"Suba significativa del dólar es inevitable, cuanto antes, mejor"

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Foto: Fernando Ponzetto.
Nota a Pablo Rosselli, economista de Tea Deloitte, ND 20150923, foto Fernando Ponzetto
Archivo El Pais

El gobierno se enfrenta a "dilemas severos" y "va a terminar renunciando objetivos". Debe reconocer la necesidad de dejar subir al dólar y no atar las subas de salarios a la inflación porque de lo contrario "menos crecimiento económico y menos empleo serán el precio" a pagar. Actualmente "es apresurado" decir que vamos "a vivir" una crisis como 2002.

Se "está a tiempo de evitar un desenlace tan malo". Esas son algunas definiciones que dejó el economista y socio de Deloitte, Pablo Rosselli en entrevista con El País.

—El contexto internacional empeoró, una de las claves para Uruguay es saber si eso es transitorio o vino para quedarse.

—Desde 2015 es claro que Uruguay enfrenta un shock externo fuertemente negativo con fortalecimiento del dólar en el mundo, desaceleración en China, caída de precios de los commodities, devaluación muy fuerte en Brasil que casi con certeza será seguida por una devaluación fuerte de Argentina en 2016. Es un deterioro duradero en el marco externo. En el diagnóstico todos nos podemos equivocar, pero el peor error es asumir que estamos en un escenario transitorio y que luego termine siendo muy duradero.

—El Producto Interno Bruto (PIB) cayó en el segundo trimestre, ¿cuál es la situación económica?

—Los datos del segundo trimestre marcaron una desaceleración más fuerte de la que preveíamos. Uno podía pensar que el cambio de gobierno podía traer cierta mejora del contexto de expectativas empresariales, pero las tensiones dentro del partido de gobierno en múltiples temas —por ejemplo la salida prematura de Uruguay del TISA—, el aumento de la conflictividad laboral, resultan decepcionantes para los empresarios. Hemos revisado a la baja nuestras proyecciones. Para este año, el PIB va a crecer 1,5% para el próximo más cerca de 1% y estamos viendo riesgos de que el desempeño de la economía pueda ser peor por una falta de competitividad muy acentuada. En este contexto, hay una tentación en filas del gobierno y los sindicatos de combatir la desaceleración con un impulso en la inversión pública y en los salarios, pero sería un error muy importante de política económica. La economía no se va a reacelerar en base a más demanda interna.

—El gobierno prevé un crecimiento de 2,5% para 2016 y de 2,7% para 2017, los analistas creen que será menor, ¿por qué la diferencia?

—Puedo hablar por como en Deloitte analizamos la economía. Mientras no se corrijan los desequilibrios macroeconómicos —inflación elevada, déficit fiscal alto, problemas de competitividad, deterioro del clima de negocios— la economía no se va a reacelerar, salvo que ocurra una mejora repentina en el contexto externo que no prevemos. Si creemos que los desequilibrios son transitorios vamos a estar postergando el ajuste que hay que hacer.

—¿Cuáles de esos desequilibrios son los más relevantes?

—El gobierno se enfrenta a tres dilemas de política económica mucho más severos que los que vimos en el pasado. Hay un dilema entre competitividad e inflación, hay un dilema entre aumento del salario real y mantenimiento del empleo, hay un dilema entre subir el gasto público en áreas prioritarias y reducir el déficit fiscal. En cada uno de esos frentes, vemos que el gobierno va a terminar renunciando objetivos. Lo más acuciante hoy es que Uruguay necesita un cambio de precios relativos, quedó muy caro en dólares y se va a tener que abaratar en dólares, la pregunta es cuándo va a ocurrir eso. En los años anteriores, un conjunto de analistas sosteníamos que era necesaria una combinación de políticas económicas diferentes, con una moderación de la política fiscal, con una moderación de los salarios, advertíamos que la indexación de los salarios a la inflación iba a ser complicada en un contexto externo negativo. Eso no ocurrió en su momento. Este año, el equipo liderado por el ministro (Danilo) Astori ha reconocido que es necesaria una moderación en la política fiscal —el proyecto de Presupuesto posterga la aprobación de gastos que eran compromisos electorales—, ha hablado de la necesidad de moderar los salarios y privilegiar el nivel del empleo. Pero, de algún modo, creemos que los resultados que va a obtener el equipo económico van a ser insuficientes. El gasto público va a subir a un ritmo elevado (3,2% real por año) y es difícil pensar que las nuevas rondas de negociación salarial redunden en una moderación importante de los salarios. La moderación fiscal y salarial promete ser insuficiente, promete llegar tarde y ante esa realidad, la política económica va a tener que escoger entre esos objetivos que se han vuelto casi que imposibles de cumplir simultáneamente.

—Del lado de gobierno se prioriza la inflación y cuando esta se desacelere se dice que habrá más margen para que el dólar suba.

—Una suba del dólar muy significativa es inevitable dada la falta de competitividad. Cuando antes se reconozca esa realidad es mejor. El gobierno debería privilegiar en este contexto mantener un nivel abundante de reservas porque la demanda de dólares a un tipo de cambio de $ 29, parece muy, muy firme. Así que llegaríamos igual a una inflación del 10%, pero con reservas internacionales más reducidas. Pero la inflación va a ser mayor al 10% no porque el dólar suba ahora, sino porque en los años de bonanza no la combatimos lo suficiente. Hasta 2013 tuvimos políticas monetarias expansivas, supeditadas a una política fiscal que también era expansiva, a una política de fuerte aumentos de salarios, indexados a la inflación.

—¿Atar la suba salarial a la inflación genera un problema?

—Uno de los dilemas está entre aumentar el salario real o mantener el nivel de empleo. El freno a la actividad económica que hemos visto —que es un freno a la productividad— y la caída de nuestros precios de exportación, hacen impensable que el salario real en Uruguay pueda subir sin que eso implique mayor deterioro en el nivel de empleo. En el período 1999-2002 tuvimos una rigidez de precios relativos porque el gobierno de la época no quería reconocer la necesidad de tener un dólar más alto. Hoy tenemos una régimen de flexibilidad cambiaria —pese a que en el último tiempo vemos un Banco Central que le pone un techo al valor del dólar— pero estamos con el riesgo de tener una nueva rigidez de los precios relativos que es la decisión de no desvincular, ni siquiera parcialmente, los ajustes de salarios a la evolución de la inflación. El escenario externo obliga a que los costos internos tengan que bajar fuertemente en dólares. Para eso se precisa un dólar más alto, que tendrá un impacto en la inflación. Pero si luego atamos los costos internos (y los salarios son un costo clave) a la inflación, la suba de la inflación no será muy transitoria y al mismo tiempo impedirá terminar de procesar la suba requerida del tipo de cambio. Todo eso plantea un riesgo importante de estancamiento económico e inflación mayor a 10%, un escenario de estanflación.

—¿Pero quién paga el costo?

—Si nos aferramos a un esquema de indexación plena de los salarios a la inflación, el dólar igual va a subir, la inflación va a ser más alta que la actual y vamos a tener problemas de competitividad. Vamos a estar con varios problemas sin solucionar ninguno. Menos empleo y menos crecimiento van a ser el precio de no reconocer que el tipo de cambio tiene que ser mayor y que a lo mejor los salarios registran alguna caída en términos reales después de 10 años de crecimiento.

—¿Qué pasa con el dilema de aumentar el gasto y reducir el déficit?

—El gobierno no va a poder cumplir sus objetivos de expansión del gasto. Basó su Presupuesto en un crecimiento económico de 2,7% anual promedio, lo que luce muy optimista, y plantea una reducción muy gradual del déficit fiscal a 2,5% del PIB. Puede ser riesgoso recorrer un camino de reducción tan lenta del déficit fiscal, pero además es difícil pensar que el déficit mejore en los dos últimos años del gobierno como está planteado porque la evidencia histórica muestra que los resultados fiscales tienden a deteriorarse en los últimos años. El Presupuesto incorpora algunos gastos comprometidos pero no todos. Ahí hay una presión latente sobre un incremento del gasto púbico. En el contexto previsible no va a ser posible llegar al 6% del PIB en educación sin comprometer la solvencia fiscal, porque de lo contrario requeriría un aumento de impuestos significativo que pensamos no va a terminar ocurriendo. Aunque, ante la necesidad de cumplir al menos parcialmente con algún incremento del gasto y la necesidad de cubrir eventuales desvíos fiscales parece probable que el gobierno recurra a algunos aumentos de impuestos.

—En la cabeza del ciudadano, si ve que va a caer el empleo, que la inflación va a ser de dos dígitos, si el dólar va a subir fuerte y va a haber menor crecimiento, se le prende la alarma del 2002, ¿es parecido o es descabellado pensarlo?

—Hoy es apresurado decir que Uruguay va a vivir lo que vivimos en 2002. La crisis de 2002 fue excepcional, fue gravísima y llegamos a esa crisis después de cuatro años de arrastrar problemas. Uruguay tiene varias fortalezas para enfrentar este contexto externo negativo pero nada dice que seamos inmunes a la situación de crisis que vemos en Brasil y al deterioro del contexto internacional. Nos va a ir mejor o peor, dependiendo en parte de cómo siga el contexto externo y en parte de cómo reaccione la política económica. Uruguay está a tiempo de evitar un desenlace tan malo como el que vivimos en 2002, pero ciertamente tenemos un par de años más difíciles. Cuanto antes lo reconozcamos, mejor.

Momento de vender las reservas “es cuestionable”.

Para Pablo Rosselli la política actual de venta de dólares por parte del Banco Central (BCU) a la vez que reduce su deuda, ataca un problema que hoy no es clave. “El gobierno vende dólares a un valor que es más alto que el pagado en su momento cuando los compró, pero que es bajo cuando uno mira la competitividad de Uruguay. Al mismo tiempo está reduciendo la deuda que tiene en Letras de Regulación Monetaria y esa reducción le permite ahorrar el pago de intereses y por ese lado hay cierta contribución fiscal. De todos modos, el costo de la deuda en pesos es probablemente el más transitorio de todos los problemas fiscales que tiene Uruguay. Está bien que el BCU piense en algún momento tener un stock de Letras más bajo y que le cueste menos, lo que resulta cuestionable es el momento y el valor al cual se están vendiendo esas reservas”, dijo.

La elección de objetivos

“Inevitable que la inflación sea de 10%”

Ahora, si el dólar va a subir fuerte y la inflación supera el 10%, ¿eso no genera inestabilidad económica? Los trabajadores van a querer mayores aumentos de salarios, los empresarios probablemente no quieran invertir.

El 10% era un umbral relevante para las expectativas, está claro que una inflación de dos dígitos e problemática para el clima de negocios. Pero postergar una suba del dólar que de todos modos parece inevitable para que Uruguay recupere niveles de competitividad más o menos adecuados, solo va a generar mayores costos de actividad económica hasta reconocer que esa competitividad no es suficiente. Es inevitable que la inflación llegue al 10%, la pregunta clave que debería hacerse la política económica es ¿cómo hacemos para que esa suba de la inflación transitoria y no nos quedemos como un país de inflación de dos dígitos? Ahí es clave la credibilidad que va a tener el Banco Central, credibilidad que se ha visto muy afectada por el incumplimiento sistemático de los objetivos de inflación en el pasado. Desde el punto de vista de la credibilidad, es clave que el gobierno conserve un nivel adecuado de reservas para poder actuar sobre las expectativas devaluatorias en un contexto de mayores subas del dólar. También va a ser sumamente importante cómo se conduzca la política fiscal y salarial.

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Foto: Fernando Ponzetto.

Para Rosselli “Uruguay está a tiempo de evitar desenlace tan malo como 2002”

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