El comandante de la Armada de Brasil visitó hace una semana Montevideo en el marco de una reunión de ministros de Defensa de la Unasur.
En entrevista con El País, explicó que Brasil ha invertido en submarinos, corbetas, destructores y portaaviones para proteger su riqueza petrolera y que tiene proyectos comunes con la armada uruguaya El comandante explicó que el Atlántico Sur es el único océano donde las grandes potencias no tienen buques y no presenta problemas insolucionables, pese a lo cual su país invierte en la defensa del mar “porque el mundo es sorpresivo”.
—¿Qué está haciendo la Armada brasileña para defender los recursos petrolíferos?
—Hay dos aspectos importantes. Primero es el de la defensa de la soberanía y así garantizar que seremos nosotros los que usaremos los campos de petróleo. Para eso es necesario que tengamos una escuadra y estamos aplicando un programa de desarrollo de submarinos. Todo esto es esencialmente para proteger la Amazona Azul (mar territorial brasileño), los campos petroleros nuestros y las riquezas. El hombre va a la guerra por alimentos, energía y agua. Brasil tiene mucho de esto. La Armada de Brasil es de múltiple empleo porque también somos responsables de la navegación y la prevención de la polución hídrica. Hacemos inspecciones, certificaciones para garantizar que se cumpla con las normas.
—Teniendo en cuenta que habrá más tentaciones en materia de riquezas naturales, ¿habrá que mejorar la forma en que se cuidan esos bienes?
—Hoy no hay océano más pacífico que el Atlántico Sur, en la actualidad no hay ninguna tensión insuperable. No hay un problema insolucionable, tenemos problemas en Malvinas o en el golfo de Guinea, pero no hay guerras. Es el único océano donde las grandes potencias no tienen buques de guerra. El mundo es sorpresivo. Hace dos o tres años no se oía hablar de Ucrania o Siria, o de lo que pasó en Libia. Tenemos que tener una fuerza mínima para defender nuestros intereses.
—¿Eso se va a mantener tras la extracción de grandes riquezas en la zona?
—Espero que sí, pero en África y América hay mucho petróleo y otras riquezas.
—¿Quién puede ser el enemigo a combatir cuando se habla del petróleo?
—Tenemos campos petrolíferos y si hay crisis de energía es necesario tener la capacidad de disuadir a quien quiera llegar a Brasil para obtener nuestros recursos. Hoy día el petróleo está muy barato pero hace uno o dos años la situación era otra. No sabemos lo que va a pasar en una década. La necesidad que tenemos de proteger el petróleo es la misma que tenemos por los alimentos y las riquezas que Brasil tiene y otros países no.
—Para todo esto hay que invertir mucho.
—Brasil está invirtiendo, tenemos un programa de desarrollo de submarinos y la construcción de un astillero especializado. Ahora estamos construyendo cuatro submarinos convencionales y uno a propulsión nuclear. Se trata de un proyecto a largo plazo que nos permitirá contar con ellos en 2030.
—¿Cuánto cuesta un submarino como ese?
—Un submarino convencional puede costar unos 550 millones de euros.
—¿Vale la pena una inversión de ese tamaño para defender el petróleo?
—Sí, es para defender una riqueza incalculable. Es muy poco, Brasil gasta en defensa menos del 1% de su PBI.
—¿Qué material tiene por encima de la superficie?
—Tenemos fragatas, corbetas, destructores, un portaaviones. La flota de superficie trabaja junto con los submarinos.
—¿Es posible realizar intercambios con Uruguay?
—Desde hace años hacemos intercambios con Uruguay. Intercambiamos personal, hacemos ejercicios operativos. Hace mucho que tenemos una buena relación con la Armada uruguaya lo que nos permite desarrollar planes y proyectos comunes. Tenemos el mismo océano. Nuestro enlace con el mundo se hace por el mar.
—En los próximos meses Uruguay va a extender su plataforma marítima. ¿Considera que el país debería invertir más en la seguridad en el mar?
—No sé de Uruguay, pero sé de Brasil que tiene un problema similar. Nuestra plataforma avanzará 350 millas, más miles de kilómetros cuadrados con minerales, petróleo y el transporte de mercancías. El 10% de los productos que se transportan en el mundo pasan por Brasil. Por eso tenemos que tener la capacidad de imponer el orden en nuestras aguas jurisdiccionales, no solo contra un enemigo estatal u otro país, también para enfrentar otras amenazas como el terrorismo, el sabotaje o el contrabando.
Uruguay aumentará más del 50% la superficie jurisdiccional.
Al cabo de tres años de negociaciones, Uruguay está a punto de conseguir la ampliación de su jurisdicción marítima sobre el Océano Atlántico llevándola de 200 a 350 millas náuticas a partir de la costa. En los hechos eso supone un incremento de su superficie en unos 100.000 km2, es decir llevando al país a aumentar su superficie más de un 50%. Uruguay tiene un área terrestre total 176.215 km2. En febrero próximo, una comisión de la Organización de Naciones Unidas (ONU) laudará en forma definitiva a favor del planteo del gobierno uruguayo para conseguir la ampliación, y las recomendaciones de esa comisión serán definitivas y obligatorias. Argentina y Brasil, entre otros países del continente, se encuentran también en la fase de tramitación de similares aspiraciones. Desde el año 1997, Uruguay busca extender su plataforma marítima de las 200 millas actuales a 350 millas. De esa manera se ampliará la jurisdicción en unos 100.000 kilómetros cuadrados dándose el control a Uruguay de la riqueza ictícola de esa área. También Uruguay se hará cargo del subsuelo de una zona en la que se estudia la explotación de yacimientos de gas. Con esta ampliación, al mismo tiempo el país se obliga a implementar sistemas de seguridad y salvataje marítimo. Esta ampliación de jurisdicción exclusiva, sin embargo, acarrea un problema real para Uruguay: ¿cómo ejercer la soberanía y control de la nueva superficie?. Hay pocas respuestas tan claras para esta pregunta. Se necesita más personal militar especializado, más equipamiento de superficie, más logística. El gobierno tiene pensado incorporar buques de rápido desplazamiento, muy automatizados y con capacidad para permanecer en los confines del mar jurisdiccional al menos dos semanas. Pero los recursos disponibles no son suficientes.
Eduardo Bacellar Leal Ferreira