CATERINA NOTARGIOVANNI
Al principio eran sólo cajas y bolsas repletas de pedacitos de loza, metal, vidrio y material óseo. Sabían que se trataban de piezas con valor histórico porque habían sido encontradas en la Calera de las Huérfanas, Monumento Histórico Nacional de su Carmelo natal. Reconocían su importancia porque la profesora de historia del liceo los convocó y porque su hallazgo insumió dos años de excavaciones arqueológicas.
Pero lo cierto fue que durante las primeras jornadas no hacían otra cosa que clasificar y ordenar un material que lo único que les aportaba era polvo. Mucho polvo.
Los meses fueron pasando. La clasificación dio paso a una paciente limpieza, pieza por pieza. Un día, cuando el aburrimiento empezaba a ganarle la batalla a la curiosidad, un integrante del equipo comenzó a darle forma a una tacita. Con ojo de experto en puzzles, el joven encontraba piezas diseminadas de una punta a otra de la mesa. Todos los que estaban en la sala se sumaron a la búsqueda. Un rato más tarde, la tacita no sólo tenía una forma coherente, sino que empezaba a "hablar" de la vida cotidiana en La Calera de las Huérfanas en el siglo XVIII. Entonces el entusiasmo se apoderó del grupo, que finalmente empezaba a comprender qué significaba aquello del patrimonio.
Dos años después de que abrieran la primera de las 40 cajas, las integrantes del Club del Patrimonio del Liceo 2 de Carmelo (hoy quedan sólo mujeres) se encuentran en un punto en el que jamás soñaron estar. Su proyecto fue reconocido como el mejor en la categoría Chajá Social en las ferias departamental y nacional de clubes de ciencia, y además será uno de los tres grupos que representarán a Uruguay en la Feria Internacional de Ciencia y Tecnología de Intel, que se desarrollará en San José, California, el mes que viene.
Todo a pulmón. En octubre de 2007, un grupo de carmelitanos decide que ya es hora de rescatar la cruz de la capilla de la Calera, que estaba guardada en la casa del casero desde que una tormenta eléctrica la tirara de la cúspide. Para asesorarse sobre su reparación, se contactan con los arqueólogos que habían estado excavando en el sitio entre los años 2000 y 2001. Así se enteran de que aquel material seguía embalado en Colonia por falta de financiación y de manos voluntarias que lo clasificaran, limpiaran y ensamblaran.
Entonces entra en acción la profesora de historia María Laura Robaina quien, clase por clase, pide la colaboración de los alumnos de cuarto de liceo. De este modo queda conformado el Club del Patrimonio, actualmente integrado por: María Belén Montero, Angélica González, Agustina Pizarro, Magalí Chá, Cinthia Rossi, Carolina Martínez, María Noel Mortalena y Dahiana Cuitiño. Las adolescentes trabajaron junto a Robaina, María del Carmen Lazzarini y Silvia Maffoni (maestra jubilada y empleada de un estudio contable, integrantes del entonces recién creado Movimiento Pro Calera de las Huérfanas), y la arqueóloga Jacqueline Geymonat.
Con autorización del Consejo Ejecutivo Honorario de Colonia, las cajas son trasladadas al Museo y Archivo del Carmen, en Carmelo, que asumió el rol de custodio y que cedió sus instalaciones para ejecutar el trabajo. Corría el mes de abril del año 2008.
Meses después, las piezas empezaron a convertirse en objetos, y éstos en fuentes de información relevante sobre, por ejemplo, cuál era la cultura material de los esclavos alojados en la estancia jesuita. Es bueno recordar que entre 1740 y 1767 lo que hoy se conoce como Calera de las Huérfanas ("Estancia Río de las vacas" o "Estancia de Belén" en sus inicios) fue un importante centro productivo que abastecía a Buenos Aires, Montevideo y a las Misiones Jesuitas del norte de la Banda Oriental. Allí había carpintería, panadería, herrería, telares, hornos de ladrillos y tejas, jabonera y, por supuesto, una calera. Con la cal allí producida se abastecía a colegios de huérfanas de Buenos Aires. De ahí el nombre. También fue relevante la producción frutícola y ganadera. "No tenían un interés misionero, su objetivo era productivo. Las misiones estaban ubicadas en el norte", relata la profesora Robaina. En 1767 los jesuitas son expulsados y la Junta de Centralidades envía como administrador al padre del caudillo argentino José de San Martín, quien en 1774 deja el emprendimiento en manos de las Hermanas de la Caridad.
Aquella tacita que tanto emocionó al Club del Patrimonio resultó ser de cerámica portuguesa y apareció para corroborar información que insinuaban los libros de historia. "Teníamos alguna referencia que existía cierta camaradería entre el gobernador portugués y uno de los padres jesuitas de la Calera, a pesar que esta estancia estaba en manos de los religiosos españoles y que Colonia del Sacramento, de los portugueses -con todo el campo de bloqueo que sitiaba la colonia portuguesa y les impedía extenderse más allá del tiro de una bala de cañón-. Objetos como esa tacita de cerámica portuguesa, tipo mayólica, están confirmando ese dato de las fuentes escritas", explica la arqueóloga Geymonat.
Competencia. Arengadas por compañeros de clase, familias y miembros de la comunidad, el grupo decide presentar sus logros en la Feria Departamental de Clubes de Ciencias, realizada en Carmelo en agosto de 2009. Contra toda expectativa, obtienen el primer premio de la categoría Chajá Social. El paso siguiente era la competencia nacional, en Tacuarembó. Para solventar los gastos de traslados y estadías, las muchachas venden rifas y alfajores preparados por Magalí Chá con manteca y dulce de leche donados por Calcar, empresa de la zona. Con eso y la ayuda del liceo pudieron viajar, durmiendo en el piso de una parroquia y alimentándose con los platos que preparaba la profesora Robaina.
El resultado fue el otro primer premio en la misma categoría. Luego de los festejos de rigor, y cuando se estaban por retirar, escuchan que además se había ganado el Premio Intel para participar en la Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería, que consiste en un viaje para dos estudiantes y un docente a San José. La alegría de las adolescentes no había alcanzado su clímax cuando escuchan que el destino no era, como ellas creyeron, el departamento maragato sino la ciudad de San José en California. Entonces estallaron. "No lo podíamos creer. Salimos cantando", cuentan orgullosas. A pesar de que no todas podrán viajar, el grupo no sufrió fricciones. Naturalmente eligieron a las dos compañeras encargadas de las presentaciones en las ferias: Angélica González y Carolina Martínez.
El futuro es auspicioso, no sólo para el Club del Patrimonio sino para la Calera de las Huérfanas. Las jóvenes continuarán con el trabajo de ensamblaje, que se complementará con una tarea de difusión en escuelas y con la creación de un logo para la Calera que desarrollarán asesoradas por los compañeros de sexto de Arte del Liceo 2.
La Calera de las Huérfanas, en tanto, continuará el proceso de revalorización comenzado hace tres años. En breve comenzará allí la construcción de una sala de exposiciones donde el visitante observará las piezas ensambladas por el grupo y una reconstrucción virtual realizada con el apoyo de la Facultad de Arquitectura (que hoy se vende en formato DVD a $ 200). Además se acaba de abrir un llamado para un curso de Arqueología de la Arquitectura que tiene como objetivo la capacitación de técnicos en la preservación de las Estancias Jesuíticas del Uruguay, con fondos (170.000 euros) del Ayuntamiento de Victoria-Gasteiz (País Vasco) y el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD). Una de las ideas es incluir a la Calera en el circuito turístico de estancias jesuíticas de América Latina.
La Calera está lejos de ser el lugar inhóspito que era. Muchas voluntades se unieron para darle valor al sitio: el Movimiento Pro Calera de las Huérfanas, la Intendencia de Colonia, el Ministerio de Turismo, el Banco Interamericano de desarrollo (BID), el Consejo de Patrimonio, y por supuesto, el Club del Patrimonio.
La arqueóloga Geymonat dice que es llamativo que un grupo de chicas de 16 años se hayan pasado tantas horas encerradas en un cuarto ordenando piecitas sucias, y adjudica el mérito al carisma de la docente. Dice además que es muy probable que sin esa intervención los objetos todavía estarían guardados en un depósito. Sin proponérselo, estas ocho adolescentes ganaron mucho más que dos premios y un viaje, obtuvieron un protagónico en las páginas de la historia de Carmelo.
Ciudad de la Costa tiene bicampeones
Lucía Vignale, Martín Panfilo, Guillermo Dranuta y Santiago Barrios son integrantes del Club Los Axolotes, quienes bajo la orientación del biólogo Giancarlo Geymonat resultaron ganadores del primer premio de la categoría Churrinche Científica, entregado en la 23° Feria Nacional de Clubes de Ciencia. Al igual que la chicas carmelitanas, Los Axolotes también se quedaron con el premio Intel, que los llevará a California a representar a Uruguay en la Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería.
Estos jóvenes estudiantes de cuarto de liceo no son novatos en esto de la investigación científica. De hecho trabajan juntos desde 2006. Esa constancia ya dio sus frutos el año pasado, cuando también ganaron el Premio Intel, lo que les reportó un viaje a Reno, Nevada, Estados Unidos.
Esta vez, la investigación de estos cuatro estudiantes destacados de Ciudad de la Costa, Canelones, giró entorno al Helecho de Agua (Azolla), planta acuática que, descubrieron, tiene propiedades fertilizantes. "Se vio que fija nitrógeno del aire y lo conserva dentro de sus hojas", explica Geymonat. Con libros e Internet como soporte teórico, los Axolotes realizaron ensayos de cultivo en germinadores, donde además de corroborar esas cualidades, midieron el crecimiento de la planta y su tiempo de reproducción. "En algunos tajamares que se usan como aguadas para el ganado, este helecho provoca problema al productor porque se desarrolla muy rápidamente, cubriendo toda la superficie", ilustra el biólogo orientador.
Dado que se trató de un trabajo extracurricular, las reuniones semanales de hora y media se realizaron en sus domicilios particulares y sin apoyo institucional. Recién en la última etapa obtuvieron la ayuda del colegio Santa Elena.
"Axolotes es un grupo de amigos poco común. En general los alumnos se entusiasman con los clubes de ciencia, pero es difícil lograr que se mantengan los requisitos necesarios para obtener información rigurosa. Hay que tener una rutina en la investigación y cada uno debe asumir un rol definido, que no necesariamente pasa por lo divertido. Se necesita compromiso y sacrificio, no sólo diversión", explica Geymonat.
Dado que el premio es para dos estudiantes y un docente, el equipo está buscando apoyo para que puedan viajar los cinco a California.
Creativa solución ambiental
Los 13.000 habitantes de la ciudad de Río Branco (Cerro Largo) conviven con el humo proveniente de las cascareras, sitios donde se quema la cáscara de arroz, desecho no degradable de la producción arrocera. El humo provoca enfermedades respiratorias en la población y daña el medioambiente.
Víctimas conscientes de este problema, ocho estudiantes de quinto año del Liceo de Río Branco y una profesora de química decidieron aprovechar el espacio extracurricular del Club de Ciencias para encontrar una utilidad a las toneladas que se queman (una sola empresa lleva al fuego unas 55.000 toneladas anuales). Son Camila Denis, Mary Goicochea, Juan Melgar, Sergio Apolinario, Juan Pérez, Fabricio Techera, Nicolai Wasen, Gloria Comesaña (docente), y se hicieron llamar los Arqui-Locos.
El producto desarrollado fue bautizado como "hormigón ecológico" y está compuesto por cáscara de arroz, arena, portland y aditivos. Este hormigón ya está patentado en el Mercosur y ha despertado interés de particulares para su utilización comercial en construcciones de techos livianos o de paneles prefabricados. El invento fue sometido por los propios estudiantes a distintas pruebas que corroboraron sus cualidades resistentes, además de ser un buen aislante térmico y de humedad. La investigación les reportó el primer premio de la categoría Chajá Tecnológica y también ellos viajarán a Estados Unidos a representar a Uruguay.
"Cuando nos enteramos que habíamos ganado quedamos con la boca abierta por más de 15 minutos", recuerda Nicolai Wasen. Como el destino del Premio Intel es San José (California), el grupo pensó que se trataba de San José, Uruguay. Cuando cayeron, los embargó aún más la alegría. "Lo primero que hicimos fue agarrar la bandera de Cerro Largo y saludar a todo el mundo. Creo que saludamos hasta a los micrófonos", relata Wasen entre risas.
Gracias al apoyo de la comunidad y donaciones empresariales, todos tienen boleto a California. "Tenemos el viaje pago y un monto considerable como para no pasar hambre", dice el joven.