Carlos Rehermann
EL HISTORIADOR estadounidense Robert Darnton es uno de los mayores expertos en el siglo XVIII francés, representante de la corriente historiográfica llamada "historia cultural". Este modo de encarar el estudio de la historia tiene relación con lo que los franceses llaman "historia de las mentalidades", atenta a la cultura popular, las tradiciones de transmisión oral, las fiestas populares, o los medios de comunicación de masas. Darnton se ha especializado en la historia del libro, a través de la cual examina su período preferido. Su libro El beso de Lamourette reúne quince ensayos publicados entre 1974 y 1989 en distintos medios, desde The New York Review of Books hasta revistas académicas. La historia cultural tuvo en esos años su mayor impulso, y este libro es una buena muestra de la historia cultural en acción.
REVOLUCIÓN DE NOMBRES Y BESOS. Francia, dice Darnton, no tenía un gran vocabulario político antes de 1789, porque toda la política ocurría dentro de los muros de Versailles. La Revolución inventó las palabras que permitieron hablar de ella: la izquierda y la derecha, y también la palabra "revolución". Pero no sólo el campo político se benefició de la incorporación de nuevas palabras. Los meses se bautizaron con nombres que tenían más relación con los fenómenos de la naturaleza que con dioses o emperadores: nevoso, lluvioso, ventoso, brumoso…. Se instauró el sistema métrico, se cambiaron los nombres de mil cuatrocientas calles de París, y hasta los apellidos que hacían referencia a la nobleza, como Le Roi, o a la iglesia, como Lévèque, mutaron a La Loi o Liberté. En la región sureña de Tarn se decretó el 24 Brumoso del año II:
[…] que la palabra "vous" [usted] cuando se trate de una pregunta en singular [vous significa también "ustedes"] queda abolida del lenguaje francés libre desde este momento y será reemplazada en toda ocasión por la palabra "tu" o "toi".
Los cambios de nombres y la creación de nuevas palabras deben ponerse en el contexto de lo que Darnton llama "la emoción popular".
"En la cárcel de Abbaye [los sans-culottes] improvisaron una corte popular. Uno por uno fueron saliendo los prisioneros, se los acusó y se los juzgó de manera sumaria. La fortaleza se tomó como una señal de inocencia; la debilidad, como una señal de culpa. […] Si se lo declaraba inocente, el prisionero recibía abrazos, llantos, y se lo paseaba triunfante en hombros por la ciudad. Si resultaba culpable, lo mataban a punta de picas, garrotes y sables. Luego desnudaban el cadáver y lo arrojaban sobre una pila o lo desmembraban y lo exhibían en el extremo de una pica".
Darnton dice que muchas veces los historiadores dejan de lado signos de una mentalidad, de la emoción popular, sin los cuales no logramos entender algunos procesos.
"El 7 de julio de 1792, Antoine Adrien Lamourette, un diputado […] les dijo a los miembros de la Asamblea que sus problemas provenían de una sola fuente: el enfrentamiento de las facciones. Necesitaban mayor fraternidad. Después de eso, los diputados, que hasta hacía un momento habían estado discutiendo violentamente, se pusieron de pie y empezaron a abrazarse y a besarse unos a otros como si sus divisiones políticas pudieran desaparecer en una ola de amor fraternal".
Darnton critica la actitud de los historiadores que pasan por alto gestos como el beso de Lamourette aduciendo que un mes después la Asamblea caería durante el levantamiento del 10 de agosto. Pero la emoción popular (en este caso, la fraternidad que arrasó París en 1792) tuvo una fuerza para nosotros inimaginable, que la historia cultural puede contribuir a entender.
LA HISTORIA DEL LIBRO. El objeto de la historia del libro es comprender cómo ha afectado el pensamiento y la conducta de la humanidad la difusión de la palabra impresa.
Desde la invención del tipo móvil por parte de Gutenberg, los libros siguen más o menos el mismo ciclo de vida, que puede describirse como un circuito que va desde el autor hasta el lector pasando por el editor, el impresor, el distribuidor y el librero. El circuito se cierra porque el autor se dirige a lectores implícitos y recibe comentarios críticos explícitos.
Darnton sugiere un proceso de investigación que, en primer lugar, limita el estudio a un período que domina (en su caso, el siglo XVIII) y luego sigue el circuito del libro fase por fase. Como ejemplo traza la historia de la publicación de Questions sur l`Encyclopédie de Voltaire.
Darnton comienza su estudio ejemplar con una de las fases menos estudiadas: el papel del librero, y toma como ejemplo a Isaac-Pierre Rigaud, de Montpellier.
A mediados de 1770, Rigaud encargó a la Societé Typographique de Neuchtel treinta juegos de los nueve volúmenes del libro de Voltaire. Esa imprenta (que por entonces tenía un catálogo de más de 700 títulos) imprimía una edición pirata de la obra, ya que el impresor oficial de Voltaire (Gabriel Cramer, también suizo), no daba abasto con la demanda. El libro estaba prohibido en Francia, lo cual no impidió (y probablemente estimuló) que sólo la imprenta pirata agotara 2.500 ejemplares en dos años.
El librero no se limitaba a tratar de tener libros demandados. Como buen representante de lo que hoy llamaríamos capitalismo salvaje, hacía lo posible por aniquilar a la competencia. Como distribuidor de algunos títulos, era inflexible con los pequeños libreros morosos: varios de ellos terminaron con todo su stock rematado a precios ínfimos, en manos de Rigaud. También se adueñó de casi la totalidad de los encuadernadores de la ciudad, lo cual le permitía dificultar y hasta impedir el comercio de otros libreros. Para 1798, Rigaud había logrado eliminar a toda la competencia.
Lo curioso de la edición de Neuchtel es que los impresores, siendo piratas, enviaron una circular a los libreros asegurando que su edición era copia de la de Cramer, pero mejor, ya que estaba corregida por el autor. Voltaire hacía esta clase de negocios, porque su interés no era económico, sino que quería difundir masivamente y por cualquier medio sus obras. Aunque Darnton comienza su estudio por una de las fases del circuito, pone luego en juego a todas las demás, de manera que trata de ver qué ocurría con el autor cuando un editor producía determinado movimiento comercial, de qué manera los impresores lidiaban con la competencia, cuál era el papel de las aduanas y los impuestos a la importación de libros, o qué hacían los lectores con los libros que compraban.
Darnton, que trabajó varias décadas como periodista (incluso como cronista policial), se alarma porque "[…] todos los días veo historiadores profesionales, hombres y mujeres mayores en posesión cabal de sus facultades, que tratan los periódicos como repositorios de hechos reales en lugar de como colecciones de relatos".
Probablemente la mayor contribución de la historia cultural haya sido aumentar la conciencia de la importancia de la narración para el estudio de la historia. Sin embargo, dice, no hay exagerar, al punto de creer que las cosas no ocurrieron, que todo es una narración y que la historia es sólo una rama de la narratología, riesgo que se corre cuando la narración se adueña del panorama, en vez de permanecer al servicio de la interpretación de los hechos.
EL BESO DE LAMOURETTE: REFLEXIONES SOBRE LA HISTORIA CULTURAL, de Robert Darnton. Fondo de Cultura Económica, 2010. Buenos Aires, 376 págs. Distribuye Gussi.