Herbenn Lazo: el escultor que vive en Maldonado y llegó a la Casa de Gobierno con su propia diligencia.
Herbenn Lazo aprendió el oficio viendo trabajar a su padre, el también escultor Mario Lazo. "Me críe en el taller de mi padre, atendiendo cómo transformaba una madera inerte en una obra de arte", comenta Herbenn a El País en su pequeño apartamento de un complejo de viviendas ubicado a pocas cuadras del Hospital de Maldonado.
A los 66 años, casado, con cuatro hijos y dos nietos, Lazo se dedica a tiempo completo desde hace tres décadas a hacer esculturas en cartapesta, un material muy antiguo y primo hermano del papel maché.
Sus comienzos fueron a los 12 años en la pintura, y prueba de ello son varios óleos con paisajes de campo que adornan las paredes del comedor, que oficia también de taller. La escultura vendría un par de décadas más tarde.
"De chico hacía cachilas", comenta, y como muestra saca de un aparador una que luce impecable pese a tener más de 50 años.
Nacido en pueblo Garzón —al que regresa todos los años a pasar largas temporadas en otoño—, pero radicado en la ciudad de Maldonado desde la infancia, confiesa que siempre se dedicó a retratar en sus esculturas a los hombres de a pie de su pago y al gaucho.
A la hora de explicar su técnica muestra un personaje al que le está dando forma y que integra una comparsa de lubolos que se ha propuesto terminar antes de que finalice enero.
En proceso.
"Primero está la idea que imaginé y luego la dibujo en un papel, después hay que hacerla realidad", indica, y exhibe una figura en plasticina que en pocos días más será el escobero de la comparsa. Medirá entre 50 y 60 centímetros como el resto de los integrantes de la agrupación que ya son una realidad y que esperan la pintura y el barniz final que los dejen prontos para un imaginario desfile de Carnaval.
"La plasticina que uso no es la que emplean los niños en la escuela, es especial para esculturas; luego cubro toda la pieza con papel que voy pegando de a trozos con engrudo. Todos materiales muy amigables con el medio ambiente", enfatiza.
Una vez que transcurren tres o cuatro días y todo está bien seco, como un cirujano realiza pequeñas incisiones y retira la plasticina para suturar con papel y engrudo los orificios. El trabajo queda concluido con la pintura y el barniz. Nadie, entonces, que no tome con sus propias manos alguna de las figuras que crea Lazo, podrá sospechar que no es una escultura de bronce.
Arte sano.
Él se considera un artesano, aunque coincide en que cada vez más la artesanía y el arte están separados por una frontera muy delgada y difusa. Sus obras no son fáciles de encontrar, aunque ha expuesto en la Rural del Prado y en alguna que otra feria de artesanos. No obstante, uno de sus mayores trabajos se exhibe en la Casa de Gobierno. En efecto, quien pase por el edificio Independencia verá a través de los cristales una diligencia.
Esa obra es de Lazo, él hizo el carruaje y a sus pasajeros, y su colega Olga Oliveira se encargó de realizar los caballos. Fue una iniciativa de Alfredo Tassano, nieto de quien fuera el propietario de la legendaria Compañía Comercial del Este, que cumplió el servicio de transporte de pasajeros, caudales y postal desde 1870 y hasta la llegada del ferrocarril a Maldonado en 1910. En la diligencia viajan 10 pasajeros que dialogan entre sí, además del chofer y el mayoral.
Según Lazo, cada pasajero tiene una razón de estar allí y carga con su propia historia, desde el hombre de negocios que fuma un habano hasta la mujer que lleva en su regazo a una criatura.
HISTORIA DE VIDA