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Recorrer el mundo de sofá en sofá

| Alojarse en París, Milán, Nueva York o Mumbai sin pagar un peso es posible. Pero el servicio que ofrece la página web de Couchsurfing es mucho más que eso. Conecta a viajeros con personas que ofrecen un lugar para quedarse en su casa, todo gratis, y su fin principal es el intercambio cultural. Unos 750 uruguayos son miembros.

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El País

GABRIELA VAZ

La clave para una estadía exitosa es que el huésped y el anfitrión sepan elegirse mutuamente. Para ello, es vital leer detalladamente el perfil en la página web.

Hace unos 10 años, un estadounidense veinteañero llamado Casey Fenton consiguió un pasaje muy barato para viajar a Islandia. Entusiasmado y casi sin pensarlo, lo compró. Recién entonces se dio cuenta de un detalle: no conocía nadie allí, no tenía idea de dónde quedarse y tampoco sabía qué podría visitar una vez que llegara al lugar. Sin muchas opciones, probó una original estrategia. Consiguió el directorio de la Universidad de Islandia y envió un correo electrónico a 500 estudiantes explicando su situación. El resultado fue increíble: en menos de 24 horas había recibido cerca de 100 respuestas. La mayoría aseguraban: "No hay problema. ¡Ven a quedarte conmigo!"

Ese fue el origen de una nueva forma (o filosofía) de hacer turismo que está tomando cada vez más fuerza en todo el mundo: el couchsurfing (algo así como "surf de sofás"). Así se llama una página web (www.couchsurfing.com) cuyo objetivo es conectar a gente de cualquier punto del globo que desea viajar con otra que ofrece lugar para alojarse en su casa, o bien que está dispuesta a salir a tomar un café o pasear con el visitante y mostrarle su ciudad. Todo desinteresadamente, sin más ambiciones que lograr un intercambio cultural.

Para muchos de los que ingresan a la web de Couchsurfing por primera vez, el "gancho" es la palabra gratis. Alojarse en París, Nueva York, Mumbai o Buenos Aires sin desembolsar un peso puede ser un sueño hecho realidad. Sin embargo, para los couchsurfers de ley, eso es lo de menos. Conocer gente, saber de otros hábitos y culturas, aprender idiomas, explicar costumbres de tu país, mostrar sus rincones y cambiar los recorridos típicos de agencia de viajes por la guía y compañía de personas que te enseñarán "su" ciudad -la cotidiana, esa generalmente ajena a los turistas- son las razones más alegadas para ser parte de esta enorme comunidad.

SOFÁS uruguayos. La estrategia de Fenton mutó en el proyecto de Couchsurfing International a comienzos de 2003. Ese año apareció la versión beta del sitio, que tras algunos vaivenes y caídas, se asentó en 2006. Desde entonces, la comunidad no para de crecer.

No es la única página web que opera este tipo de turismo (otra de las pioneras es Hospitality Club), pero es una de las que alberga mayor cantidad de usuarios. Hasta este jueves había 998.238 couchsurfers registrados, pero la cifra es muy dinámica; aumenta a un ritmo de 5.000 nuevos miembros cada semana. El país con más registros es Estados Unidos: supera los 160.000 usuarios; en Francia hay 60.460; en España, Brasil y Australia alrededor de 20.000 cada uno; en Israel 5.600; en Bangladesh 164; en Bosnia Herzegovina 364; en Mónaco 26... y la lista continúa, atravesando 55.451 ciudades de 232 países.

En Uruguay, hay 752 miembros. De éstos, unos 200 son activos (viajan y/o alojan gente en su casa con frecuencia), y entre 60 y 70 participan de las reuniones y actividades que realiza la comunidad, explican Alejandra de Oliveira (24) y Gonzalo Méndez (28), una pareja que ingresó a Couchsurfing por primera vez hace apenas un año y hoy cuenta ya más de 40 huéspedes alojados en su casa. "Casi todas las semanas tenemos a alguien", confiesa Gonzalo. Ambos se vieron tan involucrados con este método, que se convirtieron en los primeros embajadores de Couchsurfing en Montevideo. Este es un título que conceden los administradores del sitio a usuarios con cierta experiencia y buenas referencias que deseen organizar actividades y reuniones con los miembros de su ciudad, moderar grupos, orientar a los novatos y responder preguntas sobre su país.

Al comienzo, admiten, tenían sus resquemores. "Eso de hospedar a alguien que no conocés me generaba dudas", dice Alejandra, quien conoció la página mediante una compañera de facultad. Pero un día se animaron. El primer huésped fue un portugués, "embajador" de Lisboa. "Lo mejor que nos podía pasar", cuenta ella. El chico se quedó dos días. Después de él, no pararon: suecos, alemanes, estadounidenses, españoles, mexicanos, israelíes, chilenos, canadienses, eslovenos, eslovacos, argentinos... la casa de Alejandra y Gonzalo se volvió cosmopolita de la noche a la mañana. Y hasta el momento, la efectividad es total: el 100% de las experiencias han sido totalmente positivas.

ME GUSTA TU PERFIL. Karolina (22), Sébastien (24) y John James (26) arribaron juntos a Valizas este verano, provenientes de Buenos Aires y tras una escala carnavalera en Montevideo. ¿Cómo llegaron una polaca, un francés y un estadounidense que no se conocían entre sí a viajar juntos por un país del que poco y nada habían oído hablar? Una vez más, a través del mágico mundo de Internet, vía Couchsurfing. Los dos varones, que andan viajando solos por el mundo, se contactaron con Karolina por la web. Ella está residiendo temporalmente en la capital argentina y tenía planeado conocer Uruguay antes de volver a Polonia. "Entonces nos vinimos con ella. Después, yo sigo para Río y J.J. va a Chile. Nos vamos a quedar con otros couch-surfers. Nos encantó estar acá. Nos quedamos más de lo que pensábamos", revela Sébastien.

Por lo general, un couchsurfer dedica a Uruguay un promedio de cinco días, dos en la capital y tres en la costa Este, cuentan Alejandra y Gonzalo. Las edades suelen rondar los 30 años, quizá menos, pero hay miembros de todas las edades. Los mayores que albergaron los embajadores uruguayos tenían poco más de 50. Aquí, dice Gonzalo, el promedio de edad de los usuarios se ubica en los 26 años, con excepciones. En Tacuarembó, por ejemplo, hay una couchsurfer que supera los 60.

Ahora bien, ¿cuál es el secreto para que todo esto funcione? ¿Cómo lograron Gonzalo y Alejandra llevarse bien con más de 40 extranjeros que se quedaron a dormir en su casa cuando nunca antes los habían visto en persona? Si bien no hay fórmulas, hay algunas claves. La primera es que huésped y anfitrión sepan elegirse mutuamente. "No tenés obligación de alojar a nadie. Podés hacerlo, o sólo ofrecerte para tomar un café o acompañarlo a pasear. Lo importante es elegir (de acuerdo) al perfil que está en la página". Allí aparece todo lo que el usuario escribe sobre sí mismo (su edad, profesión, gustos, hábitos, experiencias anteriores, etc.), más referencias de otros miembros que lo han conocido. Algunos aparecen como "verificados" (ver recuadro), que es una suerte de aval adicional. "Leyendo una referencia te das cuenta cómo es la persona. Si alguien puso `es muy divertido, está borracho todas las noches`, entonces ya sabés", ejemplifica Gonzalo.

Ni él ni Alejandra han tenido malas experiencias, aunque cuentan anécdotas por decenas. Lo más extraño que les sucedió fue mientras alojaban a un budista brasileño. "Tuvimos varios budistas, pero éste nos despertó a las dos de la mañana rezando. La primera vez me asusté, porque lo hacía en voz alta y no sabía lo que era. Después nos enteramos que oraba siempre antes de acostarse y después de levantarse", recuerda Alejandra.

Tener tanto visitante en casa, ¿aumenta los gastos a fin de mes? Ninguno de los dos ha sacado la cuenta, pero suponen que los baños extra deben subir la factura de la electricidad. Por lo demás, no hay mucho gasto adicional. Se estila una cena o almuerzo de bienvenida, o despedida, pero eso depende del anfitrión. Después, la comida se comparte y se han enfrentado a infinidad de platos extranjeros. "Hemos probado comidas exóticas. El fin de semana tuvimos a un australiano que trajo una pasta negra, que venía en un tubito, una esencia hecha con restos de cebada. Se comía en galletita. De Dinamarca nos trajeron caramelos de licorish... asqueroso. Una vez nos dieron chocolate con piedras de sal", enumera Gonzalo al azar. "También tuvimos a un sueco que era chef. Cocinó todos los días. Estuvo buenísimo", recuerda Alejandra.

Pero la confraternización de Couchsurfing no se hace sólo con extranjeros que viven fuera. También con los que viven aquí. De hecho, a través de la página los embajadores conocieron a una familia india cuyos miembros no hablan una palabra de español. "Trabajan en Tata (empresa ubicada en Zonamérica) y por eso sólo usan inglés todo el día. Nos han invitado a su casa, con comida hindú. ¡Es muy picante!", recuerda la pareja.

Como huéspedes, por ahora sólo han viajado al Norte argentino. Allí se quedaron con dos couchsurfers. Primero los alojó una familia alemana que vive en Salta. "Era una casa muy grande, `importante`, teníamos un cuarto con baño exclusivo para nosotros y nos prepararon un desayuno gigante". Luego, en Córdoba, los recibió un lugareño. "Era un profesor argentino sumamente bohemio, de esos que no lavan un vaso hasta que no hay una montaña en la pileta. ¡La casa era un caos! Pero él era fantástico. Nos paseó y llevó a cenas con amigos". Es que con Couchsurfing se puede conocer la gente más disímil.

Aquí mismo, en Uruguay, hay desde gente que ofrece lugar en el piso para tirar un sobre de dormir, pues no tienen más espacio, hasta usuarios que poseen una casa exclusiva para huéspedes en el fondo de su hogar.

Alejandra y Gonzalo recuerdan que, además, la comunidad couch-surfer uruguaya se reúne periódicamente, tiene fiestas, campamentos y actividades de todo tipo, a las que se suman los viajeros que estén de paso. "Couchsurfing no es sólo una forma de hacer turismo. No se trata sólo de hospedarte gratis en tus vacaciones. Básicamente, es intercambio cultural".

¿Puedo fiarme? La confianza es la clave

¿Qué tan seguros son estos métodos? ¿Puedo fiarme? Estas son las preguntas más frecuentes de los novatos tanto en couchsurfing como en intercambio de casas.

Las páginas en Internet tienen sus propias medidas de precaución, que básicamente consisten en una red de referencias y avales de usuarios. Couchsurfing tiene también un sistema de verificación, en cuyo caso el miembro paga para que la web verifique su identidad y dirección. No es obligatorio, pero quienes tienen esa verificación se vuelven más confiables para otros miembros. De todas formas, de acuerdo a las estadísticas de la página, el 98% de las experiencias relatadas son positivas.

La web Intercambiocasas.com (ver recuadro), por su parte, asegura que con 100.000 intercambios realizados nunca se han recibido quejas por robos o deterioros, y que jamás un miembro encontró una parcela vacía en lugar de la casa prometida.

Pasos para ser huésped o anfitrión

El primer paso para convertirse en couchsurfer es ingresar a la página www.couchsurfing.com y registrarse. Llene su perfil con tantos datos como le sea posible, incluyendo fotos. Cuanta más información ponga, más confianza generará en otros couchsurfers.

Explicite si tiene un sofá para ofrecer y ser anfitrión, o si sólo está dispuesto a guiar, acompañar y/o tomar un café con un viajero que llegue al país.

Si tiene previsto un viaje, contáctese con los coachsurfers de su destino. Por ejemplo, si recorrerá América Latina, haga una búsqueda de miembros en los alrededores de las ciudades que visitará. Una vez que encuentre couchsurfers cuyos perfiles y antecedentes lo satisfagan, explíqueles el tipo de viaje/estancia en el que está interesado, cuándo y por cuánto tiempo piensa quedarse.

Una vez que utiliza el botón "Petición de surfear el sofá con..." recibirá diversas ofertas de lugares donde quedarse.

Prepare su itinerario, confirme con sus anfitriones y haga las valijas. Si así lo acordó, ellos lo buscarán en el aeropuerto. La regla indiscutida del Couchsurfing es que la estadía es totalmente gratis.

Las cifras

232 Países con "couchsurfers" registrados, en 55.394 ciudades. En Estados Unidos hay 159.748 "sofás disponibles".

998.238 "Couchsurfers" registrados en todo el mundo. La cifra es muy dinámica y aumenta a un ritmo de 5.000 cada semana.

749 "Sofás disponibles" en Uruguay registrados en Couchsurfing.com. La mayoría están en Montevideo, pero los hay por todo el país.

Sitio de donaciones y voluntarios

Couchsurfing International es una organización sin fines de lucro que funciona gracias al trabajo voluntario de miles de anónimos en todo el mundo. Por eso, la página enumera varias formas de colaboración para aquellos interesados.

Una manera de ayudar es poniendo a disposición habilidades o conocimientos técnicos para mantener la página. También se puede ofrecer servicios de traducción (la web tiene versiones en 20 idiomas, incluido español, pero hay secciones sin traducir).

Otra modalidad es convirtiéndose en "embajador", de ciudad, de país, global o nómade (estos últimos son quienes andan viajando por el mundo). De esa manera se informa y orienta a la gente que no está involucrada acerca de Couchsurfing.

También es posible realizar donaciones de dinero para mantener el sitio funcionando. En la página se explica cómo hacerlo. Su única financiación es a través de donaciones.

Intercambio: yo a tu casa y vos a la mía

El couchsurfing no es la única manera de alojarse en forma gratuita y diferente durante las vacaciones. Internet siempre tiene más opciones. Una de ellas es el intercambio de casas. Si vio la película The holiday (El descanso), protagonizada por Cameron Díaz y Kate Winslet, ya sabrá de qué se trata.

El mecanismo es fácil: sólo es necesario que dos personas, que viven en diferentes puntos del planeta, deseen tomarse sus vacaciones al mismo tiempo y estén dispuestas a intercambiar sus hogares como estancias. En la película, por ejemplo, Díaz vive en Los Ángeles y Winslet en Londres. Por medio de una página web coordinan que cada una se vaya por un mes a la casa de la otra, al mismo tiempo. Intercambian llaves y ¡voilá!: alojamiento vacacional gratis. (Aunque no es ese el meollo del film).

Este tipo de turismo está tomando cada vez más fuerza en el mundo real. Una de las principales páginas web que opera este fenómeno es Intercambiocasas.com, equivalente en español de la pionera Homeexchange.com. Allí hay, actualmente, 26.000 ofertas para realizar vacaciones de intercambio. Sólo es necesario describir la casa (cantidad de dormitorios, baños, y otros servicios), poner fotos, y explicitar si habrá niños en el viaje.

Algunas de estas páginas cobran una cuota anual a sus usuarios. El precio de Intercambiocasas.com es de 80 euros. Si durante el primer año no realiza un intercambio, el segundo año es gratis.

Actualmente, hay unas cuarenta personas que piden Uruguay como destino de intercambio. Entre ellas, residentes de Australia, Bahamas, Brasil, Canadá, Costa Rica, Francia, Alemania, Italia, Nicaragua, España, Suecia, etc. En general, el viaje se coordina con tres a cuatro meses de anticipación, uno de los turistas viaja primero, se conocen en persona y así intercambian llaves.

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