Las ciudades que se vienen

| Qué hacen y opinan los jóvenes arquitectos que representarán a Uruguay en la Bienal de Venecia.

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GABRIELA VAZ

Cuando se visita una ciudad desconocida y se saca la primera foto mental, cuando se observa su forma y su distribución, lo armónico o lo caótico de sus construcciones, lo amigable o no de sus plazas o parques, raramente se piensa en los arquitectos. Como si ese resultado conjunto fuera producto de algo abstracto, o de la más pura arbitrariedad. Pero no. "La arquitectura construye nuestra ciudad y nuestro espacio público: la vereda, dónde te movés, todo ese entorno físico en el que vivimos. Cuanto mejor arquitectura tengamos, mejor ciudad vamos a tener", dice Pedro Livni, magíster y docente de la Facultad de Arquitectura (FARQ) de la Universidad de la República (UdelaR). La arquitectura construye ciudad, repite, una y otra vez. Y parece necesario que lo repita.

Uruguay pasa por una etapa de bonanza económica y eso se refleja en la construcción; obras por aquí, obras por allá. Los profesionales en la materia no dejan de destacarlo, pero también apuntan algunos debes. "Es muy escasa la producción de arquitectura de calidad en el momento actual. La falta de masa crítica, de difusión, de comprensión cabal del valor cultural de la arquitectura, ponen en riesgo su estructura y su génesis productiva. Es una oportunidad, por ahora, perdida", observan desde el estudio de arquitectos Fábrica de Paisaje, integrado por Martín Cobas, Marcos Castaings, Fabio Ayerra, Diego Pérez y Javier Lanza.

Sus colegas del estudio MAAM, compuesto por Matías Carballal, Andrés Gobba y Mauricio López, señalan algo en el mismo orden: "Hay una desaparición total del arquitecto como referencia en la sociedad. Pero no desde esa figura necesaria para firmar un plano o `hacer un dibujito`; está ausente la consideración como profesional en cierta área de conocimiento, y como agente capaz de relacionar, ordenar y pensar la complejidad en diversos ámbitos".

Horacio Flora y Alejandro Baptista, del estudio 11.54pm, y Mario Báez y Adrián Durán, de MBAD, en tanto, coinciden al destacar la supremacía de la cantidad por sobre la calidad al hablar del momento actual de la arquitectura uruguaya.

La consulta a este grupo de arquitectos no es azarosa. Ellos serán representantes de Uruguay en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2012, en la que participan 55 países, considerada la muestra más importante de la disciplina a nivel mundial. El uruguayo Pedro Livni y el chileno Gonzalo Carrasco son los curadores, quienes seleccionaron seis estudios de arquitectos jóvenes para dar forma al proyecto "Panavisión", que presentará seis nuevos proyectos o remodelaciones del pabellón uruguayo en el evento.

Sucede que Uruguay es uno de los tres países de Latinoamérica, junto con Venezuela y Brasil, que posee pabellón propio en el Giardini de Venecia, mientras países como Argentina, Chile o incluso China tienen que alquilar espacios fuera del predio de la Bienal para poder participar. "No obstante, el pabellón nacional está bastante venido a menos, casi en un estado de abandono, con un mantenimiento muy mínimo y que no refleja ninguna aspiración cultural. Estuvo cerrado mucho tiempo, hasta que fue intimado por las autoridades, que informaron que si seguía así se lo iba a expropiar; algo que Argentina veía con muy buenos ojos, ya que están deseosos de tener pabellón propio", explica Livni. Por eso, a partir de 2004, Uruguay volvió a hacer uso de su espacio en la Bienal de Venecia.

La propuesta de Livni y Carrasco consta de que los seis estudios seleccionados (además de Fábrica de Paisaje, MAAM, MBAD y 11.54pm, están Gualano+Gualano, de Marcelo y Martín Gualano, y Bednarik+Mirabal, de Marcelo Bednarik y Federico Mirabal) piensen cómo sería su pabellón uruguayo ideal; el salón expondrá así las seis maquetas elaboradas por ellos.

El denominador común en el grupo, elegido directamente por Livni, quien ganó la curaduría por concurso, es por un lado generacional -casi ninguno llega a los 40 años-, por otro académico -muchos tienen actividades docentes en la FARQ- y, sobre todo, apunta el curador, porque "están haciendo las cosas muy bien". "Dentro de las pocas obras realizadas que tienen, (esas) son las que se llevan a distintas bienales. Han ganado concursos nacionales e internacionales. Tienen un discurso, algo qué decir. Pero por diferentes contingencias aquí no se los muestra. Prácticamente no hay exposiciones de arquitectura uruguaya. Cuando las hay, son demasiado abarcativas y no terminan mostrando nada. Muchas veces, en la propia FARQ, el problema es si exponés a Fulano y por qué no a Mengano. Pero ahí es como con esto de la Bienal: si la elección que hicimos está mal, en dos años hay otra", dice Livni. Y agrega: "A partir de esas maquetas, que dialogarán entre sí en una misma mesa, uno sacará conclusiones de qué es lo que cada estudio está pensando; se verá si el grupo es muy homogéneo o si termina en un popurrí muy dispar. Por eso la idea de panavisión, de panorama".

Si bien los curadores están muy satisfechos con haber resultado seleccionados, consideran que el monto de un millón de pesos que el Ministerio de Educación y Cultura destina al montaje de la muestra es insuficiente. "Para la Bienal de Arte se cuenta con el doble de presupuesto cuando los gastos son los mismos: pasajes, estadía, envío de la muestra, catálogo, cóctel en la embajada uruguaya, acondicionamiento del pabellón. Esto nos lleva a hacer malabares y tenemos que pensar en una muestra que sea materializable. Estamos en la angustiosa tarea de conseguir patrocinadores. Si en este momento la cosa es así, cuando la economía se enfríe un poco, ¡pobres las generaciones que sigan!". E insiste: "Es la Bienal de Venecia, un evento súper importante, y uno ve que desde el Estado como que no existe o no interesa. Y es de esas oportunidades que hay que aprovechar".

POR LAS CALLES DE MONTEVIDEO. Uruguay no tiene un pabellón propio -y muy bien ubicado- en la exposición de arquitectura más importante del mundo por casualidad. Una rica historia en construcciones y la carrera de prestigiosos profesionales lo explican. Pero hoy, es el contraste con aquella época dorada lo que parece ser la regla. "A nivel internacional, la arquitectura uruguaya casi no existe", admite Livni, aunque aclara que "hay algunos impulsos individuales". Y rememora tiempos en los que "jugaban producciones, que construyeron una gran cantidad de edificios como el Panamericano, que tenían un cuidado y respeto por la arquitectura. Construyeron ciudad".

Las muestras del gran momento arquitectónico nacional son, por supuesto, tangibles. "Si uno ve la rambla, en su parte más consolidada, es una ciudad de una calidad increíble. Eso es lo que tanto llama la atención a quienes vienen de afuera. No la arquitectura desde las grandes piezas excepcionales, que Uruguay quizá no las tenga tanto. Si uno va a Santiago de Chile, encontrará obras que por su calidad intrínseca están muy por arriba de lo que tiene Uruguay, pero juegan como cosas aisladas. Si en cambio tomamos a las ciudades, Montevideo y Santiago, Montevideo está muy por encima, en el nivel de lo que se va construyendo, una cosa al lado de la otra". El chileno Gonzalo Carrasco, co-curador en la Bienal y socio de Livni, asiente: "Hay una cosa muy democrática en el Montevideo ciudad. En Santiago la arquitectura está en manos de especuladores, o de gente más asociada a la idea de sacarle rédito a la ciudad. Y cuando uno ve Montevideo, parece más democrática, para la persona de a pie".

Livni completa el concepto: "Montevideo es más generosa en el espacio público. Uno la puede caminar y es muy democrática; la rambla la usamos todos. Esa condición de lo público es algo que la ciudad no puede perder. Todo ese espacio lo genera la arquitectura, que tiene que mantenerse, generarse y repensarse. No se trata de que Montevideo ya tiene una cantidad de plazas, parques y ya está".

El arquitecto introduce en este sentido el tema de los concursos para obra pública, al entender que es parte vital del problema. "Estamos en un lugar en el que la obra pública no se concursa. Y cuando se concursa, prácticamente no se realiza. En la primera mitad del siglo XX, toda la obra pública se concursaba: la misma FARQ, la Facultad de Ingeniería, el Hospital de Clínicas, el BPS, la Intendencia; todos resultados de concursos nacionales. Así se construyó ciudad como el ámbito de lo público".

Desde el estudio Fábrica de Paisaje, la visión es igual de determinante y también atañe a la política de concursos. "Montevideo atraviesa una de las peores crisis de su historia. No parece haber decisiones inteligentes y responsables respecto a su condición presente ni rumbo futuro. Talas indiscriminadas, espacios públicos decadentes, condiciones ambientales crecientemente conflictivas, no pueden ser sofocadas por pequeños gestos de `design` o plazoletas simpáticas. Montevideo exige un nuevo modelo; su matriz urbano-paisajística es excepcional. En solo unos pocos años más, salvo que apostemos a operaciones de calidad en todas las escalas, la habremos arruinado. Las ambigüedades de la gestión pública, que lanza concursos que no se construyen, que se construyen solo parcialmente o, peor, se proyectan simultáneamente en oficinas del Estado, como sucedió recientemente con la Plaza Independencia (ver recuadro), termina por completar un escenario difícilmente optimista y desgastante para la profesión".

Para los estudios 11.54pm y B+D, en tanto, entre las mayores falencias arquitectónicas de la capital se cuenta lo relacionado con el aumento del tránsito. Mientras los últimos opinan que "hay un gran debe en transporte y movilidad de la ciudad", Horacio Flora y Alejandro Baptista, de 11.54pm, apuntan que "somos herederos de una ciudad con una escala ideal, muy manejable, que posee un historial edilicio muy destacado, con espacios públicos muy calificados, como sus parques y sobre todo la rambla como conector y paseo urbano. Montevideo está bien servida, con importantes infraestructuras públicas de saneamiento, abastecimiento de agua potable, energía eléctrica. Un tema importante es el tránsito; la ciudad cuenta con una red vial de gran alcance en su territorio, pero deberá reacondicionarla y reforzarla para absorber el aumento significativo en la cantidad de vehículos particulares y de transporte colectivo que la circulan día a día. Hay espacios públicos de gran calidad urbana y arquitectónica, pero es innegable el deterioro de los últimos años".

Otro tema que preocupa a algunos integrantes de esta nueva generación de arquitectos es la escasez de controles estatales para conservar la armonía urbana. En ese sentido, Mario Baez y Adrián Durán, de MBAD, sostienen que si bien "Montevideo tiene muchas cosas buenas a nivel arquitectónico, en general se han perdido muchas oportunidades de transformar la ciudad en relación a ese buen antecedente. Normalmente el crecimiento y la transformación se han asociado a una especulación desmedida que va actuando sobre la trama y se ha ido perdiendo la posibilidad de evolucionar elevando el nivel de exigencia de esas actuaciones. Se debería ser mucho más exigente en los controles, en lo que se puede o no hacer, y entender que la calidad de un espacio privado finalmente se traslada a la calidad de un espacio público".

Claro que esta laxitud, que nace de pensar solo en la obra en sí misma y no en el entorno, no es patrimonio capitalino. Cuando se le pregunta sobre el interior del país, el arquitecto Pedro Livni no duda en contestar: "A mi criterio, a Punta del Este la están destruyendo indiscriminadamente, con torres sobreelevadas. Desde la calidad del paisaje que en algún momento ofreció, da pena. Es un vale todo. Hubo construcciones que se pasaron tres pisos (de lo permitido). Entiendo que puede haber un desfasaje, pero ¡no te podés pasar tres pisos! El tipo responsable se hizo el vivo y eso lo tenés que demoler. El Estado tiene que decir `no`. ¿Nadie se dio cuenta que se estaban haciendo tres pisos de más?"

Lo cierto es que lejos quedó aquella época en donde la vanguardia de las artes visuales en toda América estaba liderada por La Escuela del Sur, de Joaquín Torres García, y el trabajo de Rafael Barradas. O los tiempos cuando en la selecta comisión internacional de ocho arquitectos que se convocó para construir la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, junto a profesionales de la talla del francés Le Corbusier o el brasileño Oscar Nemeyer, había un uruguayo: Julio Vilamajó.

"Sin duda, en esa primera mitad del siglo XX, el Uruguay construyó una plataforma descomunal para un país tan chico. El tema es qué ha sucedido que todo eso quedó en recuerdos", suspira Livni. Pero cambia el tono por esperanza: "Tenemos el pabellón. No es nuestro afán competir con las muestras de Estados Unidos, Alemania o Francia. Pero al menos queremos que la exposición esté a la altura de tener un pabellón en la Bienal de Venecia".

Concurso frustrado

En 2010, el estudio Fábrica de Paisaje ganó el Primer Premio en el Concurso Público de Anteproyectos para la Reformulación de la Plaza Independencia, promovido por el MTOP. Sin embargo, el grupo nunca fue convocado para la realización del proyecto ni se le pagó. "Hemos presentado ante el MTOP una petición y luego un recurso administrativo, ambos desestimados". La IMM, ahora desarrolla un proyecto que licitará, sin tomarlos en cuenta, afirman.

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