Síndrome pos vacaciones

| Un tercio de las personas sufre el trastorno; tras semanas de descanso y sin obligaciones cuesta sintonizar y repercute en síntomas físicos y emocionales.

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EL MERCURIO | CRISTIÁN M. GONZÁLEZ

Tristeza, apatía, irritabilidad, insomnio, ansiedad, dolores musculares y de cabeza, son algunos de los síntomas que caracterizan al llamado síndrome pos vacaciones, un cuadro que, aunque no está descrito por la medicina como una patología, se reconoce como un trastorno que puede complicar la calidad de vida.

Un estudio español establece que alrededor del 35% de los trabajadores de 25 a 40 años sufre esta alteración, asociada a las dificultades en el proceso de adaptación al trabajo o a la rutina tradicional tras el término de las vacaciones. "Cuando salimos a veranear hay un cambio de ambiente y de rutinas. Al volver, tenemos que adaptarnos a las condiciones tradicionales, marcadas por más exigencias y horarios; esto puede tomar entre una semana y diez días", dice el psicólogo chileno Álvaro Ayala.

Sin embargo, en algunas personas esa transición -que incluye cambios en los patrones de sueño, de alimentación y en la dinámica general diaria-, se hace más compleja y toma más tiempo. Es entonces cuando los síntomas típicos del estrés asociado al cambio se acentúan. "En función de esos ajustes aparecen síntomas físicos y emocionales -dice Alejandro Koppmann, psiquiatra-; así podemos ver irritabilidad, somnolencia, dificultades de concentración y memoria, alteraciones del sueño". A nivel físico, destacan síntomas como dolor de espalda, estómago y cabeza.

Aunque todos pueden experimentar esos cambios de ánimo, hay factores que vuelven más vulnerables a algunas personas. "Hay características de personalidad, donde existe una mayor resistencia al cambio; las mujeres tienden a expresar más los síntomas, aunque los hombres se enferman más, pero en ellos la queja no está permitida por un tema cultural", señala Koppmann.

El ambiente familiar, el de trabajo (o estudio) y la manera cómo se vivieron las vacaciones son también determinantes en la aparición de ese síndrome. "Los estados vitales son determinantes; no es lo mismo ser una persona sola que una con hijos, que vive con más estrés. Además, si estoy en un lugar que no me gusta o haciendo una labor que no me satisface, la resistencia al regreso será mayor", ejemplifica Juan Pablo Westphal, también psicólogo chileno.

Si fue capaz de desconectarse y descansar durante las vacaciones, la persona tendrá mejor disposición a volver. Lo recomendable es salir por al menos 15 días para descansar de manera eficaz, afirman los especialistas. "Si el tiempo no fue suficiente o no se desligó por completo de las obligaciones laborales, es difícil conseguir un descanso reparador", dice Ayala.

Lograr descansar después se vuelve complejo. Por ello, una manera de prevenir o minimizar los efectos del síndrome pos vacaciones es mantener actividades placenteras y recreativas en la semana. "No dejar de hacer las cosas que gustan", dice el psicólogo.

Asimismo, la planificación es fundamental. "La gracia de la rutina es que puedo anticiparme. Todos sabemos que en marzo se paga la patente, comienzan las clases, se acaba el verano... Organizarse para enfrentar esas cosas evita estresarnos en exceso".

PARA VOLVER A LA RUTINA

Debe existir un tiempo para recuperarse del agotamiento físico y afectivo, por lo tanto se sugiere evitar terminar las vacaciones y al día siguiente ir a trabajar.

Volver gradualmente a los horarios habituales de sueño, para dormir al menos 7 u 8 horas diarias. En lo posible, incrementar en forma progresiva la actividad laboral.

No dejar tareas pendientes o trabajo atrasado. Mantener una actitud positiva, para afrontar todo lo que se presenta en adelante.

Fomentar buenas relaciones de trabajo.

Realizar actividades placenteras durante todo el año (deportes o hobbies que distraigan).

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