A los 90 años falleció el compositor y director Pierre Boulez.
El francés Pierre Boulez, una de las principales figuras de la vanguardia musical de la segunda mitad del siglo XX, y uno de los grandes compositores-directores de su época, falleció ayer a los 90 años.
"Sentía con la cabeza y pensaba con el corazón", lo recordó el músico argentino-israelí Daniel Barenboim, actual director de la Ópera Estatal de Berlín.
Boulez, a quien le gustaban la poesía y la pintura tanto como la música, falleció en Baden-Baden, en Alemania, donde vivía desde que abandonó Francia, exasperado por el conservadurismo musical de su propio país.
Sus obras, interpretadas en todo el mundo, le llevaron desde la década de 1950 a ser considerado uno de las grandes compositores-directores de su época.
Barenboim también lo calificó de "formidable colega, espíritu creativo profundamente admirable y amigo cercano".
En declaraciones realizadas en marzo de 2015 a la radio francesa France Musique, Barenboim había dicho preferir las "obras más tardías" de Boulez y ver en las primeras obras "diferentes etapas de búsqueda de un nuevo lenguaje". "No es una música fácil", agregó.
El trabajo de Boulez, que el propio Barenboim definió como una música que no es fácil, sobre las relaciones entre la creación y la interpretación lo convirtieron en una figura clave del mundo musical, cultural e intelectual.
Sus opiniones tajantes (como "hay que quemar las salas de ópera") propiciaron su fama de dogmático, algo que niega el presidente de la Filarmónica de París (un proyecto lanzado por Boulez), Laurent Bayle. Teórico y pedagogo, Boulez siempre quiso que la nueva música estuviera representada en los programas de las salas de conciertos, e impulsó la creación musical de vanguardia.
Nacido el 26 de marzo de 1925 en Montbrison (en el centro de Francia), recibió en el Conservatorio de París las enseñanzas de Olivier Messiaen, que influenció sus primeras obras.
Tras descubrir la técnica dodecafónica con René Leibowitz, Boulez, muy aficionado a las matemáticas, se impuso rápidamente como una de las principales figuras de la vanguardia musical junto a sus contemporáneos como Karlheinz Stockhausen, Luciano Berio, György Ligeti o Luigi Nono.
Director sin batuta.
Boulez desarrolló una música a veces difícil, heredera del serialismo y de la segunda escuela de Viena, representada entre otros por Arnold Schönberg y Anton Webern. Entre sus obras destacan El martillo sin dueño (1955) o Répons (1981-1988), que juega con las posibilidades electrónicas para transformar el sonido.
En su faceta de director pasó por la orquesta de Cleveland (1967-1972), por la sinfónica de la BBC (1971-1975) y la Filarmónica de Nueva York (1971-1977).
Boulez dirigía sin batuta, con un estilo sobrio, sin grandes efectos, de gestos nítidos y respetando al máximo la intención de los compositores.
En ópera participó en producciones memorables como El anillo del nibelungo en el festival alemán de Bayreuth (1976-1980), con motivo del centenario de Richard Wagner, o en la primera versión íntegra de Lulu, de Alban Berg, en la ópera Garnier de París (1979).
Exasperado por lo que consideraba el conservadurismo del mundo musical francés, se fue a vivir a Baden-Baden a principios de la década de 1960. No volvió hasta 1974, cuando el entonces presidente Georges Pompidou le pidió crear un instituto de investigación musical (Ircam) y el Ensemble Intercontemporain, una orquesta especializada en música del siglo XX.
Boulez también impulsó la creación de la Ciudad de la Música de París (inaugurada en 1995) y de la Filarmonía de París, una sala abierta en enero de 2015 sin su presencia porque ya estaba enfermo.
Pierre Boulez, 1915-2015