La cuestión. ¿Cuál es el grado de certeza científica que se tiene sobre el aumento de la temperatura de la Tierra?
La respuesta / La sociedad vulnerable
Claude Allegre (1937) es geoquímico, divulgador científico y político francés, campos que suele combinar en sus textos que suelen ser desmitificadores de un terreno como la ciencia donde se improvisa mucho desde el sector político y de los medios. En La sociedad vulnerable (Paidós, distribuye Planeta, 590 pesos), subtitulado "Doce retos de la política científica", da su punto de vista, siempre controversial, sobre algunos de esos temas que, asegura, no son discutidos con propiedad. Siempre insiste, por ejemplo, en que las causas del calentamiento global son desconocidas y acusa a sus colegas científicos de tener fines no siempre loables.
Con el verano canicular de 2003 y los consiguientes 15 mil muertos entre personas de edad avanzada, los franceses se han convencido de que el clima está alterado, sobre todo porque algunos de mis colegas no han dejado de "explotar" el fenómeno para afirmar que esta tragedia confirmaba claramente lo que ellos venían repitiendo desde hacía veinte años, que el clima de la Tierra se calienta.
(..) Con ayuda de potentes ordenadores, los teóricos del clima, en la década de 1970, previeron aumentos de temperatura significativos en la superficie del globo. Por entonces se habló de un aumento de cinco grados de media para el año 2000.
Ya hemos llegado al año 2000, incluso lo hemos dejado atrás, y afortunadamente estas predicciones han resultado ser falsas. La temperatura del globo ha aumentado un máximo de 0,1 grados, es decir 50 veces menos de lo previsto.
No hacía falta nada más para sembrar la duda entre algunas mentes sobre la credibilidad de estos cálculos. Es mi caso, y lo digo sin tapujos.
Entonces, algunos climatólogos difundieron una estadística donde se mostraba que desde principios del siglo XX la temperatura había aumentado 0,1 grados. ¡0,1 grados! Esta vez la afirmación es francamente ridícula. Y no se necesita ser especialista para comprenderlo.
En efecto, cuando se sabe que en un lugar la temperatura varía más de cinco grados entre el día y la noche, y a veces durante el día, la idea de determinar hoy una temperatura media del globo con una precisión de centésimas de grados (si se quiere demostrar un aumento del orden de una décima de grado se necesita, como mínimo, una precisión de décimas de grado) resulta muy presuntuosa de entrada. Pero pretender, además, que somos capaces de reconstruir la temperatura media del año 1898, cuando sólo existían tres o cuatro observatorios en el mundo susceptibles de medirla, ¡es tomarnos por imbéciles! Y todos los estadísticos y matemáticos elaborados (iba a decir, como buen francés, sofisticados) no pueden hacer nada. ¡Las matemáticas, por precisas que sean, no fabrican información a partir de la nada!
Pero, ¿por qué todo esto? ¿Por qué se pretende a toda costa que la temperatura del globo aumenta?
Pues bien, porque desde que los medios de comunicación pusieron de manifiesto esta situación, los investigadores que investigaban estos temas se beneficiaron de recursos extraordinarios para trabajar, ¡y algunos de ellos recibieron recompensas científicas impresionantes! Sin embargo, ninguno fue capaz de proponer una teoría coherente y confiable sobre la evolución del clima, y en mi opinión, un buen número de esas recompensas se distribuyeron de forma prematura... No basta con trabajar con el clima para ser un buen científico. ¡Lo cual tampoco significa que todos los científicos que estudian el tema sean mediocres! Pero algunos sí lo son, incluso en el aspecto ético. Porque, durante el verano de 2003, anunciar por televisión que probablemente se producirá una nueva canícula al año siguiente, cuando se sabe que ningún medio científico permite saberlo, equivale a organizar una desbandada de turistas, a la vez que contribuye a desacreditar las declaraciones de los científicos sobre los efectos perjudiciales del aumento del contenido de gas carbónico en la atmósfera.
Nos encontramos en un ámbito en que la ciencia es incierta, y orientarse en él no resulta fácil.
Pero qué importa. Ante la doble presión de los ecologistas políticos, preocupados ante todo por acusar al ser humano, y de algunos especialistas del clima deseosos de ver reinstaurados los medios financieros excepcionales de que gozaban para trabajar, todos nos vimos obligados a militar a favor del protocolo de Kioto.
Entretanto, los activistas más lúcidos habían tomado conciencia de que el famoso aumento de temperatura era más modesto de lo previsto y, prudentes, cambiaron los titulares de sus programas de trabajo. El Globe Warning (advertencia del Globo) por Global Change (cambio global). Sabia precaución, porque el clima cambia. u
Actitud miedosa
La traducción literal del título original del libro es "Cuando se sabe todo no prevé nada...y cuando no se sabe nada se prevé todo".