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¿Un Frente Amplio agotado?

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Los cruces agresivos entre figuras frenteamplistas, el cambio de coyuntura económica, un menor apoyo en encuestas al gobierno, y la divulgación del desastre de gestión de Ancap de estos años, dejan pensar a muchos que la izquierda está contra las cuerdas. Se trata de un error de apreciación político y electoral.

Los cruces agresivos entre figuras frenteamplistas, el cambio de coyuntura económica, un menor apoyo en encuestas al gobierno, y la divulgación del desastre de gestión de Ancap de estos años, dejan pensar a muchos que la izquierda está contra las cuerdas. Se trata de un error de apreciación político y electoral.

Político, porque hace tiempo que al Frente Amplio lo une mucho más el ejercicio del poder que lo que lo separa cualquier disquisición o debate sobre políticas públicas o concepciones ideológicas.

Hay mucho blablablá sobre discrepancias entre neocepalinos y astoristas. Pero al final del día todos prefieren estar juntos porque es la única chance de mantenerse en el poder, que es lo mismo que cuidar su cómoda escalera de ascensión social y económica. Podrán patearla y zarandearla. Pero no la van a romper, porque no hay forma más segura y rápida de tener un Audi para alguien sin calificación ni capital, como Sendic por ejemplo, que hacer pie en sus peldaños.

Vaya un ejemplo para ilustrar el asunto. En el Frente Amplio, hay matices sobre los resultados de la investigadora de Ancap. Pero nadie está dispuesto a denunciar la corrupción de Sendic que utilizó dineros del Estado para su carrera política y a la vista de todos. Fue cuando se sirvió de la publicidad institucional de Ancap, con el eslogan “el Uruguay que queremos”, para beneficio de su lista 711. Enancado en esa amplísima campaña previa, y no “como impulsado por un resorte” como algún obsecuente análisis explicó, Sendic ganó la interna y quedó en posición de candidato a vicepresidente. Pero nadie dijo ni dirá nada, porque hay que cuidar la escalera de uso mutual y consentido. Lo demás, es circo carnavalero.

Electoral, porque los dimes y diretes del mundillo político, sus encuestas y lo de Ancap no interesan a la mayoría ciudadana. Es muy difícil para muchos admitir y asumir estos dos datos ineludibles de la realidad. Primero, que el país políticamente consciente y con sutil capacidad de análisis, el que votó NO en 1980 por ejemplo, no existe más. Nuestro pueblo, embrutecido, se interesa poco y cada vez menos en política. Segundo, que la adhesión frenteamplista es la norma en el mundo urbano de clases medias y refiere a dimensiones identitarias y de universo simbólico que van más allá de vaivenes coyunturales. Más claro: pasó el desastre de Pluna y el Frente Amplio ganó igual en 2014, y con mayoría propia en el Parlamento. Por tanto, a pesar de regulares resultados de encuestas, que ni siquiera auscultan intención de voto, la base de izquierda sigue amplia y ancha.

El único nubarrón de probables consecuencias electorales es el económico. Para cubrirse, el reflejo clientelista y benefactor frenteamplista, tan uruguayo, es excelente. No permitirá que una tormenta dañe los peldaños de su escalera. Tablets para los pasivos, una manito a los tamberos, tarifas diferenciadas, más impuestos a los más ricos, mayor déficit fiscal, préstamos internacionales que permitan capear el temporal, lo que sea: se hará todo lo necesario para favorecer a las amplias mayorías urbanas y populares que son su gran sostén electoral.

El Frente Amplio no está agotado. Estoico, se aferra a la escalera.

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Francisco Faig

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