Revuelta callejera en la ciudad carioca e invasión de la Cámara de Diputados en Brasilia.
Ayer fue un día de furia en Brasil; al menos en dos de sus principales ciudades: la capital Brasilia y la turística Río de Janeiro. En Brasilia, medio centenar de manifestantes irrumpieron en el plenario de la Cámara de Diputados para exigir una "intervención militar" por los casos de corrupción política. Y en Río de Janeiro miles de funcionarios públicos se enfrentaron a la Policía en protesta por un plan de ajuste fiscal.
Sin conexión alguna, ambas protestas pusieron el dedo en la llaga de las penurias económicas que vive la primera economía suramericana y también de la profunda indignación de la sociedad por los escándalos de corrupción.
En el caso del Congreso, la manifestación fue promovida por unas cincuenta personas que se declararon a favor de una "intervención militar" para "librar al país de corruptos".
En Río de Janeiro, la protesta tuvo un foco más local, derivado de una serie de duras medidas y ajustes económicos para hacer frente a una situación fiscal crítica.
El presidente Michel Temer debió enviar tropas a la ciudad carioca para controlar la revuelta. El gobernador de Río, Fernando Pezao, reconoció que la situación era "ingobernable".
Si se acepta que Río es un estado bastante representativo de la complejidad nacional, también puede sostenerse que es un banco de pruebas que permite medir la temperatura de la opinión pública.
Los disturbios comenzaron cuando profesores, policías y médicos, junto a militantes de partidos de izquierda, intentaron invadir la Asamblea Legislativa de Río.
Con arengas desde camiones de sonido y silbatos, los manifestantes esperaban hacerse oír desde el interior de la Asamblea Legislativa del Estado de Río, donde se discutían las medidas de austeridad impulsadas por el gobernador Pezao, del partido de centroderecha PMDB, el mismo de Temer.
Poco después del mediodía, unas decenas de personas que se desprendieron de la multitud consiguieron derribar dos altos vallados que rodeaban el edificio legislativo.
Las fuerzas de seguridad utilizaron un cañón de agua, granadas aturdidoras y gases lacrimógenos para tratar de dispersar a la multitud que afluía masivamente hacia el lugar.
"¡Vergüenza! ¡Vergüenza!", gritaban los manifestantes, algunos de los cuales lanzaban piedras, ante la embestida de las fuerzas de seguridad.
En los últimos días el gobierno de Río dio marcha atrás en el proyecto de aumentar de 11% a 30% el descuento aplicado a las jubilaciones de los funcionarios públicos, que se limitaría ahora a 14%.
Otras propuestas prevén aumentos de las tarifas del transporte público, electricidad, gas y telecomunicaciones, así como recortes a programas asistenciales para sectores carenciados, como el de Alquiler Social y el de Renta Mejor.
En medio de la peor recesión nacional en un siglo y golpeado por la caída de los precios del petróleo, Río de Janeiro está prácticamente en quiebra con un déficit de 17.500 millones de reales (5.400 millones de dólares) previsto para este 2016.
La semana pasada, unos 200 manifestantes, buena parte de ellos funcionarios públicos y policías, invadieron la Asamblea Legislativa y causaron destrozos, en protesta contra el plan de austeridad.
Las tensiones desatadas por este conjunto de medidas son analizadas en el Palacio del Planalto, sede de la Presidencia.
Mientras llegaban las noticias sobre los disturbios en Río de Janeiro, en Brasilia los asesores de Temer ultimaban los detalles de la cena que el mandatario ofreció anoche a senadores para que aprueben la enmienda constitucional 55, por la cual se congelará el gasto público durante 20 años.
En línea con el gobierno central, el gobernador Pezao insistió ayer en defender su plan de ajuste, aseguró que "la crisis no es de Río, sino de Brasil" y que las protestas no conducirán a nada, pues no alterarán una situación económica y fiscal calamitosa que requiere de medidas duras.
El objetivo de los recortes es equilibrar las cuentas del Estado y salir de la crisis que derivó en una declaración de "calamidad financiera" en junio, en vísperas de los Juegos Olímpicos.
Entonces, Río recibió fondos de la Administración central para atender los compromisos olímpicos durante agosto y septiembre. Ahora, dos meses después del final de los Juegos Paralímpicos, los funcionarios exhibían ayer carteles con la leyenda "Olimpic Games Rio 2016, welcome to hell" (Juegos Olímpicos Río 2016, bienvenido al infierno).
Reforma de Meirelles con el aval del FMI
La reforma fiscal de Brasil cuenta con muchas probabilidades de ser aprobada, dijo ayer miércoles el ministro de Hacienda Henrique Meirelles en un evento en Nueva York.
"Estamos viendo por primera vez muchas posibilidades de que el paquete de medidas fiscales sea aprobado", sostuvo Meirelles en un discurso.
El gobierno de Brasil ha propuesto un recorte del gasto fiscal por 20 años y una reforma al sistema de pensiones.
El plan fue diseñado por Meirelles, quien el mes pasado fue recibido en Washington por la secretaria general del FMI, Christine Lagarde.
Precisamente este martes el FMI reiteró su respaldo al programa económico brasileño.
De acuerdo con el Comité Ejecutivo del FMI, Brasil avanza hacia el fin de la recesión, que la afecta desde 2015, y alentó al gobierno a continuar con las reformas a pesar de que estas sean "impopulares". (Reuters, ANSA)
Garotinho detenido por fraude electoral
El exgobernador de Río de Janeiro Anthony Garotinho, fue detenido ayer miércoles en el marco de una investigación sobre fraudes electorales.
Garotinho, gobernador de 1998 a 2002 y candidato ese año a la Presidencia de Brasil, "fue arrestado de forma preventiva dentro de una operación de la policía que investiga fraudes electorales en Campos", indicó un vocero de la Policía Federal.
La dependencia investiga la compra de votos en Campos en las elecciones municipales de octubre pasado.
Garotinho, miembro del PR, un partido evangélico, cometió "actos criminales gravísimos (...) para favorecer a candidatos de su preferencia", señaló el tribunal regional electoral.
La esposa de Garotinho, Rosinha, es la actual alcaldesa de Campos, localidad situada a unos 300 km al norte de Río de Janeiro. (AFP)
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