En los colegios de la Compañía de Jesús de Cataluña (Jesuitas) se está viviendo una revolución. Los programas se olvidaron de las asignaturas, ya no hay deberes a domicilio y no rinden exámenes. Las clases tienen más de 60 alumnos que están a cargo de tres docentes y el ambiente escolar está lleno de colores.
Atrás quedaron los pizarrones, los pupitres y los monólogo de los docentes. Y los colegios no gastan ni un euro más que con el modelo tradicional.
La experiencia está a cargo de la Fundación Jesuitas Educación y se aplica en las 8 escuelas que maneja la Compañía de Jesús en esa región de España. Se trata de un grupo de centros educativos que trabajan durante seis horas de lunes a viernes y alcanzan alrededor de 170 jornadas de clase efectivas al año.
Mañana miércoles, a las 18:00 horas, el director general de la Fundación, Xavier Aragay, realizará una exposición sobre la propuesta en el Colegio Seminario de Montevideo. Docentes de ese centro uruguayo han viajado a Barcelona para conocer el proyecto catalán.
Ya han confirmado su presencia técnicos del Ministerio de educación y Cultura, el consejero de ANEP electo por los docentes, Robert Silva, y el especialista en enseñanza Pablo Da Silveira y otros 300 docentes, según confirmaron a El País fuentes de la organización.
"Lo importante es que transformar la educación es posible. Muchos gurús y pensadores dicen que la educación no está al día de las necesidades del siglo XXI. No se cambia un modelo educativo de la noche a la mañana. Es como cambiar las cuatro ruedas de un coche mientras está funcionando. Es un proceso complejo y en educación las cosas necesitan tiempo", explicó Aragay a El País.
Los jesuitas catalanes pensaron un cambio que incluyera la opinión de todas las partes involucradas: alumnos, padres y docentes. Preguntaron por la escuela soñada y cómo sería. Participaron unas 13.000 personas integrantes de la comunidad educativa que aportaron unas 56.000 ideas. Muchas de ellas ya se están aplicando.
Color.
Los alumnos dijeron que las escuelas eran "lúgubres" y grises. La respuesta fue un cambio en el color de las aulas que ahora están pintadas y decoradas. Además, algunas paredes de los salones de clase fueron derribados, duplicando el espacio existente.
En su interior se colocaron sofás, pufs y coloridas gradas. Ahora los ambientes se parecen a las salas de trabajo de empresas innovadoras como Google. Aseguran que esto es por casualidad ya que fueron los docentes y los alumnos quienes definieron las características que ahora tienen las aulas.
"Comenzamos este proyecto hace cinco años y vamos a completar el proceso en el año 2020, estamos en la mitad. Más de 2.000 alumnos están en este sistema. Al finalizar el curso vamos a realizar una evaluación externa, ya hicimos una observación interna y le aseguro que vamos muy bien. Los alumnos están implicados, motivados y aprendiendo mucho más que con el modelo tradicional", dijo el docente.
Enseñanza.
Los alumnos asumen los aprendizajes mediante un trabajo o proyecto interdisciplinares cuyo proceso dura dos o tres semanas. "Todo se basa en retos o en la búsqueda de solución de problemas que alumnos resuelven mediante el trabajo individual o en equipos", explicó Aragay.
Una jornada de clases normal en quinto o sexto de escuela comienza con actividades de concentración escuchando música o haciendo silencio. A continuación los docentes explican el plan de trabajo del día. Allí se propone un proyecto.
Por ejemplo, los docentes les pueden plantear qué se podría hacer con las inundaciones en la Amazonia y cómo se podría resolver los problemas que allí se producen. Para llegar a eso los estudiantes deben estimar qué flujo de agua lleva el río para lo que deberán aplicar sistemas de cálculo. También tendrán que conseguir información adicional relacionada con historia, geografía o sociología.
"La educación es emoción. El aprendizaje no es aprender las cosas de memoria. Si estás motivado, investigas, resuelves problemas, inventas, superas retos, estás aprendiendo muchísimo", explicó.
Los docentes trabajan en equipos que coordinan la actividad. Antes de iniciar esta "revolución educativa" los jesuitas capacitaron a los docentes que la llevarían adelante. Algunos tenían más de 25 años en las aulas tradicionales y a cargo de asignaturas específicas.
"Ellos están entusiasmados. Les preguntamos si volverían atrás y dicen que no, que esto es más creativo y emocionante. Se han liberado de la pesada carga de ser ellos los trasmitentes de conocimientos sino que han preparado estas actividades y su rol es más de acompañamiento, coaching o dinamización", indicó Aragay.
Como en todos los países, en España hay un curriculum oficial que las instituciones educativas deben cumplir. Al respecto, los jesuitas buscan las "interrelaciones entre materias" y las integraron a las distintas actividades del proyecto.
"No es algo fácil pero los inspectores de la educación pública están entusiasmados y nos apoyan. Nos dicen que ellos han soñado con algo así y ahora lo están viendo", señaló Aragay.
Los alumnos también se han sumado a la propuesta renovadora. Una madre le confesó a un maestro que su hijo simulaba tener fiebre para no ir al colegio. Ahora va a clases aunque se encuentre enfermo.
NUEVO MODELO EDUCATIVO.
Problemas y retos para aprender.
El centro del método educativo de los jesuitas catalanes está enfocado en los proyectos. Con eso eliminaron los exámenes y los deberes domiciliarios. Los alumnos deben resolver problemas y retos aplicando conocimientos de distintas asignaturas convencionales. Pueden hacerlo de manera individual o formando grupos. De esa forma han alcanzado buenos niveles de aprendizaje.
Más horas y menos días en el aula.
En las ocho escuelas jesuitas de Cataluña los alumnos concurren a clases durante cinco días a la semana. Permanecen en los centros seis horas por día, lo que totaliza 30 horas por semana, diez más que en Uruguay. El curso se divide en tres trimestres, desde septiembre al 20 de junio siguiente (37 semanas lectivas). Si se resta el descanso de Navidad y las vacaciones de primavera, los alumnos reciben unos 170 días de clases efectivas.
Revolución sin costo económico.
Uno de los grandes secretos de esta revolución es que no tiene costos económicos. El director de la Fundación Jesuitas Educación, Xavier Aragay, aseguró que el "recurso profesor", el más caro para las escuelas, es el mismo que en el modelo anterior. "Ellos son parte del cambio, lo que hicimos fue juntar a los docentes, no perdimos ni ganamos profesores, tenemos los mismos", explicó Aragay.
Un ambiente diferente y a pedido.
Tomar las clases en un ambiente distendido está en el ADN del proyecto. Los pupitres y pizarrones dejaron lugar a los sofás y pufs a pedido expreso de los alumnos y docentes. Las aulas son amplias, coloridas, luminosas y se parecen al ambiente de trabajo de empresas innovadoras como Google. para aplicar estos cambios los padres jesuitas consultaron a unas 13.000 personas de las comunidades educativas.
Apuestan a los grupos numerosos.
Cuando la academia docente indica que se debe apostar a los grupos reducidos este proyecto hizo lo contrario. Abatió las paredes que dividen las aulas y unificó salones y grupos. Con esa medida se provocó que las clases tengan hasta 60 estudiantes. También unificaron a los docentes. De esa forma un equipo de tres profesores, formados en distintas materias, se encarga cotidianamente de los grupos.
Presentan en Montevideo una experiencia que rompe varios paradigmasPABLO MELGAR