La banda de Castillos presenta su disco “El folk de la frontera”, mañana en La Trastienda.
Nicolás Molina es de ese tipo de personas que no saben vivir si no es complicándola. Quiso tener una banda pero decidió hacerla funcionar desde Aguas Dulces, a cientos de kilómetros de Montevideo (donde vivió años). Generó un disco pero se le ocurrió partirlo en dos, y hasta fantaseó con que la segunda mitad tuviera un productor distinto en cada canción.
Estuvo a punto de no viajar al festival South by Southwest (principal convención de música en Estados Unidos) para no exigirse tanto, pero no sólo fue, sino que llegó y a los poquitos días ya se estaba yendo de gira para Brasil. Prometió lanzar El folk de la frontera en diciembre del año pasado pero siguió puliendo las canciones, y si hubiese dependido de él, todavía estaría revisando detalles. Y ahora que el proyecto Molina y los Cósmicos ganó visibilidad arrastrando una imagen de folk luminoso y fronterizo, quiere reformularlo todo.
Pero también es de ese tipo de personas que hacen cosas y casi sin quererlo les va bien. Desde que en 2014 se editó el primer disco, El Desencanto, la banda oriunda de Castillos ha tenido repercusiones que no imaginaba. Una radio importante de Seattle, la KEXP, las puso a sonar cuando por aquí nadie los nombraba, y el año pasado les dio la posibilidad de ir a tocar en vivo. Empezaron a ir a Brasil, donde a esta altura tocan más que en Uruguay, y después llegaron a Argentina donde tienen editados sus discos. Medios de España, Estados Unidos y hasta la Billboard recomendaron sus canciones en listas de artistas nuevos.
Y hay más, porque fueron teloneros del español Nacho Vegas en Montevideo, fueron a South by Southwest en Austin, Texas, junto a la también rochense Florencia Núñez y al dúo Kif; giraron por México y una marca de cerveza uruguaya los convocó para una campaña publicitaria. Los hechos pueden estar desordenados, pero es que son muchos y todos importantes para un proyecto que nació en ese pueblo rochense conocido por su altísimo índice de suicidios.
Hace poco, un periodista del New York Times publicó en Twitter que estaba escuchando la canción "En el camino del sol", de Molina, desde Hong Kong. Y cuando la semana pasada la banda estadounidense Calexico llegó por primera vez a tocar a Uruguay ya sabía qué era Castillos, y hasta quería probar el licor de butiá: su productor Craig Schumacher fue responsable de mezclar El folk de la frontera.
"En algún momento tendré que tomar una decisión de qué voy a hacer con el resto de mi vida", confiesa a El País Molina, que siempre tiene en la mente esa suerte de línea temporal de sucesos que fueron llegando sin buscarlos, y que lo tiene desbordado. A esa línea se suma otro hecho, que sirve de excusa para esta nota: mañana, Molina y los Cósmicos tocarán en La Trastienda a las 21:00 —hay entradas en venta en Red UTS— con invitados y con varios propósitos. La idea es presentar el último disco, a la banda en sociedad y también cerrar una etapa que fue linda, pero que ya está llegando a su fin.
"Van a haber cambios en lo musical y en la integración de la banda. Quiero replantear cosas, no porque piense que esté mal lo que hicimos hasta acá, sino porque se cumplió una etapa. Que fue muy linda, con dos discos hermosos, y que me sorprendió con toda esta respuesta", cuenta. "Yo nunca me esperé todo esto, jamás esperé hacer una Trastienda solo".
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Sonido.
No es que se haya cansado de que se hable del folk luminoso de su banda, al contrario. "Hemos logrado tener un sonido propio sin sonar a alguien del exterior y menos a alguien de acá. No es rechazar el sonido, es buscar quizás la parte mía más introspectiva. Quizás no sea una persona tan luminosa, y a El Desencanto lo disfracé un poco", explica.
En comparación con su antecesor, El folk de la frontera es bastante más oscuro (sobre todo en canciones como "Qué pasa con las balas que van al cielo" o "Solamente"), y lo que Molina ha estado componiendo últimamente también va por ahí, desde una visión más global. "Las veo más folk crudo pero con toques de psicodelia, más oscuras, como más Nick Drake y menos Calexico en algún sentido", dice, y aprovecha para contar que hay canciones que, después de La Trastienda, o ya no tocará o cambiará completamente, para llevarlas a este otro lugar que lo identifica hoy.
"Yo empiezo a hacer canciones y desde que agarro la guitarra y empiezo a cantar y a escribir, me doy cuenta que sale eso. Es lo que dice tu cuerpo, estás exponiéndote a ti mismo", señala el compositor que no es precisamente prolífico. De hecho, reconoce que más material le sale cuando peor está, un mal de varios artistas.
Ahora, después de estos dos años de vida agitada y del show de mañana en La Trastienda, la composición será una de las tareas a las que Molina le dedicará más tiempo. Tiene un par de compromisos hacia fin de año (un festival en Belém de Pará, en Brasil, y otro en Buenos Aires), pero en sus planes no está el de tocar demasiado porque además los shows en el extranjero, que para alguien de Castillos implican unas cuantas horas de ruta antes de tomar un avión, le resultan desgastantes. "Te juro que al estar en gira los sentimientos te cambian. Yo no sé cómo hacen los artistas que tienen una todos los años", dice.
"Ahora me gustaría vivir una parte del invierno con más sencillez, trabajando en la panadería, con mi home studio y mi familia. Castillos y Aguas Dulces son pueblos muy chicos, nos conocemos todos, en ninguna parte hay un área hostil, no hay una presión sonora fuerte. Hay que romper esa burbuja cuando entramos a Montevideo", reconoce el músico en pleno proceso de transición.
El de mañana será el primer show grande de Molina y los Cósmicos en la capital, donde la llegada ha sido menos impactante con respecto a, por ejemplo, Brasil. Pero como Molina no busca el hit, tampoco está buscando la aceptación constante, y con eso, desde las sombras, ha logrado mucho.
Spangled Shore, viene un hombre orquesta.
De la mano de Nicolás Molina llega a Uruguay Spangled Shore, el proyecto personal del músico brasileño Gabriel Balbinot que el año pasado fue uno de los números internacionales en la cuarta edición del festival Las Palmeras Fiesta del Sonido, en Aguas Dulces.
Balbinot tocó el jueves en Brecha Bar y Café, también se presentó en Castillos en formato acústico, y mañana abrirá el concierto para Molina, con un show completo que comenzará a las 21:00 en La Trastienda. Además, estará tocando el banjo con Los Cósmicos.
Spangled Shore es un one man band, lo que acá se conoce como hombre orquesta. En sus shows toca guitarra, banjo, mandolina, pandereta y percusión, y canta con una voz singular que es simpática y extraña a la vez.
La música folk de Balbinot, quien viene llevando a cabo este proyecto desde 2012, tiene influencias cosmopolitas y está en general cantada en inglés. Es contagiosa y bien interesante, porque él además es un showman carismático.
"Empecé con el one man band porque tuve muchas bandas, y ningún miembro se interesaba por llevar el grupo adelante. Y como la composición musical es una pasión mía, decidí continuar solo haciendo algo diferente", contó a El País.
En esa composición pasional no hay ningún padrón específico, dice. "Suelo tener una temática para darle un norte al verso o a la línea que cree, pero tengo músicas intimistas, alegres y otras más politizadas".
Esta es la primera visita de Spangled Shore a escenarios montevideanos, y reconoce que aunque es más exigente tocar solo porque depende de él concentrar la atención del público, es una ventaja a la hora de tocar y componer, y de hacerse cargo de un proyecto artístico.
Spangled Shore tiene un disco, Coax the King, que se puede encontrar en las plataformas digitales.
MÚSICABELÉN FOURMENT