Fabián Muro
Uruguay tiene, según análisis optimistas, 10 veces menos investigadores científicos por habitante que los países desarrollados. Se destina para ciencia y tecnología una parte menor del Producto Bruto Interno que Argentina, Chile y Brasil. De las aproximadamente 800 solicitudes de patentes que se registran anualmente en el país, alrededor de 40 son nacionales.
Un número nada despreciable de científicos uruguayos se encuentran diseminados por el mundo, trabajando para empresas, universidades y gobiernos que pagan mucho mejor que lo que se puede percibir acá. Un astrónomo o un biólogo con una formación académica al más alto nivel, por ejemplo, puede ganar 25.000 pesos por mes. Luego de años de trabajo de investigación y docencia, se puede llegar a ganar 40.000 pesos por mes, como máximo.
El país carece, por diversas razones, del empuje de dos sectores que en otros países son esenciales para el desarrollo científico: el industrial y el militar. Además, de acuerdo a lo que éstos sectores expresan a través de los medios de comunicación, están más preocupados, por ejemplo, por la ley de negociación colectiva y por la idea de trasladar los restos de José Artigas que por imaginar nuevas soluciones y estrategias en este campo.
Al mismo tiempo, el país enfrenta desafíos como un posible cambio de matriz energética, para no depender del petróleo como ahora. O pensar en cómo mitigar los posibles efectos del calentamiento global. Esas tareas requerirán del esfuerzo de una masa crítica de materia gris que parece ausente.
Pensar en el futuro tampoco alienta. De acuerdo a datos proporcionados por la coordinadora académica de la Comisión Sectorial de Investigación Científica, Judith Sutz, 17% de los 17.000 estudiantes que ingresan anualmente a la Universidad de la República opta por seguir una carrera en el área de las Ciencias Básicas y Tecnologías, que se enseñan en las facultades de Ciencias, Arquitectura, Ingeniería y Química.
"Apenas tres de cada 10 jóvenes de entre 18 y 24 años estudia a nivel terciario en Uruguay mientras que siete u ocho de cada 10 lo hace en los países desarrollados; nuestra `densidad` de investigadores es del orden de diez veces menor que en dichos países", afirma Sutz.
Como la iniciativa privada nacional en el desarrollo y la investigación científica es prácticamente nula, es el Estado quien se encarga de llevar adelante esa tarea. Casi de manera previsible, la predominancia de lo público en la inversión -y en la gestión de esos fondos- generó toda una serie de estructuras burocráticas que debilitan las estrategias que pueden idearse desde la cima del poder. Hay direcciones, fondos e institutos que compiten por los recursos que son menguados: en total, la inversión en ciencia y tecnología en Uruguay se lleva al 0,3% del PBI.
En Chile, por ejemplo, se invierte el 0,7% del PBI, y en Brasil 1%. Si la comparación se hace con países como Japón o Estados Unidos, las diferencias son aún mayores. Esos países destinan cerca del 3% de su PBI a estos rubros. En números totales, Uruguay invertiría menos de 100 millones de dólares al año en su desarrollo científico y tecnológico. "No tengo cifras exactas, pero creo no equivocarme demasiado si ubico la inversión en ciencia y tecnología entre 80 y 90 millones de dólares el año pasado", comenta Sutz.
Edgardo Rubianes, vicepresidente de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (Anii), explica que uno de los cometidos de la agencia -creada por esta administración- es aglutinar ese archipiélago institucional para encaminar los esfuerzos de la inversión pública de una manera más racional.
Orígenes. La poco alentadora situación de la investigación científica en el país tiene razones históricas. Nunca antes se tuvo un plan estratégico en ciencia, tecnología e innovación, por ejemplo. Y en donde más de dos tercios de la inversión en eso es con dineros públicos, tener una estrategia que se traduzca en una política de Estado parecería indispensable.
La Anii empezó su trabajo por el principio: el diagnóstico. "Nos encontramos con una comunidad científica reducida: uno por mil de la población económicamente activa. Eso es muy bajo en comparación hasta con países chicos como Finlandia. Aún así, es una comunidad activa. El investigador uruguayo produce por encima del promedio regional", explicó Rubianes.
Gonzalo Tancredi, astrónomo reconocido a nivel internacional por su trabajo en Ciencias Planetarias (junto a Julio Fernández, aportó el conocimiento para que Plutón dejase de ser considerado un planeta) coincide con esa valoración del desempeño profesional del científico uruguayo.
Y eso incluso contando con un equipamiento que es, en el mejor de los casos, aceptable para un amateur de alto nivel en un país como Estados Unidos. "El diámetro del espejo del mejor telescopio que tenemos en el observatorio Los Molinos tiene 46 centímetros. Un telescopio de primera categoría tiene un diámetro de espejo que supera los 10 metros", grafica Tancredi.
Rodeado de tantos libros que se hace difícil encontrar un espacio para charlar con comodidad, Tancredi dice que los investigadores como él son los únicos funcionarios públicos evaluados cada cinco años. O tres. "Si no llegás a cierto nivel de productividad, fuiste. En las décadas que puede durar tu carrera hay una única advertencia. Si luego de esa advertencia, volvés a fallar en alcanzar el nivel de productividad requerido, chau. En inglés tienen una expresión para eso, publish or perish: `publicá o la quedás`".
Esa presión produce efectos negativos. Una persona que se suma a la charla entre Tancredi y Qué Pasa en el corredor del Instituto de Física de la Facultad de Ciencias y que no quiere dar su nombre, dice que el caso de Gonzalo Perera -el matemático que debió dejar la vicepresidencia de Antel en un confuso incidente policial- no causó más que una encogida de hombros entre los que cotidianamente lidian con esa presión. "Para alguien que no está por dentro del sistema científico puede haberle sorprendido. A nosotros, no", comenta esa fuente.
Por otro lado, la exigencia también da lugar a resultados. Tancredi los obtuvo y hoy es una referencia en Ciencias Planetarias. Antes de recibir a Qué Pasa fue consultado por el diario argentino La Nación. Unos días antes había regresado de España, de una conferencia sobre los riesgos de colisión con la Tierra que representan asteroides y otros cuerpos que surcan el espacio.
REPUNTE. Pero no es sólo la presión la que produce resultados. La acumulación de conocimiento por el paso del tiempo, más la inversión en recursos humanos y materiales, es aún más importante. También en este caso, el de las fortalezas del sistema científico nacional, hay que ir hacia atrás para hallar las causas.
Fernando Lema es director del Área de Cooperación Internacional de la Administración Nacional de Educación Pública. Biólogo con una larga trayectoria en Francia, Lema explica que el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba), instituido en 1986, fue una piedra fundacional de los aspectos positivos del desarrollo científico nacional. El programa empezó con 15 docentes y hoy tiene más de 500.
"Eso fue una inversión muy fuerte, creado con fondos de Naciones Unidas. El país carecía de títulos de posgrados en ciencias básicas. Fue un salto muy importante para el país, tal vez el más grande y significativo", afirma el biólogo y agrega que el programa, además, ayudó a vincular a los científicos en el país con los que desarrollaban su trayectoria en otros lugares.
Otros puntos que de acuerdo a Lema dinamizaron el paisaje científico internacional fue la creación de la Facultad de Ciencias, pocos años después del inicio del Pedeciba y la inauguración, hace tres años, del edificio que está al lado: el Institut Pasteur, una apuesta en la que él, como biólogo con más de 20 años de trabajo y contactos en Francia, tuvo que ver. La inauguración del Pasteur fue precedida por la Amsud, una red de circulación de profesionales que fomentó el intercambio entre investigadores latinoamericanos.
Como biólogo, Lema representa a una disciplina que es una de las más destacadas de la tradición científica uruguaya. Rubianes, colega de Lema, dice que la biología es una de las fortalezas del país.
En el Insituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, el presidente del Consejo Directivo Federico Dajas, dice que hoy ve el presente y el futuro con mucho más optimismo. Dajas señala que si bien es cierto que Uruguay invierte un 0.3% de su PBI en ciencia, como ese PBI creció, hay más dinero para la investigación aunque se trate del mismo porcentaje. "Se nombraron 40 cargos nuevos de grados jóvenes, eso no había ocurrido en los 50 años de vida del instituto. Se actualizaron equipos de laboratorio, se quintuplicó el sueldo de los escalafones más bajos, hay convenios nuevos con instituciones de otros países, hay becas. Estamos mucho mejor".
Parte de esa mejora tiene que ver con la voluntad política expresada en la creación y en la acción de la Anii. Una voluntad política que significa, entre otras cosas, que se destinan 400.000 dólares por mes a incentivar a los investigadores uruguayos.
El programa se llama Sistema Nacional de Investigadores y convocó a investigadores de las seis áreas definidas por la agencia: ciencias exactas y naturales; médicas y de la salud; agrícolas; sociales; humanidades e ingeniería y tecnologías. De las más de 2.000 solicitudes, quedaron seleccionadas algo más de mil personas en tres niveles, que reciben un incentivo mensual que va de los 300 a 600 dólares, más allá de lo que puedan percibir de otras fuentes de financiación.
Eso permite tener un registro más o menos completo de las capacidades y las debilidades de la investigación científica uruguaya y poder orientar los esfuerzos de acuerdo a las necesidades o prioridades nacionales. "Si el gobierno nos encomienda que le informemos de cuántos científicos disponemos para encarar tal o cual tema, estamos en condiciones de cumplir con eso. De hecho, ya se nos pidió que le entregáramos la información disponible para empezar a pensar en cómo encarar el tema del cambio climático", explica Rubianes.
El programa, además, estuvo abierto para los uruguayos que trabajaran fuera del país pero quieran formar parte del proyecto, para el cual fueron elegidas 80 personas.
DESARROLLO EMPRESARIAL. La Anii, en su misión de crear una nueva institucionalidad, capta fondos que antes estaban en otras dependencias estatales y también ejecuta préstamos internacionales y recibe donaciones. En los últimos años, la agencia recibió un préstamo del Banco Mundial, una donación de la Unión Europa y las partidas presupuestales que se le asignan a distintas partes de la administración pública.
En total la suma de dinero que la Anii ejecutará en el período que va desde 2008 a 2012 implicará una inversión de 120 millones de dólares en el desarrollo y el estímulo de la ciencia, la tecnología y la innovación empresarial.
Este punto es uno de los que más preocupan a los encargados de orientar la inversión. De acuerdo al diagnóstico llevado a cabo por la Anii, no hay en las empresas uruguayas una cultura que fomente o apunte a pensar la gestión empresarial de una manera novedosa: "Sólo el 28% de las empresas industriales realizó alguna actividad de innovación en 2004-2006... Estas debilidades contribuyen naturalmente a frenar el desarrollo económico del país. Según el índice de competitividad global elaborado por el Foro Económico Mundial, Uruguay se ubica actualmente en el lugar 75", dice el estudio. Chile está en el puesto 28 en una lista de 113 naciones.
Para remediar esta carencia es que el Estado intentará que la clase empresarial nacional sea algo menos timorata y apueste a métodos que quiebren la tradición, aunque para ello deba subsidiarlas con proyectos de co-financiación que, en palabras del vicepresidente de Anii, puede llegar a implicar subsidios de hasta 400.000 dólares.
No todas las actividades empresariales son tan cautelosas. De acuerdo a ese diagnóstico, los rubros más innovadores están en la informática y sus actividades conexas. Último en esa escala está vestimenta y accesorios.
"Las empresas uruguayas no son receptoras de personal científico. La mayoría de ellas le ponen etiquetas a productos que traen de otras partes", dice Fernando Lema. La escasa disposición a desarrollar y crear productos y métodos innovadores no siempre responde a una falta de voluntad: "Los intereses surgen cuando hay un mercado que los absorbe. ¿Cuántas empresas nacionales crean tecnología acá? Muy pocas, y están concentradas en el ámbito farmacéutico y agropecuario, como Santa Elena, que desarrolló vacunas. Y en la industria del software". Parte del problema, según Lema, está en la mentalidad. En un mundo globalizado, el mercado es el mundo. Si se piensa así, son muy pocos los sectores que pueden aspirar a vender a nivel global.
El desafío es incorporar innovación para salir a "jugar en la cancha grande", de acuerdo a Lema. Para eso se necesita, dice, una organización del sistema científico-tecnológico, buenos incentivos para el desarrollo empresarial e incorporar a los expertos uruguayos que trabajan en otros países. "No necesariamente para que vuelvan, porque eso no es tan fácil. Pero sí pueden asesorar, venir a dar cursos, hay muchas maneras".
Otro hecho a tener en cuenta en lo que hace a la aplicación de métodos y enfoques científicos en el mundo empresarial, explica Lema, es el "escalado de procesos". "Supongamos que un laboratorio uruguayo inventa y patenta una vacuna. Una vez que se tiene eso hay que fabricarlas en masa. Y eso no resulta tan fácil como suena. Eso tiene mucho que ver con la robotización, algo que necesitamos desarrollar, porque recién estamos empezando en eso".
Judith Sutz cree que el país tiene buenas posibilidades de producir el conocimiento requerido para el desarrollo futuro, pero agrega que no debe olvidarse que no hay que razonar ni actuar de manera excluyente: "Los problemas graves, serios, estratégicos, no suelen ser sólo científico-tecnológicos. Cuando son mirados sólo desde esa óptica se obtienen en general malos resultados. Siempre hay que tener mucho cuidado para preservar la `biodiversidad del conocimiento` e insistir en apoyar y cultivar todas las áreas"
Para cultivar esa biodiversidad del saber se necesitará inversión y orientación pública, claro. Pero también una actitud más audaz por parte del sector empresarial privado, que hasta ahora parece más preocupado por los aportes patronales que por liderar e innovar.
Aportes nacionales a la ciencia
Los inventos o los métodos nuevos que se aplican en distintos campos científicos ideados por uruguayos son para muchos motivo de orgullo, aunque a nivel popular no sean tan conocidos como el S.U.N. o el nombre de Henry Engler, más famoso por su derrotero político que por sus aportes científicos. La coordinadora académica de la Comisión Sectorial de Investigación Científica, Judith Sutz, menciona el invento de "Roberto Caldeyro Barcia, médico que inventó la especialidad de la perinatología, cuyas `Unidades Montevideo` para medir contracciones uterinas como forma de vigilar el sufrimiento fetal se usan en todo el mundo". El biólogo Fernando Lema, con una larga carrera en el Insitut Pasteur de Francia, pasee la patente internacional del método que acorta el período de detección de la enfermedad sexualmente transmisible clamidia de 3 días a 30 minutos.
En qué estamos bien y en qué no
Luego del estudio llevado a cabo por la Agencia de Investigación e Innovación (Anii), se identificaron las ventajas y desventajas con las que cuenta la reducida pero activa comunidad científica uruguaya. "Estamos empezando a conocernos científicamente, a identificar nuestras capacidades y nuestros puntos débiles", de acuerdo al vicepresidente de la Anii, Edgardo Rubianes. Lo que arrojó el estudio es que Uruguay se desempeña mejor en biología, en algunas áreas de las ciencias relacionadas con la producción agrícola y también ciertas partes de la ingeniería, como la informática. Las debilidades, en la intepretación de Rubianes, están en las ciencias de la vida, en todo lo que tiene que ver con la salud clínica. "Ahí tenemos que apostar a ser mejores, tenemos pocos investigadores. Y es clave tener más", afirma Rubianes.