Elogio de las salas de lectura

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EN MÉXICO existe, desde hace varios años, una organización notable que se llama "las Salas de Lectura." Se trata de esto: en varias ciudades y pueblos, en distintos barrios y vecindades, ciudadanos casi anónimos se reúnen en salas comunales o en casas privadas para compartir libros y hablar de sus lecturas. El gobierno ayuda a financiarlas, pero el ímpetu, la organización, el esfuerzo cotidiano depende de estos empedernidos y admirables lectores. Casi como una nota a pie de página, las estadísticas señalan que, allí donde se instalan estos grupos, la violencia y el crimen organizado declina, no tan misteriosamente, al punto que ciertos alcaldes están pidiendo que una sala de lectura sea instalada en su comunidad.

He pensado que estos intrépidos lectores tienen sus antepasados.

A mediados del siglo diecisiete, en los jardines de la escuela cisterciana de Port-Royal, el adolescente Jean Racine leía una novela de Heliodoro, Los amores de Teognis y Caricles, cuando su supervisor, indignado de que el muchacho se ocupase de cosas tan mundanas, le arrancó el libro de las manos y lo echó al fuego. Racine consiguió un segundo ejemplar que también fue descubierto y condenado. Entonces compró un tercer ejemplar, lo leyó hasta el final, y se lo entregó a su supervisor con estas palabras: "Podéis echarlo al fuego también. Ya he aprendido el texto de memoria".

El 29 de enero de 1854, por la tarde, Gustave Flaubert le escribe a su amante, Louise Colet, para contarle que está leyendo El Rey Lear de Shakespeare. "Estuve como aplastado durante dos días por una de las escenas, la primera del tercer acto. Este tipo me va a volver loco. Más que nunca, todos los otros me parecen niños a su lado", confiesa Flaubert.

El 25 de agosto de 1959, Adolfo Bioy Casares le cuenta a su amigo Jorge Luis Borges que está empezando a leer La guerra y la paz. "Cuesta entrar," le dice Borges. "¿Es un novelista muy hábil? ¡Qué va a ser! Yo creo que lo mejor es leer todo lo que se refiere a la guerra." Y agrega sarcásticamente: "Pero entonces te perdés el idilio…".

Tres lectores ilustres, tres modos de leer que todos los lectores compartimos. Hacer nuestro un texto querido, memorizándolo, para que forme parte de la biblioteca de nuestra memoria; dejarnos "aplastar" por un texto, para que se vuelva nuestra la emoción y la sabiduría que nos otorga; tener el coraje de decir que un libro nos gusta o no, aunque sea un clásico reconocido, modificándolo según nuestro criterio, o eligiendo del conjunto de páginas sólo algunas que nos satisfacen. Estos son nuestros derechos de lectores, y también nuestras obligaciones.

No creo que sea inútil añadir que quienes están defendiendo la libertad del pensamiento y de la imaginación, justifican al mismo tiempo las audacias de Racine, de Flaubert, de Borges. Gracias a lectores como los organizadores de estas salas de lectura, las obras de estos ilustres soñadores no son echadas al olvido. Gracias a ellos, nuestra sociedad no está implacablemente condenada a la estupidez, a la violencia irracional, a la miseria intelectual y física -no porque estas cosas no ocurran (ocurren desgraciadamente siempre, en toda sociedad) sino porque a través de ellos, a pesar de esas desdichas, existe algo hecho de palabras y de ideas y de imágenes que es rescatado cada vez que un lector (un lector consciente de sus derechos y obligaciones) abre y comparte un libro, permitiéndonos creer en una realidad mejor y más humana.

El autor

ALBERTO MANGUEL escritor, traductor y editor argentino nacido en Buenos Aires. Pasó su infancia en Israel, donde su padre era embajador. Al regresar a Argentina conoció a Borges en la librería donde trabajaba. Fue su lector durante algunos años. En 1969 viajó a Europa, donde desempeñó cargos editoriales. Volvió y se trasladó definitivamente en 1974, trabajando más de una vez para un sello de Tahiti. Más tarde vivió varios años en Canadá. Como autor publicó las novelas Noticias del extranjero (1991), Stevenson bajo las palmeras (2003), El regreso (2005), El amante extremadamente puntilloso (2005), y Todos los hombres son mentirosos (2008). Ensayos: Una historia de la lectura (1996), En el bosque del espejo (1998), Diario de lecturas (2004), entre otros. Como recopilador: Guía de lugares imaginarios (1980), Agua negra (literatura fantástica, 1983), The Gates of Paradise (literatura erótica, 1993), The Penguin Book of Christmas Stories (2005). Vive en Francia y es colaborador habitual de este suplemento.

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