Andrea Blanqué
LA ARGENTINA Mariana Enriquez, un talento de la nueva generación de escritores argentinos, ha declarado: "La literatura argentina más canónica está preocupada en los juegos del lenguaje, que por supuesto, no es que a mí no me interesen, pero no encuentro allí el anclaje real de lo literario. Yo necesito lo afectivo, algo con que relacionarme y a partir de ahí construirlo con el lenguaje". De ese modo realiza un serio cuestionamiento a la serie de escritores que llevan inyectados en el ADN a Leopoldo Marechal, a Cortázar y, cómo no, a Borges, y que se desvían hacia la literatura "que no es para leer", como la producida, por ejemplo, por Rodrigo Fresán.
Mariana Enriquez es prácticamente desconocida en Uruguay, a pesar de que es una voz muy valiosa en el suplemento Radar del diario Página 12, y de colaborar en revistas como Rolling Stone, La mano y La mujer de mi vida. Nacida en 1973, su infancia se desarrolló en el terror de la dictadura, con la presencia fantasmal de los desaparecidos.
Sin embargo, desde hace tres años, es responsable de una columna fundamental de la revista uruguaya Freeway, llamada "Dark City". Visceral, lúcida, habla desde su lugar de mujer que está al tanto de todo lo que pasa en el mundo, pero que pertenece a un país devastado como la Argentina, y advierte sobre el valor de esta nueva escritora.
Escribió dos novelas -Bajar es lo peor (ver El País Cultural Nº 317) y Cómo desaparecer completamente-, pero por fortuna su último libro, Los peligros de fumar en la cama (un volumen de cuentos que no es un "rejunte" sino que tiene una orientación definida), está en librerías uruguayas.
después de shelley. Lo que hace en este libro Mariana Enriquez es auténtica literatura de terror, gótico puro, fundado en la literatura inglesa del siglo XIX por Mary Shelley, hija de una teórica feminista, Mary Wollstonecraft. Aunque desarrolló en su célebre Frankenstein un paisaje de hombres que luchan entre sí -el científico creador y el rebelde asesino desharrapado- Mary Shelley expresó el malestar enorme de las mujeres, un malestar ancestral que lleva a imaginar (o imaginarse a sí misma) un ser humano hecho de pedazos de muertos, carne podrida y revivida, ganas de ser normal e imposibilidad eterna de serlo.
Mucho de esto hay en Los peligros de fumar en la cama. Los doce cuentos parecen literatura realista por su lenguaje, por su forma de contar las cosas como realmente le da la gana a una persona que habla. No hay alambicamientos: en cada cuento la voz narradora suele ser la de una chica, una joven mujer reconocible, que es posible encontrar en el subte en Buenos Aires, dejándose llevar por el túnel de movimiento, calor y oscuridad con los ojos ensimismados. Los lugares también son reconocibles: la mayoría de las historias están ambientadas en el Gran Buenos Aires, de donde es Mariana Enriquez: mujer del Sur, si las hay. Es el Buenos Aires que los turistas no visitan, el que hiede a Riachuelo, el de las casas sin revocar y las fábricas abandonadas, que tan bien supo retratar el también nuevo escritor argentino Pablo Ramos.
Hay algunas excepciones a esta regla: el cuento "El aljibe" habla de una partida del Gran Buenos Aires, para conectar con parientas de Corrientes y con sus leyendas, su San La Muerte, sus supersticiones. No es posible leer este cuento sin recordar La hora de María y el pájaro de oro (Rodolfo Kuhn, 1975), una película de culto que en los años `70 argentinos dio un soplo de oro a tanta oscuridad, mostrando la perturbadora muerte en acecho, la maldad contante y sonante, la impunidad de los poderosos capaces de todo. Sobre todo mostró la creatividad y belleza del arte cuando el mundo se había convertido en un gran Riachuelo.
En otro cuento el espacio se traslada a través del Atlántico. Allí está Barcelona, con su Raval, con su Barrio Chino, con su pestilencia, con sus historias de niños muertos que surgen de las cloacas fabricadas cuando Barcelona no era una ciudad de diseño y los catalanes no pretendían ser una de las élites de Europa, sino que eran obreros consumidos de hambre y de pobreza, hacinados en callejuelas, frecuentadores de prostitutas sifilíticas y víctimas de bombardeos nazis, del estraperlo (mercado negro), y la corrupción.
Otro cuento trata de huidas del Gran Buenos Aires asfixiante, hacia las tosqueras, las canteras llenas de agua que pueden engullirse un ser humano tanto como los perros de colmillos desgarradores. También de las huidas de una chica de su propia locura, que intenta sanear en un viejo balneario de mar donde se hospedaba Saint-Exupéry, y solo encuentra más fantasmas, que reflejan su deplorable estado, su bello y aterrador estado.
la otra ciudad. El resto de los relatos transcurren en el Buenos Aires periférico de la clase media, o baja clase media. En algún sentido es la ciudad opuesta a la expuesta en el mítico libro Misteriosa Buenos Aires, de Manuel Mujica Láinez, cuya mano llena de anillos parecía tomar la pluma solo para escribir perversas historias de aristócratas. No obstante el tiempo pasado, y tras una prolífica obra, es este libro de cuentos perturbadores, feroces, siniestros, el que revela a Mujica Láinez como un verdadero maestro.
Muchos de los elementos de Mujica están aquí. Una reivindicación de lo sobrenatural de esa megaciudad que parece el estereotipo de los gigantes urbanos. Una reivindicación de lo perverso en el ser humano. En esto Mariana Enriquez insiste una y otra vez: sus personajes, chicas de clase media con estudios, son protagonistas de estados de alma que conducen a la antropofagia, la necrofilia, la autoflagelación hasta límites extremos, el uso de lo sobrenatural para masacrar a sus congéneres: agorafobia, anorexia, voyeurismo, masturbación obsesiva y otros etcéteras. Los cuentos, en principio realistas, llevan a historias de fantasmas y demencias donde aparece la mujer como un ser en extremo estado de desesperación.
Las protagonistas de estos cuentos sufren el sufrimiento de las mujeres: depresión, soledad radical, abandono, condena social por no adaptarse al estereotipo femenino, maternidad acechante que se desliza entre los dedos. Junto a la lectura de las columnas de Freeway, es posible decir claramente que Mariana Enriquez es feminista. La palabra "feminista" está estigmatizada en el periodismo cultural, y a menudo se la utiliza como estrategia para minimizar la obra escrita por mujeres.
Mariana Enriquez ha sido interpelada al respecto, pues sus dos primeras novelas eran protagonizadas por hombres. Pero en la citada entrevista dejó claro que "literariamente siempre me gustaron muchísimo las escritoras mujeres. Y quizá no tanto porque me identificara. A las escritoras se las suele pensar a partir de las escritoras del mercado de los últimos años: Isabel Allende y su prole, que están muy preocupadas por el hogar, el erotismo de la comida; pero eso es un fenómeno del mercado, no es la literatura femenina real. Cuando yo leo literatura femenina real desde Emily Brönte hasta Virginia Woolf, Katherine Mansfield, Carson McCullers, son todas perversas. Todas hablan de cosas sumamente oscuras, tienen una relación con la sexualidad y con el cuerpo que es brutal, cruel, en algunos casos".
No es casual que las referencias a las locas encerradas -que retrotraen a la fundacional Jane Eyre, de Charlotte Brontë- estén aquí traídas una y otra vez, llenando de terror al lector mientras le llega el viento molesto del amarronado Río de la Plata.
LOS PELIGROS DE FUMAR EN LA CAMA, de Mariana Enriquez, Emecé, 2009. Buenos Aires, 221 págs. Distribuye Planeta.