Todavía quedan 122 prisioneros en la cárcel de Guantánamo, pero no hay absolutamente ninguna posibilidad de que el gobierno de Tabaré Vázquez reciba a otros.
JUAN PABLO CORREA
Varios factores parecen estar incidiendo: por un lado, Uruguay quedó solo a nivel regional en su decisión de acogerlos, y las gestiones que el Pit-Cnt y el anterior gobierno hicieron para que Argentina o Brasil recibieran algunos de los cautivos no llevaron a ninguna parte. Uruguay es el único país de América del Sur que trajo prisioneros de la base militar de Estados Unidos ubicado en la isla de Cuba, pese a que no fue el único al que Washington le pidió una mano para cumplir con la promesa del presidente Barack Obama de cerrar Guantánamo.
Por otra parte, la adaptación de los seis refugiados que llegaron a Uruguay en diciembre de 2014 no ha ido muy bien, y no se puede decir todavía que la experiencia haya sido exitosa. Aún no trabajan, no se han reunido con sus familiares y creen que reciben poco dinero para mantenerse en Uruguay.
También puede haber incidido que al presidente Vázquez no le gustó que el sirio Abu Wael Dhiab, uno de los seis ex reclusos, amenazase con una huelga de hambre frente a la embajada de Estados Unidos, al que le reclama que lo compense por su reclusión de 13 años en Guantánamo. Vázquez envió al canciller Rodolfo Nin Novoa a tratar de disuadir al sirio, que ha tomado una actitud militante y que dice estar preocupado por quienes siguen en Guantánamo. Nin Novoa utilizó el argumento de que no se logrará que otros estados imiten a Uruguay y acepten liberados si los seis que están en Montevideo toman actitudes que pueda interpretarse que complican a los gobiernos que los reciben.
El caso Guantánamo es una muestra del cambio que el gobierno de Vázquez le está dando a la política exterior que venía de la administración de José Mujica.
El congelamiento de la llegada de una segunda tanda de familias sirias que huyen de la guerra civil, la posición no tan alineada al gobierno chavista de Nicolás Maduro, y el inicio de conversaciones con el gobierno kirchnerista de Cristina Fernández, con otras señales de los cambios en la política exterior. Y, por supuesto, el compromiso de Nin Novoa de que bajo su gestión no correrá aquello de "la política por encima de lo jurídico", que tanto se le criticó a Mujica.
Durante 2014, Vázquez no se mostró exultante con la idea de que vinieran los presos de Guantánamo, pero en plena campaña electoral tampoco se opuso, consideró que era una decisión humanitaria y, en todo caso, dio a entender que entendía y aceptaba que era una decisión claramente correspondiente al entonces presidente Mujica.
Pero ahora las decisiones son suyas y no demoró en mostrar que está dispuesto a cambios de rumbo parciales o totales. Metódico como es, Vázquez —que en esto ha hablado a través de su canciller, al revés de lo que hacía Mujica que concentró en sí mismo las principales decisiones de política exterior—, dejó entrever que no le pareció bien organizada la venida de los refugiados sirios que escaparon de la guerra civil en su país. Y aunque Uruguay se había comprometido a recibir un segundo grupo en febrero, la nueva administración ya anunció que postergará la llegada para la segunda mitad del año.
Hace algunos días, el sirio Abu Wael Dhiab estaba llegando con sus muletas a la casa de Palermo en la que se está quedando con los otros cinco liberados de Guantánamo. En estos días fue noticia porque le dijo al Washington Post que quería hacer una huelga de hambre para protestar contra Estados Unidos como forma de hacerlo responsable por su largo confinamiento, aunque luego aclaró que no tenía una decisión final tomada. Ya hizo varios ayunos en Guantánamo que deterioraron su condición física. El País lo abordo en la vereda y el sirio comentó en inglés que no tenía noticias de cuándo se reencontraría con su familia que está en el norte de Siria. Casi de inmediato dijo que estaba "cansado".
Entonces apareció un acomodador de autos con una camiseta de Nacional que lo abrazó, le dio un beso en ambas mejillas y le dijo que él y sus compañeros eran buenas personas, que él no creía que fueran terroristas y que seguramente su salud iba a mejorar. Cuando Wael Dhiab terminó de escuchar la apurada traducción del periodista de El País, se le dibujó una gran sonrisa y dijo "inshallaAllah" (ojalá) y agregó "gracias" en español. Con la misma gran sonrisa, señalando al acomodador, agregó: "he is a good man" (es un buen hombre).
La escena parece resumir la situación del sirio, que perdió un hijo en la guerra civil de su país, y que ha tenido altibajos anímicos. Por un lado, todavía está renuente al contacto con uruguayos pero al mismo tiempo parece valorar las demostraciones de afecto. No ha podido dejar las muletas desde que llegó en diciembre aunque se desplaza con libertad
Uno de los abogados de Dhiab, Alka Pradhan, de la organización Reprieve, dijo a El País desde Washington que su cliente "ha sido increíblemente valiente en enfrentar años de abusos en Guantánamo y naturalmente le va a tomar tiempo ajustarse y reconstruir su vida luego de un período de tiempo tan largo y traumatizante".
"Él y sus compañeros necesitan mucho apoyo y comprensión para entender los horrores que han pasado. Por supuesto, ha tenido un terrible sufrimiento físico y es muy importante que su cuerpo y mente sean tratados con respeto y compasión", agregó.
Prahdan señaló que la familia de Dhiab (que está en el norte de Siria como refugiada) ha sufrido mucho y la reunificación con ella será "un proceso complejo".
Sirio espera que Estados Unidos lo compense.
Es notorio que los ex reclusos de Guantánamo que están refugiados en Uruguay tienen libertad de movimientos. El País pudo ver como Ahmed Adnan Ahjan y Shabaan Hussain Alí, provistos de mochilas, se tomaban un taxi y se iban para Pocitos a sus clases de español. Antes Adnan le había dicho a El País en español y con una gran sonrisa que "yo soy uruguayo", que simpatiza con Peñarol y que le gustaba "la rambla" (también en español). El tunecino Abdul bin Mohamed saludó brevemente y luego dijo que tenía que lavarse las manos para entrar a la casa y rezar. Entró y dejó la puerta abierta de la casona de Palermo donde residen.
Alka Pradhan, abogado del sirio Dhiab, sabe que la pretensión de su cliente de obtener alguna compensación de Estados Unidos no es realista. "En este momento, simplemente estamos focalizados en ayudar a Dhiab, a recuperar su salud y asentarse exitosamente en Uruguay. En un mundo justo, por supuesto que Estados Unidos daría una compensación", señaló el abogado.
Descartó recibir más presos de Guantánamo y congeló venida de familias sirias