En tiempos donde suele pensarse que el amor es efímero, tres parejas uruguayas que llevan juntas más de 35 años cuentan cómo consiguieron que su vínculo sea, sí, para toda la vida.
"Te amo, viejo", le dice Blanca. Se ríen. "Agarrame la mano", responde Antonio. La mira y le dice: "Yo también". Se ríen. Todo eso sucede mientras un fotógrafo intenta captar su imagen. Están posando pero ellos no se dan cuenta. O sí. Pero las manos, las miradas, las risas y sus palabras no son parte de la pose. Blanca y Antonio tienen 89 y 93 años y llevan 65 de casados. Sí, 65.
Muchos creen que el amor es efímero. Sin embargo, ellos se han encargado de mantenerlo vivo. Al igual que Antonia y Hugo, que llevan casados 55 años y se volverían a elegir siempre. O como Carlos y Cristina, que van 35 y siguen soñando con concretar proyectos juntos.
Así, la psicóloga Mariana Alvez sostiene que en Psicología Positiva el amor es entendido como una emoción positiva, breve y efímera, que sin embargo es renovable: "Esto quiere decir que constantemente podemos volver a enamorarnos de la persona que hemos elegido, pero será necesario un esfuerzo consciente y ciertas actitudes para que esto pueda ser logrado".
Parece haber ciertas claves, pautas o secretos no tan secretos que ayudan a que una pareja se elija para toda la vida. "Confianza. Siempre quedó claro entre nosotros que si uno de los dos tenía un problema con el otro, lo íbamos a hablar, esa es la fórmula para mí", dice Carlos y Cristina lo complementa: "Y no mentirnos, nunca". Lo mismo cree Antonia: "Discutir. Nos llevamos bien, pero hemos peleado como cualquiera. Porque si vos no te decís las cosas vas a terminar mal". Pero Hugo la corrige: "¿Sabés por qué hace tantos años que estamos juntos?", pregunta, "porque los dos somos hinchas de Nacional". Y, aunque se ríen, tener gustos e ideas similares con respecto a determinados temas y conceptos, es una de las claves. "Tenemos los mismos gustos. Nos gusta el fútbol y somos los dos de Nacional, nos gusta la playa, no peleamos ni discutimos por política, ni por religión", sigue Antonia.
Sobre ese aspecto, la psicóloga Alvez explica que las parejas que llevan más tiempo juntas son aquellas que comparten opiniones sobre determinados temas: "La fidelidad, el dinero, la religión, la educación que quieran impartir en sus hijos (en caso de que deseen tenerlos) y los valores".
Antonio y Blanca son un ejemplo de valores compartidos y más. Parecen tener la fórmula para mantener el amor por toda la vida.
— ¿Cómo se hace para estar 66 años juntos?
—Blanca: Ah mhijita ¿cómo se hace?
—Antonio: Cuando hay problemas hay que superarlos de a dos.
—Blanca: ¿Quién no los ha tenido? La hemos llevado con paciencia y con amor, porque hay que quererse mucho también.
Seis décadas y más
Cuando dicen que se conocen de toda la vida, Blanca (89) y Antonio (93) no exageran. Se conocen de toda la vida, literalmente. Los dos son de Tranqueras, una ciudad en el departamento de Rivera. "Todavía me acuerdo cuando te vi por primera vez", le dice Antonio, que se inclina hacia ella para hablarle. Cuando Blanca nació, él tenía cuatro años y sus familias eran amigas, por lo que Antonio y su mamá fueron la primera visita que recibió Blanca.
Antonio se hizo muy amigo del hermano mayor de Blanca. "Iba a mi casa todos los domingos, pero tenía novia y la novia se ponía celosa de mí", recuerda ella. "Yo tenía tres amigos en Tranqueras. Su hermano era el mejor amigo que tenía", cuenta él, y admite que cuando le contó que estaba enamorado de Blanca, a su hermano no le gustó nada. Pero, más allá de los celos y de toda resistencia, un día Antonio viajó a Argentina y le trajo un abanico de oro que al abrirlo decía Te amo. "Así me le declaré y a ella le encantó".
— ¿Usted le dijo que sí cuando le mostró el abanico?
—Blanca: Claro, mhijita, si era divino el abanico, ¿cómo iba a decirle que no?
Así se pusieron de novios y así estuvieron por seis años. Cuando ella tenía 24 y él 28 se casaron en Tranqueras. "Fue en 1951", dice Blanca y Antonio aclara: "El 17 de noviembre del 51. Estaba todo el pueblo en nuestro casamiento".
Dos años después se mudaron a Montevideo, a la casa en la que han vivido por 63 años. "Toda una vida, mhija, ¿te das cuenta?", pregunta Blanca. En la capital Antonio había conseguido trabajo en una empresa de electrodomésticos, donde estuvo hasta que se jubiló. Blanca, en tanto, siempre se ocupó de la casa. "Eran otras épocas, querida", dice.
Tienen tres hijas, nueve nietos y ocho bisnietos. "Los momentos más felices de nuestra vida están siempre en relación con ellos", afirma Blanca.
Cuando Antonio se jubiló, se fueron de vacaciones a su ciudad y se quedaron allí por diez años. En Tranqueras, formaron parte de un grupo de teatro. "Él era un buen actor", dice Blanca y Antonio se ríe.
En 2001, cuando volvieron a Montevideo, hicieron una misa y una reunión en su casa con toda la familia para festejar los 50 años de casados.
De aquello pasaron quince años. Antonio y Blanca siguen viviendo en la misma casa y disfrutan de las visitas de su familia. "Ahora yo le arreglé todo en el piso de abajo (de la casa) para que ella no tenga que subir porque le cuesta", dice. "Cocino yo y todo para ayudarla". Y sí, se ayudan y se quieren desde que se conocieron.
Un amor del barrio
Antonia (75) y Hugo(80) vivieron en el barrio Buceo por toda su vida. Es más, han vivido en la misma manzana siempre. "Yo nací acá y él ahí a la vuelta, a una cuadra y media. Él era amigo de mis hermanos", dice Antonia. "A mí me gustaba venir a jugar al fútbol a esta esquina, acá se pasaban jugando y cantando todo el día, entonces yo siempre venía. Y un día la vi a ella. Y cuando la vi, chau, morí", aclara Hugo y adelanta el principio de una historia que lleva 55 años. O más.
Hugo es cuatro años y medio mayor que Antonia. "Cuando yo la dragoneaba, mis compañeros me decían: No seas criminal. Yo tenía 18 años y ella tenía 13. Pero ya me gustaba como loco", se ríe Hugo. Y Antonia recuerda con detalles el día en que él decidió encararla: "Vino un muchacho amigo que vivía en frente y me dijo: El Hugo Sacco quiere verte. Y yo tenía 13 años pero había perdido a mi mamá y era muy madura. Muy madura. Tuve que madurar de golpe. Así y todo cuando él vino, lo empujé y salí corriendo".
— ¿Por qué salió corriendo?
Antonia: Claro, porque ahora las cosas cambiaron, pero antes venían y te daban un beso así como si nada, ¿viste? Y para mí eso a los 13 años era horrible.
Pero las cosas no serían tan sencillas para Hugo. El padre de Antonia era italiano y para poder ser novio de su hija, claro, era necesario su permiso. Además, tenía tres hermanos mayores que "eran muy cuidas" con ella. Todo fue más fácil gracias a una esquina y al fútbol. Hugo empezó a jugar en el equipo de los hermanos de Antonia y se hicieron inseparables. "Un día Ruben (hermano mayor de Antonia) me dijo: El viejo es muy bravo, pero yo voy a hablar con él y te voy a avisar cuándo tenés que ir a casa a pedirle para ser novio de Antonia. Me arregló todo. ¿Y sabés cuál fue el tema, no? Que yo soy Sacco, soy italiano, del palo del viejo y de ellos. Y aparte tenía al hermano de mi lado, que era un as en la manga, esto era jugar y cobrar".
Tenía razón Hugo. "Yo lo único que sabía era que con ella me iba a casar". Y así fue, el 3 de enero de 1962, en una iglesia del barrio que los había visto crecer.
La casa de Antonia y Hugo está repleta de fotos de sus hijas, Mariel y Daniela y de sus nietos: Mariel, Rosina y Diego. "Esta es la foto de mi vida", dice Hugo, mostrando una imagen en la que está con sus nietas. "Te la muestro para que te hagas un idea de lo que son nuestros nietos para nosotros".
Ella dice que a veces no es lindo recordar: "Cuando vuelvo para atrás creo que no podría volver a vivir todo lo que viví. Mi vida tuvo momentos muy duros. Pero después veo a mis hijas y a mis nietos y son tan buenos, tan compañeros. Mi nieto, tiene 15 años y pasa por al lado tuyo y te dice: abuela, te quiero mucho y eso te borra todo lo malo".
Cuando se acuerdan del casamiento de su primera hija, se ríen. "La noche que se casó, hicimos una reunión con la familia acá en casa y cuando se fueron todos, nos acostamos, nos abrazamos y lloramos juntos toda la noche", cuenta Antonia. Y Hugo la interrumpe y admite: "Nunca lloré tanto en mi vida".
Juntos, siempre
Cuando yo lo vi, él estaba con un amigo y dije: Estos son flor de bandidos". Fue en 1978, cuando Cristina (62) y Carlos (62) se vieron por primera vez. Fue, también, durante un curso de decoración en una galería. "¿Puedo decir el motivo por el que te anotaste?", le pregunta Cristina a Carlos, que se ríe y dice "claro". Y lo cierto es que él y su amigo estaban allí solamente porque "había muchas chicas".
La primera vez que Carlos la invitó a salir, Cristina se puso un buzo grande y vaqueros. "Bien bohemia, porque yo a él siempre lo veía que andaba de vaqueros y alpargatas". Al contrario, Carlos eligió vestirse bien para la ocasión: "Ella siempre andaba arreglada porque trabajaba como secretaria de un laboratorio alemán. Yo dije me tengo que poner la pilcha. Así que me empilché bien para quedar a tono", recuerda.
La propuesta de matrimonio no fue nada que se le parezca a una petición de amor romántico o algo por el estilo. Llevaban más de tres años juntos y un día Cristina "agarró el toro por las guampas", dice Carlos. "Me dijo: Mirá, yo tengo el pasaje para irme a Alemania, ¿qué hacemos?, y yo le dije: Nos casamos". Y se casaron el 8 de mayo de 1981. "Llovía", se acuerda Carlos. "Dicen que trae suerte", asegura Cristina.
Cristina se sumó al apartamento en el que Carlos vivía con su padre. Poco tiempo después de que nació Martín, su primer hijo en 1983, decidieron mudarse para Atlántida. En 1988 llegó Alejandro, su segundo hijo.
Carlos y Cristina suelen pensar lo mismo al mismo tiempo. Eso sucedió cuando en 2001 decidieron irse a vivir a Alemania. "La ida para Alemania siempre estuvo desde que nos conocimos, y se fue postergando y postergando por uno u otro motivo", recuerda Carlos.
Ese año las cosas no iban bien para su familia. Los dos tenían sus negocios pero durante enero y febrero no facturaron "ni para pagar la luz", asegura Carlos. Así que no lo dudaron: alquilaron su casa en Atlántida, con eso compraron cuatro pasajes que pagaron en 12 cuotas y se fueron a Berlín.
Tienen un buen recuerdo de los años en la capital alemana. Aunque llegaron sin trabajo, los primeros días se alojaron en la casa de un hermano de Cristina. Como ella es ciudadana alemana, enseguida el Estado les consiguió un empleo. Carlos se encargaba del mantenimiento de un teatro y Cristina atendía al público en una biblioteca. Lo mejor de todo, recuerdan, fue cuando armaron un grupo de candombe que representaba a Uruguay en el Carnaval de las Culturas, desfile que se hace en mayo en Berlín.
"¿Ves? Todas esas cosas las hacíamos juntos, porque a los dos nos gustaba. Yo cosí toda la ropa del grupo", cuenta Cristina y Carlos la interrumpe: "¿Perdón?". Y recuerdan que él aprendió a coser y se encargó de armar las banderas para el desfile. Así, formaron un grupo de más de 30 uruguayos que tocaban tambores y bailaban durante 4,5 kilómetros.
Volvieron de Alemania a vivir en su casa de Atlántida. Martín, su hijo mayor, se quedó en Berlín y Alejandro está en Montevideo.
Actualmente tienen un residencial que pusieron juntos. Hace cuatro años que no descansan ya que su emprendimiento los requiere siempre. Sin embargo, los dos creen que los momentos más lindos de su vida fueron todos los proyectos que tuvieron y que lograron cumplir. Juntos. Siempre. Feliz San Valentín.
El día de los enamorados
El Día de San Valentín se celebra en Estados Unidos y Canadá desde mediados del siglo XIX , cuando se empezaron a vender tarjetas para que los enamorados se regalaran mutuamente. Si bien es una celebración relativamente nueva, la tradición data de varios siglos atrás, cuando se popularizó en Francia y Gran Bretaña. En 1382, el escritor inglés, Geoffrey Chaucer, escribió un poema que tituló Parlamento de los pájaros, en el que se menciona por primera vez al Día de San Valentín como un día de festejo para los enamorados. De esta forma, también en Uruguay, cada vez más el 14 de febrero las parejas eligen celebrar.
Problemas de parejas actuales
Con los años, aparecen nuevos factores que influyen en las peleas de parejas. La psicóloga Mariana Alvez afirma que uno de los problemas que más surge en las terapias son las presiones económicas. "Si bien existieron siempre, en esta compleja sociedad hay una presión por llevar a los chicos al mejor colegio, a vivir un nivel de vida que muchas veces está por encima de nuestras posibilidades". Esto trae un sentimiento de culpa por tener que dedicar más horas al trabajo y tener menos tiempo para compartir en familia. El psicólogo Álvaro Alcuri cree que muchos de los problemas que surgen actualmente se deben a que las personas suelen perseguir objetivos individuales "más que de pareja". Además, asegura que las parejas que más fracasan son las más idealistas, ya que "no soportan la frustración de la pérdida del enamoramiento y el proceso de maduración que lleva (eventualmente), al amor adulto".
Un sentimiento que cambia en las distintas etapas de la vida
La noción de amor no solo cambia con la edad, sino y especialmente, cambia siempre que se trata "de una pareja de larga data sin importar si es una pareja joven o mayor", explica la psicóloga Mariana Alvez.
De esta forma, una primera fase de enamoramiento podría ser definida como un momento en el que predomina lo físico y la atracción sexual. "Hay una idealización con respecto al otro y una pasión muy fuerte", afirma Alvez. Luego viene la fase del "amor romántico", que es, según Alvez, un poco más maduro. En esta etapa, la pareja ya se conoce bien y aparece el "cariño y la necesidad de proteger y ser protegido por el otro".
El próximo momento está centrado en el compromiso. En esta fase "la lealtad se afianza así como la exclusividad con el otro. Es una etapa de satisfacción y bienestar", según sostiene la psicóloga.
La última etapa constituye la fase del amor adulto, en la que, como explica Alvez, se alcanzó "al amor compañero, cómplice, donde la intimidad ha crecido muchísimo, la pasión física declina en pos del cariño y en el caso de las parejas con hijos, la concentración está más bien en los niños".
Así, aunque se pueda sentir amor por cualquier persona, lo que hace el vínculo sea distinto y especial es la historia compartida: "Eso es lo que nos reafirma y nos brinda un sentimiento de pertenencia con el otro", afirma Alvez.
Además, el psicólogo Álvaro Alcuri, sostiene que las claves para que una pareja atraviese todas las fases y dure consisten en la madurez, la capacidad para aceptar frustraciones, los proyectos compartidos, y por supuesto, el amor: "Pero no el del idealista romántico, sino el del adulto equilibrado".
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