Guillermo Fremd, hijo del comerciante judío David Fremd, asesinado el 8 de marzo en Paysandú, dijo que a su padre “no lo mató un loco suelto”, y advirtió que de no hacerse algo al respecto “nada indica” que éste sea el último atentado de un fundamentalista islámico.
“A Papá no lo mató un loco suelto. El radicalismo islámico (que lejos está de representar a la totalidad de los musulmanes) es un fenómeno creciente en todo el mundo, y el asesino de Papá es un caso típico de radicalización”, sostuvo Guillermo en una columna que envió a El País.
"Todavía estoy procesando el asesinato de Papá, sin poder aún terminar de hacerme la idea de cómo será nuestro futuro sin su amor incondicional, sus bromas de niño y sus abrazos apretados; siento que necesito escribir algunas líneas.
Estoy convencido que para entender cómo fue posible que en nuestro siempre tan manso Paysandú un maestro de escuela desarrollara un antisemitismo tan salvaje al punto de salir a acuchillar a Papá por el simple hecho de ser judío, es imprescindible un análisis que considere diversos factores. Un problema tan serio difícilmente pueda ser entendido y mucho menos resuelto en 140 caracteres, y aun si resulta más aburrido que una canción de paz o un mensaje esperanzador, es necesario detenernos por unos minutos a pensar qué mató a Papá y qué podemos hacer para evitar que otras familias sufran tragedias similares inspiradas por el mismo odio.
A Papá no lo mató un loco suelto. El radicalismo islámico (que lejos está de representar a la totalidad de los musulmanes) es un fenómeno creciente en todo el mundo, y el asesino de Papá es un caso típico de radicalización. Es imprescindible comprender que, lejos de ser un caso aislado, este suceso se enmarca en un fenómeno global que gracias (o por culpa) de la globalización, hemos sentido demasiado cerca. Es necesario decirlo con claridad: Internet está repleto de organizaciones que con gran profesionalismo y meticulosidad buscan captar individuos que por su perfil social y psicológico son plausibles de ser convertidos al Islam y radicalizados. Peralta, el asesino de Papá, fue el primero que conocemos en Uruguay, pero nada indica que será el último.
Es responsabilidad de las autoridades nacionales advertir la creciente influencia del yihadismo internacional —un fenómeno global que repercute no solo en Irak, Pakistán, Francia o Bélgica sino ahora también directamente en el Uruguay— y desarrollar medidas preventivas y reactivas acordes a esta nueva realidad. En este sentido, el sistema de seguridad estatal debe necesariamente asumir el compromiso de monitorear, detectar y abortar los procesos de radicalización que se puedan desarrollar en nuestro territorio. Si el Estado uruguayo no dispone aún de los recursos humanos o técnicos necesarios para estas tareas, decenas de organizaciones internacionales están dispuestas a proveer recursos y capacitaciones. Particularmente, la Dirección Ejecutiva del Comité contra el Terrorismo de las Naciones Unidas cuenta con equipos profesionales dedicados a brindar asistencia técnica, financiera y legislativa adecuadas a la realidad específica de cada país y están a disposición: una actitud pasiva o de resignación ante este nuevo escenario no puede ser aceptada.
Sin embargo, tampoco el radicalismo islámico es un fenómeno aislado en el Uruguay en lo que refiere a la violencia contra los judíos. Permítanme ser muy directo: ciertos niveles de antisemitismo son penosamente aceptados como normales en la sociedad uruguaya. Las expresiones anónimas en contra de la comunidad judía en las redes sociales y las pintadas antisemitas en los muros de nuestro país son parte del paisaje cotidiano. Sin ir más lejos, en el año 2014 un grupo de sanduceros realizó sin ningún pudor una manifestación pública en una plaza de nuestra ciudad, portando una gran pancarta que decía "Fuera judíos de Paysandú". Eran sanduceros reclamando la expulsión de otros sanduceros por su condición religiosa, y a nadie se le movió un pelo.
"Fueron unos pocos locos sueltos", decían algunos. Nadie realizó la denuncia pertinente, y ningún órgano del Estado actuó de oficio, seguramente gracias a una triste resignación y la aceptación como normal de una discriminación explícita y violenta contra un sector específico de nuestra sociedad.
Pocas horas después del asesinato de Papá, nos enteramos que muchos sanduceros sabían que Peralta expresaba a los gritos, habitualmente, su odio contra los judíos en el cyber café que solía frecuentar, mientras los (nos) mataba virtualmente en su pantalla. Posiblemente, en una sociedad menos pasiva frente al antisemitismo, tal actitud habría desembocado en una denuncia.
El Estado tiene la responsabilidad de monitorear y castigar las tan extendidas y normalizadas expresiones antisemitas en nuestro país, que en definitiva son también las que habilitan el fermento de posiciones radicales y violentas contra los judíos uruguayos. Además, las organizaciones de la sociedad civil y los órganos educativos deben trabajar con ímpetu y planificación, desde sus respectivos lugares, por la construcción de una sociedad más integradora y abierta a la diversidad religiosa, étnica y de género, y menos tolerante con cualquier tipo de discriminación.
Las infinitas muestras de solidaridad que nuestra familia ha recibido en los últimos días (especialmente la silenciosa y multitudinaria marcha organizada en Paysandú) son una verdadera caricia al corazón. Pero sin otro tipo de acciones educativas, preventivas y represivas difícilmente lograremos prevenir futuros ataques como el que le costó la vida a Papá. Para que no sepamos más de dolor, se requiere un abordaje profesional, serio, responsable y comprometido de un tema complejo que afecta no solo a la colectividad judía local sino que atenta también contra los valores más esenciales de nuestro Uruguay".
GUILLERMO FREMD, HIJO DEL COMERCIANTE DAVID FREMD