El Mercosur que querían los nazis

| En 1940, el país entró en pánico por un plan nazi de conquista que confiaba en seis ametralladoras. El complot estaba escrito a lápiz y se iba a desarrollar en dos horas.

Compartir esta noticia

GABRIEL SOSA

El 18 de junio de 1940, El País daba cuenta de varias noticias referidas a la guerra europea. El titular principal del diario era "Francia continuará la lucha", y debajo aclaraba que "El nuevo canciller francés Baudoin declaró que el país no capitulará". En las páginas interiores, además de comentar otra conferencia entre Hitler y Mussolini, se informaba que el Ejército alemán había completado el cerco de la Línea Maginot, lo que, a pesar de lo que dijera el título principal llevaría en poco tiempo a la capitulación de Francia (el 23 de junio, Hitler se hará una escapada de madrugada para pasear por el París ocupado).

En la página editorial de esa misma edición, había una noticia más curiosa. La misma informaba que "La investigación de la Cámara ha desbaratado un vasto plan del nazismo para apoderarse del Uruguay".

Según la nota, el agregado de prensa de la embajada alemana, Julius Dalldorf, que a su vez era el director de la sección uruguaya del Partido Nazi, estaba implicado en un complot para conquistar el país, complot que a su vez estaría digitado desde Alemania: "se encontraron muchos puntos de contacto entre la acción externa del Partido Nazi, y la organización que dentro del mayor misterio iba desenvolviendo una acción tendiente a preparar un zarpazo a nuestra soberanía".

Los adolfos de golpe

Mientras en Londres el general De Gaulle lanzaba un mensaje radial por la BBC pidiendo al pueblo francés que resista al invasor, en Uruguay una oportuna investigación llevada a cabo por el Parlamento, a instancias del diputado socialista José Cardozo, parece haber sido suficiente para poner coto a los siniestros planes nazis. Una decena de implicados fueron arrestados, y se incautaron más de 2.000 documentos. Según El País, los conspiradores tenían unos planes que no dejaban muy bien parados al Ejército y las instituciones locales: "El putch (golpe de Estado) para Uruguay iba a ser, según la organización, de ejecución sumamente rápida. Se preveía que la ocupación de todo el territorio y sus zonas de importancia, no llevaría más de un par de horas, y se descontaba que ninguna fuerza haría resistencia".

Entre los detenidos, los principales acusados eran Julio Hotzer ("Comandante de las tropas de asalto"), Otto Kleing ("Encargado de la toma de las zonas industriales"), Rudolf Patz ("Jefe de la quinta columna"), los señores Konas y R. Meissner ("instructores de las tropas de asalto") y el "Jefe Supremo", un tal Asmuel Fushman (en realidad se llamaba Arnulf Fuhrmann).

Los medios por los que esta gente esperaba conquistar Uruguay no quedan nada claros. Al capturarlos se requisaron seis ametralladoras livianas, que no alcanzaban ni siquiera para armar a los conjurados principales. Con total sinceridad, El País aclara que "se ha hablado exageradamente de numerosas armas halladas en allanamientos". Al parecer, el plan confiaba demasiado en que "ninguna fuerza haría resistencia", o los implicados tenían una confianza exagerada en sus dotes militares.

Incluso las tareas de inteligencia realizadas por el grupo no parecen haber estado muy bien realizadas. Según el diario El Plata, "un detalle honroso: en uno de los documentos sorprendidos, se recomienda ocuparse de obtener la cooperación de la prensa, pero se agrega que con El País, El Plata y El Día no hay nada que hacer, pues son… judíos".

Hoy Salto, mañana el mundo

En todo caso, la sombra del complot nazi surgía en un ambiente de paranoia y convulsión internacional como nunca antes se había visto, y el uso masivo de espías y propagandistas de "quinta columna" era una táctica mundial, no sólo limitada a las zonas de conflicto. El mismo día en que El País cuenta el desbaratamiento del siniestro complot, informa que otra quinta columna alemana está encargada de tensar las relaciones entre Argentina y Chile fomentando roces diplomáticos por la situación, nunca bien resuelta hasta la década de los 70, de las islas del canal de Beagle.

En el centro de todo el asunto se encuentra un curioso sujeto llamado Arnulf Fuhrmann, el "Jefe Supremo", cuya historia recoge el historiador Raúl Jacob en su libro Brevísima historia del Partido Ruralista.

Según la investigación de Jacob, Fuhrmann fue un alemán que a fines de la Primera Guerra Mundial se instaló en Salto, dedicándose a la agricultura y la fotografía. En febrero de 1937 fue contratado por el diario salteño La Campaña, órgano de prensa del Partido Ruralista, como administrador, y en marzo fue designado director. Según ese diario, era "una persona con grandes vinculaciones con el comercio. Según otro diario, Ahora, se trataba de un "veterano periodista alemán".

Fuhrmann se mostró sumamente enérgico en la administración del diario, llevando el número de páginas de ocho a diez, consiguiendo más avisos y creando nuevas secciones. Al mismo tiempo comenzó una amplia actividad social, oficialmente como representante del diario, pero en realidad con una agenda un poco más amplia. En marzo de 1937 la colonia alemana en Salto funda el Centro Cultural Germano-Uruguayo, del que Fuhrmann fue elegido presidente. En mayo participó de la conmemoración del primer aniversario de la proclamación del Imperio Italiano por parte de Mussolini.

No es que en la época fuera ilegal o estuviera mal visto ser simpatizante nazi (o fascista italiano). Los residentes alemanes estaban autorizados por el Ministerio del Interior a celebrar el cumpleaños de Hitler (el 20 de abril) y a izar la bandera alemana ese día. Los italianos podían hacer lo mismo en varias fechas, incluyendo el 23 de marzo, aniversario de la fundación del fascismo. Pero el activismo político de Fuhrmann resultaba incómodo (a pesar de que, dice Jacob, al parecer no era el único miembro del Partido Ruralista con simpatías pro nazis), y en julio de 1937 se le anunció que dejaba de ser redactor responsable de La Campaña. En julio dejó su cargo de administrador, alejándose, según informó el diario, "con motivo de dedicar sus energías a otras actividades".

Fuhrmann estaba casado con la viuda de Federico Jungblut, que era propietaria de una casa de fotografía en Salto, Foto Clave, que vendía productos Agfa (alemanes, obvio). Una vez desvinculado de La Campaña, Fuhrmann se dedicó en exclusivo a la fotografía, y al activismo nazi. En 1939 se lo señala como miembro de un grupo de simpatizantes nacionalsocialistas que militaban en Salto y Concordia. Fuhrmann distribuye panfletos de propaganda nazi y antisemita, y Salto se vuelve un punto de entrada de material propagandístico.

Mientras tanto Hitler avanza por Europa, y el pánico recorre el mundo. Como Belgica y Francia, Uruguay sería un estupendo trampolín para invadir Argentina y Brasil. La prensa comienza una campaña de advertencia sobre el peligro alemán, y en Salto el diario Tribuna Salteña titula que "Es necesario arrojar del territorio uruguayo a los agentes del nazismo", y que "Salto es escenario de una intensa actividad nazi". En Montevideo, los diarios se llenan de advertencias sobre el complot nazi, cada vez más alarmistas y dramáticas. Cuando el diputado Cardozo logra que se ponga en marcha una investigación policial sobre el tema, El País se muestra escéptico sobre los posibles resultados, porque "El instituto policial cuenta en sus secciones con numerosos partidarios acérrimos del nazismo".

El primero de junio de 1940 se allana Foto Clave, y la casa particular de Fuhrmann. A los pocos días el alemán es detenido y enviado a Montevideo. El hecho tiene diferentes ecos según dónde se publique la noticia. Para Tribuna Salteña, que se resistía a tomarlo en serio, Fuhrmann es "el más charlatan de los agitadores nazis locales", y "un megáfono ambulante de propaganda de las ideas del nazismo". Para El País, en cambio, es ni más ni menos que "el jefe supremo del vasto movimiento nazi que se realizaría en el territorio sudamericano".

Jefe o megáfono, Fuhrmann fue liberado a las dos semanas de su captura, y regresó a Salto, "campo propicio de sus tremendas aventuras imaginativas, encanto de desocupados y deleite de ociosos", según Tribuna Salteña. Fuentes británicas citadas por Jacob indican que la Suprema Corte liberó a Fuhrmann y a los otros detenidos por un pedido extraoficial del presidente Baldomir, fundamentado en razones de Estado. Jacob sospecha que se trató de un intento por no alterar las relaciones de Uruguay con la Alemania nazi.

Los archivos Fuhrmann

Entretanto la comisión investigadora parlamentaria terminó su investigación sobre el supuesto plan nazi de conquista, y su presidente, el Dr. Tomás Brena, se encargó de presentar sus conclusiones en el Parlamento, el 24 de junio de 1941(un día después del paseo de Hitler por París). Entre los papeles de Fuhrmann se encontró un plan para apoderarse de Uruguay que, según el Jefe del Estado Mayor del Ejército, el coronel Sicco, era "lógico".

El plan de Fuhrmann, según fue transcripto en El País el 20 de junio de 1940, estipulaba que "toda la llamada acción militar estará terminada dentro de 15 días. La distribución de las tropas de ocupación será la siguiente: dos regimientos con artillería y caballería en Montevideo, dos compañías en Colonia así como en Fray Bentos, Paysandú etc. Un batallón en Salto, lo mismo en Bella Unión, dos compañías en Artigas, dos en Rivera y un batallón en Yaguarón". Si al momento de su detención los conjurados apenas tenían seis ametralladoras, cabe suponer que hasta que consiguieran armas para toda esa tropa, el peligro de invasión no era, en caso de ser real, inminente.

El plan de Fuhrmann, a continuación, se pone más siniestro: "De entre los dos o tres millones del país, habría que eliminar enseguida a todos los judios o caudillos políticos (francmasones)". Cumplida esta formalidad, "entonces, de inmediato, encauzar la organización del país como colonia alemana de campesinos".

En agosto Fuhrmann fue detenido en Concordia y llevado a Buenos Aires para que diera explicaciones sobre otro plan de conquista, esta vez de la Patagonia. Tribuna Salteña decidió matizar su opinión irrespetuosa sobre el acusado, aclarando que para algunos era "un agitador político de agallas", y para otros "un angelito, un megalómano inofensivo y pintoresco, conquistador de guayanas imaginarias".

En Argentina no se encontraron motivos para detenerlo. Se lo juzgó incapaz de apropiarse de la Patagonia a mano limpia, y se lo devolvió a Uruguay, donde en setiembre marchó preso de nuevo.

Fuhrmann fue defendido por el abogado Carlos Frick Davie, que argumentó que el plan por el que se lo acusaba no era en serio, sino un divertimento de momento de ocio. En realidad, el plan siniestro estaba escrito a lapiz en la parte de atrás de dos formularios. Frick pidió la excarcelación del acusado. Pero en Europa la aviación alemana bombardeaba las ciudades inglesas. El fiscal del caso, el doctor Mautone, negó el pedido. La Cancillería alemana trató de presionar en el caso. Su embajador fue llamado a Berlín en señal de protesta. Pero Fuhrmann y los demás conspiradores siguieron presos. Finalmente, el 4 de febrero de 1944, se dictó sentencia (el proceso se había iniciado el 20 de setiembre de 1940). De todos los complotadores, Fuhrmann fue el que recibió el castigo mayor, 13 años de prisión.

En noviembre de 1946 (exactamente un año después de iniciados en Alemania los juicios de Nuremberg contra los jerarcas nazis sobrevivientes), con motivo de la visita anual de cárceles, Fuhrmann y otros dos condenados por la conjura nazi fueron liberados, y desaparecieron de la historia.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar