DESDE el 15 de junio y durante seis semanas, en el Museo de Arte Contemporáneo (18 de julio 965) expone Mingo Ferreira dibujos publicados entre 1991 y 2009 en El País Cultural.*
Jorge Abbondanza
HAY DIBUJANTES intuitivos que pueden ser admirables y sin embargo no tienen conciencia de la significación de su trabajo. Pero también hay dibujantes reflexivos que son capaces de examinar su obra, reconocer sus alcances expresivos y hasta medir la distancia que existe entre el esfuerzo de la realización y el valor del resultado. Ese renglón es el de los que pueden mirar igualmente hacia afuera o hacia adentro, como si estuvieran en las dos caras del espejo y fueran doblemente dueños de lo que hacen. En ese filo se ubica Mingo Ferreira y por eso sus dibujos levantan vuelo con tanta facilidad desde sus fundamentos reales (la tinta sobre el papel que los soporta, las figuras humanas que los pueblan) hasta llegar al interior profundo de las cosas con la aparente facilidad de quien da vuelta un guante.
Ese acto es posible porque las obras de Mingo tienen el privilegio de la transparencia, una cualidad que permite al ojo atravesarlas como si se tratara de una membrana porosa, detrás de la cual se abre la pantalla de las ideas. Así el artista entrega no sólo la constancia de su sensibilidad, sino además un juego con los contenidos de la imagen, que es un ejercicio inseparable de la función para la cual fueron creados estos trabajos: la de ilustrar textos ajenos. La exposición reúne parte de los que Mingo entregó a lo largo de años para ser publicados en el suplemento Cultural de El País, que en materia gráfica ha sabido enriquecerse con el aporte de unos cuantos plásticos de primera línea.
Nacido en 1940, Ferreira ha integrado una notable generación de dibujantes cuyo denominador común fue el margen de compromiso con la azarosa realidad que debieron enfrentar en su etapa de maduración, más allá del virtuosismo que caracterizó su producción. Posiblemente haya sido ese dominio de los medios empleados el que determinó su apego por la línea como instrumento de lenguaje, que en el caso de Mingo asume una gracia y una levedad muy singulares para lograr que ondule o se arremoline con trazos sueltos que parecen emplumar a un personaje, espirales que envuelven a otro o zonas rayadas que ensombrecen una silueta, acompañando con ello el espíritu del dibujo y remitiendo a la naturaleza de los temas que ilustra.
En esta selección, Mingo echa mano a una gran variedad de herramientas (tinta, lápiz, acuarela, pastel, collage, monocopia, xilografía) aunque la línea mantiene a través de todas ellas una presencia dominante. En eso el expositor surge ahora como uno de los maestros locales y uno de los dinamizadores de la corriente que luego de su generación ha dado otras oleadas de artífices del dibujo, que heredan aquel empuje y en casi todos los casos se han desempeñado asimismo como ilustradores.
Se necesita tener la calidad de la obra de Mingo para que el servicio de apoyo visual que cumple una ilustración, adquiera un valor independiente y sea capaz de mantener su seducción al alejarse del texto que la motivó. Entonces, más allá del enriquecimiento que le aportó al material escrito, puede elevarse por encima de esa condición referencial y conquistar esta victoriosa autonomía, como prueba final de su hermosura, su interés y su vitalidad.
* La exposición se puede ver los lunes entre 14 y 18 hs. y de martes a domingos entre las 14 y las 20 hs.