La noche en que terminó de escribir La metamorfosis, Kafka le envió una carta a su prometida de entonces, Felice Bauer, expresándole lo que sentía por el relato que acababa de engendrar: espanto, básicamente.
El escritor checo se asombraba por haber sacado algo tan oscuro de su interior. Dos años después le diagnosticaron tuberculosis. Finalmente, el 3 de junio de 1924, murió en Viena luego de haberle encomendado a su amigo Max Brod que quemara casi toda su obra a excepción de unos pocos trabajos entre los que se contaba La metamorfosis. La desobediencia de Brod salvó una serie de textos de innegable influencia.
Ahora, cien años después de su primera edición, La metamorfosis sigue siendo una obra capital de la literatura universal. Mejor dicho: se convirtió en un clásico absoluto luego de que, en tiempos de Kafka, fuera prácticamente ignorada o bien apaleada por la crítica. Kafka murió convencido más por la fuerza de la propia escritura —del acto de escribir en soledad— que del posible impacto posterior de su obra culminada. Kafka escribía para postergar la locura más que nada. De ahí que algunas de sus grandes novelas (El proceso, por ejemplo) no estén terminadas y aún así tengan enorme valor literario.
Y una de las pruebas más evidentes de que Kafka tenía razón es su vigencia. Según Mario Firpo, gerente de ventas de Bookshop, la cadena vendió el último año más de un centenar de copias de La metamorfosis, una cifra que Firpo considera alta tratándose de un clásico. De las múltiples ediciones que circulan en el mercado, la más popular según los datos de Bookshop es la de Mestas Ediciones (2010). "Dentro de los clásicos son muchos los libros que se venden todo el año. Hay clásicos que se venden exclusivamente cuando empieza el liceo, como La Ilíada. Hay otros, como El Quijote o La metamorfosis, que se venden todo el año porque incluso los compra gente a la que le quedó pendiente para leer", dice Firpo.
La metamorfosis está en el programa de literatura de Secundaria en Uruguay y, según el escritor y profesor de literatura Pedro Peña, el libro presenta sus dificultades a los alumnos.
"Digamos que lo peor que se puede hacer con un texto como La metamorfosis es dejarlo solo. Hay que acompañarlo", dice Peña, autor de A veces tarda, casi nunca llega (Estuario, 2014) entre otras novelas policiales. "Cuando lográs contextualizar al autor, marcar algunos de sus rasgos biográficos y mostrarles lo crítico que fue con su propia obra, a la que quería destruir, los estudiantes empiezan a mostrar interés en esa peripecia existencial. Luego hay que presentar el texto y tratar de conecatarlo con algunos temas vanguardistas y algunas líneas anteriores y posteriores del arte. Cuando lo leen con toda esa conformación previa, suele interesarles".
Para Peña, el interés de esta novela es inseparable de su contexto aunque, apunta, no es el mejor texto de Kafka. "El interés está dado por el contexto en el que fue producido y por lo que generó después. Obviamente que tiene un valor per se, como texto literario, pero en todo caso no es el mejor texto de Kafka. La construcción de la muralla china es muy superior en su factura técnica, al igual que El proceso. O relatos como Un artista del hambre. Sin embargo es lo que rodea a La metamorfosis, lo que denuncia, lo que propone desde un punto de vista incluso sociológico, lo que le da una vigencia extraordinaria que otros de sus textos ya no tienen".
Una edición con acento local
Una edición uruguaya de "La metamorfosis" es la realizada por Ediciones de la Banda Oriental. Titulado "La metamorfosis y otros relatos", el volumen incluye, además de la historia de Gregorio Samsa convertido en escarabajo, el texto "Un artista del hambre". Pero lo más interesante, incluso para quienes ya hayan leído la novela, es el prólogo del literato uruguayo Héctor Galmés, quien también tradujo la novela.
La metamorfosis de Franz Kafka aún es un éxito editorial en Uruguay