Cuando los niños jugaban

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María Sánchez

TENER UN NIÑO hoy es motivo de grandes dolores de cabeza. Y es que en las películas o series de televisión yanquis estos siempre desaparecen o son espiados por algún pedófilo con una cámara que, seguro, va a subir las fotos a Internet. "Haberlos hailos", como las meigas, pero en países como España la psicosis parece haberse vuelto colectiva en los últimos años. Prevención o sobreprotección, lo cierto es que cada día se ven menos niños jugando sin supervisión en las calles de cualquier ciudad del mundo.

Si en los años 30 hubiera existido este mismo clima seguramente esta nota no existiría porque Helen Levitt se habría quedado sin los protagonistas de sus mejores imágenes. Fotógrafa de esas que llaman "de fotógrafos" -más conocida entre los profesionales que entre el público general-, Levitt fue una de los artistas más callejeros de todos los que poblaron Nueva York durante el siglo pasado.

El libro Helen Levitt. Lírica Urbana es un repaso a la carrera fotográfica de la artista estadounidense -desde sus primeras imágenes en 1936 hasta las últimas en color de 1993- y se complementa con tres buenos textos analítico-reflexivos de Alan Tachtenberg, Jean-Francois Chevrier y Jorge Ribalta.

ESPACIO Y SUJETO. Helen Levitt nació en Brooklyn, Nueva York, en 1913. Su ciudad natal fue el telón de fondo de la mayoría de sus obras y el lugar donde murió 95 años después, en 2009. Abandonó el liceo y empezó a trabajar con un fotógrafo en el Bronx, pero sus verdaderos maestros fueron Cartier-Bresson y Walker Evans. Del primero aprendió que la fotografía podría ser arte y que de la Historia del Arte mismo debía beber. Junto a Evans tomó sus primeras instantáneas en el metro. Y a finales de los 40, otro referente le hizo cambiar la fotografía por el cine documental, Luis Buñuel.

En los instantes congelados de Levitt los niños aún juegan en las calles. Bailan, ríen o simplemente se mueven en una interacción con el otro. "La gente piensa que me gustan los niños, pero no, sólo es que los niños estaban fuera, en las calles", declaró para sorpresa de todos en una entrevista que concedió a Adam Gopnik. Y es que en realidad hay en sus fotografías más adultos que niños; aunque estos destacan más su presencia con su frenética danza. En la interacción de los sujetos, más que en los sujetos en sí, es donde reside la esencia de esta fotógrafa.

El principio del siglo XX fue una época de innovaciones artísticas en las que el movimiento fue protagonista. En teatro, Adolphe Appia proponía despejar el espacio escénico para favorecer el desplazamiento de los actores. Y Levitt estaba muy interesada por esta disciplina así como por el ballet. La fluidez de la interpretación se imprimió en su estética.

Algunos críticos quisieron encasillarla en el documentalismo, otros destacaron lo poético o lo surrealista de sus imágenes. Pero su objetivo nunca fue hacer un relato histórico -ya que rompe con los dogmas de figura y lugar-, ni reivindicar la clase obrera -al menos de forma explícita- o crear una estética onírica infantil. Quien realmente consiguió acercarse más al trabajo de Levitt fue James Agee, que acuñó para ella el término "fotografía lírica".

VIAJE A MÉXICO. Una de las pocas veces en las que la artista se alejó de Nueva York fue en un viaje a México (1941), aunque sólo físicamente. Algunas opiniones apuntan a la similitud entre las fotografías incluidas en el libro Helen Levitt: Mexico City y sus fotos de Manhattan; como la expresada por el periodista David Alandete en el obituario de Levitt para El País de Madrid (10/04/2009): "una serie de fotografías que bien podían haber sido tomadas en esos barrios de la Gran Manzana que tanto amaba".

Aunque el tema de las instantáneas sea también "gentes en las calles de una ciudad", los encuadres más amplios y, sobre todo, la forma de retratar las dinámicas sociales destacan un espíritu extranjero en la mirada de Levitt. Quizás buscaba lo mismo, pero no se sentía en casa.

EL COLOR PERDIDO. Helen Levitt fue una de las pioneras en el uso del color. En 1959 y 1960 recibió una beca Guggenheim para trabajar la fotografía en color. Sin embargo, puede que nunca se vean esas imágenes. Alguien entró en su apartamento y robó casi todos sus negativos y las impresiones. En 1970 tuvo que volver a salir a la calle y empezar, una vez más, de cero.

En sus últimas imágenes casi desaparecen los niños. Adultos, muchos de ellos indigentes, que trasladan pesadas cargas en las calles de Nueva York. Sujetos que esperan y sujetos que se cruzan por unos segundos en el visor de su cámara. Quizás no se vuelvan a ver jamás, pero en la instantánea de Levitt entrelazan sus caminos para crear en el espectador esa sensación de baile inconcluso.

HELEN LEVITT. LÍRICA URBANA, Coord. Doménico Chiappe. Textos de Alan Tachtenberg, Jean-Francois Chevrier y Jorge Ribalta. La Fábrica, 2010. Madrid, 174 págs. Distribuye Océano.

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