La pesca pende de un hilo

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Unos 8.000 trabajadores de la pesca industrial y 4.600 artesanales están en vilo por la baja de capturas de peces (40% en dos años). Temen el fin de una actividad que sufre las consecuencias de la contaminación, el cableado y la limitación de los mercados.
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A la derecha vive José Mujica. Al fondo y a la izquierda, ellos. Son unos 500, pero estos días, previo a la zafra, llegan otros 400. Están en tierras que no son suyas, rodeados de cables que ellos mismos colgaron para tener luz. Varios de sus hijos abandonaron el liceo para dar una mano, o las dos. Despiertan para trabajar unas horas antes de que salga el sol, embarcan hasta sábados y domingos, y aún así hay veces en que el salario no cubre las necesidades básicas. La industria pesquera uruguaya está al borde del colapso. Y en Pajas Blancas, el mayor asentamiento de pescadores artesanales del país, la crisis del sector se hace sentir.

En 2014 la captura de corvina, pescadilla y variado costero, las especies más explotadas en Uruguay, bajó 40% respecto a 2012. No hay datos de 2013 porque durante ese año el Sindicato Único Nacional de Trabajadores del Mar y Afines (Suntma) estuvo 114 días de paro.

La Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) discrepa en algunas cifras, aunque coincide en que las capturas globales (incluye todas las especies) cayeron 17% en 2014 comparado con 2012. También un 17% fue la baja de las exportaciones en volumen, lo que representó una caída de 12% del valor.

Por eso, en la proclama del pasado 1º de mayo, el PIT-CNT advirtió: "Hay que prestar especial atención al sector pesquero".

La situación precaria en la que viven algunos pescadores artesanales no es nueva. De hecho es parte del "distintivo" del oficio en "varios pueblos del mundo", dice el sindicalista Carlos Vega, y "no deja de ser una postal turística".

Pero en el último año "hubo un agravamiento" de la situación. Tres de cada diez trabajadores habita en casas de lata, "la mayoría tiene que buscar changas en otros sectores (sobre todo a la construcción), los gurises trabajan a la par que los adultos, hay delincuencia, drogas y el futuro pende de un hilo".

Julio Maseda (44) lo vive en carne propia. Lleva 30 años en la pesca. Es un oficio que heredó de su padre y este de su abuelo, aunque espera que ninguno de sus seis hijos siga sus pasos. Antes, en época de vacas gordas —o mejor dicho de peces—, "llegaba a juntar 2.000 kilos" por día. Ahora, "con suerte" obtiene la mitad. Y eso que sigue levantándose a las cuatro de la mañana para estar a las cinco con su chalana en el río. Todo sea por sacar entre 200 y 400 pesos diarios. Cuando en la zona costera no hay zafra, trabaja en los barcos industriales que alcanzan alta mar.

La crisis actual afecta por igual al pescador artesanal e industrial. Los grandes barcos, esos que llevan al menos nueve tripulantes y salen del puerto, pasaban varias semanas flotando y capturando con el sistema de arrastre (en la profundidad). Sin embargo, hoy a los pocos días de zarpar deben regresar.

También Fripur, la planta de procesamiento de alimentos de mar atraviesa una difícil situación. Sigue en concurso de acreedores con deudas por US$ 70 millones y envió a decenas de trabajadores al seguro de paro. Desde la gerencia de la compañía prefirieron no hacer declaraciones. "Hay una realidad", advierte el sindicalista, "los mercados están limitados y algunas especies se venden muy por debajo de los costos de los productos uruguayos". A modo de ejemplo, el pangasio que exporta Vietnam ingresa a Europa al 50% del precio que se exporta desde Uruguay.

Hace dos años, Uruguay y Argentina perdieron las preferencias arancelarias para ingresar a Europa. "Los mercados son cada vez más proteccionistas y las especies nacionales que se exportaban quedan relegadas", cuenta Daniel Gilardoni, director nacional de Recursos Acuáticos, quien admite que "la pesca pasa uno de sus peores momentos" y las causas son "múltiples".

La contaminación que producen las prospecciones de hidrocarburos, el realojo del material que se draga para la construcción de la regasificadora, los cables de fibra óptica en medio del Río de la Plata y el fondeo de unos 300 barcos a la espera de ingresar a la Hidrovía Paraná-Paraguay son parte del problema que tiene en vilo a 8.000 trabajadores del sector industrial y 4.600 del artesanal.

En vivo.

Son las cinco de la tarde de un viernes. La poca pesca del día ya está en las fábricas. En "El Ñoño", una de las barcas de maderas naranjas y blancas, algunos adolescentes del barrio ven pasar su juventud, impregnados por el clásico olor que desprenden los pescados. A diferencia de otros de su edad, la piel de sus manos no luce brillante ni tienen esos primeros vellos que nacen luego de la pubertad. Sus palmas están curtidas por la exposición al sol, el frío del agua y la fricción de las redes. Hablan de un "picadito" de fútbol 5 que harán el sábado; anuncian temporal y será imposible embarcar. En eso pasa una camioneta, esas cuatro por cuatro con cabina abierta, levanta el polvo del camino e interrumpe la charla.

"Es uno de los intermediarios, el encargado de pagarle al pescador y venderle a la fábrica", dice Arturo Vaquero, secretario de Finanzas del Suntma. "Por kilo de pescado sucio —como sale del agua—, un pescador gana 13 pesos. El intermediario vende el filete —ya lavado y cortado— a 140 pesos". Y luego doña María lo compra en la feria por 190.

En el fondo, explica Vega, "el tema no es salarial… si no hay peces, no hay salario". Así lo comprueba Jorge Villalba (47), otro de los históricos pescadores de Pajas Blancas. Él, quien comenzó a pescar con 13 años, es dueño de una barca. Sale al mar con dos o tres empleados, a quienes debe pagarle entre un 20% y 30% de las ganancias. Pone las herramientas, el motor de la chalana (le costó unos 100 mil pesos) y, hasta el momento, no recibe devolución de los 40 litros de nafta que gasta a diario.

Gilardoni, de la Dinara, aclara que tienen ese beneficio pero la "informalidad" no permite, a veces, concretarlo. En pocas palabras: Villalba tiene 1.500 pesos solo de gastos y hay días en que "apenas" llega a cubrirlos.

La camioneta pasa y los adolescentes retoman la charla. Estaban en la planificación del partido de fútbol. Martín (17) no sabe si jugará, está cansado. Dejó el liceo para dedicarse a trabajar y hay veces en que el cuerpo le pide dormir. Quizás eso es lo que más disfrutan del oficio: manejar sus tiempos, "ser libres", dice.

Ellos, los más jóvenes, no vivieron las mejores épocas de la pesca, pero saben a la perfección los motivos de la merma de captura. "¿Ves allá?", dice Martín señalando con el dedo unas embarcaciones grandes que están sobre el horizonte. "Son barcos extranjeros que fondean, hacen ruido, tiran desechos y nos matan todos los peces". Y, "por si fuera poco, quitan espacio para que los barcos industriales puedan navegar".

Maseda, quien sí conoció otros tiempos de la pesca, apunta a la regasificadora. "No estamos contra la regasificadora ni el avance, nos molesta que ahora no podemos pasar y que las dragas tiran todo el fluido a unos kilómetros… luego eso vuelve". Según el sindicato, en esa zona de la bahía es donde la corvina se reproduce. Desde el gobierno, explica Vega, la solución que se encontró fue indemnizar a 22 trabajadores de Santa Catalina, pero "no se atendió" a quienes salen de muelle del Cerro o de Pajas Blancas.

El combo lo completa la búsqueda de petróleo y gas. "Hace un año tuvimos tres barcos de Ancap haciendo prospección sísmica al mismo tiempo", cuenta el director de la Dinara. "Nos preocupa el efecto que pueda estar generando eso en los peces (…) Ahora mismo hay una serie de cables submarinos (de fibra óptica) que debieran estar a un nivel que no generaran problema a los barcos y, sin embargo, hay un decreto que le prohíbe a los pesqueros estar allí".

Paradoja.

El pescado es imprescindible en una dieta balanceada. Su gran cantidad de proteínas, calcio, omega 3 y bajas calorías, lo convierte en una de las vedettes de los nutricionistas. Aun así, en Uruguay está relegado y en promedio su consumo per cápita no supera los nueve kilos al año. Hay un factor cultural, por el cual la carne vacuna es la principal competencia. Y otro de costos, lo que lleva a que no todos puedan comprar, advierte el sindicato.

Como solución, Vega propone una regulación del mercado, exigir que parte de la mercadería de pesqueros uruguayos tenga como destino la plaza local a un precio más bajo; algo así como "el asado del Pepe" en versión pescado.

Lo curioso, o paradójico, es que en aguas uruguayas están algunas de las especies más codiciadas y con posibilidades de ser explotadas a un muy bajo costo. Hay pez espada y uno "de los mejores" atunes del mundo, dice Gilardoni. Pero, ¿qué sucede? "Los inversionistas prefieren pescar en aguas internacionales", ni bien se sale de la jurisdicción uruguaya. De ese modo abaratan costos y usan personal que no tiene contratos o leyes sociales que los amparen. Competir en esas condiciones es realmente difícil". Algunos barcos extranjeros esperan un mes a que ese mismo atún que está en agua uruguayas pueda ser pescado del otro lado "y listo". Esa es la "diferencia entre los peces y las vacas, a las que uno las puede retener con alambrados". Eso sí, aclara, "no es un problema de los costos de los trabajadores uruguayos... ¿cómo vamos a competir con empleados que no tienen leyes sociales?"

Nostalgia.

En la década del 80, la pesca pasó por sus años dorados. No es que los pescadores se hayan enriquecido, sino que, por el excedente de peces, abundaba el trabajo. Más aún, esta industria fue importante para la economía del país y llegó a exportar más de 270 millones de dólares anuales.

Como las olas, la estabilidad del sector varía de un momento a otro. En especial, el clima es uno de los factores que más afecta al sector. "Un año es la corriente de El Niño, otro año La Niña y ahora el calentamiento del río", señala Vega. Hace referencia al aumento de la temperatura del agua lo que produjo, según biólogos argentinos, la aparición de miles de peces muertos (lacha) en las costas de Uruguay y Argentina. Por cada caja de 24 kilos de lacha, Maseda recibe cien pesos. Es una de las especies que con mayor frecuencia aparece por la zona de Pajas Blancas, porque suele estar sobre la superficie costera.

"En los buenos tiempos", recuerda, "nos juntábamos unas 60 chalanas donde hoy es la regasificadora". Hoy no lo puede hacer. Por eso opta por buscar nuevos puntos claves, aunque "casi todo está cubierto por otros compañeros".

Es que la pesca artesanal en Uruguay va desde Colonia hasta el Chuy. Incluso ríos adentro también hay captura de peces. La industrial, sin embargo, trabaja desde la desembocadura del río Santa Lucía hasta la frontera con Brasil.

El exceso de barcas —hay 600 barcas artesanales legales y otros centenares ilegales— y la reducción del espacio para navegar hace que la competencia aumente día a día. En algunos casos llega a conflictos entre vecinos.

Pero a Maseda lo que más le preocupa es el deterioro social que causa la crisis del sector. "Para comer tenemos, a lo sumo repetimos el pescado... pero lo de la droga no tiene límites". En Pajas Blancas, admite, "hay vecinos que le roban a vecinos para consumir. Sé que es un problema de toda la sociedad, pero ante la falta de trabajo, el problema aumenta". Pero pocos se enteran de lo que ocurre en Pajas Blancas, al fondo y a la izquierda luego de tomar camino Tomkinson. Y Maseda repite: "Uruguay vive de espaldas al mar".

Especies a la espera de una captura.

En el mar uruguayo está "uno de los mejores" atunes del mundo. Con estas palabras Daniel Gilardoni, director nacional de Recursos Acuáticos, alerta que hay especies de primera calidad que pueden ser capturados en jurisdicción nacional y, sin embargo, escapan para ser explotados por barcos extranjeros en aguas internacionales.

Pero en la industria uruguaya no hay un barco atunero. ¿Por qué? "Viene una embarcación japonesa, abona 400 mil dólares por el permiso y se lleva 10 millones de dólares", explica Arturo Vaquero, secretario de Finanzas del Sindicato Únicos de Trabajadores del Mar y Afines. "Encima vienen con empleados de ellos, muchos sin jubilación ni seguro de salud y ganan chirolas".

Uruguay podía pescar hasta 800 toneladas de atún, pero ahora el límite ascendió a 1.500, cercano al tope que propone el comité científico. Una realidad similar sucedió con las diez especies que se pescan más en la zona común entre Uruguay y Argentina, dice Gilardoni. "Se está ante los niveles más altos permitidos". Lo que falta es la inversión.

Exclusividad es un ámbito que dominan los hombres

A metros de la playa de Pajas Blancas vive Julio Maseda. Tiene seis hijos, algunos de los cuales todavía duermen en su casa. Para ellos dispuso unas cuchetas y unas velas porque, a veces, la electricidad se corta. Su esposa es ama de casa, aunque cada tanto lo ayuda a bajar la mercadería o armar las redes. Es poco frecuente ver a una mujer dedicada a la pesca, al menos subida a una embarcación (sí hay trabajadoras en las fábricas). Es parte de una cultura que se trasmite de generación en generación. Maseda aprendió el oficio de su padre, quien trabajaba en el frigorífico Nacional y, en las horas libres, salía con la chalana. También pescador fue su abuelo y los amigos del barrio. Para revertir las diferencias de género, el Suntma propuso que cuatro mujeres pasen a integrar una de las flotas industriales. Ellas se dedicarán a la limpieza de los pescados y su congelado.

UNA REALIDAD MUNDIAL CON UN CONDIMENTO BIEN URUGUAYO

Exportación

El comensal toma el menú y lee: "Hoy, pesca del día". Tentado, llama al mozo y pregunta: "¿Qué pescado es?". La respuesta no lo sorprende: "hay merluza". Es una de las especies más comunes en los restaurantes. Lo extraño es que figure como "pesca del día" un tipo de pez de alta mar, el cual es atrapado por los barcos industriales que pueden pasar semanas lejos de tierra. Eso no quiere decir que el producto no sea fresco, claro. La merluza es, después de la corvina, la especie que más se capturó en 2014 (13.052 toneladas) y, por tanto, las exportaciones superaron los 37 millones de dólares. En total, la venta al exterior de pescados capturados en la zona compartida con Argentina y el Río de la Plata superaron los 157 millones de dólares en 2014.

Hermanos

La zona de pesca de Uruguay es compartida con Argentina. Gracias a eso, dice el sindicalista Carlos Vega, "nuestro país puede capturar merluza, sino sería imposible". Por eso, el sindicato propone una reestructura del sector junto con quien comparte el mar territorial. "Ellos (los argentinos) tienen más especies, barcos y equipamiento". A propósito, la Dinara envió esta semana al Ministerio de Industria una evaluación para renovar la flota uruguaya.

Fronteras

La crisis de la pesca es común a la mayoría de países. El problema "es la competitividad", explica Vega. Sin embargo, el cambio en el valor del dólar "estaría revirtiendo la situación", dice Daniel Gilardoni, director nacional de Recursos Acuáticos. La mayor puja es por el ingreso de mercadería a Europa, uno de los mayores consumidores de estos alimentos. En 2014, Uruguay exportó hacia allí 7.496 toneladas de pescados; pero no tiene preferencias arancelarias.

URUGUAY DE ESPALDAS AL MARTOMER URWICZ

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