El desempleo impacta en los jefes de hogar y presenta una duración media de 8 semanas.
Las estadísticas del mercado laboral en el segundo trimestre del año muestran que sigue habiendo un deterioro gradual de las condiciones, con menos puestos de trabajo y peores condiciones de empleo. Es uno de los puntos débiles de la coyuntura porque, además del impacto social, pega directo en el déficit del BPS y por lo tanto deteriora las finanzas públicas. Como está ocurriendo en cámara lenta, es posible que los pequeños cambios negativos no se perciban, pero la tendencia al deterioro es marcada y no hay un mensaje claro del gobierno sobre la gravedad del tema.
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La menor cantidad de puestos de trabajo repercuten en el desempleo. Luego de varios años con porcentajes muy bajos de personas desocupadas las tasas comienzan a subir. A mediados del 2016 estamos muy cerca del 8% de la población activa que quiere trabajar y no consigue hacerlo. Por lo tanto la economía salió de lo que se consideraba desempleo friccional, donde las personas que no consiguen trabajo se encuentran mayoritariamente en un período de búsqueda razonable. El deterioro que se comienza a observar este año ya es a cuenta de niveles crecientes de situaciones de vulnerabilidad social.
A partir de los datos de la encuesta de hogares que realiza el INE, se puede estimar que en promedio hay 1,6 millones de personas ocupadas en la economía uruguaya en el año terminado en junio pasado. Esto implica una caída del orden de los 25.000 puestos de trabajo en comparación con el mismo período un año atrás. De acuerdo a los datos de la consultora Advice, estamos en un escenario en el que hay aproximadamente dos tercios de las solicitudes que había un año atrás.
Además de haber menos personas ocupadas, hay una caída en la cantidad de horas trabajadas. En el gráfico superior del cuadro adjunto se muestra la evolución de la estimación de horas semanales que realiza la encuesta de hogares para el total del país. El deterioro es tendencial y en el segundo trimestre del año se registró un promedio de 37,7 horas contra 38,7 tan solo dos años atrás.
Una hora promedio menos por semana es mucho. Una de las razones para que esto suceda es que baje la cantidad de horas extra contratadas y es una situación acorde con la caída en el nivel de actividad de varios sectores y la desaceleración generalizada. Esto genera un impacto negativo en el ingreso de los hogares debido a que son horas de trabajo que se pagan por encima del valor promedio. Se genera de esta manera un nuevo punto de impacto sobre la demanda agregada que lleva a exagerar el movimiento del ciclo económico. Efectivamente, en la expansión el ingreso salarial disponible por los hogares sube más rápido pero también baja más rápido en la contracción.
Este fenómeno provocado por el ajuste en las horas extra a lo largo del ciclo económico no solo pega en el consumo privado, también genera movimientos más exagerados en las finanzas públicas. Pensando en el sistema de seguridad social, aumentan mucho los ingresos cuando la expansión y se genera un bienestar financiero de corto plazo en el BPS. El error es gastar por adelantado cuando esta bonanza, porque cuando el ciclo es a la baja como está ocurriendo en la actualidad, hay una reducción más que proporcional.
Para completar el panorama pro cíclico sobre el BPS hay que agregar la indexación de las pasividades al índice medio de salarios. Entre los varios errores de tomar este índice como indexador de las pasividades hay que agregar que se trata de un índice que tiene sus razones para no recoger el efecto de las horas extra. De esta forma, en la expansión el gasto sube ligeramente menos que los ingresos y en la contracción sucede lo contrario y los ingresos suben menos que proporcional que los egresos.
El impacto aislado del ciclo de las horas extra sobre las finanzas del BPS puede no ser significativo, pero suma al impacto del seguro de desempleo y a la tendencia al aumento en las solicitudes de jubilación cuando hay más desempleo. El seguro de depósito ya cubre más de 42.000 personas con un incremento del 19% en comparación con el año pasado.
La caída en la cantidad de puestos de trabajo es más pronunciada en las personas menores de 25 años. En el gráfico del medio en el cuadro adjunto se ve cómo el porcentaje de jóvenes con empleo baja de niveles del 39% al 35% del año terminado en junio del 2016. Siempre resulta más razonable observar ajustes a la baja y al alza pronunciados en este grupo de edades debido a que en promedio hay menos responsabilidades por las cuales generar ingresos.
Lamentablemente en la actualidad también se observa un deterioro en las condiciones del empleo de los mayores de edad y por lo tanto en los jefes de hogar. El problema social del desempleo comienza por lo tanto a ser mayor si se toma en cuenta que hace dos años el 3,0% de los jefes de hogares estaba desocupado y este porcentaje subió al 3,6%. Son tasas naturalmente bajas pero en cantidad de personas implica una suba del orden del 20%.
Mirando este mismo problema desde el lado del empleo, hay una caída de las personas ocupadas que no presentan restricciones ya sea por el lado de no estar registradas o por estar subocupadas.
En la registración no hay cambios sustanciales en los dos últimos años fruto de las mejoras en la fiscalización pero en el caso de la subocupación el incremento es más notorio. El porcentaje de las personas que se consideran subocupadas sube del 6,6% registrado hace dos años al 8,0% del promedio del año terminado en junio.
Estos indicadores marcan un deterioro gradual en las condiciones de empleo y se ven reflejados en las estadísticas de desocupación. En los dos gráficos de la zona inferior del cuadro se ilustran dos de los principales indicadores cualitativos sobre la desocupación. Por un lado la duración media del desempleo, que se mide en semanas, registra un incremento pasando de niveles de 6 semanas y media a las 8 semanas promedio del año terminado en junio de 2016.
No es una duración del desempleo promedio angustiante pero su deterioro da cuenta de que las condiciones para conseguir trabajo se están complicando bastante. Todo empeora en forma gradual y de a poco se ve cómo se puede llegar a niveles en los que son necesarias las políticas públicas.
Concomitantemente con la mayor duración del desempleo hay un ablande en las pretensiones para conseguir trabajo. El porcentaje de personas sin empleo que no pone restricciones a las propuestas recibidas viene en aumento tal como se ilustra en la gráfica en la que se pasa de niveles del 54% hace tres años al 61% actual.
HORACIO BAFICO Y GUSTAVO MICHELIN