Paula Barquet
Un sacerdote de izquierda, vinculado al MPP, preso y torturado en Paraguay durante la dictadura, y de tensa relación con el arzobispado de Montevideo, fue designado presidente honorario del Patronato Nacional de Encarcelados y Liberados. En marzo, el ministro Eduardo Bonomi lo señaló con el dedo: "Te preciso para el Patronato", a lo que él respondió en tono de broma: "Si me lo pedís así...".
-¿Sigue celebrando misa?
-Sí. Me dieron todos los permisos otra vez y este domingo vuelvo a ejercerlos. Me los habían quitado hace seis años por ocupar un cargo político en el INDA, y el Derecho Canónico lo impide.
-¿La presidencia del Patronato no se considera un cargo político?
-Es de confianza, pero como no hay remuneración... Además influye que estoy metido en algo que, realmente... o alguien se mete, o la cosa no va a avanzar. Como decía alguien en la comisión (del Patronato): en esto hay que embarrarse.
-¿Bonomi le pidió algo en especial?
-No. Él sabe que yo comulgo con sus criterios. A la cárcel hay que darle la importancia que corresponde. Porque son enfermos, y a los enfermos no se los puede dejar librados a su enfermedad. Hay que poner todos los medios posibles para una terapia de rehabilitación.
-¿Tiene contacto frecuente con él?
-Sí. Y tenemos una gran simpatía. Ya habíamos trabajado juntos en INDA, cuando él era ministro de Trabajo.
-¿Qué herramientas tiene el Patronato para atender el tema carcelario?
-No hace un mes que hemos tomado el Patronato. Estamos aterrizando y olfateando. Si yo defino qué es lo que hay, es un Patronato en una estructura de 1934, cuando lo carcelario tenía una característica, y en cierta manera el Patronato quedó en atender sólo a los egresados de las cárceles. Lo carcelario ha cambiado por determinados atractivos que la sociedad de consumo produce, que es la droga, y lo peor es cuando consume pasta base. Todo eso hace que cambie la carátula del encarcelado. Al tomar el Patronato, si vamos a continuar con el egresado de la cárcel, yo digo "este es el producto que me da la fábrica". ¿Qué tengo que corregir en la fábrica para que este sujeto cambie? Tenemos que meternos en las cárceles.
-¿Por qué hasta ahora se trabajaba sólo con ex presos si el nombre incluye también a "encarcelados"?
-Hay talleres en algunas cárceles, pero va el que quiere. Nosotros al considerar esto pensamos que el trabajo no puede quedar como algo voluntario. En la cárcel tiene que haber una norma de que el tiempo sea útil; que mientras la persona esté presa, se capacite para integrarse nuevamente como ciudadano. Lo primero es diagnosticar qué sujetos recibe la cárcel: cuál es su psiquismo, cuáles son sus aptitudes naturales, a qué aspiran, qué les gustaría hacer. No es cuestión de embuchar en un lugar sujetos que ni sabemos quiénes son. No puede ser que la inhumanidad cunda como rasgo esencial en las cárceles. Rocha fue el gran detonante. Esas tolderías que se arman son porque el ser humano quiere tener algo de intimidad. En eso estamos.
- ¿En qué, exactamente?
-Tratando de descubrir qué factores influyen en que la cárcel no sea un lugar de recuperación. Yo diría que la cárcel corre el peligro de adquirir un rol de envilecimiento, precisamente por no desarrollar un clima de intimidad ni de trabajo. El ocio es desintegrador de la persona.
-Además de haber estado preso, ¿tiene experiencia de haber trabajado con población carcelaria?
-Toda la nueva comisión del Patronato tiene experiencia en cárceles, trabajando mucho tiempo en derechos humanos, yendo al Comcar a ayudar a los presos a verbalizar su situación. Yo pertenecí a ese grupo. Íbamos a trabajar con dos víctimas que hay en las cárceles: presos y carceleros. Porque el carcelero está sometido permanentemente a insultos.
-Además de hacer obligatorio el trabajo, ¿qué otras medidas han pensado?
-Trabajo, gimnasia, deporte…
-Pero esas son las medidas que siempre se anuncian y no se concretan.
-El problema es que tiene que haber personal capacitado, y esa es una preocupación del ministro. Creo que hay 1.600 personas para capacitar.
(Interviene el director general del Patronato, Jaime Saavedra: En general hay consenso de que el custodio debe tener un perfil distinto al del policía, que está preparado para capturar. Tiene que tener un perfil de educador, si es que queremos apostar a la rehabilitación de los recluidos. Es un capítulo que empieza el 1° de enero, cuando se inaugure el presupuesto. Llevará todo un proceso).
-¿El problema es sólo el personal?
-La sociedad misma debe cambiar. Hace poco estaba en una radio y escuchaba intervenir a la gente: "que se mueran de hambre esos degenerados". Yo planteaba que la situación del preso es de víctima, se haya cometido el delito que sea. Cuando ese hombre se encuentra con su conciencia… Yo lo puedo decir: yo fui preso. Y sé lo que es estar encerrado en un lugar y darme cuenta de que aunque no soy libre, puedo serlo. El preso puede seguir forjando ilusiones de una forma de vida. Puede seguir creciendo y cultivar valores, con técnicos especializados. No es una utopía. Hay que intentar recuperar a ese ser que tiene como normal matar o robar.
-¿Cuál es su objetivo en este cargo?
-Lo principal, y por lo cual yo me analizo cada noche, es qué hice en razón de la dignidad de la persona. Y los presos deben recuperar su dignidad.