El milagro de ser un murguista

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La Catalina es la primera (y hasta ahora la única) murga que actuó en el Auditorio. Foto: archivo El País

Es el lanzamiento de la Red de Escenarios Populares de Montevideo en el Museo del Carnaval y ahí está Agarrate Catalina. Sus integrantes fueron llegando de a poco y sin distintivos murgueros; a excepción de las caras más visibles, cualquiera pasa desapercibido en las calles poco iluminadas de Ciudad Vieja.

Se saludan, calientan gargantas, van tirando notas para probar afinación y deciden, consultando con Tabaré Cardozo para ver qué disponibilidad tiene su guitarra, un breve repertorio que deben presentar en minutos.

Sorprende la frescura en el ambiente. La murga no parece un grupo que, en parte, lleva junto casi 15 años; que acaba de cerrar una larga y desgastante gira por Argentina, y que prevé seguir girando por el exterior y el interior.

Agarrate Catalina está ensayando duro para presentar en el Auditorio Nacional del Sodre Dra. Adela Reta el espectáculo llamado Un día de Julio, originalmente pensado para competir en el pasado Concurso Oficial del Carnaval. La murga no pasó la prueba de admisión y, totalmente convencida de que había hecho un buen trabajo, decidió hacer ajustes para estrenarlo fuera de competencia. Se dijo que sería en abril, en julio, y finalmente será en septiembre: el 19 y 20 a las 20.00.

Para Un día de Julio Tabaré vuelve a ponerse al frente de la dirección junto a su hermano Yamandú. No es ese el único punto distintivo de esta producción: a diferencia de años anteriores, se podrán sacar las ganas de contar una historia, "un cuentito". El cuentito de la vida de Julio, a quien interpretará el Cardozo menor, Martín.

Julio es un hombre grande que hasta ahora no ha salido de su casa. Vive con su madre (son acumuladores), y dentro de su mundo imaginario elabora conjeturas sobre el entorno exterior. Sin embargo, a nadie parece afectarle su existencia. Eso cambiará, y poco a poco el misterioso Julio ganará exposición por un suceso trascendental.

—Con las diferencias y libertades que les da no sujetarse al concurso, ¿es un espectáculo teatral o sigue siendo murga?

Yamandú Cardozo: Sigue siendo una murga y nos orgullecemos y felicitamos por eso. No por la calidad de la murga sino por el hecho de que aún sin esos carriles de nuestra zona de confort habitual durante el forjado del espectáculo, podríamos haber ido hacia otro lado. Y nos encanta que naturalmente nos haya salido lo que más nos gusta hacer, que es murga.

Tabaré Cardozo: Es nuestra mejor versión al extremo de nuestras posibilidades, lo que lo hace potencialmente potenciada. Pero hay que ver cómo lo recibe la gente. Es una proyección de cómo nos imaginamos que va a acontecer ese milagro; en el hecho artístico que es a lo que apuntamos, siempre ha acontecido el milagro, la comunión entre la gente y el artista.

—¿Es un milagro, es algo que no tiene explicación?

T. C.: Yo creo que sí. En nuestra agrupación es un milagro que de los 25 integrantes que componen este elenco 15 o 16 sean fundadores. Hace 15 años ya que estamos juntos.

Y. C.: Es milagroso que hayamos sobrevivido con el amor necesario y la ilusión intacta, y con las ganas de hacer murga y de haber pasado un montón de cosas, de mimos y cachetazos.

T. C.: Y de vida acá adentro. Mirá lo que voy a decir; parece una cosa importantísima y es cualquier cosa, pero la vida es como el universo, está en expansión. Hoy pensás en tu murga de hace 20 años que era tu tribu, y ahora por ahí los ves y ni siquiera los conocés porque están gordos o pelados. Por eso es un milagro esto que pasa.

—Van a hacer "Un día de Julio" acá y en Argentina, pero a México llevan "El viaje".

Y. C.: Es raro, tiene una lógica esquizofrénica que a veces es desesperante; también te saca un momentito del partido en que estás tan metido y tiene ese jueguito de escaparse. Hay que acostumbrarse a ese nivel de esquizofrenia y a tener las pieles prontas para tirárselas arriba de nuevo y hacerlas andar. Pero a la gira de México, como es "El viaje" va el Zurdo (Bessio), y nos da la chance de reencontrarnos con un amigo.

—¿Se mueve mucho el grupo?

Y.C.: Todo el tiempo. Tenemos horas y horas de asamblea para lograr una estructura que sea sólida pero lo suficientemente flexible como para no partirse.

—Contame un poco cómo funciona la cooperativa.

Y. C.: Hoy por hoy es una cooperativa legalizada. Nos acogimos a una ley que se llama Ley de Cooperativas Artísticas y tenemos la posibilidad de darle un marco legal que regula la situación impositiva. Y además de las formalidades, nos permitió revisar nuestras estructuras, ver de qué manera laburamos. Hace años venimos partiéndonos la cabeza. Ahora nos repartimos las cosas; está buenísimo el ejercicio de delegar.

—Pero no es fácil.

Y. C.: (Se ríe) Está salado. Yo siento que esas cosas me hacen un tipo mejor, el ejercicio de negociar con el otro con el fin de ganar nada más que el bien común. Sé que suena a pastor fanático, a secta religiosa extrema, pero es eso. Ahí está la raíz de la buena onda que vos percibís, en el intento de celebración permanente de lo difícil que es compartir la vida con otros. Pero bueno, elegimos eso. Nos metimos en el berenjenal de ser un dragón de 30 cabezas que a veces se come a sí mismo

—¿Julio cómo nació?

Y. C.: Como un hijo tardío al que le veníamos teniendo muchas ganas. Habíamos pensado en Julio porque según nuestras torpes comunicaciones (que no tienen rigor, son más de mesas de bar y celulares) Julio César es uno de los nombres más usados en Uruguay. Entonces es el que nos daba más chances de ser más personas a la vez.

—La idea había sido presentar el show bastante antes.

T. C.: Pasa que cuando la fecha del estreno en cierta forma no está establecida fija, está bueno que el espectáculo se estrene cuando esté pronto. Eso nos trajo algunas dificultades organizativas, porque como somos una cooperativa agregar horas de ensayo extra implica quitar horas de trabajo. Una vez que vimos que el espectáculo no iba a concursar en carnaval pudimos agregarle un montón de cosas y fue buenísimo.

Y. C.: A veces la composición de nuestros espectáculos se transforma casi que en un deporte, más que en una disciplina artística. Pero es lo que amamos.

T. C.: Pero es un deporte extremo. Vos tenés un riesgo físico, mental, grupal, y eso cobra cuentas, y a lo largo de los años mucho más. Sobre todo si mantenés el mismo elenco; eso tiene un beneficio y un perjuicio.

—Raúl Castro dijo en una entrevista con El País que en las murgas de ahora hay una tendencia que apunta más a divertir y menos a criticar.

Y. C.: No lo sé del todo. El hecho de estar tanto por dentro me hace perder cierto panorama. Siento que hay muchas búsquedas, que la murga hoy encontró un montón de maneras de criticar, y creo que le va a seguir encontrando la vuelta para criticar y plantear debates.

—Desde la normativa, ¿esas búsquedas son bien vistas o todavía se tiene más consideración a lo tradicional?

Y. C.: No, creo que el concurso ha legitimado ciertas búsquedas. A nosotros nos pasó; no sólo la gente aceptó la búsqueda de la Catalina; el carnaval lo legitimó en su momento.

—Cuando la Catalina no pasó la prueba de admisión, ustedes dijeron que sentían que habían pago el precio de entrar y salir del carnaval. Pasó casi un año, ¿lo seguís sintiendo así?

Y. C.: Hemos pago el no necesitar del carnaval exclusivamente para la vida de la Catalina no sólo en la prueba de admisión. No estoy tan loco como para pensar que a todo el mundo le tenía que gustar, y creo que en tanto concurso de comparación se merecía estar. Lo que a mí me pasó es que esa búsqueda dejó de ser importantísima casi inmediatamente, y se pasó el dolor de no estar. Duele, cansa, pasa casi un año y estamos hablando de eso, fue muy impactante para mucha gente... Todo lo que ha hecho la Catalina ha despertado reacciones que el carnaval no conocía, y no porque seamos los mega cracks.

—Ya anunciaron que el año que viene no van a concursar. ¿A futuro qué pasa?

Y. C.: Tenemos ganas de disfrutar este espectáculo y eso nos va a imposibilitar un montón de cosas. Seguro el año que viene no y después tendríamos que sentarnos a ver; yo creo que por ahora —sé lo que me pasa a mí e intuyo lo que le pasa a toda la Catalina— este grupo se va acostumbrar mucho a estas libertades y a la meter su veta más experimental. No sé si por este tiempo vamos a poder armar un espectáculo en un molde como para meternos en un concurso, sea en el carnaval o en otro. Yo estoy feliz de estar sin la dinamita con la cuenta regresiva de la competencia sonándonos en la oreja.

—¿Qué les queda pendiente?

Y. C.: A mí me encantaría tener un lugar de la murga para funcionar como colectivo, y me gustaría seguir experimentando para disfrutar más mi género.

—¿Te gustaría que no hubiera pasado algo de lo que pasó?

Y. C.: Mirá... Sí (se ríe). Las cosas que tienen que ver con la parte más mezquina de nosotros en general. Me hubiera costado menos sonrisas muertas.

SABER MÁS

La Catalina, fraccionada entre el amor y el odio.

"A veces nos cuestionamos dónde queda el lugar de la expresión artística más pura entre esas dos mareas", comenta Yamandú Cardozo cuando piensa en las pasiones que despierta Agarrate Catalina, pasiones dignas de un equipo de fútbol. Están los hinchas de la Catalina, los que hacen banderas y llegan a tatuarse, y los contra: esos que se regocijan cuando las cosas le salen mal y que critican a la murga casi sin reparar en sus espectáculos o producciones.

"No podía imaginar que las reacciones iban a ser tan intensas, para los dos lados. Hay gente que me llama para contarme que acaba de enterrar a su hijo con la remera de la murga y otro que te desea el mal porque alguien disfruta de tu expresión. Es asombroso", reconoce Yamandú.

A pesar de que la Catalina ya se divide entre estas aguas hace años, no deja de sorprenderlos y de plantearles un desafío: el de evitar que tanto una como otra pasión sea un condicionante.

"Está esa necesidad de: no me traiciones, y esa maravillosa búsqueda del artista de seguir siendo honesto sin paralizarse frente al amor, que te quiere en ese lugar. Eso de que yo te quiero como te conocí", dice.

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La Catalina es la primera (y hasta ahora la única) murga que actuó en el Auditorio. Foto: archivo El País

Agarrate CatalinaBELÉN FOURMENT

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