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Crecer es pelearse con los vecinos

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Uno tenía derecho a desconfiar de otra película sobre la crisis existencial de Los estadounidenses que entran en la vida adulta. Es todo un subgénero de la comedia de Hollywood que tiene buenos ejemplos (Old School, Young Adult) y otros bastante feos (Soltero en casa). 

Quizás por eso se escapó Buenos vecinos, una comedia de aspecto tonto y que, sin embargo, es una comedia tirando a ingeniosa que esté circulando en HBO, permite enmendar la omisión.

La historia es supersencilla: una pareja treintañera (Rogen y Byrne) que se muda a los suburbios para criar a su bebé. Intentan acomodarse a la nueva situación (no les sale del todo bien) pero las cosas se ponen feas: al lado se muda una fraternidad universitaria de esas que viven en una fiesta continua. Al principio parecen congeniar pero las cosas escalan rápidamente a una guerra entre vecinos.

Lo más interesante de la película es ese choque generacional: los jóvenes adultos que intentan madurar sin perder lo "cool" y los jóvenes desarrapados que viven en una constante fiesta a los Porkys y que representan la juventud perdida, la envidiable locura del que no tiene nada para perder. La batalla generacional está centrada en Rogen, como ese treintañero que se escapa para fumar porro en el trabajo mientras intenta, como puede, ser padre, y Zac Efron cuyos abdominales son como una fantasía de juventud eterna. Un par de personajes secundarios aportan mucha gracia.

El final parecería feliz, pero quizás sea irónico. Es que muestra en qué nos convertimos y cómo tropezamos, en eso de ser adultos, por culpa de la sonrisa de un bebé.

BUENOS VECINOS [***]

Título original: Neighbours. Origen: Estados Unidos, 2015. Dirige: Nicholas Stoller. Escrita por: Andrew J. Cohen y Brendan O’Brien. Con: Seth Rogen, Zac Efron, Rose Byrne. Dónde: HBO, hoy a las 22.15.

Crítica 

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