La última producción original de Netflix conquistó al público con su toque retro.
Ya pasó más de un mes desde que Netflix presentó su última serie original, Stranger Things, y se sigue hablando de ella. Ya se saben dos cosas: que los fanáticos de Game of Thrones sufrimos de abstinencia y necesitamos algo de buen nivel cuando no está; y que la plataforma de streaming ha tenido mucho éxito con sus propias ficciones. House of Cards ha sido la más celebrada pero su catálogo incluye a Orange is the new black, Narcos (que el mes que viene estrena segunda temporada), Daredevil y recientemente incorporó The Get Down.
Entonces Stranger Things apareció en un buen momento en que ninguna serie estaba atravesando su fase de fama fenomenal, y desembarcó en este servicio después de que sus creadores, los hermanos Matt y Ross Duffer, recorrieran una veintena de cadenas. En todas les decían más o menos lo mismo: que no entendían bien a dónde iba esta serie, que por qué al público adulto le iba a interesar una historia protagonizada por unos niños.
Pero si Decca rechazó a principios de los sesenta a una banda porque los grupos de guitarras no iban a prosperar, y esa banda terminó siendo The Beatles, está claro que todos podemos equivocarnos.
Las cadenas que rechazaron al nuevo proyecto de los Duffer, que venían de escribir algunos capítulos para Wayward Pines (la misteriosa serie de Fox protagonizada por Matt Dillon) y sentían que tras haber trabajado con M. Night Shyamalan habían aprendido lo necesario para lanzarse a su propio desafío, aprendieron la lección.
Y es que Stranger Things, con un nombre convocante como el de Winona Ryder, tenía todo para ser una serie buena. Más allá de una histora interesante y bien contada, una buena fotografía y una banda sonora de oro, esta ficción que por ahora tiene una única temporada de ocho capítulos, tiene elementos de todo lo que se ha visto —al menos de lo mejor— en cine y televisión en cuanto a fenómenos sobrenaturales del tercer tipo. Es más bien un tributo a lo fantástico capaz de convocar por sí solo a nuevo público, pero también de seducir a cualquier adulto que de joven haya sabido enamorarse de E.T., el extraterrestre o haya soñado con vivir alguna experiencia de Los archivos X.
El misterio.
Es 1983 y el niño Will Byers desaparece mientras vuelve a su casa tras una partida de "Calabozos y dragones" con su grupo de amigos nerds, y desde entonces la aparente tranquilidad de Hawkins, un pueblo remoto de Indiana, empieza a trastocarse. Primero porque Joyce Byers (solvente Winona Ryder) tiene claro que a su hijo algo malo le pasó, pero empieza a volverse loca en esa búsqueda en la que empieza a ver "monstruos" y a "hablar" con las luces. Segundo, porque el sombrío jefe de Policía Jim Hooper (David Harbour) quiere darle calma a la mujer pero termina aceptando que algo raro hay. Y tercero porque los amigos de Will, los adorables Mike, Dustin (genial Dustin) y Lucas salen a buscar al niño perdido y terminan encontrándose con una niña que apenas habla, que está calva y da un poco de miedo: Eleven, un bicho raro.
A Eleven (Millie Bobby Brown, gran estrella de esta serie), que tiene impresionantes habilidades telequinéticas, la persiguen los malos que seguramente están detrás de Will. El peligro que los acecha incluye un laboratorio secreto que los tiene a todos controlados, un monstruo bastante desagradable y una dimensión paralela.
No hay demasiada complejidad en Stranger Things porque el argumento se procesa bien en ocho capítulos y, francamente, si la serie se quedara por aquí estaría muy bien. Claro que ya se habla de una segunda temporada y es probable que la haya, pero lo bueno, si breve, dos veces bueno, y acá podría aplicar bien.
Lo que hay es una serie de lugares comunes: una madre conflictiva y un padre ausente, un policía turbio, una chica inteligente que sale con un patán y se empieza a acercar al raro que no se lleva con nadie, unos niños nerds acechados por dos bravucones... Va por ahí.
También hay elementos tomados de acá y de allá sin ningún pudor, combinados de tal manera que la máquina funciona demasiado bien como para reprocharle nada. Los Duffer le roban a Steven Spielberg cuando hacen que los niños anden en bicicleta y procuran esconder a Eleven al mejor estilo E.T., sí. Le roban otra vez cuando adaptan ciertas imágenes de Encuentros cercanos del tercer tipo. Le roban a Alien algo para su monstruo (y está Wynona Ryder), le roban incluso a la serie Touch lo de los niños secuestrados y la expansión de la mente y mucho a Stephen King. Hasta la introducción tiene un encare muy Los archivos X.
El punto es: ¿a quién le importa? Es un poco descarada la inspiración de los creadores, pero cuando el collage es tan bueno y tan coherente, no queda más que apreciarlo.
El futuro.
Los Duffer mezclaron todo eso con una base retro y un humor muy fino y fresco, e hicieron una de las series del año. Es cierto, sí, pero hay que decir también que Stranger Things es una buena serie y no más. Engancha pero no a un punto adictivo, sorprende y hasta asusta pero sin hacer saltar del asiento, y da ganas de más pero en el fondo creo que cualquiera sabe que, de haber una nueva temporada (aunque quedaron cabos sueltos) se corre un riesgo grande: el de arruinar toda esta magia.
Estos ocho capítulos nos permiten encariñarnos con unos niños, asustarnos con un monstruo y creer por un rato en que hay algo más allá. Es una vuelta sin culpas a la infancia de la que hay que disfrutar.
TELEVISIÓN