Ciencias sociales
UN MUNDO FELIZ. IMÁGENES DE LOS TRABAJADORES EN EL PRIMER PERONISMO: 1946-1955, de Marcela Gené. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2005. 158 págs.
A CINCUENTA años de la caída del primer peronismo y la victoria de la Revolución Libertadora que intentó borrar de la memoria colectiva cualquier vestigio que evocara al régimen depuesto, parecía que todo estaba dicho sobre ese período de la Argentina contemporánea. Sin embargo, la historiadora Marcela Gené construye un ensayo muy distinto a lo habitual, donde el peronismo es reexaminado como fenómeno cultural, fundador de una "estética" muy reconocible y poderosa. El propósito del libro es analizar de qué manera los propagandistas de la época elaboraron sus repertorios iconográficos, a partir de qué modelos disponibles, y cuáles fueron las reelaboraciones e invenciones que ellos aportaron. Fotografías, afiches, juguetes, libros, folletos, cortos de ficción y noticiarios: ¿cuál era el poder de esas representaciones, a punto tal que la triunfante revolución militar pensó que debían destruirse? ¿Qué información agregan hoy a la que se puede obtener en los textos, y qué mensajes o valores trasmitieron a la sociedad de medio siglo atrás?
El ensayo de Gené se divide en dos partes. En la primera estudia la organización interna y el funcionamiento de la Subsecretaría de Informaciones, un organismo instaurado por el gobierno de facto en junio de 1943. Convertido por Perón en un super ministerio de propaganda, se encargó de la organización de la producción gráfica, la realización de films "educativos" y todo tipo de decoraciones. La segunda parte, en cambio, estudia tres características específicas del peronismo: la expresión de una total armonía social, la concepción del trabajador y el registro de una temporalidad muy definible. El primer aspecto se manifiesta en la representación de la familia, donde el bienestar individual deriva de una presunta justicia social. Luego estudia al trabajador en sus versiones de "descamisado", obrero industrial y rural (o enfermera, en el caso de las mujeres) y ser de carne y hueso en su marco familiar. Finalmente, registra la temporalidad de su gráfica política elaborando una filosofía donde un pasado negativo es seguido por un presente pleno de realizaciones y un futuro muy promisorio. Por allí Gené desliza la idea de que el sistema propagandístico peronista no sólo abrevó en el nazismo y el fascismo, como se sabe, sino también en ciertos tópicos soviéticos y en la iconografía del período rooseveltiano estadounidense.
El resultado logrado por Gené es altamente satisfactorio. A una prosa ágil y efectiva, la autora suma 52 fotografías y 23 láminas a color que apoyan gráficamente su análisis artístico e histórico. De esa manera, el libro se transforma en una rigurosa investigación acerca del modo en que el peronismo construyó su identidad política y trasmitió nuevos valores a la sociedad argentina, intentando crear un mundo más feliz en términos de la vida cotidiana, pero en el cual quedaron excluidos la perspectiva crítica y el disenso.
A. N.
Reedición
VIDA DE UN MAESTRO, de Jesualdo. Trilce. Montevideo. 2005. Distribuye Gussi. 190 págs.
AL MIRAR los coquetos yates en Riachuelo (Colonia) nadie podría imaginar los rigores de las canteras y areneras, cuyos antiguos talleres, locomotoras y "comodidades" se exhiben en una estancia turística. El diario escolar novelado por el maestro Jesualdo Sosa en 1935 los cuenta, hablando de fe y milagros con unos niños peculiarmente locuaces. El libro mismo es un gesto de rebeldía, porque denuncia la dureza del trabajo y el hambre que crece cuando éste falta; porque critica la enseñanza tradicional y la indiferencia de los políticos; porque propone una filosofía educativa de la libertad y la solidaridad; porque defiende y difunde esa nueva vocación. En resumen, porque fue un texto fundacional en el movimiento de la escuela rural uruguaya.
Nace también de una insubordinación anterior frente a los inspectores que le reclamaban el plan de trabajo previo. Jesualdo transforma ese acto administrativo rutinario en una creación literaria, relatando lo hecho, según los supuestos del género autobiográfico, con una salvedad: narra la vida pública, evitando la intimidad y las emociones que no conciernen a la educación.
Un diario nunca supone anotar todo lo que se vive, se siente o se piensa. Al seleccionar y ordenar las vivencias, Jesualdo propone interpretaciones, ajustando episodios, ideas y sentimientos en un relato redondo, donde es difícil separar detalles históricos y novelados. Decidido a "ser absolutamente sincero", "a costa de perderlo todo", apunta, como quieren los niños, a los dos seres que conviven en uno: el que "sueña o vive en la actualidad", "Y el otro, el que quisiera ser, si no fuera el que es. (...) ¡Muchas veces mentimos porque nos hace mentir el que quisiéramos que hablara!"
La autenticidad está reafirmada por el cruce de voces críticas, incrédulas o entusiastas. La charla fluida y espontánea de los alumnos y el educador, atento a las bromas y a las preguntas graves, convierte la didáctica viva en un atractivo de la narración que incluye el contraste de la "tierra de promisión", la penuria y la memoria de los inmigrantes.
Al clima de libertad, originalidad y franqueza, se oponen —además de los colegas vencidos y quejosos que visita—los recuerdos de la escuela rural tradicional en la que creció, representados por una redacción transgresora ("La primavera").
Los padres, que lo alientan a encabezar gestiones pacíficas para aliviar la miseria, en ocasiones retiran a los hijos de la escuela por disconformidad con el reparto de ropa o víveres. Los desconfiados dudan de las producciones de los niños, que parecen obra de mayores. Los chicos escriben poemas y notas en el diario; evalúan los aprendizajes y la conducta; idean y conducen la exploración del medio. Están acostumbrados a su compañía de espectador mudo, pero pueden reclamarle: "Usted debe decidir (...) Sí, no se escape por el agujero".
El diario muestra la fibra del narrador que convence con historias estremecedoras que consagrarían a un cuentista. No es poco homenaje disfrutar de la ficción, deseando haber sido aquel maestro o aquellos niños, y proseguir la reflexión crítica, que ella misma propicia.
G. S.