Desde el miércoles al mediodía habrá una especie de monumento en plena Av. 18 de Julio que rendirá tributo a Gardel, al cumplirse 80 años de su muerte y 100 de su debut con José Razzano en el Teatro Royal de esta ciudad.
El mismo será inaugurado al mediodía, con corte de calle, música, y una placa que aporta la Alcaldía de Medellín. Se trata de una estatua en resina pintada, para que la gente se pueda sentar junto al Mago y sacarse una foto.
La idea sigue los pasos de otras similares que se han colocado en la porteña avenida Corrientes, que rinden homenajes a Olmedo, Portales, Tato Bores y otros grandes del humor. Ubicada en la principal avenida esquina Yi, la obra, del artista plástico Alberto Morales Saravia, tiene también un perfil turístico, ya que busca convertir el lugar en un sitio de referencia.
Así, este nuevo aniversario de Gardel vuelve a multiplicar su imagen (y su polémica), mientras la música, las artes plásticas y el cine abordan y difunden las mil caras de su biografía. También este miércoles (fecha exacta del aniversario de su muerte), con la edición de El País (más un cupón y $ 220), se distribuirá el documental El padre de Gardel, de Ricardo Casas, una notable aproximación a aspectos de la vida del célebre artista, que está centrada en la vida del Coronel Carlos Escayola. Los mil tributos que el doble aniversario habilitan, invitan a reflexionar al respecto.
El mito del Zorzal Criollo se multiplica con los años y con las polémicas. Se discute sobre su nacimiento, sobre su nacionalidad, sobre las circunstancias de su fallecimiento, hasta sobre su porte físico y su condición de galán. Y en general, las distintas discusiones están lejos de ser concluyentes.
Gardel tuvo, en vida, el privilegio de estar dotado de una voz privilegiada, acompañada de un oído que la guiaba magistralmente. Contó con la suerte de poseer un natural histrionismo escénico y tuvo a lo largo de su carrera una serie de afortunados encuentros con artistas, productores y empresarios del espectáculo, que lo llevaron a la cima del éxito internacional, algo que en entreguerras no era tan fácil como ahora. Pero más allá de sus condiciones naturales, y de las circunstancias en que se desarrolló su arte de cantor, luego de su muerte su mito se multiplicó de modo exponencial, curiosamente en buena medida por la suma de los misterios de su biografía y por todas las maniobras, arreglos y contradicciones que se generaron sobre él y su legado.
Ahora se cumplen dos fechas exactas que vuelven a echar a andar todo el juego de geografías, polémicas, fotos, autores y libros, que apoyan las distintas hipótesis sobre su lugar y fecha de nacimiento. Por un lado, este miércoles 24 se cumplen 80 años de su trágica muerte. Por otro, el pasado jueves 18 se celebraron 100 años de su debut en el Teatro Royal (en la calle de atrás del Teatro Solís, en Bartolomé Mitre y Reconquista), uno de los hitos de su notable trayectoria artística.
Más allá de lo que Gardel hizo por sí mismo por su fama (que fue mucho, porque los primeros años de su carrera artística dan cuenta de un hombre de mucho tesón, más allá de sus supuestas actividades por fuera de la ley), varios hechos contribuyeron a su leyenda. Su nacimiento envuelto en la penumbra, y su muerte tampoco muy clara, dan a su biografía un halo de misterio, propio de una figura de su talla. El accidente que le cuesta la vida en Medellín ha sido objeto de todo tipo de especulaciones.
Su fecha y lugar de nacimiento ha generado un mar de libros, artículos y simposios, moviendo asuntos que tienen que ver con los nacionalismos, con los derechos de autor, y más recientemente incluso con el turismo. Pero más allá de todo lo que comporta el lugar de nacimiento, la fecha abre la eterna polémica de su edad: Gardel nunca llegó a viejo, y siempre lució un rostro de edad difícil de calcular, como un perpetuo hombre de edad indefinible. Por algo siempre ha sido difícil para los artistas hacer un buen cuadro o una buena escultura de él: El Mago parece resistirse a eso.
Sobre Gardel se discute no solo nacionalidad y edad. Su tipo físico, su mayor o menor belleza, su condición de galán natural o artificial, son objeto de más polémicas, avaladas en anécdotas más o menos verídicas, más o menos graciosas. La sexualidad de Gardel, y sus eternas novias, abre otro capítulo en el que su biografía se bifurca en hipótesis.
El Mago contó con una suerte cronológica, si se quiere. Su lapso vital le permitió conocer varias épocas, varios mundos, desde sus años de chiquilín, cuando tomó contacto directo con las viejas formas musicales criollas, todavía vivas, hasta el auge del teatro de variedades. Luego pasó a los escenarios mayores, a las grandes salas de espectáculos, a medida que su repertorio crecía y abarcaba mayor variedad.
Su voz y su talento vocal están fuera de discusión: pero también de él se discute sobre su mayor o menor capacidad como compositor e instrumentista. Vocalmente tuvo todo: timbre, coloratura, oído, y una expresividad que podía recorrer la ironía, el humor o el mayor dramatismo.
Tensiones.
A su vez, en el devenir de su carrera, Gardel pasó a ser como un espejismo de sí mismo: en sus primeros años empezó como cantor popular, y luego de algún modo imitó al cantor criollo, del que a su vez él era heredero. Por eso, en una ocasión comentó con ironía en Europa, que actuaban haciéndose los gauchos.
No le faltaron tensiones en vida, una vida que por algunas anécdotas que le sobrevivieron, refleja tristeza. Sobre su fama, hubo conflictos entre argentinos y uruguayos, también vinculados a episodios futbolísticos. También problemas políticos, como su supuesto apoyo a la dictadura de Gabriel Terra. Pero también Gardel contribuyó a sembrar misterios sobre su personalidad, con declaraciones parcas, borrosas, o enigmáticas.
La tensión entre la tesis francesa y la uruguaya sobre su lugar de nacimiento ha pasado por múltiples etapas. En los últimos tiempos, los trabajos de Martina Iñíguez, han aportado mucho al respecto. También el libro Gardel es uruguayo, publicado hacia 2012 por Ediciones de la Plaza, reúne mucho y buen material que avala lo que su título afirma. Pero la discusión no parece llegar a su fin, y quizá jamás lo tenga.
Por otro lado, hay toda una bibliografía francesa, muy interesante, muy meticulosa, con muchísimos documentos en juego, pero se ha centrado mucho en Berta Gardés y su árbol genealógico, aspecto que no ayuda a dilucidar el problema del lugar de nacimiento del descomunal cantor.
Las historias sobre Gardel cobran ribetes de libro de suspenso. La historia de su testamento está envuelta en episodios asombrosos. Y Gardel, por decirlo así, murió en el momento justo, cuando con él se estaba yendo un modelo de país. Incursionar en la copiosa bibliografía gardeliana es apasionante, aunque a la larga deja un sentimiento de frustración.
Por un lado, es una larga lista de libros, folletos y todo tipo de publicaciones, prácticamente inabarcable, que invitan a conocer una historia fantástica, una leyenda. Por otra parte, las interrogantes a veces superan a las certezas, y el juego de espejos aleja al lector de algunas convicciones y muchas veces multiplica sus inquietudes.
Pero siempre quedan los discos, los registros de sus canciones, más que sus películas, que quizá no siempre le juegan a favor. Hasta en ellas, en las películas, se han encontrado, o querido encontrar, pistas sobre su propia biografía. Ahora, un doble aniversario vuelve a poner a El Mago en el tapete, y como siempre, contradicciones y dudas parecen superar toda nítida historia.
Viaje al pasado del Interior profundo.
Este miércoles se distribuirá con El País El padre de Gardel, un interesante documental que desde el título avala, lógicamente, la tesis del Gardel uruguayo. Y el camino elegido por el investigador y director de cine es tan ingenioso desde el punto de vista temático como formal. Temáticamente, Ricardo Casas tomó como centro la figura del coronel Carlos Escayola, por un doble interés: su valor biográfico en sí, y como llave para acceder a algunos secretos del Zorzal Criollo.
La vida de Escayola tiene todos los elementos para una historia atrapante, donde se conjuga el poder político en el Interior en las últimas décadas del siglo XIX, con una historia de una familia cargada de secretos.
De la mano de ese retrato de época, Casas va trazando el paisaje de toda una cultura, sus distintas clases sociales, los vínculos amorosos, las fidelidades e infidelidades. El autor arranca aun de más lejos, remontándose a Cataluña, para ir hacia los orígenes de esta familia que luego se afincaría al norte del Río Negro.
Pero claro que en el retrato de ese terrateniente contradictorio, brutal y a la vez amante y promotor de las artes, se van colando datos sobre Gardel. Al respecto son asombrosos los testimonios que Casas recoge, que relatan anécdotas directas, o transmitidas de una generación a otra.
Desde el punto de vista formal, El padre de Gardel tiene varios méritos, desde el material visual que reúne hasta el uso de la música. Las entrevistas alternan a historiadores y personalidades de la cultura (como Tomás de Mattos y Washington Benavídez) hasta los descendientes de Escayola, sumando así las voces de los especialistas a los que saben los secretos de familia.
Algunos aspectos, como el vínculo de Gardel con Tacuarembó y su gente, están entre lo más disfrutable. También las locaciones, que muestran lugares que en general no se conocen mucho y se ha hablado mucho de ellos. Y el paisaje rural, del que Casas rescata sus sonidos y colores.
El día que se selló un pacto con el público.
Visconti Romano, personaje pintoresco y empresario del Teatro Royal, pidió a su colega Manuel Barca que fuera a Buenos Aires a buscar un buen número musical para su sala de espectáculos. Era 1915. En la capital argentina, el emisario es conducido al Teatro Nacional, donde hacía sus primeras presentaciones un dúo criollo, cuyo nombre no decía mucho por entonces: Gardel-Razzano.
Según la crónica de Julio César Puppo, el dúo estaba con miedo de presentarse ante el público uruguayo, y decían que si desquitaban el pasaje y los gastos ya estaba bastante bien. "Eran por entonces dos modestos cantores que hacían sus primeras presentaciones en serio, en el teatro, ante el público porteño", escribió Puppo.
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La histórica fecha fue el viernes 18 de junio de 1915. "El día del debut no cabía un alfiler en el Teatro "Roya". Con precisión cronométrica, Barca me relataba hasta los menores detalles de esta jornada, inolvidable para él. Empieza el dúo con La Pastora, de Salinas y sigue Razzano con una de aquellas cifras suyas; vuelve Gardel con El Pangaré.
El público delira de entusiasmo; realmente está en presencia de algo excepcional. Y ya entonces se oye por primera vez el grito que sería clásico y que vendría a señalar el comienzo de una etapa nueva: ¡Cantate otra, Carlitos!. El público lo ha hecho su amigo y lo tutea y lo aclama como a un ídolo", evocó el cronista. Ahora, dos viejos documentos, una foto y un afiche, son mudos testigos del hecho.
A 80 años de su muerte, habrá desde tributos a un filmeCARLOS REYES