La saga de un artista que creció a dos orillas, y que enriqueció la tertulia parisina de caricaturistas atacada por los yihadistas en enero pasado. Con nuevas revelaciones sobre su educación en Uruguay.
AL PARECER no hay razón, al margen del dolor y la condena, para que Montevideo se pueda colgar el cartel de "Je suis Charlie" que se viralizó por el mundo hace meses. Sin embargo sí la hay, y se llama Copi.
El atentado perpetrado el pasado miércoles 7 enero por los yihadistas contra la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo fue la peor manera de volver la atención sobre la escena del cómic que surgió de los escombros del Mayo Francés (y la peor manera, también, de devolverle rentabilidad al semanario). Era casi mediodía y los atacantes se retiraron dejando 12 muertos y 11 heridos. El mundo entonces se enteró de las caricaturas del profeta que "mancillaron" su honor, y también de la rica historia de ese cónclave de dibujantes y guionistas que se reunían los miércoles en una redacción del centro de París, grupo que provocó el ingreso del cómic en una fase compleja y sofisticada de los años 60 que atrajo a intelectuales y vanguardistas como Umberto Eco y Alejandro Jodorowsky.
Aquel momento, que coincidió con la aparición del comic underground en Estados Unidos (la estética freak de un Robert Crumb), es también el de la diáspora de artistas y dibujantes latinoamericanos que se instalaron en París. Allí Copi, cuyo verdadero nombre era Raúl Natalio Roque Damonte Botana, nieto de Natalio Botana —el Citizen Kane nacido en Sarandí del Yí y fundador del diario bonaerense Crítica— ocultó ese nombre interminable en el fugaz y expeditivo "Copi" . Así, entonces, se dio a conocer en París como dibujante, humorista, narrador, dramaturgo, actor, performer, amante voraz y divo del ambiente gay. Fue una figura central de la contracultura francesa entre 1964 y 1987, cuando murió afectado por el H.I.V.: siempre problematizando su origen argentino (o el problema de ser argentino por fuera de Perón) y sin dejar atrás su educación sentimental en el Uruguay. Dato que se perdió como una anécdota en su biografía, lo cual es sorprendente porque su primera novela publicada se llamó El uruguayo y venía prologada por estas palabras del autor: "Al Uruguay, país donde pasé los años capitales de mi vida, el humilde homenaje de este libro escrito en francés pero pensado en uruguayo".
BACANAL ICONOGRÁFICA.
Copi, que se llamó a sí mismo "El uruguayo", porque así aparecía como personaje de sus historias adelantando décadas el fenómeno de la auto-ficción, se recorta entonces entre el pelotón de artistas y dibujantes rioplatenses (de Le Parc a Breccia) que pusieron su impronta en la cultura francesa de los 60 y 70 por haber participado nada menos que en Hara Kiri y Charlie Mensuel. Estas publicaciones dieron pie a Charlie Hebdo a partir de 1992, que mantuvo la identidad y el staff históricos.
Lo cual lleva la siguiente construcción, que respondería a parte de la incógnita original: Je suis (Copi, el uruguayo de) Charlie, se podría decir a modo de intervención, desde el sur, al estilo Joaquín Torres García, sumando una versión más al cartel que se volvió una proclama global.
La participación de Copi en Hara Kiri y Charlie Mensuel, dos revistas que a ojos de hoy resultan una bacanal iconográfica de humor satírico y pop art, incluyó desde la publicación de textos en el formato del viejo folletín (anticipando futuras novelas suyas como La Guerra de las mariconas) a tiras legendarias como "La mujer sentada" que, muchas veces, llegaron a la tapa de Charlie. Eran tiempos en que la revista tenía tirajes masivos.
Deudor de la estética suelta y despojada de los humoristas porteños Landrú y Oski, Copi también se dejó influir por los franceses de su generación, Cabú y Wolinski, dos de los dibujantes del staff que fueron asesinados por los yihadistas. A partir de los acontecimientos de enero, un texto de Copi publicado en el segundo volumen de las Obras Completas (Anagrama, 2012) se vuelve revelador. En el cuento de nombre estrambótico "¿Como? ¡Zis! ¡Zas! ¡Amor!", que había sido publicado en 1979 en Hara Kiri, Copi describía esa tertulia de humor satírico.
Así, por ejemplo, se refiere a la forma de trabajo de sus colegas franceses y, como siempre, de él mismo: "Había acostumbrado a los dibujantes, a fuerza de enviarles corteses cartas de protesta, a que dejaran cada vez más espacio libre para los textos. Cada uno se amoldaba a su manera (…) Los dibujantes de inspiración semítica, como Wolinski y Copi, decidieron acostar o sentar a sus personajes (…) Cabú y Willem, hijos de la última Guerra europea recargaban cada vez más sus bocadillos".
Treinta y seis años más tarde esa tertulia sería destruida. El profeta "mancillado" por el dibujo esperpéntico de Wolinski y Cabú fue vengado con una lluvia de balas.
PERÓN, Y A CRUZAR EL RÍO.
Copi, que se hizo llamar así desde que su abuela Salvadora Medina Onrubia lo re-bautizó "Copito", por lo blanco, llegó a Montevideo por primera vez a los cinco años, en 1945. Entonces era uno de los más chicos de la familia del patriarca del diario Crítica, Natalio Botana, muerto en 1941, y que dejó a su descendencia enfrentada al patriarca mayor: Juan Domingo Perón. El diario le había resultado funcional a Perón en su ascenso político desde el ejército hacia las urnas y coincidía con la necesidad de Crítica de acaparar a las nuevas masas. Pero, para octubre de 1945 esa alianza estaba rota y, con Crítica clausurado, los Botana tuvieron que cruzar a Montevideo.
Así recuerda la escena el mismo Copi en su libro de conversaciones con José Tcherkaski, citado por María Moreno en el ensayo preliminar a las Obras Completas: "Tenía cinco años y tengo una conciencia viva del 17 de octubre, absolutamente viva. Allanaron mi casa; mi madre me dio un papel así de grande para que se lo diera al portero para que no lo agarraran a mi padre; mi hermano acababa de nacer; había diecisiete mujeres en la casa, yo caminé por un balconcito, lo llamé al portero y le tiré el papel. El portero recibió el papel, después fue a esperarlo a mi padre a la esquina a que llegara en un auto. Nos fuimos al Uruguay".
Moreno, en el mismo texto, habla de una genealogía del exilio argentino. "El Uruguay fue para Copi más que otro país, el fuera del país. Es que desde siempre el Río de la Plata es el lugar por donde ciertos argentinos han salido corridos por los gobiernos y hasta los gobiernos mismos: la ballenera debería formar parte de nuestro escudo nacional".
Copi vivió en Montevideo hasta 1955, cuando cumplió los 15, y luego de una escala Buenos Aires-París regresó brevemente al Uruguay hasta su viaje definitivo a París en 1962. Las habilidades como dibujante que había desarrollado en las "vacaciones eternas" de su familia en Carrasco le sirvieron para sostenerse vendiendo collages y dibujos en los cafés parisinos de Saint Germain y Montparnasse. En 1964 ya estaba publicando en el semanario Le Nouvel Observateur su tira "La Mujer Sentada" para una masa potencial de 300 mil lectores. El éxito de la tira lo volvió obligatorio para nuevos medios como Libération, Bizarre y, como se explicó, Hara Kiri.
SUCESO DEVASTADOR.
Hubo que esperar a 1973 con la publicación de L'Uruguayen (editorial Christian Bourgois) para que Copi volviera, a su maldita manera, sobre los pasos perdidos de su estadía montevideana. La novela está escrita como una especie de informe de un corresponsal enviado a tierras extrañas, cuyo "realismo es corroído por una parodia delirante" escribe Osvaldo Aguirre. De forma imprevista el texto cambia y pasa a relatar una catástrofe, donde Montevideo es cubierto de arena y, tras el retiro del mar, queda tapado de cadáveres. "Los giros inesperados y el brusco estallido de un suceso devastador e irreversible conforman uno de los procedimientos narrativos de Copi".
La novela se publicó en español en el volumen Las viejas travestís (Anagrama) con traducción de Alberto Cardín y Enrique Vila-Matas, y se volvió a publicar en 2012 como parte de sus Obras Completas. No es un dato menor que Copi haya elegido esta novela corta como punto de partida de su producción narrativa ignorada en Argentina y en Uruguay hasta bien entrados los años 90. La novelatuvo también su adaptación al teatro en manos de Roberto Plate, otro argentino de París, a quien Copi le había dedicado el original.
El uruguayo no aporta pistas sobre la vida de la familia Damonte-Botana en Montevideo porque lo de Copi es otra cosa: un surrealismo bufo, de monólogo enloquecido, donde el personaje central, que es él mismo, escribe a un interlocutor francés, a quien llama alternativamente "boludo" o "pelotudo", y le pide que, a su vez, vaya borrando o tachando lo que lee. Una especie de mensaje en una botella para ser hecho un bollo de papel y volver como boomerang al mar (al río, para ser más exactos). Cabe señalar que hay más rastros sobre la clave uruguaya de Copi en otro texto (ver recuadro).
Ha sido un acierto de Anagrama en su última edición de El uruguayo publicar a manera de prólogo el comentario original de Michel Cournot para Le Nouvel Observateur. Cournot había sido reconocido por una novela llamada Martinique (1949) y su único film Les Gauloises bleues estaba listo para explotar en Cannes 68, edición del festival que terminó siendo suspendido por el estallido del Mayo Francés.
El perfil de Cournot pone en contexto la recepción original de una novela que hablaba de esta parte del mundo pero desde lejos, y en otra lengua. Cournot dice que en París sobran los libros prescindibles y hasta toma la imagen de "soldados chilenos" para referir una supuesta quema de títulos inútiles al estilo de la novela Farenheit 451, de Ray Bradbury, sin olvidar que corre el 1973, año del derrocamiento de Allende. Luego trae al presente nada menos que a Juana de Arco como ejemplo de alguien que "escribía sin saber escribir". Tal es el caso de Copi. Dice Cournot: "Lo mismo pasa con Copi. No lo oculta e incluso es lo primero que anuncia en su libro: no tiene ni idea de lo que es escribir en francés, él es un uruguayo que ha olvidado el uruguayo desde que dejó Montevideo…".
En el análisis de Cournot la noción de "uruguayo" transita desde un supuesto idioma que no es otro que la escritura misma de Copi, al nombre mismo de la novela y aún a ese personaje "el uruguayo" que relata imágenes de una ciudad que parece desmontarse a sí misma. Como bien dice María Moreno "muchas veces insistí en que Copi era uruguayo para garantizar que era argentino. Como Cortázar es belga y Gardel francés". Álvaro Buela, citando a César Aira, escribió que todo en Copi es parte de un sistema más amplio, como sucede con todos los escritores. La diferencia es que mientras en la mayoría ese mecanismo es virtual, en Copi es real.
La impresión de Cournot es tan fuerte que recomienda comprar diez ejemplares de El uruguayo para tener "diez lecturas, diez vidas". Entonces Copi, el niño exiliado en unas "vacaciones eternas", pasa a formar parte de un cenáculo muy selecto de estetas del delirio: Lautréamont, Peret y Leonora Carrington.
Siguiendo entonces el texto original de Le Nouvel Observateur ahora se puede confirmar: Copi, El uruguayo de Charlie Hebdo.
Entrevista a Laura Vázquez
Europeo yorugua
F.G. (desde Buenos Aires)
SI PARA Copi los años uruguayos fueron la clave de su sensibilidad, el desafío es encontrar esas marcas en su producción. A diferencia de la visibilidad del “infierno argentino” liberado en obras como Eva Perón (1969), la influencia de la vida uruguaya es menos manifiesta. Para reconstruir al Copi de Montevideo se entrevistó a Laura Vázquez, doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, que prepara una ambiciosa investigación sobre el artista que será publicada en 2015 por el Fondo de Cultura Económica.
CULTURA Y GOCE.
-En algunas entrevistas Copi manifiesta haber sentido mayor nostalgia de su corta estancia en Uruguay que la que podía tener de Argentina. ¿Cómo aparece volcado ese sentimiento en sus obras?
-Es interesante la pregunta... Creo que algo de esa infancia lúdica y salvaje, niñez de aire libre y pies descalzos en la arena, se cuela en su desbordado teatro de acción. Ahora que lo pienso la playa misma es el des-borde o ese lugar que no termina de definirse como un sitio de agua o de tierra firme. La playa es el pasaje y el entretanto entre la vida adulta y el juego. El único lugar en donde la gente grande se permite la regresión a la infancia sin pensar que hace el ridículo. El teatro copiano es esencialmente eso, un juego prolongado en la arena a la hora de la siesta. La nostalgia de su período en Montevideo, sitio al que su familia huía cada vez que las circunstancias políticas en la Argentina así lo demandaban, está presente tanto en su novela biográfica Río de la Plata (inédita) como en su primera novela, El uruguayo. Uruguay fue para Copi el lugar del deslinde al que siempre se puede regresar porque, en verdad, nunca se ha partido.
-¿Cómo se puede reconstruir el ambiente en el que Copi pasó esas “eternas vacaciones” en Carrasco con su familia?
-En Carrasco habitaba -como ahora- gran parte de la clase alta uruguaya. Sus residencias monumentales combinan con el paisaje de arenas blancas, las calles arboladas, los pasajes y el estilo arquitectónico inspirado en los aristocráticos balnearios europeos. Los padres de Copi compraron una casa de dos pisos al lado del emblemático Hotel Carrasco. Este dato es fundamental porque da cuenta no sólo de la posición económica de los Damonte-Botana, sino también de una formación cosmopolita al mismo tiempo que familiarizada con la mezcla, los gustos importados y el internacionalismo cultural. En ese contexto de lujo, intelectualidad, y placer, el joven “Copito” pasaba sus días rodeado de niñeras y bibliotecas, aprendizaje y juego. Ese desdoblamiento entre cultura y goce, estudio, formación y divertimiento es clave en su itinerario biográfico. Diría que es su etapa de educación sentimental. Su obra está directamente ligada a esos años de ocio y trabajo intelectual en el que convivían los oficios y las artes... La cerámica de la China Botana (Georgina, su madre), la pintura de su tío Damonte Taborda, las proezas literarias del joven Copi que era premiado por su padre con dinero o una bicicleta por escribir sonetos.
-¿Qué parte del Copi artista se manifestó en su vida montevideana?
-Con seguridad, el dibujo. En una entrevista ofrecida a José Tcherkaski, Georgina Botana cuenta que las cenizas de Copi fueron arrojadas a la playa de Dieppe en Francia. Ya sabemos que hay varios mitos sobre su muerte, pero este relato parece el más certero. Dieppe es la playa más cercana a París. En ese maravilloso relato la China dice que en esa playa a Copi le gustaba ir a jugar y que sus cenizas se resistían al agua, como que no querían entrar, y hubo que insistir un par de veces para lograr despedirlo. Es una historia triste y enigmática que a mi entender describe muy bien en una imagen quién era Copi. Como si la playa, ese espacio no delimitado entre el agua y el territorio, ese no lugar de cuerpos sexualizados, regresión y juego, fuera el único posible. Mi fantasía me hace pensar que en la playa parisina, en su arena, Copi se fundió con el Atlántico... con las otras costas, quién sabe.
EL CREADOR COMO SÍNTESIS.
-¿Se pueden establecer caracterologías en la familia de Copi según la rama argentina o uruguaya?
-Copi tiene un linaje ex-céntrico, bisabuelas indias, abuela española, abuelo uruguayo. Esa herencia cosmopolita y orillera es una marca indeleble en su vida y en su obra. Dicho muy rápidamente, la rama uruguaya es la de la empresa, la de su abuelo Natalio Botana nacido en Durazno, emprendedor, pionero, conocedor del mundo de la política y de los negocios. En cambio, de su abuela hereda la locura, la imaginación y el travestismo, el gusto refinado, la estirpe del dandy o la condesa. Entre esas culturas, pasionales y sin fronteras, absolutamente contradictorias y hasta enfrentadas, nace Copi como síntesis... Un nieto artista rioplatense y parisino, un europeo yorugua o un parisino porteño. Da igual.
-Sabemos que Copi y su familia huyeron del peronismo. ¿Qué contexto político encontraron en Montevideo o al menos que constancias o registro dejó Copi de esa diferencia?
-Es interesante notar como Copi ve pasionalmente a Buenos Aires y a Montevideo como sitios enfrentados o prácticamente delimitados entre el amor y el odio. Uruguay es el remanso, la paz y el sosiego familiar. Los años de aprendizaje y felicidad. Buenos Aires es el destierro, la referencia a la tiranía, el exilio, la persecución y el maltrato. Por supuesto que esta reconstrucción en términos pasionales siempre es ideológica. Copi en rigor ama un Buenos Aires sin Perón y no le perdona a éste ni a su padre el haberlo privado de su elección por quedarse o por irse. Como un enfant terrible, entonces, no hace ninguna de las dos cosas... Es como si dijera: “no voy a ser exiliado porque me lo exijan.... me quedo en el medio del Río de la Plata y en París porque yo hago lo que quiero”. Y esa decisión, el entremedio, el pasaje... es la que marca su excepcionalidad.
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