. Yo creo que tal vez se debió a reajustes de la corteza por efecto de la represa del Río Negro. Una cosa son los terremotos debidos a fallas geológicas, y otras los `artificiales`, provocados por el hombre", explica Benavídez.
Hay un solo sismógrafo, y no funciona
Es probable que, en un futuro no muy lejano, vuelva a repetirse un fenómeno de estos en territorio uruguayo, asegura el ingeniero agrimensor y master en Geofísica Alberto Benavídez Sosa.
Y, de suceder, lo más posible es que se localice en el Río de la Plata, al sureste de la cuenca de Punta del Este.
Pero no hay que alarmarse. "No es necesario tomar precauciones ni hay que asustar a nadie. Un terremoto aquí no será de mayor grado de los que ya hubo. El de 1988 sacudió un poco a la gente del balneario, y algún edificio se movió, pero nada más que eso", recuerda Benavídez.
Mientras la posibilidad de un sismo en tierra es casi inexistente, ya que la geología uruguaya es muy estable, el fallamiento que se ha encontrado en la cuenca de Punta del Este indica que podría acontecer un temblor allí, a unos 200 kilómetros de la costa.
De todas formas, el experto insiste en que nada de ello se puede pronosticar con certeza. "El gran reto de la sismología ha sido siempre tratar de predecir un terremoto: dónde y cuándo sucederá, así como qué magnitud tendrá. Hasta ahora eso no es posible".
SIN EQUIPOS. Por otro lado, se debe tener en cuenta que Uruguay no cuenta con instrumentos para medir los movimientos tectónicos en su territorio.
Según cuenta Benavídez, en 1977 se recibió un sismógrafo como donación pero nunca fue colocado, debido a que le faltan ciertos elementos. Hoy este instrumento se encuentra en la Facultad de Ingeniería.
Dado que no se monitorea la actividad sísmica en territorio nacional, actualmente se depende de las redes de países de la región, especialmente de Argentina y Brasil.
El geofísco afirma que está en contacto permanente con los equipos de ambas naciones, así como con expertos de otros países y explica que lo mejor para Uruguay sería contar con una red propia de instrumental.
"Existe la intención de colocar al menos tres sismógrafos en nuestro país para poder registrar los próximos terremotos", asegura el ingeniero.