LA ENTREVISTA DEL DOMINGO - AMY LUDLOW Y RUTH ARMSTRONG, DOCENTES EN CRIMINOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE CAMBRIDGE
Las especialistas en cárceles, de profesión abogadas, advirtieron que la construcción de más cárceles incrementa la inseguridad, porque está probado en investigaciones hechas en Europa que la prisión aparta a los presos de sus familias.
El récord de presos aumenta año a año en Uruguay; en diciembre se inaugurará una nueva cárcel para 2.000 reclusos.
—El Ministerio del Interior reconoció que no podía garantizar la vida de los presos. En Inglaterra, ¿el Estado asegura la vida de los reclusos?—Ludlow: En Inglaterra como en Uruguay, el Estado tiene la obligación de asegurar el derecho a la vida. En nuestro sistema como en el suyo tenemos ejemplos donde hay asesinatos o personas que se suicidan dentro de las cárceles. En estos casos hay procesos de investigación. También tenemos un ombudsman carcelario. A veces las investigaciones revelan que, en estos casos, no se siguieron las políticas de seguridad para las personas privadas de libertad. No me gustaría estar en un sistema penitenciario donde el Estado no puede garantizar mi vida. Sí me gustaría vivir en un sistema donde se hace todo lo que se pueda para ayudarme a vivir de una manera positiva. Lo que hemos visto en Inglaterra es que se invierte en cosas que ayudan a las personas encarceladas a vivir mejor dentro de las cárceles. Se les abren las puertas para que puedan salir a educarse y trabajar.
—¿Qué efecto ha tenido que no haya suficientes plazas de trabajo y estudio para presos en Inglaterra?
—Ludlow: Cuando se recorta la posibilidad de trabajo a los presos, ello coincide con un incremento del nivel de violencia entre ellos y hacia los guardias. También aumenta la tasa de suicidios de los internos. Se trata de una pregunta muy complicada. La autoridad carcelaria puede enfocarse en la investigación de las muertes o en pensar en una manera más amplia sobre el ambiente existente dentro de la prisión. Quizás este ambiente en forma directa o indirecta pueda tener implicaciones en el derecho a la vida.
—En cárceles uruguayas hay mucho ocio. ¿Ese es realmente un problema?
—Armstrong: Lo que es un problema para cualquier persona lo es también para un presidiario. Es un problema para alguien no tener razón para levantarse y no hacer nada en la vida para aquellos que están en libertad. En las cárceles es un problema el ocio.
—Ludlow: Cuando hay falta de oportunidades que tengan sentido en un lugar donde hay miles de personas encerradas, se incrementa su frustración contra el sistema y contra otras personas. Este resentimiento no los va a ayudar cuando salgan de las cárceles. Como sociedad debemos cooperar a que no haya delito. Entonces debemos auxiliar a la población carcelaria para que tenga oportunidades significativas de estudio y trabajo. La realidad muestra que el sistema carcelario uruguayo tiene demasiadas personas dentro y no puede brindar oportunidades significativas. Quizás la población carcelaria tiene que reducirse para que la institución pueda funcionar según sus propósitos.
—Las leyes uruguayas incrementan aún más la tasa de prisionización. El récord de personas encarceladas aumenta cada seis meses.
—Ludlow: El tamaño de la población de encarcelados es una opción política. Se puede escoger entre tener una población elevada u optar por una población pequeña.
—Acá se escogió tener una elevada cantidad de presos.
—Armstrong: Otra cosa que diría es que esto tiene consecuencias probadas en estudios hechos en Inglaterra. Hay evidencias de que existe una relación entre las cárceles grandes y el incremento de delitos en la sociedad. Sabemos que cárceles más pequeñas son más manejables, pero, además, van a ser instituciones que queremos tener y que sigan los propósitos que deseamos en materia de educación de internos.
—¿Es conveniente que la Policía cumpla los dos roles: que atrape a los delincuentes y luego los cuide en las cárceles?
—Ludlow: En Inglaterra el sistema es distinto. Hay una Policía que captura a los delincuentes. Y tenemos oficiales de cárceles que custodian presos. Los oficiales carcelarios cumplen un papel de seguridad y disciplina. Estos oficiales deben lidiar con la tensión de cuidar a los presos de manera productiva y también garantizar la seguridad de todos. Quizás la pregunta importante es qué queremos lograr en las cárceles o cómo estamos formando a los empleados para que puedan alcanzar ese objetivo. En Inglaterra hacemos investigaciones con la colaboración de la autoridad penal. Y es muy importante hablar con los empleados carcelarios de sus experiencias en el trabajo. También hay que dialogar con los internos para entender cómo funciona la cárcel. Lo que vemos en nuestros estudios es que una cárcel que funciona muy bien para los empleados es muy buena para los internos. Si no está funcionando muy bien para los guardias, tampoco lo estará para presos.
—¿Cómo rehabilitan a los encarcelados en su país?
—Armstrong: Lo que encontramos en Uruguay y también en Inglaterra —está probado en investigaciones— es que la mayoría de las personas privadas de libertad, a partir de los 21 años para hombres y de 19 para las mujeres, quieren dejar atrás su pasado criminal. Hay maneras de apoyarlos. Nuestro programa en Inglaterra procura crear comunidades que respalden a esas personas. Es un hecho que la mayoría quiere salir del delito. La sociedad debe optar si hacerles la vida más fácil o más difícil a esas personas. Nuestro trabajo está basado en teorías desarrolladas de cómo se puede ayudar lo más posible a esas personas.
—En Uruguay la Policía detectó casos de corrupción en las cárceles. ¿Ese fenómeno también ocurre en Inglaterra?
—Ludlow: En Inglaterra existe la corrupción. Cuando pones a personas en situaciones desesperadas y los privas de forma de satisfacer sus necesidades, eso pasa. Una de las formas es que la autoridad penal les prive del contacto con la familia por teléfono o el acceso a la comida buena. Las personas privadas de libertad van a encontrar la manera de sortear eso. Lo que tenemos que pensar es cuánto pagamos a los empleados de las cárceles y si los estamos dejando en una posición vulnerable o no. También hay que preguntarse si les estamos dando a las personas privadas de libertad una manera legítima de ganar dinero. De esa forma podrán satisfacer sus necesidades básicas de manera legal.
—Autoridades del gobierno y judiciales señalan que hay presos prácticamente irrecuperables. ¿Para ellos solo queda la punición?
—Armstrong: Si hay una persona muy mala dentro de una cárcel, hay que intensificar sus contactos con familiares. De esa forma se le da una razón para vivir en forma correcta y no seguir delinquiendo. En Texas hay un programa religioso de rehabilitación de presos impulsado por iglesias. Cuando los pastores o los voluntarios van a trabajar a una cárcel, piden al director de la misma trabajar con los presos peores. No con aquellos que se comportan en forma adecuada. Si esos voluntarios pueden cambiar a personas consideradas peligrosas, nosotros también. Se habla de la pena de muerte en las cárceles de Texas. Pero también se hacen otras muchas cosas. En Texas están cerrando cárceles. No invierten en construir más cárceles. Sí lo hacen en la rehabilitación.
—Ludlow: Para rehabilitar presos se necesita inversión en ese sentido. Lo que va a cambiar el mundo son las relaciones entre privados de libertad, los empleados y la comunidad en general.
—Eso no ocurre en Uruguay. La mayoría de las personas quieren que los presos estén en otra galaxia y perciben que un día ese preso saldrá en libertad.
—Armstrong: Hoy los uruguayos tienen la percepción de que hay un aumento de la inseguridad. Si siguen con la política de aumentar la cantidad de cárceles, se incrementará la inseguridad aún más. Eso señalan las investigaciones hechas en Inglaterra. Hay un estudio realizado en Edimburgo. Se refiere a muchas personas. Pero tomaré el ejemplo de dos niños que tienen familias parecidas, sufren pobreza y exclusión social. Los dos niños cometen el mismo delito. Uno de ellos será enviado a la cárcel y el otro quedará en libertad con medidas alternativas a la excarcelación. Quedó probado que el niño que fue preso cometerá más y peores delitos en el curso de su vida que aquel que quedó libre. Si queremos evitar el daño individual y social no se debe encarcelar a la gente. Es verdad que a veces se necesita prisión para determinadas personas. No pueden estar libres para seguir perjudicando a otras personas. Pero ese régimen debe usarse lo menos posible y dentro de las cárceles tener las condiciones productivas para que salgan de este comportamiento ilícito. Eso es lo que dicen las investigaciones.
En los corredores de la muerte de texas.
Un a de ustedes realizó trabajos de investigación en los corredores de la muerte de cárceles en Texas. ¿Qué vio allí?
—Ruth Armstrong: He hecho varios trabajos allí. La primera cárcel donde trabajé tenía personas penadas de muerte. Fui como abogada. No como criminóloga. Cuando enfrenté a esas personas que cometieron delitos tan graves, quise llorar. En un principio, no quería que le dieran una pena de muerte. Los quería matar yo. Luego encontré sus facetas humanas. Eran personas con una historia y también que podrían tener un futuro. La sociedad tiene que escoger: ser parte del daño (a esa persona) o de su rehabilitación. Se debe ser parte de lo mejor para esa persona.
—Dentro de las cárceles hay personas que no tienen visitas y acumulan un delito tras otro. ¿Cómo se los rehabilita?
—Amy Ludlow: Las investigaciones señalan que el vínculo entre amigos y familiares baja el nivel de delitos.
Los muros de la cárcel y los de la universidad.
Las profesoras de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, Amy Ludlow y Ruth Armstrong, ambas criminólogas, llegaron al Uruguay a partir de contactos que realizara la Oficina del Comisionado Parlamentario para conocer la experiencia que esa universidad está desarrollando en las cárceles británicas. También se incorporó a la iniciativa la Universidad de la República. El 22 de septiembre pasado, en el Parlamento, se realizó una reunión promovida por el Comisionado Parlamentario Penitenciario, Juan Miguel Petit, y la UdelaR para conocer de cerca la experiencia británica, en la cual la Universidad de Cambridge brinda cursos dentro de las cárceles en régimen de talleres. Luego otorga certificación de estudios a los presos. Amy Ludlow afirmó: "Las cárceles tienen muros, las universidades también, la idea es saltar esos muros, construir puentes y aprender juntos. El impacto ha sido notable en estos años, en las cárceles, en la Universidad y en la sociedad".