Sueños húmedos

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Gustavo Wojciechowski

JOTAMARIO Arbeláez nació en el barrio Obrero de Cali (Colombia), en 1940. Además de poeta es un publicista destacado y cronista semanal en un par de periódicos. Como funcionario público fue Secretario de Cultura del Departamento de Cundinamarca, cargo que le permitió fundar 114 bandas musicales y una sinfónica, apoyar la obra de varios artistas plásticos y editar una gran cantidad de libros. Antes había sido un pésimo estudiante y asiduo jugador de billar, integrante del movimiento nadaísta, junto a Gonzalo Arango, X-504 (Jaime Jaramillo Escobar), Eduardo Escobar, Elmo Valencia, Ja Arb, Armando Romero, Tadheo (Germán Cruz Zamorano), Mario Rivero, David Bonells, Elkin Restrepo, Fanny Buitrago, Darío Lemos, Dukardo Hinostroza, Humberto Navarro, Amílcar Osorio y Alfredo Sánchez.

Ha publicado El profeta en su casa (1966), El libro rojo de rojas (1970, junto a Elmo Valencia), Mi reino por este mundo (1981, Premios Nacional de Poesía Oveja Negra y Golpe de Dados), La casa de la memoria (1985, Premio Nacional de Poesía Colcultura), la antología Doce poetas nadaístas de los últimos días (1986), El espíritu erótico (1990, realizada junto al pintor Fernando Guinard), El cuerpo de ella (1999, Premio Instituto Distrital de Cultura y Turismo), Nada es para siempre (memorias, 2002) y Paños menores (2006, Premio de Poesía Víctor Valeria Mora 2008). Culito de rana es una antología de poemas de amor, casi en partes iguales de poemas éditos e inéditos, estos últimos casi como crónicas o diario de vida, recuento de pasiones y pulsiones.

Cuando uno lo conoce ve el rostro de una persona feliz, como el de alguien que anduvo por la vida haciendo lo que le dio la gana. Muy pícaro, chispeante, escurridizo.

La siguiente entrevista fue realizada en público en el Museo Gurvich, en la presentación de Culito de rana, en el marco del Festival Ñ, organizado por el grupo La Fábrica y el Centro Cultural de España.

DOS DE SASTRES.

-Tú sos oriundo de Cali. Contame de tu infancia en Cali y cómo por medio de esa infancia llegaste a la poesía, al mundo de la poesía. Por ahí hay alguna figura bien interesante, como la de tu padre, al que hacés mucha referencia en tu libro anterior, En paños menores.

-Yo nací en Cali producto del encuentro de dos familias de sastres, la de mi padre, proveniente de Río Negro, en Antioquia, y la de mi madre, proveniente de Ambato, en el Ecuador. Mi padre oyó en Río Negro, Antioquia, que en Cali se había establecido una especie de fiebre del hilo por cuanto se habían instalado allí importantes sastres, y que tenían esa industria andando, y él como aprendiz de sastre, o ya un poquito más avezado en esa disciplina, decidió viajar a Cali y buscar su futuro con su profesión.

Llegó y fue prácticamente instalado, acogido en la sastrería de mi abuelo, el padre de mi madre, donde había doce obreros alrededor de una inmensa mesa de sastrería, y muy pronto se enamoró de mi madre. Desde luego que no lo dejaban acceder a la princesita, pero un día en que hubo que cambiar la sastrería de local, le pidieron a mi padre que guardara mientras tanto en la casa de su familia la mesa de sastrería, que era una mesa inmensa, como de seis metros de largo y bastante ancha y poderosa. Entonces fueron los sastres por una calle llevando esa inmensa mesa, la entraron por un zaguán -que antes había en la puerta de la calle- y luego otro zaguán, un contraportón, y entraban a la casa, y a duras penas lograron entrar la mesa corriéndose. Así era de limitado el tamaño con el portón. Entró. Muy bien. Hicieron el trasteo, mandaron nuevamente por la mesa, pero cuando la fueron a sacar, no salió. Y el abuelo, para no perder la mesa, consintió en que mi madre se casara con mi padre e instalaran la sastrería. Es una cosa muy erótica. Ese es el origen de mi novela La casa de las agujas en la que estoy trabajando por solicitud de la editorial Planeta.

La sastrería para mí siempre fue una maravillosa profesión, sobre todo porque el padre del escritor que más me ha influido, Henry Miller, el autor de los famosos trópicos, de Cáncer y Capricornio, que después de ser considerado un pornógrafo terminó siendo casi un santón por sus libros espirituales, también era sastre. Entonces tiene en Primavera negra una bella referencia que llama precisamente "La sastrería". El ángel es mi marca de fábrica.

LA CASA DE LAS AGUJAS. Cuando el patrón judío liquidó a mi padre después de quince años de trabajar en su sastrería, no tenía para pagarle las prestaciones sociales y le entregó una inmensa caja con una gran gruesa de agujas alemanas que él guardó en un escaparate encima de un armario, sin abrir, sellada siempre.

Pasados muchos años, hubo necesidad de una aguja, no se encontró, y alguien abrió un huequito en la caja, sacó una, la ensartó, cosió lo que tenía que coser, y luego nunca se repetía el uso de una aguja dos veces, entonces cada vez se sacaba una aguja, una aguja, una aguja, y terminado el trabajo la ponían en una puerta, en la pared. Y así poco a poco se fue llenando de agujas la casa, parecían banderitas con distintas hebras de hilo. Pero se fue volviendo complicado, porque por ejemplo mi padre las utilizaba y las guardaba entretejidas, entrecosidas en el borde del bolsillo del pantalón o en la solapa de los sacos, y mi madre lavando la ropa terminaba con una aguja clavada en la palma de la mano y había que llevarla al hospital a que se la sacaran. Tanto que en el sancocho, por ejemplo, uno cogía el tenedor y al partir la papa, era una papa cocida con una aguja dentro. Más aún, yo llegaba borracho de mis noches de parranda con los nadaístas y caía sobre la almohada, y una vez una almohada tenía una aguja y me clavé una aguja. Recuerdo que pensé que el ojo se reventaba, pero les advierto: los ojos no se revientan, la córnea lo recibe; fui al espejo y me la saqué.

De modo que eso se volvió una pesadilla, pues las agujas se tomaron la casa y esa fue la ruina de la casa de las agujas y ese es el argumento de la novela y el origen de la entrada en la poesía.

-Estamos entrando en la poesía. Como se ve, la poesía de Jotamario tiene mucho que ver con el humor. Contame, ya que hablaste de los nadaístas, del grupo nadaísta, que surge a fines de los cincuenta, principios de los sesenta, que de alguna manera es cercano a otros grupos vanguardistas, El Techo de la Ballena en Venezuela, El Corno Emplumado en México, Eco Contemporáneo en Buenos Aires, Los Huevos del Plata de Clemente Padín en Montevideo. Eran jóvenes que veían la literatura de una forma distinta de como la veía el común de la gente o la academia, y que irrumpieron en el panorama literario. Contanos cómo fue toda esa experiencia de los nadaístas, qué significa, cómo fue esa movida.

-Cursaba el sexto de bachillerato en el colegio de Santa Liberada de Cali, cuando oí por la radio que un profeta, un autollamado profeta de Medellín, Gonzalo Arango, acababa de hacer su llegada a Cali a predicar su Evangelio de la Nueva Oscuridad, que era el movimiento nadaísta que acababa de fundar y lanzar su manifiesto. Yo como estaba ya ducho en la obra de Federico Nietzsche, sobre todo en Así hablaba Zaratustra, un libro tremendo que ahora veo que lo leen las chicas como libro de autoestima o autoayuda, asistí al encuentro con el profeta, que después de su conferencia preguntó: "¿Quiénes quieren asumir el nadaísmo en Cali?". Yo me presenté voluntariamente, me ungió, le mostré unos poemas y me dijo: "¿Los rompemos ya o los rompes cuando llegues a tu casa?, porque por ahí no es la cosa". Los rompimos de una vez, nos fuimos a beber, y quedó fundado el nadaísmo de Cali.

El nadaísmo tuvo dos sedes principales, Medellín y Cali. La gente dice: "Claro, de ahí los antecedentes de los famosos cárteles que aparecieron posteriormente". Incluso un crítico muy sagaz dice que no solo fuimos antecedentes literarios, sino que por haber comenzado también a consumir marihuana, les abrimos la compuerta a los traficantes posteriores. Pero eso no tiene nada que ver, porque lo nuestro era de verdad, ese consumo de sustancias lisérgicas era una manera de recuperar el espíritu del cual habíamos renegado. Casi diez años después llegó una nueva generación que fue el hippismo, y esa generación, siendo tan pacífica, fue la que en realidad hizo la revolución, porque congregó a la juventud de todas las clases sociales a consumir cannabis, mientras que un movimiento guerrillero como el M19, que decía que había tenido también una influencia del humor del nadaísmo, terminó haciendo la paz. La guerrilla del M19 hizo la paz, los hippies hicieron la revolución y los nadaístas hicimos el amor.

Esa fue la entrada. Naturalmente que perdí el bachillerato, fui el único bachiller en la historia del colegio al que no le dieron el diploma. Pero posteriormente escribí un poema que se llamó "Santa Liberada College" -para ponerlo más sofisticado, porque debía ser Santa Liberada School, pero por algo perdí el bachillerato-, poema que se volvió tan famoso que dio vuelta al mundo en bicicleta rápidamente, y gracias a eso, cuando me gané el premio de la editorial Oveja Negra, que era de García Márquez, en 1980, le hicieron misa a mi mamá, le regalaron un ramo de flores, arreglaron las calificaciones, borraron lo que había perdido y me lo pusieron bien, y me otorgaron el flamante cartón de bachiller honoris causa. Eso solo había sucedido dos veces anteriormente, con el compositor ballenato Rafael Escalona, que figura en Cien años de soledad, y con el ex presidente Turbay Ayala. Ni Escalona ni yo tuvimos que pagar un peso por el diploma.

De ahí en adelante la poesía, que para muchos es la elección del fracaso, para mí ha sido la satisfacción completa de mis deseos. Pienso que la poesía es el cumplimiento de los sueños, en especial de los sueños húmedos, pero no me refiero únicamente a la sensualidad, sino sueños húmedos como por ejemplo viajar a esos puertos que uno ha tenido siempre en su memoria y en su anhelo, como es haber llegado a Montevideo. Entonces, gracias a la poesía, gracias a la embajadora de Colombia, gracias al diseñador y editor de mi libro, pues estoy feliz entre ustedes esta tarde.

Terrorismo nadaísta.

-Contanos cómo eran las acciones poético-socoales que hacían los nadaístas. Hay un incidente en el que tiene que ver Brigitte Bardot, por ejemplo.

-Como los nadaístas éramos menores de edad por entonces, casi todo el grupo tenía dieciocho años -Gonzalo Arango, el fundador, tenía veinticuatro, veinticinco-, y éramos de provincia y de clase media baja, seguramente no íbamos a tener acceso ni a la publicidad ni a la publicación en los medios masivos que por entonces eran los suplementos literarios de los diarios El Tiempo y El Espectador de Bogotá. Actualmente esos suplementos prácticamente han desaparecido, y si no han desparecido, ya se dedican a todo menos a la literatura, más bien a la farándula.

Entonces, para darnos a conocer teníamos que apelar al escándalo, al escándalo y la propaganda, es decir, hacer el amor en los cementerios, por ejemplo, y decirle al sepulturero que avisara a la policía para que nos capturaran, muertos de miedo. Una vez Gonzalo Arango dijo "hay un encuentro de escritores católicos en Medellín; vamos a sabotearlos", y escribió un panfleto tremendo, Mensaje bisiesto a los escribanos católicos, y fue con sus amigos y lo distribuyó en el paraninfo de la Universidad de Antioquia en forma de hojas volantes. Además, alguien tenía de esas bolitas de vidrio que tienen dentro un ácido, asafétida y cloroformo, y las quebraron. A eso los estudiantes de la Universidad Nacional le llaman "pedo químico". Hace que la gente salga volando y con los ojos llorosos, por lo cual encarcelaron a Gonzalo Arango, lo tuvieron en la pavorosa cárcel de La Ladera un par de semanas, hasta que lo sacó un ministro, Otto Morales Benítez, ministro de Trabajo.

Posteriormente varios nadaístas asistieron a una santa misión española que llegaba a la catedral metropolitana de Medellín. Antes de los hippies teníamos unas presentaciones muy horripilantes, melenas largas, camisas rojas, un vestuario verdaderamente extravagante, entonces éramos fácilmente detectables por las beatas de la misa. En plena misa de la medianoche cada uno de los nadaístas comulgó y se sacó la hostia y la guardó en el pañuelo de la novia, en la libreta de direcciones, en el libro que llevaba. Por ejemplo Dario Lemos la guardó en La peste de Albert Canus, pero con tal mala suerte que se le cayó y comenzó a rodar la hostia, y para que nadie viera la tapó con el piececito, ante lo cual alguien gritó "¡Sacrilegio!", y el hombre, para que desapareciera el cuerpo del delito -es decir, el cuerpo de Cristo-, la frotó rápidamente hasta que quedó una harinita. Peregrinaciones hubo para hacer un desagravio, y a estos toda la multitud, la horda, como en la Edad Media, los persiguió por las calles hasta capturarlos; y a Lemos le pegaron una puñalada en el pie con un Cristo de lata. En todo caso terminaron todos en La Ladera.

Posteriormente a otro poeta por un virgo que se comió también lo llevaron a La Ladera, esos eran los delitos extraordinarios por los cuales pagamos cárcel. El año antepasado, hace tres años, el alcalde de Medellín convirtió esa tenebrosa cárcel de La Ladera en parque biblioteca y nos invitó a todos los nadaístas, como desagravio, a que la inauguráramos, y nos dio todas las excusas del caso por haber estado en esa cárcel por crímenes inexistentes.

Posteriormente los nadaístas amenazamos al alcalde de Cali, para que destruyera la estatua de la María -María es la célebre novela de Jorge Isaacs, de tendencia romántica-, y a cambio de esa estatua toda romántica erigiera el busto de Brigitte Bardot desnuda. Desde luego que fue otro escándalo, pero gracias a esos escándalos nos abrieron las puertas literarias y comenzamos a publicar nuestros cuentos, poemas y manifiestos. Ese es el origen del terrorismo que utilizábamos por entonces, como ven, un terrorismo bien inocente, terrorismo verbal básicamente, por el cual también nos aplicaban el consejo verbal de guerra. Cuando nos cansamos de eso porque vimos que ya se nos abrían las puertas de los periódicos, les dejamos el terrorismo a otros más tenaces que nosotros, como el señor Osama Bin Laden y los que ya conocen en nuestro país.

Cercano al amor.

-Lleguemos a Culito de rana. Si bien es una antología poética, parece un libro unitario.

-A raíz de nuestro encuentro en México, cuando me manifestaste - después de mostrarme tus hermosas ediciones- que tendrías un gusto grande en acometer una antología, y teniendo presente la invitación de la Embajada de Colombia para visitar Uruguay, me propuse hacer una antología, pero no una antología suelta como un caldo de grillos, sino con una unidad que la hiciera un libro especial. Entonces tomé los poemas amorosos o cercanos al amor -porque en realidad no soy muy dado al poema amoroso para conquistar, tanto que en uno de mis poemas digo "a nadie le deseo, ni a mi peor enemigo, ser amado como yo amo"-, hice la ilación a lo largo de cinco compartimientos con títulos propios para el libro, y termino con dos. Casi el cuarenta por ciento del libro son poemas inéditos tomados de los temas narrativos que utilizo para mis columnas de prensa. La hice doble: como los periódicos ya no publican poesía, cogí mis columnas y les metí como embuchado el poema, y por otra parte es mi venganza china para quienes decían "ese poeta tenía tan buen porvenir como poeta y se dedicó a escribir para la prensa…".

Con algunos de los artículos de prensa he preparado este libro, del que estoy muy satisfecho, es el libro que más me ha emocionado, a pesar de que los cuatro anteriores ganaron premios de poesía; este quién sabe para dónde va, yo creo que va para un puesto muy importante en el futuro. Y ahí están los poemas que más me gustan.

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