"La mayor preocupación que veo no es económica, es política"

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Luis Enrique García Rodríguez. Foto: Darwin Borrelli
Nota a Luis Enrique Garcia Rodriguez, economista boliviano presidente ejecutivo de la Corporacion Andina de Fomento (CAF), en el Hotel Radisson de Montevideo, ND 20170308, foto Darwin Borrelli - Archivo El Pais
Darwin Borrelli/Archivo El Pais

Entrevista con el presidente ejecutivo de CAF-Banco de Desarrollo de América Latina.

Cuando en diciembre de 1991 Enrique García asumió como presidente ejecutivo de la CAF, América Latina recién empezaba a salir de la "década pérdida", las democracias apenas estaban consolidadas y la pobreza había aumentado. Tras 25 años, la región mejoró en varios aspectos, pero tiene deberes pendientes. Este economista boliviano, que se define como socialdemócrata, fue uno de los impulsores de que CAF dejara de ser la sigla de la Corporación Andina de Fomento y pasara a ser Banco de Desarrollo de América Latina. A tres semanas de dejar el cargo, García habló con El País.

—¿Qué recuerda de la CAF cuando comenzó como presidente ejecutivo en 1991?

—Le veía mucha posibilidad. Era una institución pequeña, pero que tenía una base muy sólida con un convenio constitutivo muy flexible, muy creativo, que daba la oportunidad de ajustar a la institución a las situaciones cambiantes. No tiene un directorio residente, los miembros del directorio son los propios ministros. Eso era una gran ventaja.

—¿Porque elimina burocracia?

—Elimina burocracia. Había visto en el BID como podían complicarse las cosas. Además, América Latina salía de la década pérdida de los años 80 que fue resultado de la sobre-expansión de los sectores públicos y la deuda. La región había retomado los sistemas democráticos y había un interés en relanzar la integración regional, con un concepto de regionalismo abierto. Todo eso me motivó para llegar a la institución. Pero quería proyectarla, entonces dije tres claves: no puede quedarse con cinco países y hay que ampliar su espectro, había que financiar la inversión y en eso es importante la infraestructura (allí había una ventana de oportunidad porque al BID y al Banco Mundial le dieron un mandato de priorizar programas orientados a la pobreza) y la tercera cosa es que había que tener independencia financiera y tenía que ser un actor con posibilidades en el mercado de capitales. El foco en la infraestructura hizo que los países del Mercosur tomaran interés en la CAF. Y luego vino un experimento.

—¿Cuál?

—Tratar de ser un banco propiedad de los emergentes. Eso quiere decir que no hay países donantes y otros receptores de los beneficios como en el BID, el Banco Mundial, el Banco Asiático. Tiene identidad de la región y por eso la llamamos "CAF-Banco de Desarrollo de América Latina", el "de" tiene un sentido de propiedad. Eso ha hecho que haya una lealtad mutua. Nunca hemos dejado de ayudar a los países aunque estén en una situación muy difícil. En 47 años, nunca han dejado de pagarle a CAF, es puntual. Somos el banquero que da el paraguas cuando llueve y cuanto más llueve da un paraguas más fuerte. Lo otro es que CAF respeta las diferencias ideológicas y busca la calidad de las iniciativas, pero no pone condicionalidades.

—Otros organismos sí hacen cuestionamientos.

—Claro, cuando tienes países donantes y países receptores. El país donante quiere ver qué beneficios saca. Es un instrumento político, las decisiones se influencian. En nuestro caso no se inserta ese tipo de tema. Tenemos excelente relación con otros organismos como el BID, el Banco Mundial.

—¿Cuánto cambió América Latina en estos 25 años?

—Ha cambiado, ha cambiado. En muchas cosas para bien y en otras no para bien. En los 80 había un porcentaje alto, especialmente en Sudamérica, de gobiernos que no eran democráticos. El cambio positivo es que la mayor parte de los países retornaron a la democracia, es un logro enorme. La región, puede haber diferencias en algunos países, es una zona de paz. Lo otro es que ha habido una etapa de expansión económica, especialmente desde el 2000 hasta el 2008, que ha sido gracias a que se logró en la mayor parte de los países un manejo macroeconómico muy adecuado y al mismo tiempo la coyuntura internacional que le trajo precios de commodities muy altos. Lo más trascendente es que hubo una reducción de la pobreza en forma dramática y la inclusión de vastos sectores de la población en la clase media. En lo negativo, hubo complacencia de que esta riqueza, esta bonanza era para siempre. El mensaje es: estamos bien, pero momento, hay problemas estructurales que no estamos resolviendo. Seguimos con un modelo de ventajas comparativas tradicional. Debemos movernos a un modelo de ventajas comparativas dinámicas que implique mayor valor agregado que se base en tecnología, innovación.

—Hoy el modelo está muy basado en materias primas.

—No ha cambiado sustancialmente. Lo otro es que tenemos una gran concentración en exportaciones de ese tipo. El ahorro interno es relativamente bajo. El ahorro interno de América Latina fluctúa entre el 18% y el 20% del PIB. Comparemos con China, no seamos iguales, pero llega al 45% del PIB. La inversión en América Latina es en promedio 20% del PIB, hay países que invierten muchísimo menos. Para dinamizar la economía y poder sostener un modelo de inclusión social en el tiempo, América Latina tiene que crecer por lo menos al 5% en forma continua. Hay que invertir más, mejor, en áreas como infraestructura que está muy rezagada, en educación que tiene que ser del siglo XXI y no del siglo XIX, habilidades. Tenemos que dar un paso a un modelo de ventajas comparativas dinámicas y para eso se requiere un proceso de transformación productiva que es la base para poder crecer a tasas más altas. El otro tema es que, si bien ganamos muchísimo en la democracia, hay una crisis institucional. Pero, no hay que llorar, hay que buscar soluciones. Y la ventaja es que América Latina no está en la crisis de los 80, si bien la macroeconomía no es lo mismo que hace dos o tres años, la mayoría de los países sigue creciendo. Hay una ventana de oportunidad para llevar adelante esfuerzos de reestructuración de la economía. Se requiere una agenda de largo plazo, donde participen todos los actores y tienen que tener una convergencia en ciertos temas básicos que no se resuelven en tres años. La mayor preocupación que veo en la región no es la económica, es la política.

—Ha visto innumerables crisis que golpean, pero en los últimos tiempos la región ha sobrellevado la crisis internacional, ¿hacia adelante puede ser esa la norma y no la excepción?

—El hecho de que no estemos en esa crisis que fue la típica a fines de los 70 y principios de los 80, hace que haya esta oportunidad. Con muy pocas excepciones no estás en la situación desesperada de que no tienes reservas, de que tienes problemas de deuda y que tienes que hacer un ajuste muy severo. Aquí es más mantener con sabiduría los principios de la estabilidad macroeconómica como condición necesaria pero no suficiente e incursionar en las realidades de la microeconomía. Y la construcción del recurso humano, aplicarlo a lo que viene en los próximos 40 años. En América Latina no se está hablando de la cuarta revolución industrial que significa la economía digital, los robots, etc. Ese modelo es muy diferente. Los empleos que hay hoy ya no van a existir dentro de 50 años, hay que preparar al recurso humano para esa situación.

—¿Cómo imagina a la región en 30 años?

—Depende mucho de que estos sistemas permitan retomar el sendero del desarrollo con un crecimiento que sea menos volátil, más alto y de buena calidad. La macroeconomía, la microeconomía, la equidad y la inclusión social son parte de un sistema que está interactuando uno con otro. Por eso es que los ministros de Finanzas hablan entre ellos, gozan con la macroeconomía, por otro lado están los del medio ambiente. Lo que se necesita es poner en un cuarto a actores de las diversas disciplinas del sector público y privado para que puedan reconocer las necesidades y al mismo tiempo las limitaciones. Todo es importante, si no tengo con qué pagar no se puede hacer, pero tampoco la macroeconomía, lo fiscal, lo monetario es un fin, es un medio, no un fin.

—¿Qué le hubiera gustado ver en estos 25 años y no vio?

—Me hubiera gustado que esos cambios estructurales que permitan dar el salto a una transformación productiva, hubieran avanzado más. Y también que los avances en la reducción de la pobreza no estén en riesgo de revertirse si la economía no marcha bien. Me hubiera gustado que la distribución de la riqueza, de la equidad, que es mala en la región, hubiera mejorado más. Me hubiera gustado que los logros de moverse hacia la democracia, hubieran concretado una institucionalidad más sólida. Es muy electoral la democracia que tenemos.

—¿Cómo ve al Uruguay?

—Es un país con una democracia muy interesante, una civilidad que no es común en la región. Ha logrado avances interesantes por ejemplo, en tocar los temas de la tecnología. Es un país con muy buen recurso humano. Es muy buen actor en los procesos de integración, es un facilitador de articulaciones.

"Cuesta avanzar por la tendencia a ser extremistas"

Para García, a la región le cuesta avanzar porque "tenemos la tendencia de ser extremistas. Cuando somos estatistas, somos hasta la muerte o cuando somos librecambistas, somos hasta la muerte. No es así. Hay que reconocer que es una mezcla, que no es igual en todos los países. Es la institucionalidad democrática la que debe ser fortalecida para permitir esas convergencias. En gobiernos de facto la tienen, los chinos decidieron hacer esto y lo hacen, Singapur con otro modelo lo hacen, pero nosotros no queremos eso, queremos la democracia. En democracia es más difícil, pero hay que hacer el intento".

La integración es un factor clave y al presidente ejecutivo de CAF, le preocupan los mensajes del presidente de Estados Unidos, Donald Trump de mayor proteccionismo. Eso supone un riesgo, "pero al mismo tiempo hay que mirar el lado positivo: es una clara invitación para que los latinoamericanos se pongan las pilas y que trabajando juntos vamos a estar mucho mejor. Es muy importante que México vea al sur y que los sudamericanos vean a México y que esas rivalidades que ha habido en algún momento entre los grandes jugadores desaparezcan", afirmó. "La integración regional tuvo su momento de entusiasmo a inicios del 90, pero después ha comenzado a deteriorarse. Hay muchas instituciones, muchos discursos, pero seamos realistas, no está funcionando", agregó.

Experiencia en organismos.

Cuenta con una licenciatura y master en Economía y Finanzas de St. Louis University y estudios doctorales en American University. Desde diciembre de 1991 es el presidente ejecutivo de CAF (ex Corporación Andina de Fomento y actual Banco de Desarrollo de América Latina), cargo que dejará el próximo 31 de marzo al peruano Luis Carranza. Previamente, García se desempeñó como funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) durante 17 años, del que fue Tesorero. Ha sido Gobernador por su país en el Grupo del Banco Mundial, el BID y el Fonplata. Entre 1989 y 1991 fue ministro de Planeamiento y Coordinación de su país y Jefe del Gabinete Económico y Social. Fue elegido Hombre del Año 2005 por la revista Latin Finance. Le han sido otorgadas altas condecoraciones de los gobiernos de Argentina, Bolivia, Brasil,Colombia, Ecuador, España, Perú, Uruguay, Venezuela.

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