En la rambla y 6 de Abril el ex Hotel Bristol, después transformado en el Riviera, confronta el mar en estado de completo abandono.
Construido en 1925 por el arquitecto Juan M. Delgado resulta un ejemplo del art decó que aterrizó en Montevideo durante "los años locos".
El joven arquitecto Herman Erro es uno de los últimos profesionales preocupados por el destino de la emblemática obra, en la medida que no cuenta hasta ahora con ningún nivel de protección.
Erro aseguró a El País que rastreó listas de la Intendencia y no lo encuentra declarado bien de interés. Asimismo concurrió a la Comisión Especial de Carrasco y tampoco halló ningún dato al respecto.
Mientras en la oficina de Patrimonio de la IMM se ha anunciado más de una vez la confección de un nuevo listado de bienes icónicos a considerar, el Riviera permanece en el olvido.
Erro teme que se reitere la historia de la fábrica de alfombras Assimakos, de Avenida Italia, cuando en enero de 2014 se demolió su peculiar fachada diseñada por el arquitecto Caprario. "¿Acaso tendremos nuevamente otro hito arquitectónico tan valorable perdido? Hace ya unos cuantos años que el Riviera se encuentra cerrado, en constante y continuo deterioro por la erosión del salitre marino, afectando su fachada como su minuciosa decoración. Esta misma situación la sufrió el mítico Hotel Oceanía de Punta Gorda, hoy demolido, conservando solamente su estructura para convertirse en un edificio de viviendas", pregunta y sentencia Herman Erro.
Compra y venta.
En mayo de 2012, Gente & Negocios de El País anunciaba que un grupo inversor argentino adquirió el Complejo Riviera para desarrollar un hotel cinco estrellas de cien habitaciones.
El monto de la operación superó los US$ 3 millones, según fuentes del sector inmobiliario. Después de varios años de permanecer cerrado, también en mayo —pero de 1992— había reabierto sus puertas, reciclado por el arquitecto Oscar Koch, para salones de fiesta y eventos, bajo el liderazgo del reconocido empresario Everli Rodríguez, quien en 2007 aceptó la oferta de US$ 1,5 millones efectuada por un inversor europeo interesado en el Complejo Oceanía de Punta Gorda.
El empresario ratificó ayer a El País que todo el edificio era suyo y lo vendió a un grupo argentino, junto con otra casa ubicada en 6 de abril, que había adquirido a manera de inversión y fue dedicada a oficinas en tiempos del Riviera.
Obras y deterioros.
Everli Rodríguez confirmó que mantuvo el Riviera durante dos décadas. "Reformé toda la planta baja para organizar eventos; compré una casa que había por 6 de abril y continué el salón, lo agrandé. En esa planta baja entraban setecientas personas".
Según Rodríguez, nunca enfrentó trabas burocráticas para las reformas puesto que el bien no estuvo jamás protegido por normas departamentales o nacionales. A propósito del estado de conservación actual dijo que "si el mantenimiento no se le hace cada cinco años aparecen los deterioros; debe tener casi seis mil metros cuadrados construidos, más la casa de al lado y el terreno hacia donde se amplió el salón".
Everli Rodríguez informó a El País que podría llegar a destinarse el bien a un complejo de oficinas y un apart hotel. "Escuché eso pero no tengo nada cierto. Yo lo vendí y después creo que lo volvieron a vender".
Explicó a la vez que su idea original, cuando compró el viejo Bristol, era tener el salón de fiestas y también hacer un hotel. "Saqué los pisos de las habitaciones y todo de los baños, para que quedara limpio y hacer la obra. Pero la verdad es que me arrepentí. Tenía otros negocios en ese momento y estaba solo para todo. Con el Oceanía y el Riviera ya bastaba, dejé todo vacío arriba. Y así está ahora, tal cual".
Noches de fiesta.
Everli Rodríguez, quien tuvo la concesión del Parador del Cerro entre 1965 y 1990, rememoró que el Riviera "fue un lindo negocio", por más de un motivo.
Antes de los almuerzos clásicos de ADM hubo shows para los que contrató a Isabel Pantoja, Paloma San Basilio o la orquesta The Glenn Miller.
"En esa época no había un salón de fiestas completo, que brindara todo. Se alquilaba un local y había que llevar las mesas por un lado y el audio por otro, y así también pasaba con las luces o la comida. Yo lo hice integral; anduvo muy bien los primeros años; y en la crisis del 2002 seguimos adelante igual, trabajaba mucho con la colectividad judía, con bodas y cumpleaños de quince".
La obra data de 1925 y fue reciclada en el año 1991.
El ex Hotel Bristol, construido en 1925 y reciclado a comienzos de la década de 1990 para funcionar como salón de fiestas con el nombre de Complejo Riviera, continúa abandonado desde que se vendiera hace tres años. A especialistas en arquitectura les preocupa que no sea declarado de interés departamental por lo menos, mientras cada día nuevos signos de su soledad se observan a simple vista: desde ventanas rotas a revoques de los balcones.
BALANCE TÉCNICO
Ventanas rotas, basura y revoques desprendidos.
El arquitecto Herman Erro, en su esmero por denunciar la realidad del Hotel Riviera, amplifica las características propias del art decó presentes en el edificio de la Rambla de México, a una cuadra de la avenida Bolivia, como también las reflejan en la ciudad los palacios Rinaldi, Díaz, Tapié o el edificio El Mástil.
Destaca sus "líneas matizadas por suaves curvas en balcones, pretiles y barandas, un marcado empleo de motivos decorativos geométricos, alcanzando al mobiliario y a la ornamentación".
Enseguida da cuenta del estado actual. "Se encuentra hace varios años en abandono y deterioro de su arquitectura. Exteriormente, aunque la estructura parece conservarse, los revoques se han desprendido en ciertos lugares vulnerables como debajo de balcones y aleros, como encuentros con aberturas. Las aberturas metálicas de la planta principal muestran su deterioro a través del óxido por el paso del tiempo y el ataque constante marítimo. Esta corrosión decolora la pintura rosa de las paredes exteriores. En las plantas superiores, las ventanas de madera completamente deterioradas por su falta de protección ante la humedad y la falta de muchos vidrios en ellas, producen un efecto desolador y espeluznante en el edificio".
Erro agrega que "en las terrazas superiores se observa la acumulación de escombro y basura. Los cortinados del salón de fiestas, junto con ciertas aberturas tapeadas, demuestran el abandono del edificio. La pintura, aunque conserva en su conjunto el tono rosa claro tan llamativo, con detalles verdes en los bordes de balcones, aberturas y pretiles, necesita mantenimiento".
En su origen, el hotel Bristol recibía fundamentalmente a turistas argentinos.
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