Más de 300 uruguayos ya tienen su dron para trabajar o divertirse.
LUIS PRATS
Miren hacia el cielo! ¿Es un pájaro, es un avión? No, es un dron… Hace pocos años, la frase hubiera sido tan fantasiosa como la que precedía las apariciones de Superman, pero hoy hasta en Uruguay comienza a resultar común observar estos aparatitos por encima de nuestras cabezas.
Alrededor de 300 uruguayos ya tienen su pequeña máquina voladora no tripulada para desarrollar su trabajo, captar imágenes desde el aire o simplemente para jugar un poco. Y se venden en plaza hasta unos 20 por mes, con precios que van desde los 600 dólares a varios miles, sin contar los que se traen del exterior o los que se arman aquí. Incluso se está formando una Asociación Uruguaya de Drones.
Como muchos artefactos, el dron (a veces llamado drone, por su nombre en inglés) nació como tecnología militar y se extendió después al uso civil, sin dejar de despertar polémicas. En el primer caso, porque es capaz de llevar muerte y destrucción sin aparente acción humana, por más que hasta ahora siempre hay una mano que lo mueve a miles de kilómetros de distancia del blanco elegido. En el uso diario la controversia involucra el derecho a la intimidad, que puede violarse con facilidad a través de su vuelo indiscreto.
Como (todavía) no pueden obrar por su cuenta, los drones son ajenos a las discusiones y siguen multiplicándose, al igual que sus posibles aplicaciones.
La tecnología siempre va más rápido que la legislación. La Dirección Nacional de Aviación Civil e Infraestrucutra Aeronáutica (Dinacia) reglamentó su uso (ver recuadro) pero no tiene forma de controlarlos ni modo de detener al aparato que viole sus disposiciones. Todavía falta una normativa más amplia, que involucre al Ministerio del Interior.
"Ver el mundo desde otro ángulo es espectacular, es lo que me atrajo a los drones", asegura Pablo Peraza, entusiasta de estos aparatos como hobby y uno de los impulsores de la asociación. "No es la visión desde un avión ni desde un edificio, sino algo diferente. Incluso trabaja con una paz increíble", añade.
Peraza destaca las múltiples aplicaciones de este invento, desde operativos de bomberos y policías hasta relevamientos de campos. Él, sin embargo, los utiliza como entretenimiento, aunque ha cedido alguno de sus aparatos para filmaciones profesionales.
"Es un hobby. Los hemos llevado a volar con miembros de aeroclubes en San José y Canelones. Ahora que la reglamentación no permite volarlos en ciudad se reducen los lugares donde se pueden utilizar. Por eso usamos los lugares donde se practica aeromodelismo, un lado para ellos y otro para nosotros. Participaron unos 30 drones e hicimos una exhibición", cuenta.
A partir del contacto establecido por la página de Facebook Drones en Uruguay y con el fin de promover la actividad en el país, los entusiastas están formando una Asociación Uruguaya. "Ya hicimos dos o tres asambleas y estamos tramitando la personería jurídica. Luego nos acercaremos a Dinacia y al Ministerio del Interior. Buscamos que la gente que se dedica a esto por hobby tenga su lugar sin molestar a nadie y los que quieren trabajar puedan hacerlo en las mejores condiciones y con reglas claras", sostiene.
También pretenden ser el nexo sin fines de lucro entre los grupos de investigan en el tema, por ejemplo en la ORT o la Universidad de la República, con los fondos de inversión, porque según Peraza "hay mucho campo para desarrollar".
La gran mayoría de los drones vienen de China, especialmente los de la marca DJI (ver recuadro). En Uruguay, el principal importador es Motociclo, que vende las líneas Phantom (profesionales) y Parrot (recreación), indicó Carlos Pereira, subgerente de la sucursal Malvín, donde se concentra el rubro. La agencia Notable produjo para la firma un aviso Carrera de drones, un espectacular raid de tres aparatos por una fábrica abandonada, aunque por ahora es más ficción que realidad. En Uruguay no hay competencias de drones, a menos que sean clandestinas.
Una de sus principales aplicaciones comerciales es la fotografía y la filmación desde el aire. Desde hace dos años, Carlos Rosasco se dedica a eso con su empresa DroneFly Uruguay. "Somos más que nada fotógrafos, no gente con drones que filma o toma fotos. En una filmación eso se nota, porque puede haber maña para mover el dron pero no para tomar las imágenes", señala.
"Cualquiera con un dron quisiera hacerlo volar y filmar en la Plaza Independencia pero no es posible —enfatiza—. Para hacerlo comercialmente hay que pedir autorización. Los drones son una novedad muy grande, pero hay que concientizar a la gente sobre sus riesgos".
El Henry Ford de los drones.
Frank Wang Tao, un chino de 34 años apasionado por el aeromodelismo, es el primer multimillonario global de los drones. En 2006 y con una inversión de 90.000 dólares fundó DJI, que pronto se convirtió en la marca de drones para uso civil más importante del mundo. En 2013 alcanzó ventas por 500 millones de dólares. Un año más tarde duplicó esa cifra. Solo del modelo Phantom vendió 400.000 unidades el año pasado. La compañía tiene hoy un valor de 10.000 millones de dólares: Wang posee el 45% de las acciones.
Reglamentados en 2014.
El auge de los drones llevó a la Dirección Nacional de Aviación Civil e Infraestructura Aeronáutica (Dinacia) a reglamentar su funcionamiento en setiembre de 2014.
Todos los drones tienen prohibido, salvo autorización expresa, el vuelo en determinadas zonas: áreas prohibidas o restringidas, áreas pobladas, sobre concentraciones de personas y en aeropuertos y aeródromos.
Los dispositivos menores dedicados exclusivamente al deporte o la recreación no requieren registro de aeronavegabilidad ni licencia, ni su operador deberá contar con permiso para utilizarlos. Los medianos deberán inscribirse ante la Dirección de Seguridad Operacional y recibirán un número de identificación. Los aparatos mayores deberán contar además con una licencia aeronáutica.
Atención con los riesgos.
Los usuarios de drones no se cansan de proclamar sus posibilidades, pero al mismo tiempo advierten contra su uso sin precauciones. "Son súper seguros pero nada impide que alguna vez fallen, como todo aparato. Son una herramienta fantástica, y como un cuchillo pueden ser una herramienta o un arma", comenta Pablo Peraza.
Debe recordarse que son pequeños helicópteros y tienen aspas, que giran a altas velocidades. "Ni loco lo meto adentro de un teatro con gente, por ejemplo", afirma Carlos Rosasco. "Nosotros tenemos un seguro de responsabilidad civil por posibles daños materiales que cause el aparato, pero si cae sobre una persona o la lastima, no te salvás de una denuncia penal", dice.
"Nunca será seguro para un niño. Es como regalarle una moto a un adolescente", agrega.
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