“No servís para nada”. “Así no te vistas”. “Nunca te preocupás por mí”. “No atendés a tus hijos”. “Mala madre”. Día a día, miles de mujeres víctimas de violencia doméstica escuchan frases como estas.
Son la antesala de un escenario alarmante: la mitad de las mujeres asesinadas en Uruguay mueren a manos de su pareja o su ex. Según el registro que lleva Mujeres de Negro, hubo 26 muertes en lo que va del año.
El 25 de abril de 2007, Lourdes Vaz fue a la casa de su hermana Mariela en busca de contención. La noche anterior Carlos la había violado y necesitaba hablar para quitarse la angustia que llevaba dentro. Mariela recuerda que su hermana era un manojo de nervios. Pasaron la tarde juntas hasta que Lourdes decidió volver a su casa, en Florida. Cuando llegó, se encontró con un Carlos furioso. Discutieron. Él fue a la cocina, agarró un cuchillo y volvió para seguir discutiendo. La golpeó. Lourdes cayó al piso. Carlos intentó cortarla pero Lourdes se defendió. Entonces, él la apuñaló. Ella no se movió y Carlos esperó. Lourdes murió desangrada.
Carlos se entregó a la Policía. Fue juzgado y sentenciado a 14 años de prisión, pero su abogado logró reducir la pena a 12 años. Carlos cumplió su condena en la cárcel de Florida hasta que un año después fue trasladado a una chacra policial, con el argumento de que había hacinamiento y él no era un preso peligroso. A pesar de que la medida les dolió, los familiares de Lourdes no se opusieron: confiaban en la Justicia. Pero poco tiempo después, Carlos empezó a gozar de beneficios, como ir a la feria de los sábados en Florida a vender lo que cosechaba en la chacra. Cuando Mariela se enteró de esta situación, quedó impactada. El hombre que dos años atrás había asesinado a su hermana, ahora paseaba por la feria.
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No se quedó callada. A través del colectivo Mujeres de Negro logró movilizar a los medios y fue a reclamar a la Jefatura del departamento. Tras la presión, se supo que no existía una orden judicial que pidiese su traslado a la chacra. Pero Carlos se quedó en la chacra y aunque le prohibieron la salida, le redujeron la condena a seis años.
Así como aún hay fallas en el sistema, también se manejan distintas cifras sobre la cantidad de mujeres asesinadas. En junio de este año el Ministerio del Interior publicó que hasta el momento había 16 muertes por violencia doméstica. Ese mismo mes el vicepresidente Raúl Sendic afirmó que eran 22. Luego, la ONG "Por la Integración" realizó un informe en el que contaban 15 y hoy en día, solo cuatro meses después, Mujeres de Negro afirma que son 26 las mujeres muertas. El problema es que no hay un criterio común para definir cuándo es violencia doméstica.
Las denuncias pueden ser presentadas en el juzgado Penal y el juzgado de Familia. Mujeres de Negro identifica que uno de los principales problemas del sistema judicial son los períodos prolongados para procesar la denuncia. Alba Corral, fiscal en violencia doméstica, dice que en abril el Ministerio del Interior dictó un decreto en el que ordena a todos los funcionarios policiales encargados de recibir denuncias que hagan la comunicación simultánea al juez penal y al de familia o al que tenga competencia en la materia". Según la fiscal, eso disminuyó los tiempos.
Sin embargo, Corral reconoce que está "en el debe" reducir las instancias en las que la víctima debe declarar sobre los hechos. "El tema es poder coordinar más entre todas las instituciones, que es lo que se está tratando de hacer. Que la víctima no tenga que hacer ese peregrinaje de contar su historia cuando hace la denuncia en la Policía, cuando vuelve al juzgado, cuando va al Penal", dice Corral.
Desde el Ministerio del Interior se reconoce que aún persisten las dificultades para que los policías tomen las denuncias sin importar si el conflicto se desarrolló dentro de la jurisdicción de esa seccional.
La violencia doméstica es el segundo motivo de denuncia después del hurto. En 2014 se registraron 29.000, pero únicamente 512 policías trabajan directamente en la temática. Además, siete departamentos cuentan con una sola Unidad Especializada en Violencia Doméstica y de Género, seis tienen dos y el resto tres o más. Las fiscalías especializadas solo existen en Montevideo.
En 2011 se lanzó la Guía de Procedimiento Policial para denuncias de violencia doméstica. Allí se establece que debe haber un policía referente para cada caso. Sin embargo, cuatro años después, July Zabaleta, directora de la División de Políticas de Género del Ministerio del Interior, reconoce que es imposible cumplir con ese punto de la guía porque "siempre la demanda desborda la oferta".
Zabaleta dice que a través del decreto 382/2012 se reorganiza todo lo que es la respuesta policial en términos de violencia doméstica y se pretende jerarquizar la temática en las distintas jefaturas. También propone tener efectivos especializados en todas las jefaturas y no solamente en las unidades especializadas.
El Ministerio del Interior está trabajando para capacitar y sensibilizar tanto al personal subalterno como a los más altos rangos. Sin embargo, dice la jerarca, pese a que se les han dado herramientas a los policías, "siempre se necesita más, porque en esta temática, en la que están tan arraigados algunos valores, no lo solucionamos con unas capacitaciones".
En mayo pasado, una joven esperaba a su hermano a la salida de una escuela en Florida. Sobre la una de la tarde, cuando las clases estaban por terminar, un hombre le disparó por la espalda. Ella cayó y el hombre disparó dos veces más. El agresor era policía y su víctima, que ahora está muerta, ya lo había denunciado. Pero aun así caminaba libre por Fray Marcos.
Según la Ley 17.514 sobre violencia doméstica, como medida cautelar se le puede quitar el arma a una persona denunciada. Asimismo, en el protocolo de actuación de la Policía se indica que es obligatorio quitarle el arma a un efectivo denunciado. Sin embargo, este hombre seguía armado y fue con su arma de reglamento que asesinó a su expareja. Un mes después, el Ministerio del Interior no tenía explicaciones sobre lo ocurrido.
La primera encuesta nacional de prevalencia sobre violencia basada en género, realizada en 2013, indica que Montevideo, Canelones y Maldonado son las zonas con porcentajes más altos de mujeres mayores de 15 años que declaran haber sufrido violencia doméstica en algún momento de sus vidas (73% a 77%). En el resto del país ese porcentaje oscila entre 52% y 58%. Estas cifras justificaron la decisión de que las instituciones públicas pusieran su mayor esfuerzo en la capital y las zonas cercanas. Sin embargo, para junio de 2015, de las 18 muertes por violencia doméstica informadas por distintos medios, cuatro fueron en Maldonado, dos en Canelones y tres en Montevideo. Las otras nueve fueron en el resto del país.
El sistema de tobilleras todavía no se extiende a todo el territorio. La fiscal Corral reconoce que "si bien se ha proveído de muchos técnicos al interior, en realidad el equipo que funciona aceitado es el de Montevideo". "Las fiscalías del interior deben abordar, además del tema de la violencia y los derechos vulnerados, cuestiones como la tenencia y la pensión", dice Corral. "Creo que el camino es hacia la creación de fiscalías especializadas y juzgados especializados en esta materia".
Silencio.
Alejandra es una madre que, como otras tantas, vio al padre de sus tres hijos transformarse frente a sus ojos en un ser agresivo y violento. Vivió 17 años con él. Era el hombre que amaba y, además, el que la golpeaba. ¿Cómo pudo ser el hombre que la enamoró, el mismo que la destruyó? ¿Cómo fue que el padre de sus hijos fue el mismo que intentó asesinarla en frente a ellos? Son preguntas que muchas mujeres no pueden responder mientras están inmersas en esa realidad.
Teresa Herrera, socióloga especializada en el tema, dice que "el hecho de ser víctima de violencia doméstica provoca un gran desconcierto y una ambivalencia". "La persona que me ama me ataca. A quien yo amo, me ataca. Es el padre de mis hijos; la persona con la que yo elegí tener mi familia. Es devastador", agrega. Y sin saberlo, Alejandra —en otro lugar, otro día— dice casi lo mismo: "Te callás porque te da vergüenza, porque a una como mujer le da vergüenza, ¿no? Porque fue tu compañero de toda la vida, es el papá de tus hijos. Te da vergüenza".
En el primer semestre de 2015 el Ministerio del Interior recopiló 16.199 denuncias. Un promedio de 2.700 por mes. Muchas derivan en un proceso cautelar, medidas que toma el Poder Judicial para proteger a la víctima y acompañarla durante un tiempo determinado. Cuando termina este período, los casos son archivados. Sin embargo, antes de esto, casi 30% se archiva por motivos relacionados con la denunciante: no asiste, levanta la denuncia o presenta un pedido expreso.
¿Por qué, si sufren tanto, no se mantienen firmes? ¿Por qué perdonan? ¿Es que perdonan? Elina Carril, psicóloga y referente en violencia de género, responde: "Para poder hacer la denuncia hay que poder sostenerla, sostenerla psicológicamente. A veces hacen la denuncia en forma muy prematura porque alguien les dice y ellas no están en condiciones de sostenerla. No sólo porque hay una amenaza, o por el temor a la represalia, sino también porque piensan que sin ellos no van a poder vivir, ya sea por el amor tan grande que sienten o porque no tienen los medios económicos para vivir solas", explica Carril. Pero luego aclara: "No es una cuestión monocausal, no hay una sola mirada, no se puede ser simple".
Siempre hay un detonante que provoca la explosión del agresor. Cualquier cosa: desde un vestido, una cena, una manera de mirar, que llevan a la agresión física o verbal fuerte. Casi de inmediato, con el final de la última frase, con el sonido del último golpe, comienza el arrepentimiento. El agresor tiene un cambio de actitud radical, justifica esa reacción como un evento puntual y promete no volver hacerlo. La víctima cede porque aún confía, y comienza la etapa de la luna de miel. Empiezan los regalos y las actitudes casi perfectas. Hasta que, como en una noria que no deja de girar, la historia vuelve a empezar.
Así lo cuenta Alejandra: "Te empezás a decir, ¿yo me estaré equivocando? Y te callás. Pero la violencia es más seguida. Empieza a pegarte, a maltratarte; va piñazo pa aquí, piñazo pa allá. Después viene el teleteatro. El llanto, la comedia de que van a cambiar, de que te quieren, de que sos el amor de su vida, las flores. Siempre están presentes. Como que viene una luna de miel y queda todo como si nada. Y una sigue apostado como mujer, ¿no? Pero cada vez la situación es peor".
La violencia va aumentando gradualmente. Carril cuenta que, según lo que le han relatado, se empieza con ciertas cuestiones mínimas vinculadas al control y amparadas en el amor: "Yo lo hago por ti, porque te quiero tanto", o "me gusta verte linda, así que me gusta verte vestida así", o "haceme ese gusto a mí, que soy el que más te quiere".
Teresa Herrera encuentra dos perfiles de mujeres más vulnerables ante estas formas de "ninguneo", como ella denomina. Por un lado, las de muy bajo estrato social, que suelen desconocer otra forma de relacionarse y que están acostumbradas a vínculos de subordinación. El ninguneo de las de buen nivel apunta al rol ancestral de la mujer: Sos una mala madre, no estás nunca con tus hijos, no cuidás la casa, no me atendés, te la pasas en el trabajo".
Puede comenzar con un grito, seguido de un golpe en la pared, pasando a una agresión a un animal y finalmente desarrollarse en la forma más exacerbada de violencia de género, que es el golpe. Dice Carril: "Es como si fuese un gradiente: hay un empujón, más adelante son tres empujones, después un empujón y una piña, hasta que después es una piña reiterada y a veces hay una voluntad de hacerla desaparecer: o sos mía o de nadie".
Alejandra reconoce que su expareja tenía un control absoluto sobre sus acciones: "Si salís conmigo tenés que estar conmigo, no saludar, no hablar. No hagas esto, no hagas lo otro. Te manipulan. Te empiezan a psicopatear. Si es blanco, él te dice negro, vos decís negro, él te dice blanco. Hacé y no hagas. No hables por teléfono, y todo está mal, todo. Es todo lo que digan ellos". Las víctimas, dice Herrera, son permanentemente acosadas y controladas hasta que finalmente desisten de ver a sus allegados y se limitan a cumplir con los deseos de su pareja. O no lo hacen, y entonces les espera lo peor.
Asistencia a casos de violencia doméstica.
La denuncia la puede hacer la propia víctima, terceras personas (familiares, amigos, vecinos) o un anónimo. Se pueden realizar en cualquier seccional policial, aunque se recomienda hacerlo en las Unidades Especializadas en Violencia Doméstica y de Género. Asimismo, pueden presentarse en Montevideo junto con un abogado de oficio o particular en los Juzgados Especializados en Violencia Doméstica y Penales. En el resto del país, también con abogado, en Juzgados de Paz, Letrados de Primera Instancia en lo Penal, de Familia o Especializados. Por consultas o información es posible recurrir al servicio nacional de orientación y apoyo a mujeres en situación de violencia doméstica: línea fija 0800 4141 o desde Ancel o Movistar *4141. También a Mujeres de Negro al 099090941, que brinda asistencia y orientación, y convoca a una marcha el primer jueves de cada mes. El colectivo "Feministas en alerta y en la calle" se moviliza en el Centro de Montevideo cada vez que fallece una mujer en Uruguay (foto).
¿Es posible la "reeducación" de los agresores?
Rober era un niño que vivía en Sauce. Un pueblo, como muchos otros, en el que todas las familias se conocen. Allí, la llegada de Alba, su esposo y sus tres hijos no pasó desapercibida. Y fue única para Rober, porque con los nuevos habitantes apareció Natalia, una compañera de juegos que marcaría un antes y un después en su vida.
Natalia era una nena alegre, grandota, que siempre sonreía. Así la recuerda Alba, su mamá. Cuenta que Natalia hacía cursos de todo, desde fotografía hasta maestra de preescolar. Rober, en tanto, eligió probar suerte en el exterior. Natalia siguió trabajando, puso una tienda, estuvo en pareja y se convirtió en madre de su único hijo. Disfrutaba de pequeños placeres como tomar mate con su familia o pasear con amigas por el pueblo. Hasta que un día Rober volvió. Natalia estaba de nuevo soltera. Y esos dos niños que habían jugado en las calles de Sauce, empezaron a hablar, a salir, a conocerse otra vez. Así, a los 29 años, Natalia encontró al amor de su vida en un amigo de la infancia.
Pero esta historia no tiene final feliz. No hay casamiento, ni hijos, ni sonrisas. En esta historia Natalia se muere. Rober la mata. En esta historia solo queda la pregunta de una madre: "¿Por qué lo hizo? Ella lo adoraba, lo quería. Ese mismo día me dijo que él no iba a hacerle nada, que sabía que no iba a hacerle nada. Pero la estaba esperando con un cuchillo".
Probablemente ninguna respuesta podrá aliviar a Alba. Los psicólogos encuentran distintas razones que pueden convertir a un hombre en un violento. La fiscal Alba Corral reconoce que a pesar del trabajo realizado para abordar la violencia doméstica desde una perspectiva integral, todavía hay mucho camino por recorrer, y particularmente repara en uno de los puntos en los que recién se está comenzando a trabajar. "Estamos en un debe con la rehabilitación de agresores. Tenemos solo un servicio de la Intendencia de Montevideo que contrata a una ONG que los atiende. Hay toda una discusión sobre si debe concurrir voluntariamente o si se le impone como obligación, pero estamos en un debe. Porque si recuperamos víctimas pero no rehabilitamos agresores, agarran a otras, porque buscan seguir ejerciendo el poder".
Mauricio Clavero, psicólogo especializado en violencia de género, trabaja hace dos años para la "reeducación" de agresores. "Esto tiene un origen en estos varones y estas mujeres, por eso el fenómeno se desarrolla en una sociedad patriarcal porque no se nace mujer, se hace. Tampoco se nace varón, se hace", señala. Al hombre se lo cría para ser fuerte, para no llorar, para no demostrar debilidad y dar sustento a la familia. Estas presiones ponen a la mujer en un lugar de dependencia y generan frustraciones en los hombres.
Clavero habla de "micromachismos". Hoy en día, el rol del ama de casa y su marido el proveedor se ha ido desvaneciendo. Sin embargo, el machismo se hace patente en otras actitudes. La mayor expresión de estas masculinidades se revela cuando los hombres empiezan a ver a la mujer como un objeto y a tratarla como tal. El planteo de la reeducación de agresores radica en "deconstruir" ese concepto y "enseñar" a verla como una persona con los mismos potenciales que ellos.
"Creo que hay posibilidad de cambio", dice el especialista. "Es necesario ver caso a caso y evaluar qué posibilidades hay. Algunas situaciones exceden la intervención desde estos marcos porque el agresor está contaminado de droga, de ajustes de cuentas, de exceso de dinero".
Cuando Alba piensa en Rober lo recuerda como dos personas distintas. "Él no parecía malo. La verdad, en el primer tiempo como que no. Después se había hecho algo insoportable". Es común que vecinos, compañeros de trabajo o conocidos se asombren cuando sale a la luz una denuncia o cuando una muerte por violencia doméstica los toca de cerca. Sucede que a menudo los agresores no son los mismos dentro de sus casas que fuera de ellas. Muchas veces son percibidos como simpáticos y colaboradores. Una realidad bastante lejana a la que vive la mujer que los tiene más cerca.
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tres vidas atravesadas por la violencia