Joven a los 700

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Beatriz, Dante Alighieri y Jorge Aulicino por Ombú

Llega una nueva traducción del clásico de la literatura universal en un español rioplatense, muy uruguayo. Una versión pensada, además, para los más jóvenes.

PARA LA mayoría La Divina Comedia de Dante es sinónimo de aburrimiento. La leyeron en el liceo guiados por docentes que, en general, cometen un error didáctico al no destacar su vigencia, su actualidad, a pesar de que tiene 700 años. Otro habría sido el resultado de haber señalado, por ejemplo, que Mahoma aparece allí como un estafador, que ciertos diablos actúan como matones de sindicato peronista, y que en el Canto XXI del Infierno el jefe de la tropa recurre a las flatulencias para responder al saludo de sus compinches (con el cul fatto trombetta, en el original).

Jorge Aulicino, poeta, traductor, periodista, y ex directivo de la revista cultural Ñ del diario Clarín, decidió hace diez años que era hora de realizar una nueva traducción de La Divina Comedia (1308 a 1321) pero en un español más de acá, un lenguaje que a los uruguayos les resultará muy familiar. Esta nueva Divina Comedia, publicada en 2015 por la editorial Edhasa/Gussi en tres tomos (Infierno, Purgatorio y Paraíso), se hizo a partir del original en tosca, la lengua toscana. Aulicino estudió el contexto histórico, tomó en cuenta varias traducciones previas, las infinitas polémicas generadas y la enorme cantidad de trabajos académicos de interpretación escritos desde Boccaccio. Una vez recorrido ese camino escribió su versión, una fiel traducción al lenguaje rioplatense actual. El resultado es una Divina Comedia lúcida, potente, irreverente, que interpela todas las paradojas del ser humano como si fue escrita ayer.

UN VIAJE POR AMOR

—¿Pensaste en una Divina Comedia para los jóvenes de hoy?

—Siempre. Antes de esta edición primero se publicó sólo el Infierno, y lo hizo una editorial joven de poesía, Gog y Magog, integrada por gente joven. Cuando presentamos el libro había una gran cantidad de jóvenes. A muchos les interesaba saber qué pasa con Dante, y les llama la atención que alguien de su tiempo se haya dedicado a traducirlo. Lo veo con mis hijas, o con gente de veinte, treinta años. Te preguntan y se asombran. ¿Hay algo que se puede leer ahí? te dicen con total franqueza. Creen que es una cosa muerta, un texto muerto que no les va a aportar nada

—¿Cómo deben entrarle, entonces?

—Con la cabeza de quien va a leer un relato increíble. Es que por primera vez en la historia de la humanidad, un hombre de carne y hueso describe el infierno cristiano, que nunca había sido descrito. Y el purgatorio, que sólo era una noción y no un territorio como el que describe Dante. Pero lo más importante es que, con toda intención, quiso contar todo en la lengua familiar de su tiempo, la lengua que hablaban las doñas en la feria. Y usa creativamente esa lengua para generar imágenes visuales, y para tratar de forma irreverente —y muy natural— un tema divino. El lector de hoy sólo debe acostumbrar el oído a un relato en verso, eso es todo. Y tener algún interés en ese viaje de ultratumba.

—La idea de viaje es atractiva.

La Divina Comedia es un viaje, y un viaje inspirado en el amor. Hay que recordar que Dante lo emprende por la promesa que le hace a Virgilio, protagonista de la obra, de que verá a Beatriz, la mujer que amó y que ha muerto. Como Dante escribía para sus contemporáneos comunes, no para sabios, su relato es muy vivaz. Hace constantes comparaciones del más allá con paisajes terrenales, introduciendo personajes que todo el mundo conocía y que aún hoy podemos reconocer con claridad: juerguistas, perezosos, mentirosos, ladrones, estafadores de carne y hueso... A su vez muchos de los personajes que aparecen son como vecinos, gente común, algunos unos auténticos pícaros, y comparten castigos con grandes personajes de la historia.

—De todas formas cuando escuchan que está escrita en verso, salen corriendo...

—Si a esos jóvenes les interesa la poesía seguro que no. Además ahí se aprende un procedimiento donde lo más abstracto y complicado de expresar está relatado en términos concretos, de forma muy vívida, gráfica, y con forma de relato. Nunca aburre. A mí lo que me impresionó siempre es el realismo que el tipo usa, que es terriblemente contrastante con lo que está contando. Porque te lleva a imaginar cosas espantosas, pues hay tipos que están hirviendo en aceite, o quemados por una lluvia de fuego, que la están pasando muy mal. Y sin embargo él se para y se pone a hablar con ellos. Están quemándose pero le responden, le hablan. Es una especie de hiperrealismo, una híper-ficción, porque es algo extremo. Es casi inconcebible, pero es también muy vívido, muy visual, te lo imaginás todo.

—Bueno, cuando en Occidente se quiere hablar de una realidad espantosa, intolerable, se la califica de "dantesca".

—Claro, pero lo dantesco es lo tremebundo, que a su vez está mezclado con lo cotidiano, con lo terrenal. Fijate que en el Infierno no hay canto donde lo narrado no esté comparado con algo terrenal. Y siempre produce asombro, por ejemplo con los diablos moviendo a los condenados dentro de aceite hirviente como hacen los cocineros con su gancho en una posada. Son comparaciones que te llevan a decir, ¿qué es esto? Entonces hay que tomarlo como algo muy terrible o muy gracioso. Todo ese Canto, el XXI, donde describe a los diablos-diablos —no a los personajes diabólicos sino a los diablos tradicionales, los que tienen alas de murciélagos, cuernos— los compara en el trabajo que hacen, moviéndose alrededor de esta laguna de aceite hirviendo, con el trabajo en un astillero, el de Venecia. Entonces dice: así como en el astillero veneciano prenden fuego y hacen hervir la brea para calafatear el barco, así hacen los diablos con el aceite. Entonces cuenta la actividad que hay en el astillero, el tipo que arregla la vela, el que martilla, y lo compara con el trabajo de los diablos. Lo hace todo el tiempo. Te convence que estás en la Italia terrenal, y no en el infierno.

ATRACCIÓN POR LO VULGAR

—¿Qué pasajes te impactaron?

—Muchos del Infierno. Yo empecé a traducir La Divina Comedia hace muchos años, con Cantos salteados del Infierno. Allí están los que más me impactaban, como ese donde está el famoso cartel que dice Lasciate ogne speranza, "Dejen toda esperanza", dirigido a los que van a entrar. Después el de los diablos del Canto XXI, es una especie de conventillo, porque los diablos son muy simpáticos. Virgilio habla con ellos, negocia para que le digan cómo seguir el camino, es muy simpática esa escena. Los diablos son como pequeños matones, matones de sindicatos de acá. Después está la discusión entre dos condenados, uno que había falsificado moneda con otro que estuvo en la Guerra de Troya. Es espectacular, discuten como en el patio de un conventillo. Dante está fascinado con la escena, porque a él le atrae lo vulgar. Y Virgilio se enoja, le dice que no hay que mirar esas cosas bajas, a dos tipos diciéndose semejantes vulgaridades. Dante entonces se avergüenza mucho de que Virgilio lo rete. Después Virgilio afloja y le dice bueno, no es para tanto.

—Hasta las reacciones son humanas, mortales, terrenales.

—Es lo que lleva a que el mundo antiguo se parezca tanto al de hoy, y eso es asombroso. Con Florencia, por ejemplo, la república burguesa que se daba sus propias autoridades elegidas voto a voto. Y toda la corrupción, la politiquería, las guerras, los enfrentamientos, es todo muy actual. Es la política de hoy y de todos los tiempos. A ello le dedica el octavo círculo, donde están los que él llama los fraudulentos. Allí hay diez divisiones, porque tiene distintos tipos de fraude. El más simple es la estafa, los que falsifican documentos, por ejemplo. Y lo peor es para los tipos que falsifican ideológicamente. El que está entre estos estafadores es Mahoma.

—¿Mahoma?

—En el Canto XXVIII lo pone como un estafador, como alguien que hizo una estafa religiosa, que siembra la discordia inútilmente. No lo pone como un hereje, y eso es interesante. Lo pone como un camorrero, como un provocador, que fue a una guerra sin sentido, innecesaria. Pero tampoco lo pone muy antipático, incluso Mahoma le manda consejos a otro personaje de la época, un monje católico llamado Dolcino, que había levantado en armas a toda una región de Italia. Mahoma dice: "Di a fray Dolcino que se arme" porque se la van a dar. Que se esconda en un lugar donde poder resistir, porque lo van a liquidar. Efectivamente lo liquidaron a Dolcino, se escapó a la montaña pero lo agarraron y terminó en la hoguera. Y luego hay momentos donde te reís.

—¿Por ejemplo?

—Cuando Virgilio negocia con los diablos por qué camino seguir. El jefe de los diablos le dice que tiene que mandar a diez de los suyos para ese mismo lado, que lo pueden acompañar y guiar en el camino. Dante se pega un susto terrible, dice que cómo los van a acompañar los diablos. Virgilio le dice que se tranquilice, porque los diablos saben que ellos tienen protección de arriba, de Dios. Entonces, cuando los diablos se despiden del jefe, hacen una seña con la boca, se muerden la lengua como en un gesto de picardía —es muy de los italianos— y el jefe les contesta tirándose un sonoro pedo (última línea del Canto XXI). Al canto siguiente Dante reflexiona que nunca había visto a una tropa moverse luego de que el jefe hiciera semejante cosa. Son momentos divertidos, graciosos. Creo que ahí, en el Infierno, está encapsulado Boccaccio y el Decamerón. Son historias que hablan del Humanismo, del pre Renacimiento, de lo que es la picaresca. Por eso Virgilio, que fue un poeta épico, clásico, lo mira torcido a su compañero de viaje, con gesto de disgusto.

—¿Qué personajes de la época actual tendrían un lugar en el Infierno?

—Los más parecidos en La Divina Comedia a los personajes actuales son los corruptos, que Dante llama genéricamente "fraudulentos". Los hay corruptos, engañadores, mentirosos y malos consejeros. La Iglesia, a su vez, es la institución que está siempre en la picota. La Iglesia que Dante describe en los tres libros es una institución donde se da la más feroz lucha por el poder, que no es menos rica en episodios que la que hoy se da en la política, y no menos llena de la tentación del robo y el enriquecimiento personal. Si en lugar de la Iglesia ponemos a cualquier partido político de hoy, nos parecerá estar leyendo un relato actual.

—¿Qué figura política de hoy pondrías en el Infierno?

—Si actúo con la mente de Dante, tendría que poner a más de la mitad de los políticos actuales, a muchos sacerdotes, militares, traidores de toda índole. Pinochet, por ejemplo, debería estar al lado de Satanás, en el noveno círculo, el de los traidores a sus patrias y a sus causas, donde Dante pone a Judas y a Bruto, el asesino de Julio César. Lo curioso es que Dante siente piedad por el castigo que sufren todos. Tan piadoso que hasta Virgilio reacciona y le recuerda que son seres despreciables que no merecen piedad alguna. Pero no siempre Dante es piadoso; con el traidor de la batalla de Monteaperto se pone violento y lo zamarrea de los pelos.

COMO TRADUCIR

—No es la primera traducción de La Divina Comedia hecha por un argentino. Está la de Mitre a fines del siglo XIX. La leyenda dice que la tradujo durante la Guerra del Paraguay en tiendas de campaña, a la luz de la vela, en los tiempos libres que le dejaba el comando de las fuerzas aliadas contra los paraguayos.

—No hay datos ciertos de dónde la escribió. Creo que fue después de la guerra, un momento muy tranquilo para él en política. Asumir esa tarea fue parte del proceso cultural que se estaba dando en la Argentina. Pero Mitre dice —lo aclara en el prólogo— que Dante escribió en un lenguaje muy rudo, y que hay que darle categoría, la elevación que merece la obra. Con lo cual está declarando que él la va a mejorar... Al principio dice que la va a traducir en el castellano del Siglo de Oro, que era más próximo al toscano de Dante. Después no lo hizo, pero tiene muchos arcaísmos, es muy grandilocuente. Bueno, Mitre era un político.

—¿Por qué optaste por la versión en toscano de La Divina Comedia?

—Porque es la versión. Ese es el original. Lo que sucede es que el toscano termina siendo el italiano actual, fue el dialecto que predominó en toda Italia. Para Dante es una opción política no escribirla en latín, que era el lenguaje de Roma, el de la Iglesia, el oficial. Rompe con todo eso. En el tratado La vulgar elocuencia, Dante explica por qué quiere que su obra sea de todos, que la pueda entender cualquiera que no sepa latín. Lo cual, de todos modos, implicaba a un número limitado de gente, porque eran pocos los que sabían leer.

—De todas formas aquel toscano poco tiene que ver con el italiano actual. ¿Qué desafíos te planteó como traductor?

—Por ejemplo en la mitad del primer Canto, cuando Dante encuentra a Virgilio y dice que le pareció que estaba fioco de tanto silencio. Fioco, en el italiano actual, es débil, decaído. Pero también es agotado de cansancio. Si uno se pone a razonar ese verso, ¿por qué Virgilio estaba fioco de tanto silencio, de estar callado? ¿Está débil? Ahí hay todo un debate. Yo lo traduje como cansado. Hacía tanto tiempo que Virgilio no hablaba, porque era un espíritu, que estaba cansado de esa situación. Y así con montones de cosas.

—¿Dirías que esta traducción tuya es rioplatense?

—Por lo menos de nuestra zona. Me parece que a los uruguayos les puede resultar más familiar, igual a los chilenos. Por ahí no tanto para los mexicanos, pues su poesía es muy española, tienen cierta cosa medio españolizante. Pero en el Mercosur puede tener éxito.

—Pero aún así dejaste arcaísmos, palabras que hoy resultan anticuadas. ¿Tus editores no protestaban?

—A veces me las tachaban, a veces no. Debí usarlas porque en La Divina Comedia el decir oblicuo es frecuente, y porque los arcaísmos me servían para mantener el recuerdo de que estamos ante un texto antiguo. Esas palabras, a veces, están fuera de uso corriente tanto para uruguayos como para argentinos. Pero Dante las usa. Tiene muchos niveles de lengua. Por momentos usa un toscano para que lo entiendan las comadres. Otras se pone rebuscado. En el Paraíso, cuando tiene que hablar de Beatrice, él le quiere dar cierta elevación al lenguaje, y utiliza términos más sublimatorios. De hecho el Paraíso fue mucho más difícil de traducir que los otros libros. Es muy doctrinario. A través de los personajes Dante hace grandes exposiciones de filosofía escolástica, discute con Aristóteles, cuenta la vida de los santos, sobre todo de Santo Domingo y San Francisco. Hay una terminología y una complejidad que, si no nos metemos en las ideas de la época, no es sencillo. Yo cuando empecé con el Paraíso dije "hasta aquí llegué, no lo voy a traducir". El Paraíso no lo va a leer nadie, me decía. Te cuesta un laburo terrible entender. De hecho hay cosas que traduje así como venían, literalmente. Es muy enredado el Paraíso. En realidad lo más interesante para el lector común es el Infierno.

—Y sí, siempre alguien lo está mandando a uno al infierno, ¿no?

—¡Yo creo que sí...! (risas). Dante además se lo imagina bien concreto.

—Lo populariza.

—Y le da cuerpo. Te muestra cómo es. Vas bajando a través de unos pozos, como en un túnel. Es toda una geografía subterránea que es muy real, muy corpórea. Además Dante en todo momento se pone en la posición de alguien que te cuenta algo que realmente le ocurrió. En ningún momento insinúa que es un sueño, o una revelación. Es muy realista al contar algo sobrenatural. Y que tenés que tomar metafóricamente, porque es una metáfora de lo que es un viaje por la vida, como una especie de viaje de iniciación. Al mismo tiempo es una obra teológica, porque da forma a una idea que está en la tradición cristiana. Nadie había imaginado el purgatorio y el infierno con tanto detalle. El viaje del Infierno es hacia abajo, y sale en las antípodas. Lo cual es muy interesante porque, al salir del otro lado del mundo, ya existía —para él al menos— la idea de que el mundo es redondo. Cuando sale del otro lado sube al Purgatorio.

LENGUAJE PERIODÍSTICO

—¿Cómo influyó el Aulicino periodista en el lenguaje utilizado?

—Yo escribí en "mi" castellano, que es uno solo, el mismo para el periodismo que para la literatura. Por supuesto el periodismo en su pieza básica, la crónica, no admite palabras elevadas ni complejidades sintácticas, mucho menos notas al pie. Por eso ahorré todas las notas que pude y aposté a que el lector resolviera en general cuestiones informativas por su cuenta, y las interpretativas aún más. Pero imaginemos una época en que literatura y periodismo fueran una misma cosa. Esa época existió. Fue la época heroica de la Humanidad, la de La Ilíada y La Odisea, que son historia y literatura, crónica y mito. Un escenario similar imaginé para La Divina Comedia. Dante no comienza su relato diciendo "soñé que me perdía en una selva oscura...". No. Dice "me encontré por una selva oscura...". Y a continuación sigue el relato, cuenta que logra salir de la selva, que ve una colina sobre la que brilla el sol, y por ahí le sale al encuentro una pantera, luego un león, y una loba. Y aquí aparece la cuestión de las notas al pie.

—Esta versión no tiene muchas. Para todo lo que trabajaste, debe haber sido difícil para ti no andar explicando a cada rato con notas al pie.

—Ah, es que son tantas y tan densas las notas que se acumularon... En este caso, en el encuentro con las fieras, pude haberlo señalado pues es un encuentro alegórico. Allí parece emerger la intención de Dante de que parte de la narración sea considerada real, y parte simbólica. Ahora, ¿le importa al lector saber que la loba puede ser la Iglesia? ¿Y a partir de allí explicar por qué hay más de un Papa en el Infierno? En realidad las notas importan para entender las ideas de Dante, pero no para seguir el hilo del relato.

—Voltaire dijo, hace 250 años, que La Divina Comedia tiene su inmortalidad asegurada, porque todo el mundo la admira pero nadie la lee.

—Es una boutade que supone que si algunos la leyeran tal vez podrían cuestionarla y La Divina Comedia perdería su eternidad, boutade afirmada en el prejuicio de que es una obra ilegible, claro. Bien, no puedo estar de acuerdo. Creo que al planteo le falta la otra pata: nadie la lee en realidad porque piensan que es aburrida e incomprensible; por lo tanto le sellan el pasaporte de admirable y la dejan pasar de largo. La Divina Comedia, en mi opinión, solo admite ser leída previo acostumbramiento del oído no solo a un léxico y una sintaxis que no son actuales, sino al hecho, muy inusual entre nosotros, de escuchar un relato en verso. A tal punto la prosa impuso la idea de que es la única forma posible para el relato.

—¿Le dirías a un potencial lector de tu Divina Comedia que, como el Ulises de Joyce, los convertirá en mejores personas?

—Les diría que lean la historia de un hombre cultísimo extraviado en el mundo común y silvestre que le tocó vivir, y por quien uno logra desarrollar una enorme empatía durante el relato. Un libro que, en su erudición, termina siendo una enciclopedia de todo lo conocido e imaginado en la época de Dante, pero en tiempo real. Y que sin ese libro no se comprende toda la literatura posterior, ni la pintura del Renacimiento, ni todo lo que representan los ángeles y diablos en nuestras cabezas, que no es otra cosa que la oposición entre el bien y el mal.

Beatriz, Dante Alighieri y Jorge Aulicino por Ombú
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La Divina Comedia, edición 1555
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La Divina Comedia, edición Edhasa, traducida por Jorge Aulicino
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Jorge Aulicino. Foto Mariela Cirer Lesta
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La Divina Comedia más uruguayaLászló Erdélyi

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