Pablo camacho es inventor. Inventó el VRM (Video Robótica Multimedia), un canal robot que permite monitorear imágenes de televisión en una mampara de taxi, por ejemplo.
Inventó ganchos para dar vuelta la carne, una llave inteligente para aflojar caños, un sistema para enfardar lana y hasta una rueda sin ejes. Como si fuera poco, Camacho está en vías de inventar un remedio para el cáncer, y dice que ya encontró la cura para la soriasis, la dermititis o para el emporio de granos que ocupan los rostros de los púberes, el acné.
Los primeros ejemplos se deben a su talento de Giro Sintornillos ("viste cómo es, te acostás a dormir y te levantás lleno de ideas"), lo que lo hace miembro de la Asociación de Inventores del Uruguay. Los segundos se deben a su habilidad empresarial para saber comercializar la sabiduría de su esposa, Ghislaine Martinotti.
Resulta que al abuelo de Ghislaine le decían "El Alemán" Otti, aunque cuando se cambió de nombre al radicarse como ciudadano uruguayo pasó a ser Martín Martinotti. Otti, o Martinotti, era el curandero oficial de Tacuarembó y viajaban desde todo el país para verlo. Su nieta aprendió todos los trucos del abuelo y comenzó a familiarizarse con las plantas desde que era una niña.
Ghislaine empezó a curar. Primero a familiares, después a amigos. Finalmente ya era consultada por todo el pueblo. Manejaba plantas y yuyos con un dominio... natural. Pero cuando terminó el liceo se inscribió en la Facultad de Economía. Allí conoció a Pablo a los 19 años y se pusieron de novios. Se convirtieron en una empresa.
Camacho cuenta que el nombre de las cremas le hace honor a su abuelo Nicolás. Él llegó desde España a la frontera uruguayo-brasileña y consiguió una vacante como aguatero en una hacienda. Un día, una cascabel le pasó por la falda y fue a meterse en el agujero de un árbol. El abuelo Camacho desenfundó un revólver y le voló la cabeza a la serpiente. Los brasileños, supersticiosos, pensaron que quedaría maldito: lo atacarían decenas de cascabeles vengativas.
Sin embargo, la creencia popular asegura que volarle la cabeza a la primera serpiente que se cruce en el camino, inmuniza de cualquier venganza. Así Camacho fue bautizado "El Chamán". Y "El Chamán" empezó a aprender formas de curar enfermedades.
Camacho cuenta que su abuelo nunca pudo curarle el asma. Casualidad o puro karma, quien logró curarlo fue su pareja en los primeros seis meses de noviazgo.
Ambos se dieron cuenta que tenían un destino común: seguir el camino trazado por sus abuelos a través de las plantas medicinales y la curación de necesitados.
Ghislaine se recibió como analista contable, y él abandonó la economía. Así, con los conocimientos de ella y el espíritu comercial de él, crearon los 20 tipos de cremas sanadoras "Chamán", derivadas de plantas, extractos y aceites.
El mercado aquí es inexistente. Pero ellos ni siquiera piensan en crear un público interno -"Está deprimido, es insignificante, no es rentable", dice él-, sino colocar sus productos en el exterior. De hecho, su tarjeta personal dice: "Pablo S. Camacho. Vicepresidente. Chamán, de Uruguay para el Mundo", tiene sus números de teléfono, su página web https://chaman.alpymes.net y los dibujos de tarritos de pomadas a un lado de su nombre, y pomos al estilo de las pastas de dientes al otro lado.
"¡Yo soy energía!"
Camacho aclara que no se considera chamán, que no pertenece a esa "religión". "En el contenido de las pomadas hay un contenido chamanístico, de todos modos", apunta su mujer, la "presidenta" de Chamán.
El hombre, en tanto, busca por todos modos justificar el nombre de la pomada, más allá del tributo al abuelo que mató un cascabel con un revólver. "Una de las técnicas nuestras se basa en el concepto de que la tierra nos da todo para curarnos. Esto es más chamánico que homeopático. Las energías que ellos invocan son las que nos manejan a todos… ¡Yo soy energía!"
Ghislaine Martinotti dice que las cremas permiten una mejor calidad de vida, sobre todo en enfermedades incurables. Ella clara que es una naturista que aprendió técnicas para mejorar la piel y no sólo con infusiones. "Ella sabe cómo mezclar los extractos, en qué proporción. Marca la diferencia", dice el marido, orgulloso.
La empresa integra la Cámara de Fitomedicamentos. "Allí están todos asombrados con los resultados", agrega.
Otro ejemplo de la habilidad de Martinotti, según su mejor promotor: "al mezclar las partes en distintas proporciones y al haber sido extraídos desde dentro en la forma en que ella lo extrae, logra una potencia diferente. ¿Viste que todos están con el aloe o con la anatoína de caracol? Ella saca anatoína del maíz y nadie se preocupó por eso. Están todos con el caracol. Al pobre bicho lo cuidarán, supongo… espero que no lo exterminen".
Martinotti, de 42 años, usa plantas que están en territorio nacional: marcela, malva, caléndula, guaza tunga ("no guaza tumba, como dicen los homeópatas"), raíz del caraguatá, calaguala o la ignorada palán palán.
"Palán palán hay en el norte y algunos amigos, de onda, nos la mandan por encomienda. También se encuentra en el este o acá en Montevideo, como la malva".
En febrero terminaron de producir para consumo interno, pero piensan prepararse para la demanda internacional. "Queremos que si nos piden diez containers por semana, podamos enviarles", dijo Camacho. Asegura que en un año puede envasar 5.000 frascos, pero para el envasado contratará un laboratorio.
Ya cerraron sus laboratorios en la Unión y en Colón. Ahora llegará la hora de tercerizar los laboratorios. El destilado, por ejemplo, estará a cargo de la Facultad de Química, si es que la demanda así lo exige.
Sus pomadas y cremas curativas no son consideradas medicamentos, aunque sus dueños se jactan de que el laboratorio Hanneman, donde las producen, cuenta con el aval de calidad del LATU, equivalen a las normas ISO pero qué el prefiere llamarlo como se usa en la jerga: el permiso de GMP, Good Management Process. Es, explicó, un proceso que garantiza que se trata de un laboratorio antiséptico y antibacterial. Pero a los productos Chamán nadie los testeó, reconoció.
Camacho cuenta una anécdota personal: el año pasado se clavó una espátula metálica en un ojo y estuvo a punto de perder la vista. Le dieron una pomada que no le hizo más que arder y le ordenaron internarse para una intervención quirúrgica. Tras 36 horas sin contar con la visión de un ojo, ya desahuciado, decidió probar con la crema cicatrizante de elaboración propia. El alivio fue tal que se quedó dormido y llegó tarde a la internación. Cuando el oculista lo vio, canceló la operación. "¿Qué se puso?", le preguntó el médico esa vez.
Le repito la misma pregunta un año después. Consulta a la experta de la casa: "Fue la 17, ¿no Ghislaine?" Ella dice que sí, la 17. La pareja distingue las pomadas por números. La 18, por ejemplo, es una crema para problemas respiratorios que cura el asma. La uno es anticelulítica, la seis es antisoriásica y la nueve es para combatir la dermatitis seborreica.
También está la pomada "afrodita", la 20, que es ideal para mujeres en edad de menopausia y sin apetito sexual porque favorece la microcirculación y promueve la lubricación de los genitales. El modo de aplicación de un folleto explica: "aplicar una delgada capa o película sobre el pene, antes de la cópula".
¿Cura el cáncer?
Camacho habla de una mujer con cáncer de mama, cuyo nombre no puede decir, que fue curada por una crema cuya mezcla no puede revelar.
Y tímidamente dijo que cree tener un producto que puede curar el cáncer, y está a estudio del laboratorio farmacéutico Pfizer, aunque él prefirió que no se publicara su nombre. "Hay celos entre los laboratorios... Esto puede ser revolucionario", argumentó. Quien supuestamente le acercó las cremas para su estudio fue el oncólogo Jorge Gallo, quien, en realidad, vive en Italia.
Con el paso de los días, Camacho fue relativizando la posible cura del cáncer con sus pomadas naturales. "Gallo me dijo que Pfizer tiene como 100 medicamentos en espera, que lo nuestro es difícil de estudiar planta por planta para dar con los principios activos. Me dijo que para qué me voy a preocupar en curar el cáncer, con lo bien que me va curando escaras y soriasis".
En Pfizer Uruguay no saben nada de las cremas Chamán, ni conocen al oncólogo Gallo. "Acá no hay laboratorio de análisis, entonces no es posible. Trabajamos con productos de última biotecnología que cuestan más de 4.000 dólares por mes. Me suena a verso", opinó el experto en oncología de la farmacéutica, Gustavo Carrasco.
El propio Gallo, quien se encarga de desarrollar productos oncológicos desde su estado preclínico hasta su registro como medicamento, aclaró todo desde Milán. "Yo soy amigo de Pablo (Camacho), él idealiza muchas cosas... y hasta dice que yo le salvé la vida en el 2001".
"Ni se me ocurriría presentárselas a Pfizer para su estudio porque estas cremas son de uso homeopático y en las haciendas farmacéuticas modernas, sobre todo tratándose de cáncer, se basan en modelos bioquímicos y tridimensionales. A través de estudios de computación se ve cómo se pueden inhibir determinadas proteínas que regulan el metabolismo de forma anormal en la célula tumoral. Ir con una crema que tiene muchos compuestos, todos mezclados, es tiempo perdido, ninguna empresa farmacéutica está interesada", dijo.
"Pablo me pidió por favor (que se lo lleve a Pfizer, donde trabajo), y yo le insistí con que por el tipo de desarrollo que tienen los fármacos antitumorales, me resulta imposible plantearlo. Él tiene buenas intenciones... Pero nunca fue testeado, por lo que no se puede decir que curan el cáncer".
-¿ A usted qué le parecen los productos Chamán?
-Honestamente, no los conozco. En mi familia los han usado. Una prima de mi hermana está postrada y tenía escaras, y le han hecho una mejoría. Pero es anecdótico, habría que buscar 30 pacientes con la crema, ver su evolución y compararlos con otro tratamiento. Habría que estudiar estas pomadas para ver realmente qué bondades tienen. De ahí a decir que tienen bondades hay un largo camino".
Parece que sí son buenas para las escaras, entonces.
Según Camacho, las curan, como así también elefantiasis, rosácea y erisipela (irrupciones en la piel). "¡Los médicos están como locos con nuestras cremas!", exclamó.
Camacho también da fe que sus pomadas pueden curar tres tipos de lepra. "Por lo menos en teoría -aclaró, esta vez con cautela- hay que esperar a hacerle una prueba. Pero si espero como espero a Pfizer o a Gallo me pierdo de curar gente".
"Sólo los estudios llevan 12 años, más cinco para que sea aprobada en Uruguay como medicamento. Y una mujer con metástasis de mama, por ejemplo, se puede perder la oportunidad de curarse porque no podemos vendérsela como remedio".
"Conozco gente que se curó de soriasis, después de padecerla 46 años, y son directores de hospitales, por lo que tenía acceso a buenos médicos. Con nuestra crema, enseguida se curó", dijo.
Camacho consultó a ese médico y director de un hospital, para ver si podía ofrecer su testimonio. Después se excusó porque el hombre no quería ni siquiera revelar su gracia.
Mientras el proceso burocrático de certificar las cremas comienza, la pareja piensa salir a romper el mercado funcionando como "terapia", como un producto natural sin contraindicaciones.
Algunas de sus pomadas pueden encontrarse en las herboristerías La Botica del Señor y Madre Tierra, a un valor de 150 pesos, dice él.
Pero en Madre Tierra no saben nada de las cremas Chamán. Y en Botica del Señor las venden, pero no les inspiran mucha confianza que digamos.
Nancy, la vendedora de Madre Tierra en el local de 18 de Julio 2086, dijo: "¿Chamán? No, no tenemos nada con ese nombre. Y nunca nadie nos vino a pedir esa marca". Graciela Franco, quien atiende en el local de Colonia y Gaboto, coincidió. "No las tenemos en ninguno de nuestros locales, ni las conocemos".
Sin embargo, Gabriel Roverano y su compañera de apellido Benítez (no quiso revelar su nombre) en la sucursal de Botica del Señor de Tristán Narvaja 1532, sí tenían productos Chamán a la vista.
Dijeron que hace dos meses que las tienen y han vendido unos 20 frascos: las que tienen más salida son la número dos y la tres (regeneradoras de piel), la 10 (para dolores óseos), la 12 para la circulación y la cuatro para la alopecia. Todas son de 15 gramos, menos la afrodisíaca que tiene cinco.
El domingo 8 Camacho promocionó sus productos en una radio AM y al otro día se les llenó el local pidiendo cremas Chamán, contaron. Y advirtieron que todavía es muy pronto para conocer los resultados. Nadie volvió a comentar cómo les fue.
Ninguno de los vendedores se animó a dar referencias de los productos.
"Nosotros sólo las vendemos, no podemos recomendarla o decir que es buenísima, porque no lo sabemos. Sí podemos dar fe de los productos propios", dijo Roverano. Ambos conocen a Camacho. Dijeron que su simpatía era avasallante y es un excelente orador, muy entrador.
-¿Los producos les parecen confiables?
Ninguno contestó. Sólo esbozaron una sonrisa.