Gregorio Pérez Companc, uno de los mayores y más enigmáticos empresarios argentinos, es el único multimillonario de ese país que figura en el ranking de Forbes, en el lugar 451 con U$S 1.700 millones.
"Goyo" (72 años, casado, siete hijos, 1,68 de estatura, hincha de River Plate, católico) no es el fundador del grupo, pero sí lo consolidó como uno de los grandes conglomerados económicos de su país. Y también es quien a partir de 1999 redefinió completamente su portafolio de inversiones, abandonando su característica orientación al negocio petrolero y petroquímico, financiero y de servicios básicos, para centrarse en ganadería y agroindustria, sus aficiones personales.
Quienes lo conocen afirman que es un hombre sencillo, con poca preparación -sólo habría cursado un año de Agronomía- y austero. "Se viste como un vendedor de autos usados o cajero de banco y nunca falta en su solapa el escudo azul y amarillo de Pérez Companc. Le gusta Julio Iglesias y en su casa de dos pisos nada evidencia riqueza u ostentación. Pero tiene una mansión en la villa Quina-Quila, a 36 kilómetros de San Martín de los Andes, enclavada en un parque de 9 hectáreas a orillas del lago Lácar", describe Luis Majul en el libro, "Los dueños de la Argentina" (1994). Coleccionista de autos, su mayor lujo es una Ferrari F50 de U$S 500 mil.
Quitado de bulla, ganó fama por no dar entrevistas. Por algo lo apodan "Fantasma". La prensa argentina atribuye esta actitud a los mitos que se tejen en torno a su origen, tema abordado por Majul. El autor consigna que no tiene partida de nacimiento y que sólo fue blanqueado ante las leyes a los 11 años, el 23 de agosto de 1945, como hijo legítimo de Benito Bazán y Juana Emiliana López. Pero asegura que esa acta está plagada de irregularidades, lo que sustenta las especulaciones de que es un descendiente natural de Ramón Perez Acuña o de su hijo, el médico Jorge Joaquín Pérez Companc.
En todo caso, habría sido por obra y gracia de Margarita Companc de Pérez Acuña que se convirtió en el hombre más rico de Argentina. Según esta versión, ella fue su tutora y poco antes de morir, en 1958, no sólo hizo jurar a sus hijos verdaderos -Carlos, Jorge y Alicia- que lo registrarían como un Perez Companc, sino también que lo incluirían en los directorios de las empresas y en la sucesión. La promesa se cumplió cuando tenía 24 años y por esas paradojas de la vida Gregorio no sólo perpetuó la fortuna, sino también el apellido: ninguno de sus "hermanos" se casó ni dejó descendencia. Él, en cambio, tuvo siete hijos.
Desde que lo integraron a la familia le tomó tres décadas y media controlar todos los negocios. La puntada final la dio en noviembre de 1993, cuando tomó junto a su mujer e hijos la mayoría del Banco Río, que hasta entonces manejaba Alicia Pérez Companc, a través de la fundación familiar.
A partir de 1997 fue desprendiéndose de activos, al igual que otras firmas locales, que pasaron a multinacionales extranjeras para dar un vuelco de 180 grados a sus negocios: enajenó parte de Metrogas; el Banco Río al Santander, en US$ 327,4 millones, y su mina de oro a Anglogold.
En julio de 2002 el grupo acordó la venta del control de la empresa petrolera y energética, que aportaba la mitad de su facturación y le dio fama internacional, a Petrobras. La compañía brasileña pagó U$S 1.125 millones por el 58,6% (el resto estaba en la Bolsa) y se llevó no sólo los activos en Argentina, sino que también los de Perú, Venezuela, Ecuador, Brasil.
A juicio de los analistas Perez Companc tomó la decisión correcta: se deshizo del negocio cuando había caído la producción y no había alicientes para la exploración. En 2003 enajenó sus activos forestales en US$ 40 millones a Alto Paraná, filial de Celulosa Arauco. Con la caja, Goyo compró más tierras cuyo valor se ha quintuplicado. Se estima que hoy es el mayor terrateniente argentino.
Su otra empresa emblema es Goyaike, dedicada a agricultura, ganadería, carnes, lana y biotecnología animal y vegetal. (El Mercurio, GDA)
El origen de un imperio
Margarita Companc es considerada la verdadera impulsora del grupo, por cuanto educó a sus hijos prácticamente sola. Ella incluso habría aportado una herencia. A fines del siglo XIX, su padre ayudó a construir el ferrocarril desde Río Gallegos a Río Turbio, servicios que el Estado se comprometió a pagar con campos en la Patagonia.
El mito dice que el imperio nació con esas tierras, pero otras versiones sostienen que valían poco y que en realidad Carlos y Jorge salieron de pobres cuando hicieron una colecta entre prestamistas para viajar a EE.UU. a comprar cosméticos y medias, pero volvieron con cuatro barcazas varadas de la II Guerra Mundial.
El hito fundacional del grupo es 1947, cuando se constituyó la naviera. Entonces Goyo tenía 13 años y sus "hermanos" entre 33 y 39.