EL MERCURIO | DANIELA MOHOR W.
Cuando escribió su primer libro, el bestseller The Female Brain (El cerebro femenino), en 2006, la doctora Louann Brizendine -neuropsiquiatra y fundadora de la Clínica del Ánimo y de las Hormonas para Mujeres (Women´s Mood and Hormone Clinic) en la Universidad de California, San Francisco- aseguraba que las mujeres estaban viviendo una edad de oro: el control de la natalidad y su apertura al mundo del trabajo les entregó herramientas para poder usar plenamente todas las habilidades de su cerebro.
Los hombres, en cambio, viven tiempos más complejos. "Ellos van a sufrir un poco más en las próximas generaciones, porque a medida que ellas vayan ganando más dinero y poder, ellos, por necesidad, tendrán que ceder parte de su poder, su empoderamiento y reducir su cuota de machismo", explica la autora de The Male Brain (El cerebro masculino), al diario El Mercurio.
Louann Brizendine es titulada en la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale y ex- profesora de Harvard, también es madre de un hijo y está casada. En su consulta ha visto pasar niños, hombres, mujeres y parejas, y ha observado innumerables veces los desencuentros que se producen entre géneros. En los últimos años combinar su trabajo de terapeuta con la investigación científica sobre el cerebro, cómo las hormonas actúan sobre él y cómo eso a su vez determina ciertos comportamientos, se convirtió en su principal foco de interés. El resultado fueron sus dos libros que, lejos de ser políticamente correctos, al ahondar en las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, les han sacado ronchas tanto a feministas como a científicos puristas. Pero ella sigue defendiendo sus ideas. Para escribir El cerebro masculino, dice, revisó más de 1.400 estudios y se inspiró también en su experiencia de 20 años. El resultado, insiste, fue que logró apreciar mejor la mente masculina y "ser más compasiva con los hombres".
Asegura que las hormonas que más determinan el comportamiento de los hombres son la testosterona, la vasopresina y la sustancia inhibidora mulleriana (SIM). "Durante la vida fetal, todos empezamos teniendo el mismo cerebro, pero luego los niños desarrollan pequeños testículos que producen grandes cantidades de testosterona que inundan el cerebro y lo transforman en masculino. La testosterona, por ejemplo, hace que en el feto la llamada `área de la conquista sexual` crezca hasta ser 2,5 veces más grande que en la mujer. Entre los 9 y 15 años, el nivel de testosterona en el hombre se multiplica por 20. Ahí es cuando esta hormona se convierte en la `bencina` que hace andar los circuitos cerebrales".
¿El resultado? "Los circuitos del cerebro masculino manejan la compasión y la empatía de acuerdo a la `empatía cognitiva` más que recurriendo a la `empatía emocional`, como lo hace el cerebro femenino. Ellas expresan sus emociones más libremente que ellos, con excepción de la rabia". Además, el alto nivel de testosterona en el cerebro provoca que los hombres sean más agresivos, territoriales y deseosos de pelear para conservar su lugar en la jerarquía".
dominación. Cuando supo que esperaba un hijo hombre, hoy de 21 años, la reacción de Louann Brizendine fue pensar: "¿Qué voy a hacer?" Educar a un hijo, dice, implica descubrir toda una gama de conductas que a las mujeres les pueden resultar incomprensibles. "Las estructuras únicas del cerebro y las hormonas de los niños y hombres crean una realidad distinta a la femenina, que simplificamos y malentendemos frecuentemente".
Moverse, explorar, tomar riesgos desmedidos y probar sus límites, competir para afirmar su dominación: todo en los juegos de los niños parece centrarse en esos elementos. Durante la gestación, mientras se masculiniza el cerebro, aparece otra hormona, además de testosterona, la sustancia inhibidora mulleriana (SIM), que contribuye a crear circuitos cerebrales propios de hombres, que rigen el comportamiento de exploración, control muscular y motor, las habilidades espaciales y los juegos bruscos. Investigaciones realizadas con ratones demostraron que los machos en los que se inhibe la secreción de SIM pierden su comportamiento explorador y juegan más a la manera de las mujeres.
Otro estudio realizado con humanos demostró que los niños usan el 65% de su tiempo libre en juegos competitivos mientras que las niñas el 35%. Investigaciones señalan además que la elección de juguetes está determinada por los circuitos cerebrales.
Por otro lado, para ellos, ganar es importante, explica la neuropsiquiatra. Su necesidad de competir tiene algo de supervivencia. El objetivo de los juegos bruscos, por ejemplo, es determinar su rango social. Desde chicos, la configuración del cerebro los lleva a desear jugar a pelear físicamente, defenderse y competir, y perder no es aceptable.
Las cosas no cambian una vez que crecen. A partir de la adolescencia, cada uno de los rasgos se va reforzando. "Los cambios de percepción que provocan las hormonas que predominan en su cerebro llevan a que las niñas busquen conexión emocional y construir relaciones, mientras las hormonas que predominan en los niños los lleva a tener comportamientos agresivos y territoriales. Cuando se conviertan en hombres, eso los ayudará a defender y proteger a sus seres queridos. Pero primero tienen que aprender a controlar esos impulsos innatos", escribe Brizendine.
Compasivos y paternos
Brizendine dice haberse encontrado con una concepción que le parece injusta: que los hombres no tienen compasión. Según ella, el cerebro cuenta con dos sistemas emocionales: el de neuronas espejo (MNS) y de la junción témporo-parietal (TPJ). Los hombres usan más el TPJ, lo cual los hace centrarse más en solucionar problemas. Las mujeres recurren más al MNS, lo que las hace percibir mejor los matices en los tonos de voz y los sentimientos que reflejan las expresiones de la cara, entre otras cosas.