El optimismo sanador

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Según estudio las mujeres positivas tienen 30% menos de sufrir infartos.

Una investigación científica prueba la conexión entre ser positivo y menor riesgo de muerte cardíaca y por cáncer.

El doctor en psicología Eric Kim y Kaitlin Hagan, investigadores de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard, no se convencían de lo que veían a medida que el 2016 avanzaba y su ambiciosa investigación científica llegaba a su fin.

Con un especializado equipo, y durante doce meses, se habían quemado las pestañas de agotamiento, leído y procesado tomos de información, analizado miles de cifras numéricas, establecido decenas de gráficos y escudriñado cuestionarios para radiografiar a 70 mil enfermeras entre 30 y 55 años, cuyos datos fueron recogidos en una encuesta de salud pública que siguió sus pasos por espacio de cuatro decenios. Mujeres profesionales que fueron encuestadas cada dos años sobre sus hábitos y estado de salud en el marco del Nurses Health Study.

Al finalizar el año, Kim y Hagan, doctora en Ciencias de la Epidemiología de Harvard, llegaban a la misma conclusión. "Investigamos la información proporcionada por 70 mil mujeres que participaron en un gran estudio de salud que comenzó en 1976. Para evaluar el optimismo de las participantes, usamos una herramienta científica que ha sido ampliamente validada y que básicamente convierte a una serie de preguntas simples en una escala. Los resultados nos parecieron sorprendentes", dice Hagan.

Una mirada a las respuestas de las encuestadas durante un lapso de ocho años —desde 2004, cuando se incluyó una pregunta sobre optimismo— mostró cifras irrefutables. Las mujeres que acusaron mayor rango de optimismo en su personalidad tuvieron, según esta escala de predicción, 30% menos de posibilidades de muerte durante el período en estudio. En detalle, las más optimistas demostraron tener 16% menos posibilidades de morirse de cáncer; 38% menos de morirse por infarto y 39% menos por accidente vascular cerebral.

Cuando los investigadores examinaron las posibles causas para esta asociación, pensaron en causales ligadas a una vida sana, como la práctica de ejercicio y una mejor dieta. "Creímos que estas razones iban a explicar claramente la asociación entre optimismo y menor predicción de muerte. Pero no fue así. Nos parece que la investigación sugiere que otros mecanismos están en juego. Una posible causa que nos intriga es que el optimismo pueda tener un directo impacto en nuestros sistemas biológicos", dice Hagan.

La importancia de esta investigación fue establecida por el American Journal of Epidemiology, que la publicó en enero de este año. Su principal impulsor, el doctor Kim, pone el acento en que, aunque estudios anteriores ya habían determinado que los optimistas se mueren menos por problemas al corazón —aquí entra a tallar el estrés, ligado a ciertas cifras de infartos y cuyos estragos sienten menos quienes tienen una mirada más positiva de la vida—, su investigación es la primera en probar una conexión estadística entre optimismo y menor riesgo de muerte por causas distintas a enfermedades cardiovasculares. Entre ellas: cáncer, episodios cerebrovasculares, males respiratorios e infecciones.

Emoción entrenable.

Pero todas estas investigaciones no tendrían mayor sentido si no fuera por su potencial impacto en las políticas públicas destinadas a mejorar las cifras de salud. Un paquete de estudios experimentales en el curso de los últimos 15 años, demostró que el optimismo es una cualidad fisiológica interesante para la ciencia. Y es que se puede hacer crecer.

"Un trabajo científico con mellizos arrojó que solo un 25% del optimismo humano es heredado, el resto lo determina el esfuerzo personal y el medio ambiente", aclara la epidemióloga. Según dice, hombres y mujeres pueden hacer crecer este rasgo de personalidad con ejercicios simples como agradecer por escrito los beneficios del día y pensar que todo problema tiene una solución. También es útil, remarca, una terapia conductual.

Kim destaca el poder de la resiliencia: "La mayoría de los esfuerzos médicos y de salud pública están orientados a la prevención de enfermedades. Estudios como el nuestro evidencian que potenciar la resiliencia psicológica es fundamental porque puede marcar una diferencia".

Más aun, explica, pensando en políticas públicas la ciencia debería buscar maneras de inducir al optimismo a la población. "Está probado que este puede asociarse a conductas más sanas y a mayor fuerza para enfrentar los desafíos de la vida".

Crecimiento.

"Al optimismo podríamos definirlo como una manera justa y equilibrada de ver la realidad el optimista sabe lo que está mal, lo que no funciona, pero en vez de quedarse estancado en eso, se concentra en las cosas que sí dependen de él. El mismo tiene mala prensa, porque muchas veces se confunde el optimismo con ingenuidad y negación de la realidad. Pero el optimista no niega la realidad, solamente decide enfocarse en las cosas buenas a propósito para tener energía para afrontar y aceptar aquellas que no son tan buenas", señala la psicóloga uruguaya Mariana Alvez.

Según la experta en psicología positiva la felicidad depende de cómo nosotros interpretamos nuestra realidad más que la realidad en sí misma. Eso implica que, ante un mismo hecho, una persona puede salir fortalecida mientras otra puede derrumbarse.

"Para las personas en general es difícil despertar el optimismo, ya que tenemos una tendencia a quedarnos más enganchados a las experiencias negativas que a las positivas; es así que no le brindamos el tiempo suficiente a lo bueno para que se pueda quedar fijado en nuestra memoria a largo plazo. El cerebro tiende a reaccionar de una manera muy intensa ante las malas noticias, mientras que a las buenas las deja pasar más rápido. Nuestro cerebro está acostumbrado a detectar amenazas y debemos entrenarlo para poder sacar provecho de las buenas experiencias, ya que las situaciones positivas por las cuales atravesamos también contribuyen a nuestro crecimiento interno", sostiene Alvez.

En la Universidad de Harvard, Hagan observó las razones por las que una mujer optimista podría tener más años de sobrevivencia que una pesimista: la primera tendería a una alimentación más sana, a practicar más ejercicio y tendría una mejor calidad del sueño. También, cultivaría estrategias de adaptación con mayor facilidad. La investigadora suma la potencia de un posible impacto biológico, conclusión que se desprende del estudio de salud pública sobre 70 mil enfermeras. "Hay estudios que muestran que, a mayor optimismo, menor inflamación, niveles de lípidos más sanos y más antioxidantes".

Cómo.

Para poder preparar el cerebro a que esté receptivo a la felicidad es importante disfrutar del presente y atesorar los momentos alegres. Según la psicóloga Alvez es necesario aprender a transformar las experiencias positivas en recuerdos emocionales duraderos. "Todos los días atravesamos por momentos positivos, algunos sutiles, otros grandes, lo importante es tomarlos en consideración, apreciarlos, permitirnos sentir alegría, quedarnos extasiados y permitir que su intensidad quede prendada en nuestro cerebro", dice.

Las creencias que se encuentran detrás del optimismo inteligente, término utilizado en Psicología Positiva, son las siguientes, afirma la experta: el optimista considera que las cosas buenas que le ocurren se volverán a repetir, lo malo que ocurre es temporal, prefieren enfocarse en las cosas que sí funcionan en su vida y son muy agradecidos con la vida en general. Es decir que las cosas buenas tienen el poder de opacar a las malas y se sostienen en lo bueno para atravesar los desafíos, son flexibles a la hora de tomar responsabilidad, son cocientes que no todo lo malo que ocurre es su responsabilidad.

En Uruguay Alvez dirige el Centro Psicología Positiva desde el 2014. Allí han creado varias estrategias: terapias individuales que apuntan al fortalecimiento de la persona y a despertar su lado más positivo y saludable; diversos talleres relacionados con psicología positiva, realizado jornadas con ponentes internacionales, cursos de especialización y "espacios más descontracturados" como actividades optimistas.

Un precursor que encontró el nexo.

Los investigadores actuales no habrían llegado lejos sin la tarea científica del actual director de Psicología de la Universidad de Carnegie Mellon y codirector del Centro Mente y Cuerpo de Pittsburgh, Michael Scheier, quien hoy es referencia mundial en el estudio del optimismo ligado a los indicadores de salud, ha dedicado años al tema. "Hicimos estudios previos con enfermos de cáncer y enfermedades cardiovasculares y pensábamos que las personas más optimistas tendrían conductas que los beneficiarían de cara a su enfermedad. Las investigaciones confirmaron nuestra idea. A los optimistas les iba mucho mejor, no solo sufrían menos estrés, sino que sus resultados médicos eran cualitativamente superiores", afirma Scheier.

Según indica, la idea científica del optimismo como potenciador de la salud psíquica y física se expandió. Se liga a la observación de la conducta de estos pacientes frente a estrés y enfermedad: "Los optimistas cultivan mejor sus estrategias adaptativas. Trabajan por resolver sus problemas porque creen que una solución existe. Se esfuerzan y nunca están en negación: aceptan la realidad mejor que un pesimista".

Eso catapulta, en algunos casos, las cifras de sobrevivencia y sanación. En 2009, el profesor Scheier, junto con dos colegas —Rasmussen y Greenhouse—, realizó un gran análisis estadístico sobre 83 investigaciones científicas para tener una vista panorámica de la conexión optimismo-salud: "Trabajamos con base de datos y revistas científicas para identificar estudios sobre optimismo y salud. Quisimos investigar la asociación entre este rasgo de personalidad y los mejores indicadores de salud en hombres y mujeres. Encontramos una conexión significativa".

Y otro de los campos médicos en que esta asociación se ha estudiado es en el terreno del cáncer. En 2006, el psiquiatra Simon Kung, de la Clínica Mayo de Rochester, Minnesota, se dio a la tarea de testear la relación entre optimismo y calidad de vida en 190 enfermos de cáncer de cuello y cabeza, y cáncer de tiroides. Dice el profesor Kung desde Rochester: "En general, pesquisamos una mejor calidad de vida en los pacientes optimistas. Pero, al estudiar los resultados en forma separada, esta tendencia solo se marcó en los pacientes con cáncer tiroideo. Una posible explicación es que esta enfermedad tiene mucho mejor pronóstico".

Kung y sus colegas llegaron a la conclusión de que el optimismo ayuda a la salud mental, pero no necesariamente a la salud física. Pero agrega un dato revelador: "El grupo de investigación de Clínica Mayo ha publicado varios estudios sobre optimismo y cáncer. Uno de ellos, de 2010, demostró una sobrevida de seis meses en pacientes optimistas con cáncer de pulmón por sobre los pesimistas".

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TENDENCIASEn base a El Mercurio/GDA

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